SINOPSIS: Actualmente
la categoría de “droga” nada tiene que ver con los efectos que
sobre la psique o el cuerpo del adicto provoca, sino con el INTERÉS
oportuno del gobierno de turno por la LEGALIZACIÓN del consumo de
unas u otras (heroína, cocaína o cannabis vs. alcohol, tabaco,
azúcar… o tecnología).
Que
levante la mano el bicho raro que prefiera leerse 5 páginas
en papel del
tirón en vez de tragarse un vídeo del mismo tema en Youtube… tic,
tac, tic, tac, tic, tac,… ya veo.
Pues
sabed que no es
cuestión de simple vaguería el abandono mayoritario
de la lectura en favor de maneras más “cómodas” de aprendizaje
o de entretenimiento. Entrecomillo “cómodas” porque en realidad
no se trata de ninguna facilidad presupuesta de asimilación, sino de
la adicción
a la DOPAMINA que
produce la sensación constante de novedades,
de oportunidades o
de cambios.
Me explico.
Todo
el mundo sabe lo que supone leer un libro impreso: letras y letras de
aburrido panorama en blanco y negro a la espera de cualquier imagen
que le ponga un poquito de color a la tarea.
Pero
ahora imaginad un estimulante (sensorialmente
hablando) vídeo o cualquier página web para el caso. En general, y
sea cual sea su modalidad, nadie duda de que la
experiencia digital nos
ofrece ocasiones infinitas para distraernos con
cualquier otro tema o, como poco, multiplica
las ofertas sensoriales vía
gráficos, animaciones, sonido, color, etc. Básicamente, el universo
digital es interactivo,
y no como aquellos mazacotes impresos donde el único estímulo en el
horizonte es interpretar siempre los mismos glifos, usar
la imaginación y el cerebro y pensar,
y pasar una página con los dedos cada equis tiempo. (Cuidado con las
agujetas).
Y
si bien esto que digo le puede parecer una insignificancia a la
consciencia de cualquiera que presuma de poseerla, os juro que el
cerebro no puede decir lo mismo. Es como comparar un plato
de brócoli cocido
y sin
condimentar con
la típica hamburguesa artificial del McDonald’s: por muy insana
que creamos que sea, siempre ejercerá tanto más poder sobre
nuestras papilas gustativas -y sobre nuestros centros cerebrales
del placer–
que el insulso brócoli. En este terreno, ya lo sabéis, la verdura
tiene la carrera perdida.
Porque
ahí es donde se dirime precisamente la guerra a las preferencias y
los gustos de la peña: en
su cerebro y
a golpe de dopamina, el
neurotransmisor que alimenta nuestra motivación nada
menos y que fomenta los cambios en la rutina y la repetición de
las acciones más reconfortantes con un chute puntual
de bienestar.
Así
a nadie debe extrañar que la gente se enganche durante 24h al día a
la prometida inyección de dopamina en su torrente sanguíneo cada
vez que le entra un mensaje nuevo en
su red social preferida o se cague de miedo (como un yonqui, todo hay
que decirlo) cuando se quede su móvil seco de batería -y haga su
cerebro huelga de
dispensación de dopamina, en
consecuencia, y en señal de protesta-:
Un 18% de los adolescentes españoles usa de manera adictiva las redes sociales, mientras el consumo total de drogas ilegales en España es de un 14 %
“Los jóvenes españoles, más «enganchados» a internet que a las drogas”
(Mundo.Sputniknews.com, 12/02/2018)
Y
ahora, con independencia de lo que cada cual quiera entender por
“droga”, recuerdo que lo principal en este caso no es la
sustancia en sí, sino la adicción que
la propia rutina y
la sensación de confort provocan
en la psicología del consumidor descuidado, que viene a ser la
mayoría.
El
verdadero problema del yonqui en general, por tanto, no es el tipo de
droga del que se abusa, sino es la
propia SUSTANCIA quien abusa de ÉL en
realidad, porque en todas las ocasiones sin excepción es la
actividad quien le domina,
le manipula,
le limita y
le controla.
Y
si bien la tecnología atesora grandes virtudes que yo no niego, os
recuerdo que es el
ENEMIGO del espíritu en persona quien
la proporciona y promociona hasta
la saciedad. Esto es, hasta el punto en el que España ya se ha
convertido por ejemplo en el
mayor consumidor de “smartphones” del mundo.
(Seguro que los más tontos no somos, pero sí los más modernos).
Y
claro, ya de paso, y a tenor de la necesidad pro-secuencial
de estupidizar a
la manada a la mayor brevedad ¿cómo dejar sin tecnificar el campo
de la “educación”?: pizarras electrónicas, libros digitales,
WIFI por doquier, etc.
Hablando
de WIFI, en 2015 el gobierno francés recortó las alas de
este engendro en
variopintos ámbitos de la vida moderna:
“El texto […] regula el uso del WIFI: está PROHIBIDO en VIVIENDAS con menores de 3 años y se debe quitar de las ESCUELAS de primaria y guarderías. Además, el consejo escolar debe ser notificado antes de cualquier nueva instalación de una red inalámbrica.”
“Francia prohíbe las redes WIFI en los colegios de primaria y guarderías”
(Electromagneticos.es, 20/02/2015)
Visto
lo visto ¿significa eso que la radiación electromagnética es
inequívocamente perjudicial para
la salud? ¡Qué
va, hombre! Lo que pasa es que los franceses son imbéciles y punto.
(A lo mejor por eso protegen a los menores de 3 años solamente.
Al fin y al cabo, ¿qué diferencia puede haber entre la sustancia
gris de un crío de 3 y uno, por ejemplo, de 3 y medio o de 4?)
Bueno,
pues si los gabachos son “tontos”, seguro que algunos jueces del
Tribunal Supremo no lo son tanto. Eso, si es que nos atenemos al
fallo de la siguiente sentencia a favor de la “Asociación
Vallisoletana de Afectados por Antenas de Telecomunicaciones”
contra la colocación de una de dichas antenas de móviles en no sé
qué rincón de sus narices:
“La cuestión está, por tanto, en decidir si la modificación puntual del Plan General de Ordenación Urbana, objeto de impugnación, aun cuando no tuviese necesariamente, por imperativo de lo establecido en el artículo 3.2 de la Ley 9/2006, que someterse a evaluación de impacto ambiental, se ha de someter a dicha evaluación, en los términos previstos en el mencionado artículo 4 de la misma Ley, por preverse que pueda tener efectos SIGNIFICATIVOS en el medio ambiente.
La respuesta no puede ser otra que positiva, dado que estamos ante el supuesto contemplado en el apartado 2 d) del Anexo II de la Ley 9/2006, de 28 de abril, debido a los RIESGOS que para la SALUD humana entraña la instalación de infraestructuras para servicios de telecomunicación […]”
(http://www.avaate.org/IMG/pdf/SENTENCIA_SUPREMO_AVAATE_CONTRA_AYUNTAMIENTO_VALLADOLID.pdf)
Y
si bien no puedo negar la conveniencia de una buena búsqueda a
tiempo en internet, mucho me temo que “facilitar” la tarea de los
estudiantes no vaya a hacer de ellos, ni seres más inteligentes ni
más capaces, sino todo lo contrario, que es seguramente cuanto
se espera de
los alumnos tras ocho reformas educativas a lo largo del
neofranquismo:
“La historia de la legislación educativa española está plagada de siglas, muchas veces de pronunciación imposible. Pero, en realidad, las reformas de calado no son tantas. Y los resultados han sido igualmente DECEPCIONANTES. Nuestro sistema es muy equitativo (todos los alumnos rinden igual, independientemente de en dónde estudien), pero muy MEDIOCRE en cuanto a su calidad en comparación con otros países.”
“Doce leyes educativas pero pocos cambios revolucionarios”
(ElMundo.es, 18/05/2013)
Quedaría
por descubrir si la “educación” española es igual de
decepcionante para los lobbies que
la programan que para alumnos que la padecen. Y si se trata, ya de
paso, del fruto puntual de una mera casualidad o de
una conspiración en
toda su regla para variar.
Y
mucho peor ahora tras la irrupción de la tecnología casi en cada
faceta de la vida (aulas inclusive).
En este sentido el portal de divulgación ScienceAlert.com analizaba
hace bien poco las conclusiones de cierto estudio, llevado a cabo en
2016, que exploraba las diferencias en los niveles
de comprensión lectora
de los participantes entre la lectura de textos digitales e impresos:
“Los resultados mostraron una preferencia clara [de los sujetos] por los textos digitales. Aun así, su rendimiento no se correspondía ni con las preferencias de los estudiantes ni con sus expectativas al respecto. Y si bien no se encontraron diferencias entre los medios a la hora de identificar [con acierto] la idea central del texto, los estudiantes sí que recordaron mejor puntos clave […] cuando leían en PAPEL.”
Singer, L. y Alexander, P., “Reading Across Mediums: Effects of Reading Digital
and Print Texts on Comprehension and Calibration
[Leyendo en diferentes plataformas: efectos sobre la comprensión y la calibración en la lectura de textos digitales e impresos]”.
Nótese
cómo el artículo advierte que los resultados obtenidos no se
correspondieron en ningún momento con las expectativas de mejoría
de los alumnos. Traducido al román paladino: a pesar de que los
resultados no acompañaron, los estudiantes sin embargo
(enganchados a
su ración diaria de dopamina) siguieron pensando que estudiar a
través de la tecnología les concedía ventaja signiticativa
(claro, química)
sobre el estudio con medios tradicionales.
Resumiendo,
para ellos la tecnología es guay, aunque ninguno consiga imaginar en
el fondo por
qué.
BIENVENIDOS
A LA TIERRA
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