Kronos supo por Gea que estaba destinado a
ser derrocado por uno de sus propios hijos, como él había derrotado
a su padre. Por ello, aunque fue padre con Rea de los dioses Deméter,
Hera, Hades, Hestia y Poseidón, se los devoraba tan pronto nacían.
Etimológicamente el termino ambición proviene
del latín “Ambitio” y se define como
el interés o anhelo de lograr objetivos, de
alcanzar metas a nivel personal, económico o
profesional, la persona con ambición siempre está trabajando en pro
de lograr aquello que le interesa y que va en función del proyecto
de vida planteado por ella.
Los seres humanos, desde
la infancia, comienzan a tener ambiciones;
por ejemplo: sacar buenas notas en el colegio, ser aceptado en el
equipo de béisbol, o ser la mejor bailarina en la escuela de
danzas y a medida que va creciendo, las ambiciones van cambiando;
cuando se es un joven adulto lo principal es graduarse
en la universidad, conseguir un buen empleo, casarse con la
persona que desea, comprar la casa de sus sueños, entre muchas otras
cosas, cada individuo presenta ambiciones diferentes.
Parece la definición de algo normal en la vida de
cada persona en este planeta, algo normal, saludable y hasta
“esperable”. Lo queremos en nuestros hijos, en los novios y
novias de ellos, en nuestras parejas. Alguien que no posea esta
“virtud” es considerado un “quedado”, vago, inútil…
Ser útil es la mayor de las virtudes en esta
civilización. Cuando el humano no cumple con esta asignatura social,
se frustra, fracasa… es despreciado por los demás.
Pero, para sacar las mejores notas en el colegio,
debe haber alguien que saque notas más bajas, incluso las peores;
para ser aceptado en el equipo de béisbol debe haber quienes sean
rechazados… todo en esta cultura parece definirse a través de una
contienda, en la cual hay ganadores y perdedores.
Y en procura de esas ganancias es que el tiempo va
devorando nuestras vidas, porque todo debe y es preferible hacerlo
dentro de ciertos parámetros. Es decir, que no deberías ir a la
escuela elemental a los cincuenta años, ni estar buscando novia a
los setenta.
Si analizamos las iniciaciones de los nativos en
diferentes lugares, en cambio, veremos que el mérito se alcanzaba a
través de la superación de sí mismo y sobre todo, del dolor y el
miedo.
En las artes marciales tradicionales, los méritos
se obtenían por el logro de conocimientos y destrezas físicas y
generalmente, no eran exhibidos externamente, hasta que la modernidad
nos condenó a crear “cinturones de color” y certificaciones para
incentivar a los jóvenes alumnos acostumbrados ya, socialmente, al
“paso de grados”. Las competencias o torneos vinieron a
complementar el cuadro, perdiendo así, casi totalmente, el protocolo
original que apuntaba a una superación íntima, no comparada.
Esta manía de crecimiento demostrado hacia afuera
y de ganancia en escalera, nos llevó al concepto del Kronos que se
devora a sus hijos: la humanidad no sólo devora al medio ambiente,
sino también a los de su misma especie.
La ambición, lejos de ser
una virtud, es una ENFERMEDAD de tipo psicológico que tiene las
características de ser adictiva y progresiva.
Y al ser aceptada socialmente, se ha diseminado
como pandemia por todo el mundo, generando le explotación de los
recursos hasta su agotamiento, incluyendo la de la mayor parte de la
humanidad.
Quien diga que de otra manera no podríamos
progresar, estará tan alucinado por el sistema, que ya no puede ver
más allá de sus narices. Principalmente PORQUE NO NECESITAMOS
PROGRESAR, lo que necesitamos es DISFRUTAR DE LA VIDA y si no podemos
hacerlo de gratis es porque le hemos puesto precio a todo, en favor
de la cadena de ambición que hemos creado.
Hoy en día sacrificamos trescientos cincuenta
días al año, para poder vivir quince días de relativa libertad…
cosa que antes hacíamos todo el tiempo.
Claro que para que alguien se tome un avión o un
barco y pase sus vacaciones en otro continente, tú deberás trabajar
para él durante gran parte de ese tiempo y nunca podrás gozar de lo
que él goza.
Para descargar su sentido de culpa, algunos de
estos ambiciosos exitosos crean fundaciones y fondos de ayuda, los
cuales, la mayoría de las veces, usan para evadir impuestos o lavar
dinero. Nada hacen sin ganancia para ellos.
Pero no nos pongamos en jueces, porque el virus
nos ha atacado a todos, sólo que por razones de distribución, no
todos hemos podido llegar al éxito empresarial o profesional de unos
pocos. Y esto es porque el sistema de competencia así lo determina.
Sin ganadores y perdedores perderíamos el incentivo para hacer
cosas… para ser útiles.
En ciertos momentos, cuando el fracaso es
inevitable, nos convertimos en críticos del sistema y rebeldes, en
tanto que los exitosos resultan ser los mayores defensores del mismo.
La normativa alcanza a todo, desde obligarnos a
trabajar una cantidad descomunal de horas, hasta establecer cuándo
dejamos de ser útiles al sistema y debemos retirarnos, no ya a
disfrutar la vida… sino a esperar la muerte. Hecho que es agravado
y acompañado por la degradación física que sufrimos con los años.
(Kronos sí nos devora, literalmente)
La liberación individual de este sistema de vida
es casi imposible. Además de la condena pública por hacerlo, la
existencia de la propiedad individual y la privatización de los
recursos impide a cualquier individuo la emancipación del sistema.
Es decir, que nuestra libertad es sólo una palabra, imposible de
llevar a la práctica.
Dentro de ciertos límites los individuos pueden
conformar comunidades donde, más o menos, establezcan pautas de
beneficios y obligaciones colectivas que, al menos, impidan que sean
explotados, pero esto resulta bien difícil debido justamente a
nuestra educación y a la generalización de la deshonestidad.
Todos hablamos con facilidad de la distribución
equitativa de recursos, pero raramente llevamos nuestras ideas a la
práctica.
Paradógicamente, aquéllos a los que llamamos
“primitivos” son los que, realmente, pueden vivir en comunidades
capaces de autosustentarse.
Por otra parte, sostenemos que podemos ser
personas libres de consciencia y lobos de la existencia, cuando no
somos lo suficientemente aptos como para completar exitosamente esta
etapa de la misma. Y cuando hablo de éxito en este sentido, me
refiero a una forma de vida digna y colaborativa.
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