Las cosas claras
Matanza de rinocerontes,
gorilas, vacas… destrucción de la naturaleza… toneladas diarias
de basura… consumimos en exceso… o morimos de hambre… bebemos
agua y respiramos aire contaminados… lujuria… pedofilia…
abusadores… violadores… machistas… feminazis… conspiraciones…
Lo principal es que
confundimos los efectos con las causas. Y asi surgen los ecologistas,
vegetarianos, defensores de la rana naranja… Pero eso es trabajo en
los efectos… no en las causas.
Las causas
Si no provenimos de un
universo donde impera la crueldad, provenimos de uno que debiera ser
bueno y justo, porque, de otra manera, estaríamos bien y cómodos
donde estamos.
Esto implica que algo ha
pasado para que todo aquí funcione de esta manera. Comenzando
porque, para sobrevivir, tenemos que devorarnos mutuamente (y aquí
deja de tener importancia si son vaquitas o lechugas) y continuando
con el largo camino de crueldades, guerras, pedofilia, secuestros,
etc.
Nos han querido convencer que
somos una especie de pecadores creados a partir del barro y que, a
menos que adoremos a ciertos dioses, terminaremos en el infierno.
Pero, tal vez, esto no sea
verdad. Tal vez el hecho de que nos sentimos incómodos aquí radica
en una causa: que no somos de aquí. No, al menos, de este “estilo”
de universo.
Nuestro cuerpo actúa como un
reptil voraz y casi virósico… pero nuestra alma aspira a la luz y
las alturas…
Las razones
Buscamos las respuestas en la
ciencia o las religiones.
Pero eso, además de todo el
sistema social, ha sido “modelado” de acuerdo con un plan
preestablecido y se nos ha convencido de que no hay otra opción. Y
esa es la causa central de que vivamos como vivimos.
¿Cómo se elaboró este
plan?
En determinado momento, en una
humanidad pre-existente, con características muy diferentes a las
actuales, ocurrió “algo” que habría de cambiar el destino de la
humanidad por siglos, enterrándola en la época más oscura de toda
su existencia.
Está relatado veladamente en
varios de los llamados libros sagrados, los cuales han sido
corregidos para que no sepamos que, en verdad, la vida es algo muy
diferente a lo que estamos experimentando ahora mismo.
La Biblia es una mala copia de
relatos anteriores donde se cuenta la historia de unas criaturas de
otros mundos que llegaron en carruajes voladores y manipularon el ADN
de la humanidad produciendo cambios rotundos en su “empaque”. A
partir de allí relata el intento de destruir o esclavizar a todos
los que no se habían subyugado a esas criaturas.
Miles de años después se
relata la historia de un “salvador”, esta historia es revelada en
cuatro “evangelios” que fueron escritos cuatrocientos años
después de la pretendida muerte de ese salvador, cuya existencia no
ha sido corroborada históricamente. Curiosamente este cuento viene a
ocultar la gesta de otro personaje, que sí existió, mucho antes de
la Biblia, inclusive. Tal vez el intento de Mahoma y de Buda de
regresar a la humanidad a la verdad hubiera tenido éxito, pero ya el
mecanismo de modelación estaba lanzado y todo, absolutamente todo,
fue contaminado por él.
Para el siglo V de nuestra
era, se inició la más cruenta persecución de aquéllos que aún
recordaban las antiguas religiones, la cual descolló en la
sangrienta conquista de América y en los posteriores holocaustos
llevados a cabo en Alemania, Rusia y China. Completados aquí y allá
con guerras y revoluciones, que dejaron saldos de millones de
muertos.
Es que al dios impuesto por
aquellas “criaturas” le encanta el olor a muerte.
Y para los que no creen en su
existencia, se preparó un holocausto mental: la ciencia. La mayor
parte de la cual está basada en suposiciones y teorías falsas,
apoyadas con tratados, leyes y académicos que actúan igual que un
tribunal inquisidor.
La inquisición continúa…
Sin embargo… y a pesar de
todo… nuestra alma se siente extraña en este entorno y añora una
fraternidad que parece no existir en ninguna parte. ¿A qué se debe?
Eso lo veremos en el próximo
artículo.
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