25.2.20

Usted puede tomar la decisión correcta, para elegir la seguridad ante la inquietud

LA GEOINGENIERÍA DESTRUYE NUESTRA SALUD      

UN MÉDICO DA LA VOZ DE ALARMA

Reproduzco la traducción realizada por el portal "Resistencia frente a la violencia" del artículo titulado Geoengineering Is Destroying Our Health, A Doctor Sounds The Alarm [Un médico da la voz de alarma: La geoingeniería está destruyendo nuestra salud], cuya versión original se puede leer en el portal de Geoengineering Watch: http://www.geoengineeringwatch.org/geoengineering-is-destroying-our-health-a-doctor-sounds-the-alarm/

La contaminación total que la ingeniería climática ha infligido a nuestro planeta es matemáticamente mayor y más extensa que el conjunto de todas las demás fuentes de contaminación ambiental. La fumigación tóxica de nuestro cielo, actualmente en curso, se sigue añadiendo a la carga de contaminación letal procedente de la ingeniería climática que nos vienen imponiendo desde hace más de 65 años. El medio ambiente y nuestros cuerpos están alcanzando y superando el punto de máxima tensión tolerable. El siguiente informe ha sido redactado por un profesional de la salud plenamente consciente de la gravedad del daño que se nos está haciendo a través de la geoingeniería. Las conclusiones del trabajo de investigación del doctor Amato deberían ser especialmente tenidas en cuenta.
(Dane Wigington, 20 de junio de 2015)


¿TIENE ALGO QUE VER LA GEOINGENIERÍA CON MI DELICADO ESTADO DE SALUD? Por el Dr. Steven Amato, doctor en quiropráctica, colaborador de Geoengineering Watch.
Los médicos y científicos en general nos aconsejan que, si queremos mantenernos sanos, lo único que tenemos que hacer es seguir una “dieta equilibrada”. Hasta tal punto le han metido a la gente esta idea en la conciencia a fuerza de repetírsela, que constituye una verdad absoluta. Pero nada podría estar más lejos de la verdad: en un mundo tan tóxico como el de hoy, una dieta equilibrada ya lleva implícita la toxicidad.
Tengamos en cuenta que nuestra comida se cultiva utilizando fertilizantes inorgánicos que está demostrado que precipitan en las paredes de las arterias y en las articulaciones provocando arteriosclerosis y artritis, o bien en nuestro cerebro, donde generan la enfermedad de Alzheimer; o que los residuos de plaguicidas y herbicidas quedan atrapados en el hígado, dando lugar a la esteatosis [retención anormal de lípidos en las células] y a la hipertensión subsiguiente; o que se ha demostrado que los alimentos transgénicos deterioran la estructura de las membranas celulares. 
La peligrosa radiación se utiliza de forma rutinaria para descontaminar las verduras. Cada año, los americanos consumen toneladas de un jarabe de maíz con alto contenido en fructosa que se obtiene a partir del maíz transgénico, maíz que también está oculto en muchos condimentos. Estos son solo algunos de los avances tecnológicos que la ciencia ha traído a la humanidad y que empeoran la crisis sanitaria que afecta a este país [los Estados Unidos] mermando su producto interior bruto.
Con el fin de comprender perfectamente la gravedad de este problema, tenemos que ser conscientes de que las sustancias químicas están por todas partes. Hay más de 100.000 según cálculos de la EPA [la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos].
Pero la forma de envenenamiento más reciente y también la más peligrosa se está llevando a cabo en nuestro cielo: la fumigación por medio de estelas químicas o gestión de la radiación solar, etiquetada bajo el disfraz aparentemente inofensivo de la geoingeniería.
Y es que no hay forma de escapar de las garras de la nueva religión conocida como ciencia. La triste realidad es que en la actualidad es la pseudociencia la que hace funcionar la política a través del consenso, y no la verdadera ciencia. Al igual que todo lo demás en el Nuevo Orden Mundial, la ciencia se ha vendido al mejor postor. Pero lo más espantoso es que usted, lector, y yo, nos hemos convertido sin saberlo en los conejillos de indias de los científicos. El laboratorio es el planeta Tierra y la “ciencia por consenso” está peligrosamente fuera de control.
No es ningún secreto dentro de la comunidad científica en general que los “estándares” o patrones establecidos por la élite de los científicos e investigadores (la Jason Society) se conceden al mejor postor. En un mundo basado en los resultados, este modelo no solo es erróneo, sino que además es ética y moralmente corrupto.
El hecho de que usted crea o no que las estelas químicas existen es irrelevante. Existen, y a quienes las diseñan y producen no les importa lo que usted piense: van a seguir fumigándonos con estos aerosoles mortales digamos lo que digamos y hagamos lo que hagamos; puede usted estar seguro, ya que los estamos pagando con nuestros impuestos, y la guerra contra el terrorismo continuará mucho después de que nos hayamos ido.
Los americanos nos hemos vuelto impotentes como agentes de cambio. Nos encontramos frente a una disyuntiva: o sufrimos las consecuencias, o nos volvemos proactivos. Para aquellos que no estén de acuerdo, el mantra “actúe bajo su propia responsabilidad” y “el comprador asume el riesgo” no podía ser más apropiado. Pero todos los demás deberemos empezar a protegernos a partir de ahora.
Los dos ingredientes principales de estos aerosoles son el bario (Ba) y el aluminio (Al). Está claro que las sales de bario solubles en agua son tóxicas para la salud humana. El bario soluble en agua es, de lejos, el más peligroso. Las principales puertas de entrada para el bario inhalado son los pulmones y los senos nasales. Esta ruta permite el acceso directo al torrente sanguíneo y por ende la exposición de los glóbulos rojos y blancos, las plaquetas, la hemoglobina y el hierro orgánico a los efectos oxidativos de esta peligrosa sustancia.
Un análisis riguroso de la importancia del sistema cardiovascular sería un asunto demasiado profundo; basta con decir que la sangre representa el sustrato a partir del cual los tejidos del cuerpo obtienen sus nutrientes, del mismo modo que la tierra fértil ofrece el medio perfecto para que las plantas tengan una vida saludable y animada. Las sustancias químicas nocivas en general, y los metales pesados en particular, degradan la calidad de la sangre: sus propiedades desecantes hacen que disminuya el contenido de humedad en este líquido, lo que aumenta su viscosidad y por tanto el riesgo de accidente cerebrovascular.
Se ha publicado que el bario puede absorber hasta 400 veces su propio peso en humedad. Las partículas en cuestión son de tamaño nanométrico, es decir, de una mil millonésima parte de un metro o una diez milésima del diámetro de un cabello humano [una micra o micrómetro es la milésima parte de un milímetro, y un nanómetro es la milésima parte de una micra]. Esto nos dará una idea de lo fácil que es para estas partículas entrar en nuestros miles de millones de estructuras celulares, donde roban nuestra energía haciendo que padezcamos un cansancio crónico. Una vez dentro, alteran el funcionamiento de las mitocondrias, que son los generadores de energía, situados en el interior de cada célula, que nos proporcionan la capacidad de realizar la respiración, de tener vitalidad y de permanecer alerta. Si usted, lector, se está preguntando qué puede hacer para protegerse a sí mismo, es que está avanzando en la dirección correcta.
El aluminio, la segunda de las nanopartículas tóxicas (pero no la menos grave) también tiene su importancia: afecta especialmente a los tejidos del sistema nervioso central, como la materia blanca del cerebro. El aluminio provoca la formación, en el tejido cerebral, de lo que se conoce como placas amiloides, que deterioran los axones terminales a través de los cuales se transmiten las señales de una neurona a otra en la sinapsis nerviosa para mantener la memoria y la capacidad de resolución de problemas normales, es decir, la función cognitiva.
La acumulación avanzada de placas amiloides se ha relacionado con la enfermedad de Alzheimer, una enfermedad neurodegenerativa de rápido deterioro cognitivo. La enfermedad de Parkinson, la ELA o esclerosis lateral amiotrófica, la esclerosis múltiple y la miastenia gravis son enfermedades similares, caracterizadas en su conjunto por la decadencia rápida y avanzada, progresiva e irreversible, del tejido nervioso.

Los cárteles farmacéuticos mundiales siempre consiguen identificar los beneficios potenciales: ya están entretenidos realizando ensayos con la próxima generación de medicamentos antineurodegenerativos, que se basarán en los efectos de la intoxicación crónica por metales pesados perpetrada por la actual operación de bandera falsa que es la geoingeniería y que lleva décadas en marcha.
Una segunda característica del bario, más preocupante, es su efecto en el músculo cardíaco. El corazón se basa en un oligoelemento, el mineral de potasio, para mantener un tono muscular de reposo saludable. Las alteraciones del nivel de potasio en el corazón (hipopotasemia) pueden provocar un aumento del ritmo cardíaco (taquicardia), sometiendo tanto los músculos como los nervios del corazón a una tensión excesiva. El bario compite con el potasio, haciendo que aumente el riesgo de accidente cerebrovascular, especialmente en las personas con sobrepeso o que padecen obesidad. Una enfermedad conocida como sístole ventricular detenida ha sido identificada en estudios cuyo objetivo era analizar los efectos del bario en el músculo cardíaco.
En el lenguaje de la calle, esto significa hipertonicidad ventricular o simplemente “espasmo cardíaco”. Dolor en el pecho, mareos, desmayos, insuficiencia respiratoria, falta de aire, asma, problemas de visión, dolor en uno o en ambos brazos o manos (con entumecimiento ocasional, rigidez matutina, cansancio y problemas intestinales) son síntomas que pueden tener su origen en el corazón. Y los inhaladores pueden empeorar las cosas. Los jóvenes y las personas de mediana edad no quedan al margen de este problema.
Ante la amenaza que suponen las sustancias químicas utilizadas en la gestión de la radiación solar, las medidas para afrontar un riesgo significativo no se pueden descartar. Los usuarios de los servicios sanitarios deben tener mucho cuidado antes de aceptar medicamentos recetados cuya función sea sedar o estimular. Una medicación errónea puede tener graves consecuencias (y de forma rápida). 
Hable usted con su médico acerca de cualquier medicamento que se disponga a prescribirle, y asegúrese de preguntarle si el prospecto menciona la posibilidad de que se produzcan efectos secundarios cardiovasculares o si la anemia podría ser un posible efecto secundario a medio plazo. Siga consultando a su farmacéutico para hacer un seguimiento; hágale preguntas y exija respuestas razonables. Su farmacéutico le preguntará si usted tiene alguna alergia a los medicamentos o si alguna vez le ha salido sarpullido, ha tenido dificultad para respirar, ha sufrido mareos o cualquier otra reacción fuera de lo normal a los medicamentos.
Las personas expuestas (es decir, todo el mundo) deberían hablar con su proveedor sobre la probabilidad de que exista una exposición a la inhalación de metales pesados ​​procedentes de las estelas del cielo de su población y de su lugar de trabajo. Los pacientes deben encaminar proactivamente el diálogo hacia la necesidad de que se realicen análisis de sangre orientados a medir la cantidad de metales como el aluminio, el bario, el plomo y el mercurio, o, reducidos al mínimo, al menos el bario y el aluminio.
Solicite usted que le realicen un “perfil de metales pesados ​​en la sangre” en el que los metales mencionados aparezcan como especialmente relevantes. Yo me enteré de que los niveles de bario en mi sangre rondaban los tres dígitos (cuando normalmente deben situarse en el cero) después de que en marzo me hicieran un análisis para detectar la presencia de metales pesados ​​en la sangre, cuando durante todo ese mes las fumigaciones de aerosoles habían sido particularmente intensas. Pídale a su médico que le haga una PCR o CRP (proteína C reactiva), que es una prueba que sirve para medir la inflamación endógena del corazón.
Si su médico le pregunta por qué quiere que le analicen la sangre, explíquele que la exposición reciente a los metales pesados aparece normalmente primero en la sangre, y en el cabello tal vez semanas o meses más tarde. A la medicina convencional no le entusiasma mucho el análisis de minerales presentes en el cabello, pero la presencia de metales en la sangre (en la que no debería haber ningún metal) puede suponer un diagnóstico de intoxicación por metales pesados.
Sea consciente de que los suplementos dietéticos, las vitaminas y los alimentos nutracéuticos concentrados representan su única protección frente a las consecuencias imprevisibles de los experimentos científicos ambientales que, realizados apresuradamente, sin pruebas previas, extensamente y contra la ley, afectan a la población en general.
Los productos químicos tóxicos fabricados en los laboratorios a partir de 1988 y, por defecto, antes del 88, han sido hábilmente encubiertos al ser catalogados como sustancias inofensivas a través de la aprobación de la Interpretación De Minimus de la Cláusula Delaney, redactada por Michael R. Taylor, expresidente de la Administración de Alimentos y Medicamentos (Food and Drug Administration o FDA). El que fuera CEO o consejero delegado de Monsanto, pasó por la puerta giratoria para participar, mientras trabajaba en la FDA, en la regulación de las empresas para las que anteriormente había trabajado; el tono que mejor define los intereses del señor Taylor es el gris.
Esta maniobra legislativa abrió una caja de Pandora de nuevos productos químicos en el mercado del suministro de alimentos de los Estados Unidos, cuando básicamente diluyó de manera eficaz las medidas de protección contenidas por escrito en la versión original de la Cláusula Delaney de 1958. La legislación que una vez prohibió las sustancias cancerígenas en el suministro de alimentos de los Estados Unidos perdió la batalla cuando decenas de nuevos productos químicos llegaron al mercado como resultado de esta nueva enmienda.
En resumen, el resultado final es imprevisible, ahora que las leyes de etiquetado han sido neutralizadas o eliminadas por completo. No obstante, la única alternativa segura que nos queda es cultivar los alimentos en casa o adquirir la verdura, la carne y los productos de corral en el mercado de productores (como la cooperativa Ukiah Natural Food Coop). Sin embargo, no hay garantías a menos que sea usted mismo quien plante sus alimentos y los coseche.
Desde mediados de la década de 1980, nuestras células han sido objeto de un ataque a gran escala, perpetrado mañana, tarde y noche por las sustancias químicas. Mientras que estas sustancias están secando nuestro organismo, nuestras articulaciones y nuestro sistema nervioso, están deteriorando de forma simultánea los sistemas de transducción de señales hormonales a nivel celular, lo que provoca oxidación metabólica, la aparición de especies reactivas del oxígeno (ERO o ROS) [iones de oxígeno y radicales libres que causan estrés oxidativo], la alteración de la composición de los cromosomas y daños en las moléculas de ADN .

Los daños en la cromatina y la alteración del ADN son características clave de los cánceres terminales. Por eso es por lo que las vitaminas C y E son tan importantes para prevenir la enfermedad degenerativa crónica de diseño del siglo XXI. Hay muchas más vitaminas y suplementos que pueden revertir la destrucción celular elimininando las especies reactivas del oxígeno y haciendo que aumenten los flujos de enzimas, la integridad de las membranas celulares y la eliminación del CO2.
Sólo usted puede tomar la decisión correcta, haciendo uso de su voluntad para elegir la seguridad ante la inquietud, la prudencia ante la necesidad y el sentido común ante la urgencia.
Steven Amato; artículo traducido por Conrad R.
(Fuente: https://resistenciafrentealaviolencia.wordpress.com/)


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