Cuando de un tema, cualquiera que sea, no se permite el
debate y la discrepancia, malo, malo, malo. Y esto está ocurriendo con esta
epidemia, prácticamente desde sus comienzos. A mí esto me escandaliza mucho más
que los amores de Iglesias con la espía mora de las mil y una noches, incluso
sus cuentas en paraísos fiscales. Las prevaricaciones al uso también se vuelven
secundarias ante un problemón de esta envergadura, el mayor que ha tenido la
humanidad de este presente interminable.
Me espanta la ligereza, por no decir frivolidad, con la que estos días se
habla de la próxima vacuna, que algunos esperan como el maná y única solución
para echar al cubo de la basura la mascarilla, tapabocas, barbijo, bozal o mordaza
que tantos problemas de salud está causando.
Y no me refiero a gente del común que, en general, no
suele estar demasiado informada salvo de los cuatro tópicos del día que las
teles clónicas repiten hasta el aburrimiento en sus telediarios y tertulias.
Aludo a sesudos periodistas y directores de medios de comunicación, incluso
críticos con el Gobierno, que no paran de afear la conducta de quienes se
permiten discrepar del confinamiento, la distancia de seguridad, los
rastreadores o los test PCR de pacotilla que en este teatro se siguen haciendo,
y seguirán hasta que no baje el telón y acabe la función, a no ser que esto sea
de sesión continua, que esa es otra.
No entiendo en qué fuentes sanitarias
beben. Tal parece que solo conocen a Illa, a Simón y a los médicos encargados
de difundir el pensamiento único de que estamos en medio de una peste, en una
situación sin precedentes, con un virus asesino, una especie de monstruo del
lago Ness que atemoriza a los domingueros, pero que nadie vio salvo en alguna
foto nebulosa, y encima, falsa.
Al supuesto Sars-Cov-2 tampoco lo ha visto nadie. Me refiero a que aún no
ha sido aislado, purificado y secuenciado, de acuerdo a los postulados de Koch,
como han asegurado no pocos virólogos de prestigio internacional, de quienes
los buscadores de la verdad llevamos tiempo haciéndonos eco.
Somos, me consta, predicadores en el desierto, pues
mientras pedimos libertad, que la vida continúe, que regrese el sentido común y
que olvidemos las pamplinas de la “nueva normalidad”, los medios de
comunicación piden más medidas, más control, más mano dura, y no le harían
ascos a un nuevo confinamiento, incluso los periodistas que en otras muchas
ideas y análisis navegamos juntos. El caso es culpabilizar a los
ciudadanos. Jugada maestra de dominio psicológico. Como no hemos sido
buenos y responsables, ahora el Gobierno nos tiene que pegar unas nalgadas y
mandarnos al cuarto oscuro para que reflexionemos y purguemos la culpa.
Lo que está padeciendo la sociedad es un combinado entre el síndrome de la
mujer maltratada o del niño maltratado, y el síndrome de Estocolmo.
Aunque existen algunas informaciones contradictorias
entre los propios expertos discrepantes del pensamiento único del coco-virus,
no restan un ápice a lo que consideramos la mayor estafa a gran escala
que se está cometiendo contra la sociedad de toda raza y condición. Nunca
las élites habían actuado de manera tan global y sincronizada. Tan a la luz del
día y sin careta.
Para salir de la tela de araña en la que nos encontramos es muy importante
interiorizar que estamos ante una estrategia política y no ante un problema
sanitario. A pesar de los esfuerzos por mantenernos en la ignorancia.
Las conclusiones hasta ahora, después de cinco meses,
grosso modo, son las siguientes (*):
1) se ha mentido a los ciudadanos
desde el principio;
2) se ha desinformado –a
propósito— con noticias contradictorias;
3) no estamos ante un virus
asesino;
4) las personas no fallecen por
el virus, sino, en todo caso, con el virus;
5) todos los fallecidos tenían
patologías preexistentes;
6) la media de edad de los
fallecidos ronda los ochenta años;
7) muchos mayores no fueron
atendidos, sino sedados directamente;
8) los residentes en centros de
mayores no fueron admitidos en los hospitales;
9) a muchos mayores se les aplicó
morfina para dormirlos, sin otro tipo de atención;
10) muchos no murieron con el
Covid;
11) a muchos se les diagnosticó
Covid sin siquiera hacerles la prueba;
12) muchos jóvenes y gente de
mediana edad acudieron en masa a urgencias tras la alarma de la pandemia y por
eso se colapsaron los hospitales;
13) a los médicos se les engañó
con el protocolo;
14) muchos enfermos murieron
hiperventilados;
15) otros fallecieron por recibir
tratamientos en fase de experimentación;
16) una parte de los enfermos
falleció por aplicar tratamientos demasiado agresivos y en grandes dosis;
17) hubo negligencia y mala
praxis;
18) se prohibió hacer
autopsias;
19) se empleó el protocolo
de triaje de guerra –salvación de enfermo en relación a años de vida—;
20) las pruebas PCR no sirven para
detectar carga viral;
21) la mayoría de los positivos no
tienen Covid;
22) se puede dar positivo
estando sano;
23) los asintomáticos son personas
sanas y, por tanto, no contagian;
24) el confinamiento ha sido una
medida desastrosa;
25) la mascarilla es perjudicial
para la salud y no evita el paso del virus, aparte de crear un caldo de cultivo
para otros patógenos;
26) el miedo es más peligroso que
el virus porque baja las defensas;
27) el remdesivir no cura –aunque
lo diga Soros, que tiene intereses en la farmacéutica—;
28) una vacuna no es necesaria ni
segura –aunque lo diga Gates—;
29) el Ministerio de Sanidad se
niega a entregar las pruebas de la eficacia y seguridad de las vacunas;
30) los fabricantes de la vacuna
contra el Sars-Cov-2 piden impunidad por los posibles efectos adversos;
31) el dióxido de cloro elimina
todo tipo de virus y bacterias, incluido el Sars-Cov-2;
32) miles de médicos en todo el
mundo están salvando vidas con el dióxido de cloro;
33) no se está teniendo en cuenta
la declaración de Helsinki;
34) la OMS está financiada por la
industria farmacéutica;
35) el director de la OMS fue
líder de un grupo catalogado como terrorista en EE.UU., trabajó para Bill Gates
y fue designado por China para dirigir toda esta inmensa obra teatral;
36) las frecuencias de la red 5G
–tema tabú del que está prohibido discrepar—contribuyen a la enfermedad porque
dañan el sistema inmunitario;
37) se quiere reducir la población
en varios millones;
38) una persona sana tiene la
misma probabilidad de morir por Covid como por un accidente yendo a
trabajar;
39) no se trata de una enfermedad
nueva, lo diferente es la manera de testar a los enfermos.
La verdad más tenebrosa es que todo este drama fue creado por las élites
globalistas, al servicio del Mal, para hacer del mundo una gran dictadura, sin
libertades, sin Dios, sin religión, sin familia, sin amor, es decir, un ser
humano mutante, un transhumano animalizado.
Piensa, amigo lector, que a esta gente que mueve el mundo
tras bambalinas le preocupa nuestra espiritualidad y la capacidad de dar y
recibir amor.
Hace tiempo que los científicos que tienen a su
servicio investigan nuestro cerebro para descubrir el punto de la religiosidad
y la trascendencia, ese que nos hace conectar con la Divinidad o la Gran
Inteligencia creadora. Llevan mucho terreno ganado; basta ver las últimas
generaciones, que –salvo excepciones— son auténticos huérfanos tristes y sin
expectativas. Aún no lo han conseguido, pero hay que ponerles freno. No con
grandes pancartas, que también, sino con mucha oración y meditación, buenos
sentimientos, buenos pensamientos y buenas obras. Hay que recuperar aquello que
siempre oímos de nuestros padres. “Hay que ser bueno” era la frase más repetida
en las infancias de décadas pasadas. Nada de eso está perdido, sino
empolvado en algún cajón de nuestra conciencia. Hagamos rebusco y
seguro que encontramos ese archivo medio olvidado, que es un auténtico plano
para andar por la vida sin perderse.
No sé si sabes, querido lector, que en estos momentos, por encima de las
cuestiones de índole económica, la humanidad está participando en una gran
guerra espiritual.
Termino este artículo con el oportuno y enigmático texto
de san Pablo, Efesios: 6-12: “Porque nuestra lucha no es contra seres humanos,
sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este
mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones
celestiales”.
Pero estos poderes oscuros, como quiera que les
denominemos, no solo influyen en estas élites que les rinden culto, con
sacrificios y rituales vomitivos, a la vez que delictivos. Cada uno de nosotros
se coloca en su bando y frecuencia cada vez que no obramos con la rectitud
debida, de acuerdo a nuestra esencia. Recuperemos ese rincón secreto
nuestro que tiene la fórmula para conectar con lo celeste. Es necesario
mantener vivo el espíritu de lo sagrado.
Ni por asomo imaginé que el artículo iba a tener este
final, pero así queda.
Magdalena del Amo
[*] Los puntos enumerados están
tomados de valoraciones de médicos, biólogos, virólogos y químicos de
hospitales y centros de prestigio internacional, entre ellos, John Ioannidis,
Klaus PüscheL, Joel Kettner, Knut Wittkowsky, Michael Osterholm, Pietro
Vernazza, John Oxford, Michael Levitt, David I.Katz, Hendrik Streeck, Scott
Atlas, Sucharit Bhakdi, Sunetra Gupta, Karol Sikora, Johan Giesecke, KLAUS
KOHNLEIN y otros.
♎ Magdalena, Joan: A quien corresponda.
ResponderEliminarSe define bien en este post todo lo que está sucediendo y ha sucedido. Lo que sucederá será el fruto de las semillas que ahora sembremos.
Estamos viendo y viviendo un sinfín de tropelías que soportamos impasible por no saber que hacer y que defensa tenemos a cerca de todo esto. Si ya estábamos controlados, se presiente que lo vamos a estar más aún.
Este control que de nosotros hacen y del que somos víctimas, es el reflejo del control que interiormente en nosotros rehuimos. Si no controlamos nuestros sentimientos, pensamientos, palabras y obras, en nosotros se produce descontrol, no hay coherencia mente corazón. Al no integrar el control en nosotros, el control se refleja en el exterior y somos víctimas de el descontrol y incoherencia interior. Lo que más tememos, más se muestra ante nosotros, es cuestión de resonancias.
Esto que digo se puede ver si se tienen ojos para verlo.
El uso y abuso que hacemos de los automóviles, motos bicis, TV, móviles, está llegando a un punto cercano a la locura. ¿Que hay en nuestro día a día que no necesite de una máquina, sea para lo que sea?. Esta locura que de forma prácticamente subliminal se no ha metido en nuestros cerebros por los que les interesaba y que muchos conocemos.Lo han podido conseguir porque hemos sido unos colaboradores magníficos, se lo hemos puesto de lo más fácil posible. Y esa facilidad se produce por no controlar nuestros pensamientos, nuestro interior, por no estudiarnos y procurar ser nosotros nuestros propios controladores, de esta forma el control exterior desaparecería.
Estos entes dimensionales, de esto saben mucho y saben en qué momento o tiempo les es propicio proporcionar el escenario para la representación que nosotros hemos ido escribiendo inconscientemente. Si de repente todos tuviéramos integado en nosotros la atención plena el control de las élites desaparecería también repentinamente.
Que la fuerza del bien original nos acompañe.
Buenos escritos, nos hace Magdalena.