LA SOLEDAD DEL UNO
En un sueño como tantos otros, me encontraba en un bosque dentro de lo que parecía un circuito de entrenamiento militar, en el que a modo de yincana, un grupo disperso de hombres y mujeres, estábamos entrenando, sirviéndonos de los árboles, y de todos los obstáculos que el medio natural nos ponía delante, que nos obligaba a esforzarnos fuera de lo que estamos acostumbrados a hacer.
¿Entrenando para qué?
Realizando unos ejercicios que en lo que entendemos como vida real, al menos yo con mi estado físico, sería absolutamente incapaz de llevar a cabo. En este sueño, sentía que aunque no conociera los rostros que compartían conmigo el entrenamiento, nos ayudábamos a superar las pruebas y nos dábamos consejos unos a otros, a la hora de abordar los ejercicios más difíciles. Dentro de ese grupo me sentía como el novato y así debía de ser, porque un par de compañeros de entrenamiento, no dejaban de animarme y acompañarme en los ejercicios, para mostrarme que podía terminarlos a pesar de la aparente dificultad. A pesar de que este sueño podría estar interferido cómo tantos otros, me dio que pensar.
¿Por qué digo esto? Aunque tengo una vida onírica bastante activa, a día de hoy sigo
sin sentirme dueño de lo que sueño. Hay personas que tienen este entorno más
controlado, pero no es mi caso. Por lo que te ruego que lo que te diga en base
a esto lo cojas con pinzas. Y entrenando pero ¿para qué? Creo que podría ser la
pregunta más intuitiva.
Lo cierto es que íbamos vestidos a modo militar, pero sin el
uniforme completo. Tenía toda la pinta de ser una instrucción, pero no había
nadie allí dándonos órdenes. Estábamos a nuestro aire. Te sorprenderás si te
digo, que me desperté con agujetas. No es la primera vez que me pasa.
Más allá de la percepción ordinaria
Y lejos de darle una explicación enrevesadamente alegórica o
metafórica a este sueño, lo que me quedó, es que los que estábamos allí en ese
bosque, nos estábamos preparando para algo. Aunque no creo que toda la
preparación que entendemos cómo entrenamiento, nos sirva para algo llegado el
momento de la verdad. Ahora la pregunta del millón ¿Cuándo y cómo será el
momento de la verdad?
Una vez que nos hemos separado de la vía de la programación
predictiva en la que se nos condiciona a unos escenarios, en la línea de tiempo
presente, que para nada son convenientes al ser humano, solamente diré que mi
respuesta es y será NO. Y me podrás decir: bueno tú ahora estás muy seguro de
ti mismo, porque estás en tu casa, y ahí puedes decir y pensar lo que quieras,
pero ¿Qué vas a hacer si la guerra llama a tu puerta?
Mi respuesta es tan básica que asusta: no me vas a ver en
una guerra como tal en la vida, al menos en lo que entendemos nosotros como
guerra en cuanto a concepto bélico. Pero ¿sabes por qué? Ya estamos en una
guerra contra el ser humano, y si no lo has visto, o no lo percibes así es que
no tienes los pies puestos en tierra. Piensa en toda la programación que hemos
recibido, para llevarnos a una idea de guerra, en la que tal y como estamos,
tendríamos toda la probabilidad de perder.
Y de lo que se trata precisamente, es de llevar nuestra
línea de tiempo a nuestra manera, y no en la manera en la que nos quieren
condicionar. Es por lo que nuestras armas, no son ni mucho menos, las que nos
han programado a creer. ¿Dónde se ha visto una guerra individual sin épica y sin ego? Porque
de eso se trata precisamente. No picar en todos los cebos, que durante el
camino nos han puesto, para que caigamos en la dualidad de los bandos y en la
trampa del sacrificio.
La trampa de la dualidad polarizada
Porque todo ello no haría más que alimentar la espiral
arcóntica, que a día de hoy, sigue alimentándose de cada una de las vibraciones
que emitimos como subproducto, de cada uno de nuestros estados y emociones por
más nobles que estos nos parezcan. Dime tú si no ¿Hacia dónde nos sitúan estos
estados y emociones llevados al límite, dentro de la guerra que nos ocupa? ¿A
dos frentes polarizados, uno contra el otro?
Vaya, porque si es así... les estamos preparando un festín
vibracional, dual y polarizado de humanos contra humanos, mientras ellos se
frotan las manos sin que les salpique la batalla. Es a lo que nos condicionan
mediante la programación predictiva, en la que nosotros somos "los
buenos" y tenemos que matar a los malos. El problema de esta trampa no es
solamente la lucha de humanos contra humanos, sino que estarías peleando contra
el agente equivocado.
No puedes derrotar militarmente a quién no ves, o a quien no
percibes. Y si caes en la cuenta que este tipo de reacción, en sí misma es
alimento para los arcontes, enseguida te darás cuenta que la manera de pelear
es otra bien distinta. Y que no tienes que apuntar al humano, sino a las
entidades que condicionan el escenario y el entorno, porque tienen el
conocimiento y la tecnología necesarias, para manipular la naturaleza de la
realidad.
Por eso te digo, o mejor dicho te aconsejo, que evites a
toda costa caer en la trampa de la épica del sacrificio. Porque no somos William Wallace, ni tenemos que serlo.
Cuando la única arma eficaz en una guerra contra los arcontes, aquellos que se
han adueñado de la Tierra a modo de Granja Prisión, es tener el alma activada y
una mente consciente de saber dónde se está. Y que al evitar formar parte de
frentes polarizados, en una guerra individual múltiple, lo único que nos sirve,
es ser almas conscientes dentro de un entorno más que limitado.
Nada que perder: parte del todo y todo en el uno
Porque si somos fractales primordiales del todo, y ese todo
es infinito, nosotros a nivel individual también somos el todo. Es por ello que
nuestra guerra individual, es a su vez, una guerra apoyándonos en el todo
primordial. Es cuestión de entender, qué única y exclusivamente cuando nos
veamos realmente solos, ese será nuestro momento crítico, para desplegar todo
lo que llevamos dentro.
Quizás nos tengamos que ver sin nada, para llegar a ese
punto en el que todas las vías conocidas que creemos apoyos, se muestren
escasas y prescindibles, sabiendo que nuestra alma es lo único que vale. Y no
porque no nos hayan servido para aprender y para llegar a donde estemos, sino
porque a la hora de la verdad la única respuesta válida es la que daremos desde
el alma.
Porque pueden engañar a nuestra limitada percepción, pueden poner trampas a
nuestro ego y tratar de jugar como siempre han hecho con el miedo y la culpa.
Pero cuando no te queda nada de eso, o mejor dicho, cuando no te queda nada que
perder, es cuando sale, lo que realmente somos más allá de nuestro avatar y lo
que entendemos por realidad. Si caes en la cuenta de que todo esto es un
escenario, que estamos compartiendo con otras almas como las nuestras, y que
todos venimos del mismo sitio, el miedo deja de tener sentido.
Porque nosotros podemos tener miedo, pero el alma es soberana y está por encima de las
tres dimensiones, del tiempo, del miedo y del condicionamiento. Y dentro de
esta experiencia llamada humanidad ha podido decidir adaptarse a estas
condiciones, porque había algo importante que hacer. Si ya estamos aquí, es
porque en algún momento supimos que podíamos y que íbamos a hacerlo.
Siendo consciente de esto ¿Qué más necesitas para perder el
miedo?
24-05 @AnunnakiBot BIDEN Y LOS HISPANOS ANALFABETOS
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