24.9.12

No hablar de nada que uno no ame podría ser una buena premisa para una sana relación personal y social.


¿ES SALUDABLE DECIR LA VERDAD?

Es un tema que me obsesiona desde la infancia: por qué la gente miente tanto. Por qué resulta tan y tan difícil dar en nuestro entorno familiar y social dar con personas honestas que se digan la verdad a sí mismos y digan la verdad de lo que piensan y sienten a otros. ¿Está la “máquina humana” programada para decir la verdad?. ¿Por qué hay individuos que encuentran absolutamente imposible establecer y mantener relaciones de franqueza con los demás?

Yo soy una persona franca. Siempre lo he sido. A veces, he tenido problemas en mis relaciones por ello. Desde muy pequeña he venido observando en mi vida que a muchísima gente no le gusta escuchar la verdad: prefiere y quiere que, por el contrario, le engañen constantemente sobre los aspectos más evidentes de su propia imagen, de su propia vida, del estado de lo que les rodea. Finalmente, cuando uno deja de obsesionarse con gustar y ser amigo de todo el mundo, descubre a esos amigos que disfrutan de las relaciones francas y honestas, tanto como uno mismo, pero son los menos. Y a esos amigos los mantengo durante muchos años.

Dicen que los niños y los borrachos dicen siempre la verdad pero no es así. Al menos los niños aprenden demasiado pronto que recibirán un premio si mienten sobre lo que han hecho, y que su honestidad raramente es recompensada. Como seres inteligentes que son, optan por lo primero si el asunto es claro para ellos. Al no conocer todavía el valor de la ética personal, se inclinan con facilidad a mentir ante la inminencia de un castigo. Puedo imaginarme perfectamente a un borracho mintiendo a sabiendas si sabe que eso le hará llegar a su ansiado premio.  Y de hecho, es lo que ocurre generalmente durante las irrelevantes y falsas conversaciones que se mantienen con la gente que ha bebido más de la cuenta.

La energía liberadora que se extiende alrededor de uno cuando uno dice la verdad se canaliza mayormente en la sociedad en dos formas particularmente insanas de relación: la maledicencia y la ‘mentiradicencia’. El segundo palabro de propio cuño para definir esa creación humana dirigida, no sólo a hacer mal a un tercero del que se habla mal, a menudo sin conocerle, cuando no se es capaz de enfrentarle directa y abiertamente con la verdad, sino cuando además se miente a sabiendas con la sola intención de causar mal a ese tercero, de anularle, de convertirle en lo que jamás fue, es y será; de tomar control sobre él mediante el pensamiento de otras personas que quedan presas de esa mentira sin haber tenido la posibilidad de conocer el sujeto del que se habla.

Cuando decimos ‘maledicencia’ a veces parece que nos remontamos al pasado remoto. Por desgracia no. La maledicencia y la ‘mentiradicencia’ están a la orden del día, en cada pueblo, en cada barrio, en cada calle, en cada ciudad.

Estos engendros humanos hijos de la ‘dicencia’ se disfrazan de gentes modernas, neorurales, tecnológicas, alternativas… Se disfrazan prácticamente de cualquier cosa que uno pueda imaginar. Y su objetivo es sencillamente: SEARCH AND DESTROY al prójimo.

Estos engendros humanos se levantan por la mañana para tomar su café y poner en marcha la máquina de picadillo del vecino, especialmente si el vecino no se disfraza de lo mismo que nosotros, especialmente si el vecino puede tener alguna remota posibilidad de éxito en alguna actividad emprendida con amor.

Se apuntan a todas las actividades sociales que puedan surgir a lo largo de la semana con el mismo objetivo y su herramienta más eficaz, la más antigua, la tecnología más fina y que jamás ha sido superada por ningún invento de red social, ni aplicaciones ultra-modernas para móviles es siempre la misma: la mentira.

Por eso, cuando uno conoce a algún ser a su alrededor que prefiere el silencio antes que la mentira, algún ser que no nos regala los oídos y, por el contrario, se arriesga a una discusión y enfrentamiento o que le retiren el saludo, antes de pronunciar una mentira o hablar mal sobre alguien que desconoce por completo, hay que celebrarlo y mirar a esa persona como el brillante en el lodazal que es. Realmente tendríamos que mirarle como un monumento a la resistencia humana.

No se trata por supuesto de enarbolar la verdad para herir al prójimo, la verdad es útil cuando se empuña con valentía y amor por uno mismo y los demás. De lo contrario es inútil, porque se convierte en un látigo recurrente para hacer daño al prójimo. Y es que “la verdad” que nosotros creemos del prójimo si no existe el amor hacia éste, ni siquiera es ‘verdad’ por mucho que nos pongamos. Por poner un ejemplo, vemos al vecino ‘gordo’ y ‘feo’ porque nunca hemos visto su figura cuando este hombre era adolescente, ni hemos comprendido la forma en que degradó su estado físico, ni hemos podido ver su mirada infantil cuando está con alguien que ama a su lado. Así que sólo vemos unos kilos de más, no vemos al ser humano que es y por lo tanto somos incapaces de apreciar nada de su belleza interior que es parte de su ser. Si amásemos a esa persona, nuestra crítica ya no sería tan despiadada porque sencillamente no sería ‘toda la verdad’. De manera que ‘la verdad’, quede esto claro, no es nada, si no está unida al amor, respeto e intención de seguir en un intercambio fructífero con el otro. Esa ‘verdad’ de pacotilla no la necesitamos en nuestras vidas, esa ‘verdad’ es más maledicencia y más ‘mentiradicencia’ que mantenemos en  nuestro propio engaño.

No hablar de nada que uno no ame podría ser una buena premisa para una sana relación personal y social. Pero entonces, ¿a qué se dedicarían millones de personas todos los días en lugar de establecer esos corrillos de falsos amigos que se critican en cuanto no se tienen delante? Imaginad los kilotones de energía que se liberarían a la atmósfera con toda esa gente enfocándose, por el contrario, en los objetos de su amor en la vida, ya fueran personas, objetos, animales, plantas, empresas, ideales…

Descubrir a los mentirosos y exponerles socialmente es otra buena forma de aislar el mal para que no se extienda más de la cuenta.
Aquí os dejo con mi reflexión a la que me ha llevado este artículo de un periódico de eso que llamamos ‘masas’

Las personas suelen mentir en su curriculum para encontrar un trabajo.
Un estudio constata que mentir menos tiene efectos positivos en la salud
Expertos señalan las ventajas de algunos tipos de mentiras en el día a día.
  ‘Con la verdad se llega a todas a partes’. Con esta frase, seguramente hayamos recorrido parte de nuestra enseñanza más arraigada. Decía Platón que “hay que tener el valor de decir la verdad, sobre todo cuando se habla de la verdad”. Pero además de actos de valentía y franqueza que hemos aprendido desde niños, ¿podría tener consecuencias positivas en nuestra salud?

“Asociar verdad con salud es una relación problemática y compleja”, afirma el psicólogo Rubén González, autor del artículo ‘El engaño y la mentira en los trastornos psicológicos y sus tratamientos’, publicado en la revista ‘Papeles del Psicólogo’. Pero esta conexión ha tenido una respuesta afirmativa en un estudio realizado por investigadores de la Universidad americana de Notre Dame y cuyos resultados han sido presentados en la 120ª Convención de la Asociación Americana de Psicología. Uno de los datos más llamativos fue la media de mentiras por semana que verbalizaban los americanos: 11 mentiras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario