LA SAGRADA VOLUNTAD UNIVERSAL
MIRDAD: Es extraño
que vosotros, hijos del tiempo y del espacio, no percibáis que el tiempo es la
memoria universal inscrita en las tablillas del espacio. Si vosotros, limitados
como estáis por los sentidos, sois capaces de recordar algunas cosas ocurridas
entre el nacimiento y la muerte, ¿cuánto más no podrá recordar el tiempo, que
ya era antes de que vosotros nacieseis y que durará indefinidamente después de
vuestra muerte? Os digo que el tiempo lo recuerda todo, no solamente aquello
que recordáis vividamente, sino también aquello que os pasó totalmente
desapercibido. En el tiempo no existe olvido; no, el tiempo jamás olvida ni el
más leve movimiento, respiración o capricho.
Y todo lo que se ha
guardado en la memoria del tiempo, está profundamente grabado sobre las cosas
del espacio. La misma tierra que pisáis, el propio aire que respiráis, las
propias casas donde moráis, podrían fácilmente revelaros los más mínimos
pormenores del registro de vuestras vidas—pasadas, presentes y futuras— si
tuvieseis la capacidad de leer y la perspicacia de captar el sentido. Tanto en
la vida como en la muerte, en la Tierra o más allá de ella, jamás estáis solos,
sino permanentemente acompañados de los seres y cosas que participan en vuestra
vida y en vuestra muerte, de la misma manera que vosotros participáis en su
vida y en su muerte. Tal como participáis en ellos, ellos participan en
vosotros; y al igual que los buscáis, ellos os buscan.
El hombre tiene una
cuenta con cada una de las cosas y cada cosa tiene una cuenta con el hombre.
Este intercambio continuo no cesa. La defectuosa memoria del hombre es un contable
malo; pero no así la perfecta memoria del tiempo, que conserva al día las cuentas
de las relaciones del hombre con sus semejantes y con todos los demás seres del
universo, forzándole a saldar sus cuentas en cada abrir y cerrar de ojos, vida
tras vida, muerte tras muerte. El rayo jamás caerá sobre una casa si la casa no
lo atrae. La casa es tan responsable como el rayo de su propia ruina. Un toro
jamás corneará a un hombre si el hombre no le invita a ensartarle. Y en verdad,
aquel hombre debe responder por su sangre más que el mismo toro. El asesinado
afila el puñal del asesino y ambos ejecutan la puñalada fatal. El robado dirige
los movimientos del ladrón y ambos cometen el robo. Sí, el hombre provoca sus
propias calamidades y después protesta contra los invitados inoportunos, por
haberse olvidado de cómo, cuándo y dónde escribió y envió las invitaciones. El
tiempo jamás olvida; y en el momento oportuno, entrega cada invitación en la
dirección correcta, conduciendo a cada invitado a casa de su anfitrión. Y en
verdad os digo, jamás protestéis por un invitado, para que él no vengue su despreciado
orgullo, permaneciendo demasiado tiempo o haciendo sus visitas más frecuentes
de lo que sería conveniente. Sed amables y hospitalarios con todos vuestros
invitados, sea cual fuese su aspecto o comportamiento; pues en realidad son
sólo vuestros acreedores.
Dad a los más inoportunos
más de lo que les debéis, para que se vayan satisfechos y agradecidos y para que,
si volviesen a visitaros, lo hagan como amigos y no como acreedores. Tratad a
cada invitado como a un invitado de honor, con el fin de que ganéis su confianza
y podáis descubrir los motivos ocultos de su visita. Aceptad la desgracia como
si fuese dicha, pues una desgracia, una vez comprendida, se transforma
enseguida en dicha. Por otro lado, la dicha mal comprendida se transforma, en
muy breve tiempo, en desgracia. Vosotros escogéis vuestro nacimiento y vuestra
muerte, la hora, el lugar y el modo, a pesar de que vuestra caprichosa memoria
no es más que un enmarañamiento de falsedades, llena de agujeros y brechas.
El supuesto sabio
declara que los hombres no ejercen ninguna influencia en su nacimiento y
muerte. El indolente, que mira de reojo el tiempo y el espacio, fácilmente descarta
como accidentales la mayoría de los acontecimientos del tiempo y el espacio. Tened
cuidado con sus fantasías y sus ilusiones, queridos Compañeros. Nada existe en
el tiempo ni en el espacio que sea accidental. Todas las cosas están ordenadas
por la Voluntad Universal, que no yerra ni descuida nada. Al igual que las
gotas de lluvia se reúnen por sí solas para formar las fuentes, y las fuentes
fluyen hasta transformarse en arroyos y riachuelos; y así como los arroyos y
los riachuelos se ofrecen como afluentes a los ríos y éstos, a su vez, llevan
sus aguas al mar, y los mares se unen con el Gran Océano; de la misma manera,
la voluntad de cada criatura, inanimada o animada, fluye hacia la Voluntad
Universal. En verdad os digo que todo tiene voluntad. Incluso la piedra,
aparentemente tan sorda, muda y sin vida, no está exenta de voluntad. Si fuese
así, ella no existiría, no influiría en nada y nada la afectaría. Su conciencia
de querer y ser, podrá diferir en grado de la del hombre, pero no en
substancia.
En la vida de un
solo día, ¿de qué podéis afirmar que sois conscientes? En realidad, de una
parte insignificante. Si vosotros, dotados de cerebro, memoria y medios para
registrar emociones y pensamientos, todavía sois inconscientes de la mayor
parte de las vivencias de un solo día, ¿por qué os admiráis de que una piedra
sea tan inconsciente de su vida y voluntad? Y así como vivís y os movéis tan
poco conscientes de que estáis viviendo y moviéndoos, así también deseáis tanto
sin apenas tener conciencia de estar deseándolo. Pero la Voluntad Universal es
consciente de vuestra inconsciencia y de la de toda criatura del universo. Al
entregarse a sí misma, tal como es su deseo en todo instante del tiempo y en
todos los puntos del espacio, la Voluntad Universal da a cada hombre y a cada
cosa aquello que siempre han querido, ni más ni menos, sean conscientes o no de
haberlo deseado. Los hombres, no obstante, desconociendo esto, se aterran
demasiado frecuentemente con la suerte que les corresponde del saco de la
Voluntad Universal que todo lo contiene. Y los hombres protestan abatidos, y
culpan de su desánimo a los caprichos del Destino. No es el Destino, ¡oh,
monjes!, el que es caprichoso; pues Destino no es más que otro nombre de la
Voluntad Universal. Es la voluntad del hombre la que todavía es muy caprichosa,
inestable e incierta en su curso: hoy corre hacia Oriente y mañana hacia Occidente;
tan pronto dice que esto es bueno como decide que es malo; en un momento determinado
acepta a un hombre como amigo, y más tarde le combate como enemigo. Vuestra
voluntad no debe ser caprichosa, queridos Compañeros. Sabed que todas vuestras
relaciones con las cosas y con los hombres están determinadas por lo que queréis
de ellos y por lo que ellos quieren de vosotros. Y lo que vosotros queréis de
los hombres y de las cosas, determina lo que ellos quieren de vosotros.
Por lo tanto, ya os
lo dije antes y os lo repito ahora: Tened cuidado de cómo respiráis, de cómo
habláis, de lo que deseáis, de lo que pensáis y hacéis. Porque vuestra voluntad
está escondida en cada respiración y en cada palabra, en cada deseo, en cada pensamiento
y en cada acto. Y lo que para vosotros está oculto, estará siempre manifiesto
ante la Voluntad Universal. No queráis obtener de ningún hombre un placer que
para él signifique dolor, no sea que vuestro placer os cause más daño que si
fuese dolor. Ni queráis obtener de cosa alguna un bien que para ella sea un
mal, no sea que al hacerlo estéis queriendo un mal para vosotros. Pero quered
de todos los hombres y de todas las cosas su amor; pues solamente con él serán
levantados vuestros velos y la Comprensión nacerá en vuestro corazón, iniciándose
así vuestra voluntad en los maravillosos misterios de la Voluntad Universal. Mientras
no lleguéis a ser conscientes de todas las cosas, no podréis ser conscientes de
su voluntad en vosotros, ni de vuestra voluntad en ellas.
Mientras no seáis
conscientes de vuestra voluntad en todas las cosas, y de su voluntad en
vosotros, no podréis conocer los misterios de la Voluntad Universal. Y mientras
no conozcáis los misterios de la Voluntad Universal no debéis dirigir la vuestra
contra ella; pues ciertamente seréis vencidos. Saldréis de cada encuentro
heridos y saciados con hiel; y buscaréis venganza y solamente añadiréis nuevas
cicatrices a las antiguas y haréis rebosar vuestra copa de hiel. En verdad os
digo, aceptad la Voluntad Universal si queréis transformar la derrota en victoria.
Aceptad, sin murmurar, todas las cosas que caigan sobre vosotros de su misterioso
saco; aceptadlas con gratitud, en la certeza de que es la parte, justa y
exacta, que os toca de la Voluntad Universal. Aceptadlas con la voluntad de
comprender su valor y su significado. Y cuando consigáis comprender los caminos
ocultos de vuestra propia voluntad, habréis comprendido la Voluntad Universal. Aceptad
lo que no sabéis, y tal vez eso os permita conocerlo. Apartaos de ello, y continuará
siendo para vosotros un enigma irritante. Dejad que vuestra voluntad sirva a la
Voluntad Universal hasta que la Comprensión haga de la Voluntad Universal un
sirviente de vuestra voluntad.
Así enseñé a Noé. El Libro de Mirdad
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