EN LA PAZ Y LA CONFIANZA
Cuando comencé a
confiar de verdad…
Dejé a un lado los
miedos, el miedo a la muerte, y el miedo a la Vida, dejé atrás el miedo de
perder algo, porque en verdad nada me pertenecía, solté los apegos mundanos, el
aferramiento a las cosas materiales, situaciones o personas, dejé de tenerle
miedo a quedarme sin nada, porque al mundo sin nada había venido, y así también
me marcharía.
Aprendí a disfrutar de
cada “cosa” de cada situación sin intentar retenerla a mi lado más que la
Providencia decidiera conveniente, aprendí a vivir ese presente,
sabiendo que todo es impermanente, y que todo tiene un principio y un final,
mejor dicho, todo tiene su propio ciclo… y nada en verdad termina, porque
después de un final, siempre hay un volver a comenzar. Y eso me hizo instalarme en la Confianza, sabiendo
que la Vida es un fluir constante… una bella danza, lo que hoy es
hermoso y fresco, mañana se seca y marchita… pero eso no tiene porque darnos
ningún miedo… la naturaleza es así de cambiante y eternamente cíclica, Todo
tiene un por qué y un para qué.
Cuando comencé a
confiar de verdad, le perdí el miedo a la
muerte de lo que creí ser, a la muerte del ego, deje de tener miedo a perder
esa identidad con la que tantas veces me había identificado, miedo a dejar
querer tener la razón, solté el aferramiento
a las costumbres, hábitos, y opiniones, dejé de intentar hacer algo por los
demás, sabiendo con firmeza, que cada cual tiene su proceso perfecto, y su
camino, poniendo mi confianza
también en ellos, reconociéndolos como sabios y dioses encarnados al igual que
yo.
Y eso me dio Paz… porque
supe que todo era perfecto, y no tenía que intentar “ayudar” cambiando a nadie
ni a nada, y así pude amarlos tal
y como eran…
Cuando confié de
verdad… dejé de rechazar… de rechazar lo que a mi mente no le gustaba o no le
encajaba en ese preciso instante, y comencé a
comprender, que todo lo que a mi llega es un hermoso Regalo traído por la
Providencia para mi crecimiento y evolución. Dejé de etiquetar las
cosas y sucesos como buenos y malos, dejé de ver el negro y el blanco…y comencé
a verlo todo de colores… y con una sonrisa de paz y confianza… pude abrir
los brazos para recibir agradecidamente lo que la Vida tuviera preparado para
mí en ese instante.
Cuando confié de
verdad… dejé de proyectar, de desear, de querer correr tras sueños y futuros
lejanos… y me instalé en el eterno Presente, sabiendo que todo lo
que necesito realmente ya lo tengo, porque al igual que a los
pájaros cada día le llega todo aquello que necesitan para vivir, a mi la vida
también me cuida y abraza cada día… Y también eso… inevitablemente me llenó de
Paz. Supe con firmeza que desde el no desear nada… todo llegaba a mí, desde
la calma, la confianza y la quietud, desde el Ser…
Cuando Confié de
verdad…Dejé de intentar ser algo que no era por los demás, y simplemente
comencé a ser yo misma, y a vivir mi propia vida.
Pero también dejé de
intentar ser algo que ya era, dejé el perfeccionismo y la auto-exigencia, solté
los tantos quehaceres diarios, y los propósitos personales, para darme cuenta
que ya era todo aquello que anhelaba, y que era perfecta tal cual era, y comencé a amarme y así pude amar realmente a los
demás.
Y la Paz comenzó a
inundarme al soltar todos aquellos lastres y pesos que yo misma me había
cargado, por el simple hecho de no confiar en la Vida.
Cuando confié de
verdad y la Paz se quedó en mí… pude escuchar claramente la voz de mi Ser susurrando
dentro de mí, y dejé poco a poco de escuchar la voz de mi mente que me quería
confundir… la seguía oyendo, pero ya no la
escuchaba, porque la voz del
Espíritu era mucho más poderosa, sutil y amable… pero poderosa sin
medida, comencé a confiar en mi Maestro interior, ese que siempre me había
guiado por el camino de la Verdad, supe que Él era mi mayor aliado, mi mayor
maestro y amigo y compañero fiel, el que nunca me había
dejado de susurrar aunque a veces no lo hubiera escuchado.
Y entonces… dejé de
buscar y dejé de querer encontrar algo, dejé de seguir a
nadie, ni a nada, sin dogmas, sin religiones, dejé de leer a otros… cerré
los libros… y abrí mi corazón… para escuchar a mi interior, que era la Voz de
Dios, que reside dentro de todos.
Y la Confianza y la
Paz se instalaron felizmente en mi…
Ya nada era igual a lo
que un día fue… ahora ya sólo me quedaba Vivir gozando de la Vida tal cual
era, llena de entusiasmo, de dicha, sin deseos, sin miedos, sin pasado, sin
futuro, sin muerte, sin fin… cesó todo y me dejé en manos del Padre Madre
que todo lo sostiene en amor y compasión, me abandoné, vencí al mundo y por fin
aprendí, lo que Realmente era Vivir.
fuente original: dianasantoscid.wordpress.com
visto en: emiliocarrillobenito.blogspot.com
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