EL
INCREÍBLE TESORO QUE ESTAMOS MALGASTANDO
El ser humano
actual dispone de una riqueza sin precedentes.
Y no, no estamos
hablando de avances tecnológicos, dinero, ni materias primas…
Invertimos
grandes cantidades de energía discutiendo sobre el reparto del dinero y de los
recursos en la sociedad y sin embargo ignoramos la gestión de una de las
mayores riquezas de las que disfrutamos actualmente.
Estamos
hablando del EXCEDENTE DE TIEMPO.
Como
hemos dicho otras veces, nuestro tiempo de vida tiene un valor absoluto e
incalculable.
A
diferencia de un billete o de una pepita de oro, a los cuales podríamos
considerar una simple estampita de papel o un vulgar fragmento de metal si así
lo estimáramos, y que por lo tanto, tienen exactamente el valor que nosotros les
otorguemos, nuestro tiempo de vida es un tesoro de valor inconmensurable, que
no podemos comprar, vender ni negociar.
El tiempo del que disponemos es nuestra
vida en sí misma.
Durante
siglos, el ser humano, como el resto de los animales, se ha visto obligado a
emplear gran parte de su tiempo vital en garantizar su subsistencia y cumplir
con sus necesidades biológicas básicas.
Cuando
hemos hablado de personas ricas y poderosas, de nobles o de la realeza, la
mayoría de nosotros solo nos hemos fijado en los aspectos más aparentes, como
el dinero, las casas, los lujos, las vestimentas, la alimentación; sin embargo,
hemos ignorado que la mayor riqueza de la que han disfrutado las personas
privilegiadas a lo largo de la historia es que no han tenido que emplear gran
parte de su tiempo en garantizar su subsistencia y sus quehaceres cotidianos.
El
tiempo que deberían emplear en trabajar para pagarse un techo y comida, cocinar
o limpiar su ropa, por poner algunos ejemplos, lo han podido dedicar a
cualquier otro tipo de actividad, desde la diversión a la formación, con la
tranquilidad de saber que sus necesidades básicas estaban bien cubiertas.
En eso consiste realmente ser rico: en
disponer de un amplio excedente de tiempo.
En
ese aspecto, el ser humano medio actual en el mundo occidental, es el más rico
de la historia o al menos debería serlo si aprovechara bien sus recursos.
Los
avances científicos y tecnológicos y las conquistas sociales obtenidas tras
tantos siglos de luchas y sacrificios, nos han permitido rescatar gran parte
del tiempo que debíamos emplear antes en producir nuestra comida, acceder al
agua, tejer nuestra ropa, conseguir un techo o desplazarnos de un lugar a otro.
Hemos
ganado tiempo y podemos considerarnos unos privilegiados respecto a nuestros antepasados,
a pesar de que, tal y como indicamos en el artículo El gran engaño del progreso, la ganancia en excedente de tiempo del hombre
actual sea mucho menor de lo que debería ser.
LOS
DOS TIEMPOS
Simplificando,
podemos decir que nuestro tiempo de vida se divide de forma natural en tiempo cautivo y tiempo libre.
El tiempo cautivo es el que debemos destinar a cubrir nuestras necesidades
biológicas y nuestra supervivencia y el tiempo libre es el excedente de tiempo que podemos dedicar a lo que nos plazca.
Pero
fijémonos con mucha atención en qué se ha convertido el tiempo libre en la
sociedad actual.
En
nuestras sociedades, al tiempo libre, también se lo considera o se lo denomina
“tiempo de ocio”. De hecho, en la actualidad, “tiempo libre” y “tiempo de ocio”
son prácticamente sinónimos.
Puede
parecer un inocente giro lingüístico sin importancia, pero es algo que esconde
en su interior mucho veneno y que es un reflejo inconsciente y muy evidente de
cómo el Sistema nos manipula a su antojo.
Cuando
hablamos de “tiempo libre”, estamos hablando de un valioso excedente de tiempo
que podemos emplear en cualquier tipo de actividad. Esas actividades pueden
incluir, obviamente, el ocio y la diversión, pero también pueden incluir la
construcción personal, pensar y analizar el entorno con espíritu crítico, crear
cosas o directamente luchar con todas nuestras energías por aquello que
consideramos justo.
Ese “tiempo libre” sería pues, un tiempo
invertido en llegar a ser todo aquello que nosotros decidamos ser.
Curiosamente,
en el momento en el que equiparamos “tiempo libre” con “tiempo de ocio y
diversión”, eliminamos de la ecuación todas aquellas actividades que más
contribuyen a nuestro crecimiento personal y a la toma de conciencia de
nosotros mismos y de nuestra existencia.
Estamos
pues, ante un caso de programación mental sutil, aunque nadie la haya
implementado de forma premeditada.
Esa
programación sutil nos lleva a que en la sociedad actual, el tiempo de los
individuos quede dividido en dos partes bien diferenciadas: tiempo de trabajo y
tiempo de ocio, que sustituyen a los originales tiempo cautivo y tiempo libre.
Eso
influye decididamente en la percepción que tenemos de nuestra propia
existencia.
Así, en nuestra
mente, el tiempo
de trabajo acaba significando obligación, deber y carga. El tiempo
de ocio, por contra, acaba significando libertad, derechos y ligereza.
La
continua contraposición entre estos dos modelos de tiempo generan una dinámica
que, como un motor eléctrico, nos hace avanzar sumisa y monótonamente a lo
largo de la cuadrícula del calendario, día tras día, semana tras semana, desde
muy temprana edad hasta el final de nuestra existencia.
Es
algo parecido a un perpetuo mecanismo de castigo y recompensa, un bucle
incesante “trabaja-descansa-trabaja-descansa-trabaja-descansa…”, al que también
podríamos calificar como “obedece-olvida-obedece-olvida”.
Esa
es la función principal del “tiempo de ocio” en el mundo actual: que olvidemos
por unas horas que durante el resto del tiempo obedecemos ciegamente como esclavos.
La
sociedad nos dice que debemos olvidar, evadirnos, distraernos…no pensar en el
sentido de nuestra existencia, no preguntarnos quiénes somos, qué hacemos aquí
y sobretodo, no cuestionarnos cómo
empleamos ese valioso e intransferible tesoro que es nuestro tiempo de vida.
Pero,
¿qué mecanismo nos induce a identificar nuestro tiempo libre con tiempo
exclusivamente de ocio?
¿Qué
proceso nos ha conducido hasta esta situación?
A
este proceso lo podríamos calificar como “proceso de banalización” y como veremos,
se trata de un mecanismo utilizado por el Sistema a lo largo de los tiempos,
cuyo objetivo final es desviar nuestra atención de todo aquello que tenga un
valor absoluto y real y inducirnos a centrar la atención en objetos de valor
vacío.
EL
PROCESO DE BANALIZACIÓN
A lo
largo de la historia, los seres humanos hemos caído víctimas de un extenso
mecanismo psicológico que nos ha llevado, sistemáticamente, a trivializar el
valor de todo aquello por lo que hemos luchado o hemos creído.
Ese
proceso lo hemos experimentado de forma muy clara en lo relativo a la conquista
de nuestro excedente de tiempo, pero también lo vemos reproducido cuando
hablamos de las conquistas de derechos sociales o políticos o de acceder a los
recursos que garantizan nuestra subsistencia.
Es un
proceso que se divide principalmente en 3 fases temporales:
FASE
1 - RESTRICCIÓN
Se restringe
el acceso al “objeto” que se convertirá en herramienta de control.
Por
ejemplo, durante siglos, la mayor parte de la población ha visto restringido su
acceso a las necesidades mínimas de subsistencia, como son comida, vivienda o
transporte.
Mientras
se encuentra inmerso en esta fase, el individuo dedica todo su tiempo a luchar
por su supervivencia, lo que no le deja tiempo, espacio ni energías para el desarrollo
de su conciencia individual.
FASE
2 - BANALIZACIÓN
A medida que
se permite el acceso paulatino al objeto restringido, se banaliza
progresivamente su auténtico valor y se crean objetos asociados de valor vacío
a los que se deriva ese valor.
Durante
esta fase, el individuo accede cada vez con menos dificultad a la comida o la
vivienda, por poner dos ejemplos, hasta que paulatinamente acaba accediendo a
un vehículo propio, un electrodoméstico o una elegante vestimenta, hechos que
considera una gran conquista social, en contraste con las carencias arrastradas
en la fase anterior.
Esta
fase culmina cuando el individuo empieza a olvidar el valor absoluto de la
comida de cada día y empieza a conceder el máximo valor a esos objetos
superfluos de valor relativo a los que acaba de acceder.
FASE 3 - DEPENDENCIA
Y EXCESO
Una vez vertido el valor del objeto original en un número creciente de objetos de sustitución vacíos, se generan mecanismos de dependencia hacia ellos.
Una vez vertido el valor del objeto original en un número creciente de objetos de sustitución vacíos, se generan mecanismos de dependencia hacia ellos.
En
esta fase, la vida del individuo se ve inundada por objetos sin valor absoluto,
a los cuales acaba considerando como su única realidad y su único sueño y de
los que acaba dependiendo psicológicamente: el modelo de coche más potente, el
último móvil de nueva generación, las novedosas zapatillas de marca con colores
cegadores o la entrada para el macroconcierto de la siliconada estrella del pop
que esté de moda.
Llegados
a este punto, en la mente de los individuos se produce una alteración en la
percepción de los valores.
Aquello
que el individuo tanto anhelaba en la fase 1 y por lo que tanto había luchado,
no solo pierde todo su valor para él, sino que se ve sustituido por un conjunto
de mecanismos vacíos que lo condicionan hasta la esclavitud.
De
hecho, una vez inmerso en la fase 3, el individuo está tan esclavizado
psíquicamente que es incapaz de recuperar el sentido sobre lo que tiene valor
real y lo que no lo tiene.
Por
ejemplo, si en un determinado momento, al individuo se le niega el acceso a lo
obtenido en la fase 3 y se le lleva de nuevo, a la fase 1 o la 2, veremos que
lucha denodadamente, no por cambiar el sistema que lo esclaviza, sino para
recuperar de nuevo lo que le fue concedido en la fase 3, convertido en el único
sueño que alberga su mente programada.
Para
entenderlo mejor, supongamos una situación hipotética:
Imaginemos
a un hombre inmensamente rico, un potentado poseedor de un yate de lujo, coches
de alta gama y caros chismes de alta tecnología, que por un golpe del destino,
cae en la ruina por culpa de una crisis económica…¿Cual será su sueño mientras
se ve confinado en un humilde piso de alquiler del extrarradio? ¿Cuál será su
gran anhelo?
¿Crear un mundo más justo y mejor en el que todo el mundo pueda vivir con dignidad o llegar a recuperar como sea todos esos lujos de los que antaño disfrutó?
¿Crear un mundo más justo y mejor en el que todo el mundo pueda vivir con dignidad o llegar a recuperar como sea todos esos lujos de los que antaño disfrutó?
La
respuesta es obvia. Su único sueño será recuperar los “privilegios” de lo que
disfrutaba en la fase 3, simple y llanamente, porque es un esclavo psíquico de
esos elementos.
Como
vemos, el Proceso de Banalización se convierte en un mecanismo de control
perfecto, destinado a mantenerse eternamente en funcionamiento, como un móvil
perpetuo.
Y
este proceso, también lo estamos experimentando con nuestro excedente de
tiempo.
Tras largos siglos
de restricciones, a medida que hemos conseguido disponer de mayor tiempo libre,
este ha sufrido un imparable proceso de banalización, hasta culminar en su sustitución por “tiempo de ocio” en la
actualidad.
Y ese
proceso de trivialización de nuestro tiempo aún no ha culminado: el futuro se
presenta aún mucho más tenebroso.
Diversas
prospecciones sobre el futuro de la humanidad, indican que las técnicas de
robótica avanzada sustituirán en gran parte el trabajo realizado por el ser
humano y ese hecho repercutirá en un incremento aún mayor de nuestro excedente
de tiempo.
Paralelo
a este proceso, experimentaremos el ascenso imparable que vivirán las técnicas
de Realidad Virtual.
Así
pues, la combinación de ambos factores, amenazan con convertir la vida futura
del ser humano en un derroche de tiempo excedentario, invertido casi en su
totalidad en el ocio y la evasión de la realidad, que se convertirán en una
adicción existencial sin la cual las personas no sabrán vivir.
Si no
hacemos nada por cambiar la deriva actual de forma urgente, los seres humanos
del futuro pasaremos la mayor parte de nuestras existencias inmersos en mundos
imaginarios de videojuego donde podremos olvidarnos definitivamente de quienes
somos y de cualquier atisbo de construcción personal y toma de conciencia
individual, elementos esenciales para cambiar las cosas, no solo en nuestras
propias vidas, sino en la sociedad y el mundo en general.
Será
el triunfo definitivo de la maquinaria del Sistema sobre nuestra individualidad
y será un triunfo basado en gran manera en la perversión de nuestro excedente
de tiempo.
EL
ARTE DE PERDER EL TIEMPO
Lo
cierto es que la sociedad actual ha convertido la pérdida de tiempo en un
auténtico arte.
En
cierta manera parece que el hombre occidental busca desesperadamente cualquier
manera de entretener su cerebro, con el fin de evitar ponerse ante el espejo o
reflexionar profundamente sobre su existencia.
Vivimos
inmersos en algo parecido a una incesante huida de nosotros mismos, traducida
en mil y un tipo de distracciones: miramos la tele, vamos al fútbol, al cine, navegamos
por Internet, derrochamos horas jugando a videojuegos o inmersos en las redes
sociales, o incluso leyendo novelas o practicando deporte, actividades estas
últimas, que tenemos subidas en un pedestal, pero que en cierta manera también
utilizamos para no pensar por nosotros mismos y no mirarnos al espejo.
Cualquier
distracción es válida si contribuye a escondernos de la mirada inquisidora de
nuestra conciencia.
Como es evidente, no
estamos diciendo que divertirse o entretenerse sea algo malo; a todos nos gusta
y todos lo necesitamos, pero nadie puede negar que en la sociedad actual el
ocio y el entretenimiento se han convertido en el nuevo opio del pueblo.
Incluso
las creaciones culturales destinadas a hacernos reflexionar o despertar nuestra
conciencia han acabado formando parte del entretenimiento masivo.
El
gran problema no es que banalicemos nuestro excedente de tiempo, sino que con
ello banalizamos también nuestros anhelos y nuestros sueños y por lo tanto,
nuestro futuro.
Y es
que el mundo en el que vivimos sigue mecánicas demenciales y ni tan solo nos
damos cuenta de ello.
Utilizamos
gran parte de nuestro tiempo trabajando, con el fin de ganar dinero con el que
poder comprar tiempo que malgastar.
Es
así de triste.
Vendemos
tiempo para comprar tiempo que perder
Trabajamos
cinco días a la semana para poder malgastar los otros dos “libremente”.
Y a
eso lo llamamos “llevar una vida de provecho”.
Por
lo visto, una vida provechosa es aquella en la que todo el tiempo disponible se
utiliza en ocultarse de uno mismo.
¿Quién
nos habrá inculcado una idea tan perniciosa?
Como
podemos ver estamos inmersos en una batalla soterrada por el control de nuestro
excedente de tiempo.
Porque
en el fondo, ese es el tesoro oculto que todos los individuos tenemos y del que
el Sistema quiere apoderarse.
De la
gestión y control de ese tiempo, depende que toda la estructura siga en pie o
acabe siendo demolida.
¿Seguiremos
derrochando nuestro tiempo en tonterías?
GAZZETTA
DEL APOCALIPSIS
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