En el mundo espiritual existe
el convencimiento que tras este plano existencial y terrenal, llega a modo de recompensa,
y tras un periodo obligatorio de iluminación, la mal llamada ascensión. Una de
las metas mas voceadas estas últimas décadas, por todos esos gurús, es la de la
ascensión.
De algún modo y tras limpiar nuestro
"karma" y tras unos años de meditación y contemplación, llega la
ansiada iluminación, donde la comprensión del Yo y el dominio del ego son una
realidad, con ello llega la tan ansiada elevación espiritual, donde abandonamos
la pesada carga del entorno y el cuerpo 3D y nos preparamos para subir un
escalón evolutivo y nacer en esas 4D o 5D, según la “fuente” a la que recurras.
En esta ascensión nuestro Ser
llega al estado crístico y nos convertimos en maestros ascendidos, unos Budas o
Jesús cualquieras (según el paradigma del ascendido), que llenos de luz y de
amor, a partir de ese momento y desde nuestra altura espiritual, tutelaremos a
los pobres seres 3D que una y otra vez caen en los mismos errores. Los
tutelaremos y los guiaremos para que encuentren la senda, el camino correcto de
la sabiduría y la iluminación. Llenos de un halo de santidad, irradiaremos con
nuestra luz a esos pobres corderitos, que cegados por su malévolo ego, siguen
sin ver el camino de la rectitud y la espiritualidad sin pecado concebida.
La ascensión, como bien indica
el termino, supone una elevación, sumar un grado mas en nuestra escala o lo que
es lo mismo, colocar un galón en nuestro uniforme. Ser ascendido, supone estar
por encima de… ser superior a… o mas que… esto supone una situación jerárquica,
que sumado al etiquetado que recibes, tras esa premiada ascensión, te coloca en
un escalafón claramente piramidal, por lo tanto muy poco espiritual y muy poco elevado.
Seguir los pasos que marcan esos guías y maestros, para lograr la ascensión,
supone la aceptación de unos términos pre-pactados para sumarte a una jerarquía
que toma un camino muy definido y apartado de lo que se supone, ser un garante
del valor humano y la espiritualidad positiva, guiada por la energía llamada
alma.
Una vez te gradúas en el juego,
una vez eres iluminado por la falsa luz y ascendido, pasas a formar parte de
las huestes demoníacas, servidores del demiurgo, pasas a ser un arconte
parásito. Este es el contrato que aceptas y firmas, un contrato sin
finalización definida y con unos beneficios suculentos a corto plazo, pero al
fin y al cabo esclavizadores, para toda una eterna temporada. Tras la farsa de la
ascensión,
llega la cruda realidad, los
señores de la falsa luz se quitan las caretas y te dan la bienvenida, ahora formas parte
de ese club selecto, formas parte de la jerarquía servidora del demiurgo, formas
parte del equipo de la falsa luz. El ascendido toma conciencia del engaño, toma
conciencia del juego al que a jugado, conoce perfectamente sus cartas y sabe
que esos tahúres trucaron todas las manos. Saben, y al saber, comprenden en que
clase de agujero se han metido, pero por desgracia todos caen y todos aceptan
el contrato.
Esos maestros iluminados que
aprendieron a controlar y dominar su ego, esos gurús, que dieron lecciones de ética
espiritual a sus acólitos, ahora conscientes del pacto que van a cerrar, caen
en la vanidad de creerse superiores y aceptan tentados por el hecho de ser un
guía o un maestro ascendido, al cual, van a llegarle todo tipo de energías
manadas en su nombre, perpetuado por los siglos de los siglos, escrito a fuego
en la roca del tiempo y escribiendo tus enseñanzas a través de los canales que
tu elijas, para desarrollar tu vanidad mas acuciante. La contraposición es que
te veras obligado a parasitar todo aquello que se acerque a ti, serás un guía, un
maestro, un parásito hambriento perpetuamente. Tendrás que mentir, engañar y
embaucar para poder sobrevivir, estarás
desconectado de la fuente y tu alma será como una vieja pila salina que siempre
esta medio gastada.
Preso en el paraíso, mostraras
falso amor y falsa luz, para engañar a esos pobres corderitos que sacrificaran
su esencia energética, para que tú les vampirices, mientras están hipnotizados
por tu presencia y tus artimañas. Ellos ahora forman parte de aquello que
odias, por que ellos si son divinos y tienen toda la energía del universo para si, mientras que tú solo
eres un personaje mas en el conglomerado jerárquico piramidal, de un loco desquiciado,
que un día se propuso ser dios y condeno a toda la humanidad. Encerró la
energía de Dios en una caja, como el loco que quiso atrapar rayos de sol en un
bote de cristal. Ese perturbado demiurgo, encerró en su locura, todos los rayos
que pudo en esos botes llamados cuerpos y los metió en un bonito armario
llamado Tierra. Esta inagotable despensa es su único sustento, lo único que
permite que su sueño se materialice y nunca termine, que su locura sea factible
y que esa rebeldía adolescente nos cueste miles de años de presidio injusto.
Aquellos cobardes que
ascendieron y lo miraron a los ojos, se dejaron embaucar y se pusieron a su servicio.
Aceptaron las reglas que les mostraron y permitieron que sus hermanos continuaran encerrados
en esa despensa diabólica, tuvieron alternativa, pero nunca la sopesaron. Solo
debían aceptar su responsabilidad, hacer valer su voluntad y reclamar su
soberanía, pero prefirieron tomar un papel secundario, a ser los héroes del cuento.
Todos en algún momento tendremos que elegir, todos llegaremos a ese momento en
el que se nos ofrezca subir un escalón, abandonar la despensa, dejar de ser un
bote mas almacenado en un armario, pero a cambio vender tu alma a una causa
estéril. Siempre pudiste elegir, siempre podremos, pero como siempre, los ojos
de Medusa nos convierten en estatua de sal.
Ángeles, guías, maestros
ascendidos, arcontes parásitos, vasallos, plebeyos sirvientes de la oscuridad
disfrazada de una luz, que solo existe atrapada en una realidad encapsulada en
piel y huesos. Mentes ilusas, niños que juegan con la arena de una playa
virtual, una guardería de almas que esperan que llegue a recogerlos un padre que en realidad son ellos
mismos. Ese es el engaño, esa es la trampa, la farsa del tiempo, la espera
eterna, hasta que finalmente comprendamos cual es, nuestro verdadero rol. No
existe la ascensión, ya somos luz, ya hemos ascendido todo lo que debíamos
ascender, solo debemos salir de la guardería y reconocernos como tutores.
El control mental,
materializado en forma de creencias, tradiciones e identidad, son las
herramientas que en manos de estos entes, retuercen a su antojo hasta
exprimirnos como simples limones. Somos catalizadores, nos crearon para
sintonizar unas determinadas frecuencias emocionales, que a través de dial de
nuestra mente, solo precisan una mínima presión en
esos centros, para manar la energía que necesitan como simples maquinas de vending.
Tenemos un potencial infinito, una capacidad demoledora, somos un manantial
inagotable de energía, porque estamos permanentemente conectados a ella, pero
acotaron nuestro rango, para solo servirles exclusivamente lo que precisan.
Somos los creadores universales, tenemos capacidad para materializar universos
completos, pero nos han reducido a simples dispensarios de energía. Somos la
droga del demiurgo, su dosis diaria lista para ser consumida, un chute de la
energía de Dios directa en vena.
No existe la ascensión, no hay
jerarquías en el universo espiritual, no hay dualidad, no hay karma. Todo esto
es solo una puesta en escena para que ninguno veamos la tramoya, el decorado y
el público que observa y disfruta del espectáculo. Tiene que ser ridículo y dar
bastante vergüenza ajena, como hemos caído en la trampa siendo totalmente plenipotentes.
Creernos el cuento de la culpa, el miedo y el sufrimiento, enfermar por deseo
propio y morir aun sabiendo que es imposible morir. Los señores de la falsa luz
se lo deben estar pasando bomba con este lamentable espectáculo, tropezando
durante milenios con la misma piedra, viendo al mismo payaso estamparse la misma tarta en la cara, una y otra vez. La reencarnación
de cabaret y estola de plumas, una comedia en la que el actor es el único que
no sabe que actúa y el director de la obra, es un acomplejado con pésima
autoestima, que necesita que le doren la píldora para sentirse importante… un
dios.
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