Como
humanos que somos siempre han querido que hagamos la voluntad de
alguien, sea de un dios menor o de un dictador cualquiera, sea por
manipulación o por imposición, pero han pretendido que la masa de
gente siga los dictados que a otros convenían para sus propios
fines.
Rara
vez hacemos nuestra voluntad, porque el sistema se encarga de
imponernos la suya procurando cubrir todos los frentes para que nadie
se salga de lo establecido, del cerco marcado y amurallado donde
pasta el rebaño. El sistema marca el paradigma, siendo el libre
albedrío y la voluntad individual una ilusión engañosa donde
creemos hacer nuestra voluntad, cuando la realidad es que elegimos
entre el acotado margen que el sistema permite con el espejismo de
perseguir deseos que tomamos como ejercicio de voluntad.
La
mayoría trabaja en lo que puede para ganarse el sustento, no en lo
que quiere. Nuestras decisiones, intenciones y propósitos se tienen
que adaptar al sistema imperante, el cual nos condicionan de tal
manera desde la escuela y la sociedad que incluso nos creemos que
hacemos lo que queremos cuando solo hemos sido programados para hacer
lo que nos marcan o elegir entre lo que nos permiten. Hasta nuestros
gustos y aficiones vienen siendo condicionados por el ambiente que
nos envuelve. Pero rara vez ejercemos una voluntad libre, genuina y
verdadera.
Podemos
definir la voluntad como la capacidad del ser humano de hacer las
cosas de manera intencionada, con el ánimo y la resolución de hacer
algo que surge como una necesidad interior. Entonces enfoca su
energía en un punto sin perder de vista su propósito interno. Pero
es necesario no confundir la voluntad nacida de una necesidad del Ser
con perseguir deseos como una intención del ego, donde somos
atraídos por el objeto del deseo de forma inconsciente. Cuando el
deseo se disfraza de voluntad, el ego suplanta al Ser y la
consciencia queda revertida prendada del objeto externo.
La
necesidad moviliza la voluntad hacia el objetivo (enfoque
consciente), el deseo nos atrapa en el objetivo mismo, siendo éste
el que nos arrastra hacia él (atracción inconsciente). La voluntad
moviliza y maneja la energía necesaria para alcanzar un propósito.
El deseo nos atrae y absorbe la energía hacia el objetivo,
resultando nosotros los manejados.
La
voluntad no puede ser entregada, nadie nos puede prestar voluntad,
debe ser un acto propio nacido de la consciencia e impulsada por el
espíritu. No puede ser regalada, sino que es cada uno quien ejerce
dicha potestad como acto de empoderamiento y libertad.
Además
de ser confundida con el deseo del ego, el problema radica en caer en
la desidia y en la apatía, el desinterés y la desmotivación que
nos lleva a la falta de vigor, de energía, para que la voluntad se
concrete y manifieste, pues el ejercicio continuado de la voluntad
activa funciones de la glándula pineal que es la encargada de que
nuestras proyecciones se manifiesten de forma eficaz en la realidad.
La
desidia y la apatía nos mantiene en la inercia del ego que se debate
entre deseos, mientras que la voluntad consciente aplicada en cubrir
necesidades propias o ajenas lo arrincona, le resta protagonismo y le
hace acatar la autoridad del Ser en intención y propósito, para
poder tomar las riendas de la existencia y cumplir su misión para
consigo mismo y los demás.
Qué
somos sin voluntad propia sino un manojo de deseos, de intereses
contrapuestos donde nos sentimos atraídos por lo ajeno, por la
adulación, por el placer, por la fama o por el protagonismo... al
carecer de un propósito, de una dirección, de un sentido. En otras
palabras, aprender a escucharnos para saber lo que realmente
queremos y aplicar nuestra propia voluntad, libre y soberana, como
Seres Humanos Verdaderos.
Ángel
.º.
No hay comentarios:
Publicar un comentario