Según
afirman algunos. el siglo XXI es el de la tolerancia y la apertura
religiosa, el de la aparición de nuevas opciones, cuando las viejas
instituciones se remodelan a sí mismas. Sin embargo, esto no es más
que una declaración vacía. Desde hace miles de años atrás, la
espiritualidad ha sido deformada con un propósito que se cumple
claramente en el presente. Y ya no podemos seguir siendo
irresponsables al respecto.
El
creyente de religiones abrahámicas (cristianos, musulmanes, judios),
aferrado a un conocimiento superficial de sus libros sagrados (en
especial los cristianos con la Biblia), han llevado al mundo al
estado en que hoy está, de catástrofe y corrupción.
Claro
que ellos alegan que los no-creyentes son los culpables del
mal, simplemente por no creer en dios. Y en su juicio, incluyen a los
que tienen otra forma de verlo.
La
Biblia es un compilado, una copia agiornada de
mitos de otras civilizaciones, especialmente de la sumeria.
Como, a su vez, el nuevo testamento con su figura central, Jesús, es
la copia de un mito que se repite hasta en la India.
Pero
cómo habrían de saberlo los seguidores ciegos de los dioses
abrahámicos, si no se caracterizan por ser serios estudiosos, sino
“creyentes por fe”.
La
desprolijidad, favorecida por la ignorancia del vulgo, caracteriza a
las interpretaciones religiosas de estos mitos, que omiten, aquí y
allá, datos que son de vital importancia para conocer el drama de la
creación.
Cuando
surgieron grupos capaces de comprender la creación y manifestar en
su práctica la verdadera pureza original, como sucedió con los
Templarios y los Cátaros, fueron aniquilados cruelmente por la
iglesia romana, la gran prostituta.
Por
más que las nuevas versiones del cristianismo, protestantes,
adventistas, evangelistas, testigos de Jehová, etc. critiquen a la
vieja iglesia, ellos son continuadores del error y la ignorancia.
Y
el resultado de esta ignominia es el mundo de hoy: sucio,
contaminado, injusto, plagado de ambiciosos y envidiosos. Un mundo de
muerte.
Los
relatos gnósticos testimonian que Yaldabaoth, el engendro gestado
por Sophia, nació de espaldas al verdadero Dios y por eso negó su
existencia, pero al mismo tiempo envidiaba a sus dos hijos que sí
habían reconocido al verdadero dios. Desde entonces, la envidia
mancha la creación de este arconte. Y la envidia es, cabalmente, la
mayor debilidad de la humanidad.
Y
los estudiosos conocemos la triste realidad, Yaldabaoth es Jehova,
Jehova es Allah, Allah es Brahma…
Cuando
en la Biblia se habla de las dos creaciones:
-
La de los Elohim, creadora de la raza llamada Adam Kadmon, el hombre original.
-
La de Jehova (probablemente uno de los elohim), creadora de la raza llamada Adámica, continuada en el hombre pos-diluviano.
(Aunque
el diluvio ocurrió entre la creación elohímica y la jehovática,
cuando se destruyó el planeta Tiamata o Ceres y el diluvio bíblico
es posiblemente el del hundimiento de la última porción de la
Atlántida, hace 12.000 años)
Pero,
se omite hacerlo con la claridad suficiente como para que el lector
entienda de qué se trata. Incluso no se trata de creaciones, sino
manipulaciones genéticas y en el caso de los Elohim, la copulación
directa con hembras humanas.
El
caos es la materia primordial, prakriti, la gran madre cósmica, la
partícula de dios, la energía consciente existente desde siempre,
el Ser. No es un caos decadente, es espiritualidad pura, en reposo,
en silencio.
El
verbo es el ordenamiento de ese caos para formar el universo, un
universo regido por la ley de la vida, donde la muerte no existe,
donde todo se transforma y nada se pierde. Es decir: el de la energía
de vida mutando
en sustancia y en organismos.
El
caos es quietud, la creación es movimiento.
Ese
verbo (vibración) puede ser considerado el Logos, Dios, el único y
verdadero Dios, el Creador. El Buen Padre Caballero Solar, como lo
llaman los cátaros.
Y
la energía primordial, espíritu puro, de la que todos formamos
parte, nuestro espíritu increado.
Parte
de eso está relatado en el antiguo testamento, pero, de pronto, se
salta de la creación cósmica a la terrestre, como si fuera lo
mismo, como si el dios fuera el mismo, como si sólo la tierra
existiera (y de hecho es lo que estas religiones han defendido hasta
que la evidencia demostró lo contrario).
Era
obvio que había que matar a los científicos del medioevo que
declaraban que la Tierra es un planeta más, girando alrededor del
Sol, de pronto podía ser evidente y alguien notaría, que la
creación es algo mucho mayor que lo que se relata en génesis.
Los
que hoy se llaman terraplenistas,
de alguna manera, están trayendo de vuelta esa creencia geocéntrica,
donde es plausible un dios único, una tierra única, un hombre
creado de barro.
Pero
una cosa es el glorioso universo espiritual y otra, muy diferente, la
Tierra.
Resumiendo,
en orden, este relato sería como sigue:
-
Caos (Prakriti, energia primordial de vida), increada, eterna.
-
Buen Padre Caballero Solar: Teos (Logos, Verbo, Creador), el Caos manifestándose a si mismo.
-
Cosmos (La creacion), el caos en movimiento producido por la vibración del verbo.
-
Generacion Elohimica (la de los 7 elohim o Dyanchohans del hombre original, Adam Kadmon),. Probablemente cada elohim representa a una raza o pueblo ya que los elohim fecundaron a las hembras humanas para generar estas razas. Mientras que, en verdad, Adam Kadmon es el hombre sin pecado original, el que no aceptó la mancha que pesa sobre Adan.
-
Destrucción de Tiamata y caída del agua de ese planeta a la Tierra (diluvio). El hombre no se extingue con este diluvio.
-
Generación Jehovática de la raza Adámica, con dos sexos. Esta es una generación demiúrgica, donde coexisten el bien y el mal en lucha constante, al igual que la vida y la muerte. Esto, posiblemente, sucede a mitad de la evolución de la raza Atlante.
-
Segundo diluvio. Intento de extinguir a la raza pre-adamica, la adámica se continúa a través de los sucesores de Noe (probablemente un pueblo), pero luego estos se mezclan con los sobrevivientes de las razas previas.
Quien
concibió de la última gota a Adan Kadmon fue El Elyon-Ahura
Mazda-Brahma-Allah-Mirroteos… como nuestra Madre, tiene 1500
hipóstasis según el tiempo y la civilización (Fuente: Dita Urania)
La
inclusión de los mitos sumerios (según explican Z. Sitchin y A.
Parks) pueden hacernos llegar a la conclusión de que el suceso
“annunakis” (pueblo de Anu) corresponde a la creación
Jehovática, es decir a la manipulación de la raza original para
convertirlos en esclavos y es allí cuando se incluye adn reptiliano.
Dicho
esto, la creencia y adoración de Jehova (Anu, Adonay, Yahve, Brahma,
Allah, etc.), quien, al igual que los elohim, no es El Creador, sino
un manipulador de la especie humana, esclavizador y sostenedor del
sistema de vida-muerte imperante en la Tierra, es equivalente a
venerar a los dueños de esclavos. Y si lo vemos bien, todo el ritual
eclesiástico de adoración es uno de temor, aunque se encubre como
amor. Nada más tenebrosamente falso y engañoso, que ha mantenido a
la gran masa humana aferrada sus propios verdugos.
Este
verdugo se ejemplifica en la figura del Dragón, el gran reptil,
contra el cual luchan los caballeros de todos los mitos de la
caballería blanca.
En
tanto, los Cátaros y Templarios dirigían su devoción a la Gran
Madre, la Teogestadora, en la figura de la mujer virgen que gesta el
universo y a los dioses. Y de allí surgía todo su poder: de la
pureza y la bondad.
Ingentes
esfuerzos realizaron los inquisidores de la religión draconiana de
Jehová/Allah para eliminar a la mujer y su poder generador de vida
de la ecuación espiritual. La madre, todo amor, traía liberación.
Por
eso el caballero no se arrodilla para rezar, mantiene una rodilla en
el suelo y la otra pronta a ponerse de pie: devoto amoroso, no
esclavo. Mientras el dios dragón corta la cabeza de sus seguidores,
la diosa toca amorosamente sus hombros con la espada.
Hoy
más que nunca, ubicados, como estamos, en el fondo del más oscuro
Kali Yuga, requerimos del resurgimiento de la caballería blanca, de
los caballeros del Rey Arturo, del renacimiento de los guerreros
Cátaros, amantes de la vida en su forma primigenia, no de la muerte,
devotos de la virgen gestadora, no del hijo crucificado, símbolo del
triunfo de la materia sobre el espíritu, amenaza velada sobre todos
aquellos que quieran liberarse del yugo del gran esclavizador.
Aquellos
que se autodenominan pastores de hombres, debieran llevar a su
redil a la verdad y no continuar ya nunca más con la cómoda
mentira que han sostenido hasta ahora.
Este
es el último llamado de los Caballeros Templarios:
¡Regresad
al culto de la verdad!¡El laurel ha florecido!
No hay comentarios:
Publicar un comentario