Una relación finaliza inesperadamente, el éxito se convierte en fracaso de un día para otro, muere un ser querido, recibes un diagnóstico inesperado y, de repente, sientes una profunda incertidumbre, que la tierra se hunde bajo tus pies, tienes el sentimiento de que el mundo gira sin control.
Nada parece ya real. Es como si tu vida ya no fuera “tu” vida, como si estuvieras en una extraña película impersonal y no supieras hacia dónde ir ni dónde quedarte.
El futuro, que una vez parecía tan sólido y “real”, se encuentra ahora expuesto a la mentira y el cuento de hadas que fue, y tus sueños del “mañana” se convierten en polvo. De todas formas, el “mañana” nunca iba a suceder, no en la forma que habías planeado inconscientemente.
Ahora no hay respuestas satisfactorias, ninguna autoridad para guiarte, ya que nadie puede experimentar tu experiencia por ti y nadie tiene tus respuestas; te sientes profundamente solo en un planeta girando en el espacio vasto e infinito Te sientes como regresando al útero.
¡Estupendo! ¡Es una magnífica invitación!
“La
vida no se ha equivocado, puesto que la vida no se puede
equivocar, ya que todo es vida y la vida es todo.”
Esta
experiencia presente, esta confusión y duda cósmica, esta
angustia, no es contra la vida, esto ES vida, la sagrada vida del
momento. No es la escena “equivocada” en la película, ES la
película; por más dura que parezca ahora,
una vasta inteligencia está trabajando aquí,
una inteligencia que nos hace respirar por la noche, hace latir
nuestro corazón, bombeando sangre por todo el cuerpo, curando
heridas, cuando “nosotros” ni siquiera estamos ahí para
observarla o para que le prestemos atención.
¿Qué
sucede cuando, por un momento, dejamos
de intentar comprenderlo todo,
dejamos de agarrarnos a los viejos sueños y dejamos de
compadecernos por su pérdida y nos
enfrentamos a la realidad pura y
abierta de las cosas tal como son?
“Quizás
el sufrimiento es simplemente un derecho de paso,
no
una prueba o un castigo.”
¿Qué
sucede cuando, por un momento, tomamos realmente el paso radical
e inesperado de decir SÍ
a la incertidumbre,
la duda, la confusión, el dolor, la angustia?
¿Qué
sucede cuando afirmamos lo no conocido en lugar de intentar
escapar de ello?
¿Qué
sucede cuando nos
enfrentamos a la desolación en
lugar de alejarnos de ella?
¿Qué
sucede cuando confiamos en la apertura de las cosas y permitimos
que la
inteligencia profunda de la vida trabaje con su magia en la
desolación?
¿Puede
ser correcto, por un momento, no tener las respuestas, no tener
los puntos de referencia, no saber ya nada más?, ¿puede ser
correcto, por un momento, sentir ESTO, sea la que sea la forma
que ESTO toma ahora?
Y
en medio de los escombros,
¿podemos de nuevo respirar y contactar con ese lugar dentro de
nosotros, ese
lugar muy íntimo y familiar de silencio y presencia profunda?,
¿ese lugar que no necesita conocer ni preocuparse de los sueños
y que no quiere ninguna respuesta?, ¿podemos recordar esa
quietud que siempre ha sido secretamente nuestro mejor amigo?,
¿podemos relajarnos en esa claridad que nunca nos ha
abandonado?, ¿podemos tomar nuestro lugar como esa conciencia
que no puede destruirse?
Quizás
todo sea una
llamada a la compasión, a
un profundo abrazo de este universo en toda su felicidad y dolor,
en toda su dulce y amarga gloria.
Quizás
la vida no puede, en absoluto, “equivocarse”.
Quizás
la inteligencia cósmica no nos ha abandonado y
justo en el centro del desorden aparente de este momento, hay
algo que no está involucrado en absoluto en este desorden. Lo
podemos llamar amor,
o Dios, o consciencia, o simplemente QUIENES SOMOS REALMENTE,
antes de nuestros sueños sobre cómo debería ser la vida, cómo
debería ser la apariencia, el sabor, el sonido y el olor de este
momento.
Quizás
nuestros sueños existen para que se rompan
y nuestros planes
existen para que se desmoronen,
y nuestros “mañanas” existen
para que se disuelvan en hoy,
y quizás todo esto es una
invitación gigantesca
a despertar del sueño de la separación,
a
despertar del espejismo del control
y abrazar de todo corazón
aquello que está presente.
Quizás
nunca tuvimos realmente el control de nuestras vidas y quizás se
nos invita constantemente a recordar esto, ya que lo olvidamos
constantemente.
Quizás
el sufrimiento no es en absoluto el enemigo,
y en su núcleo hay una lección en tiempo real y de primera mano
que todos debemos aprender, si hemos de ser realmente humanos y
realmente divinos.
Quizás
los fracasos siempre contienen progresos.
Quizás el
sufrimiento es simplemente un derecho de paso, no una prueba o un
castigo, no una señal que indica algo en el futuro o el pasado,
sino un apuntador directo al misterio mismo de la existencia,
aquí y ahora.
Quizás
la vida no puede, en absoluto, “equivocarse”.
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