El ego límbico
Científicamente, sabemos que tanto la realidad cotidiana como la
llamada “espiritual” son ilusiones generadas por el cerebro. Lo
difícil de entender son los procesos de manifestación de la
realidad perceptual. El resto es muy real y muy concreto, pero vemos
sólo el último paso del proceso y creemos que es el primero, como
afirmaba Jacobo Grinberg. (1)
Tras
lo cotidiano —manipulándolo— está el ego, la suma de memoria,
herencia y sentidos, más la sociedad y el medio ambiente. Tras la
espiritualidad parece estar lo que la neurociencia llama conciencia
límbica. Este nombre responde al concepto equivocado que tiene la
ciencia sobre la conciencia como una cualidad del hombre superpuesta
en el sorprendente universo del cerebro. Los dos aspectos del ego
modelan al ser humano.
Espiritualidad
y cotidianidad tienen sus correlatos orgánicos, como se ha
demostrado cuando por medio de manipulación cerebral se consigue que
el sujeto experimente estados y sensaciones que hasta ahora estaban
sólo al alcance de personas muy espirituales o de meditadores
experimentados. Por lo tanto, ambas son provocadas por el cerebro.
El
aspecto egóico es el responsable de la realidad cotidiana, y el
límbico, de la segunda realidad. Ambos tipos de consciencia conviven
en el hombre contemporáneo y desde el punto de vista neurobiológico
o cerebral son tan reales como la realidad cotidiana. Ambas son fruto
de la actividad de nuestro cerebro. Y esto no quiere decir que sean
falsas, pues constituyen una experiencia real para el sujeto —“otra
realidad” o “segunda realidad”— que el cerebro puede lograr
gracias a las características del sistema límbico.
La
“realidad secundaria” incluye al hipocampo, lo que significa que
la persona puede diseñar toda una experiencia mística sobre la base
de lo que aprendió a lo largo de su vida. Así sucede que los
cristianos por lo general ven a Jesús, los budistas a Buda y los
Musulmanes a Mahoma. Sucede siempre. Otros verán entidades más
modernas, de la Nueva Era, como Maestros Ascendidos y todo tipo de
personajes que han salido a la luz gracias a la imaginación de
muchos. Además, como en toda esa zona del cerebro se localiza lo que
llamamos el cerebro emocional, toda la experiencia de “realidad
secundaria” viene acompañada de verdaderos éxtasis emocionales.
De hecho, la neurociencia define la espiritualidad como un éxtasis
emocional.
“Sentimiento
o impresión subjetiva de alegría extraordinaria, de acceso a otra
realidad diferente a la cotidiana, más vívida e intensa, producida
por una hiperactividad del cerebro emocional. La espiritualidad aún
no es religión (por ejemplo, los estados espirituales producidos por
un éxtasis en la audición de música), pero es la base de toda
religión, que no se entiende sin la existencia de esa ‘segunda
realidad’.” (2)
Rubia
sostiene una teoría sobre “el éxtasis como probable origen de la
espiritualidad”. La espiritualidad es tan antigua como el ser
humano y no es extraño que ya en los homínidos se dieran
manifestaciones de una cierta espiritualidad, quizás de manera
fortuita al descubrir por casualidad el potencial de alteración de
la mente de plantas u hongos durante la exploración de su entorno en
busca de alimento. Al ser definida de este modo, la primera
constatación es que la espiritualidad es inherente al ser humano,
pero que su origen hay que buscarlo en los “estados alterados de la
consciencia”.
Por
todo esto, la ciencia comprobó que el 99.9% de las experiencias
místicas, con seres de luz o con los “grandes”, como Jesús, son
totalmente irreales, y meros inventos del aspecto límbico del ego.
La persona no miente, de verdad vio, escuchó y cree ser,
honestamente, un elegido. Pero nada de eso es cierto.
La
verdadera espiritualidad (lo que hoy llamamos trabajo consciencial),
es el más coherente de todos los estados y no tiene nada que ver con
estas descripciones de éxtasis y estados alterados de consciencia o
las visiones a partir de plantas que producen alucinaciones. El
trabajo consciencial no es un circo. Por eso, ¡No creas todo lo que
te cuentan!
De
igual forma, no existen estados alterados de la conciencia, pues la
conciencia no se altera, son estados alterados del cerebro.
Precisamente, nosotros buscamos a la conciencia misma —negada por
este científico y su tradición materialista— y la conciencia en
sí, que lejos de ser alterada es coherente.
La
teoría “clásica” ha sido la postulada por el psicólogo
norteamericano William James en el siglo XIX. Para James, la
consciencia es una secuencia de estados mentales conscientes, siendo
cada uno de estos estados la experiencia de algún contenido
concreto. James también pensaba que la consciencia tiene que haber
tenido un propósito evolutivo, por lo que la trataba como una
función y no como una entidad.
En
el siglo XVIII, el biólogo suizo Charles Bonnet intentó resolver el
dilema introduciendo el llamado “epifenomenalismo”, una idea que
después asumió también el biólogo británico Thomas Huxley.
La
teoría basada en el dualismo cartesiano postula que la mente, alma o
espíritu es inmaterial, y que la autoconsciencia, como propiedad de
esa mente, está separada del cerebro, que es físico e inconsciente.
Esta teoría ha sido sostenida por Karl Popper y John Eccles. El
problema que plantea esta teoría es que no explica cómo se produce
la experiencia subjetiva, ni tampoco cómo funciona la interacción
entre un ente inmaterial y otro material.
Stuart
Hameroff y Roger Penrose defienden otra teoría que supone que los
microtúbulos, que se encuentran en toda célula nerviosa, están
designados para permitir la coherencia cuántica y las conexiones
cuánticas en todo el cerebro. La dificultad es que no explica cómo
surge la experiencia subjetiva por lo que muchos autores concluyen
que la teoría cuántica de la consciencia sustituye un misterio por
otro.
Experiencias
cercanas a la muerte (ECM)
Cuerpo
y cerebro son observables por terceros. La conciencia es una entidad
y ésta es la gran diferencia que tiene Vida Coherente con respecto a
la ciencia oficial. ¿Qué hay de las fotografías
de Konstantín Korotkov?
¿Y las experiencias cercanas a la muerte (ECM)?
En
otros programas de Vida Coherente expliqué la experiencia cercana a
la muerte del Dr. Peter Fenwick (de 10 minutos) y la experiencia
cercana a la muerte del médico Lloyd Rudy (de 20 minutos). Sin
embargo, la ECM más larga de todas las que he conocido está narrada
en el libro “24 minutos del otro lado, vivir sin miedo a la muerte”
(3), de nuestra amiga Tessa Romero:
“La
experiencia de la muerte es casi idéntica a la del nacimiento. Es el
inicio de otra existencia, el paso a un nuevo estado de consciencia,
el principio de una vida nueva. La naturaleza de la muerte es el
mayor enigma de la humanidad. A través de este libro viajaremos al
más allá (del otro lado del velo de Maya, la verdadera realidad, la
que nos esconde el ego y la parte límbica del ego), para descubrir
que la muerte es un tránsito a otra existencia.
Experimenté
una muerte clínica durante veinticuatro minutos, pero renací. Elegí
regresar para salvar la vida de una persona. Mi deseo es ayudar a las
personas a no temer esta experiencia, al saber que la muerte es el
despertar a una vida nueva (esta es la motivación primordial, por la
que elegimos venir a esta vida, y lo otro hoy se llama Tanatología,
pero qué puede hacer un estudio teórico al lado de quien realmente
lo experimentó). Me comprometí a transmitir confianza a los
desesperados. Estos años de crecimiento personal y mis experiencias
vitales me han enseñado que hacer realidad nuestros sueños es un
deber y una responsabilidad moral. Es nuestra obligación ayudar a
los demás a través de nuestro propósito en la vida, sea cual sea.
Cada uno conoce su misión en el fondo de su corazón.”
Fueron
24 minutos sin oxígeno en el cerebro. Tessa Romero no sufrió ningún
tipo de lesión y su vida cambió totalmente. Además, al decir que
“cada uno conoce su misión en el fondo de su corazón”, ella
afirma que el corazón lo sabe, y que la conciencia y el corazón
están en íntima relación. Allí está la actividad que elegimos
antes de venir. ¿Cómo podemos saber que venir a esta vida es una
elección y que además planificamos una actividad especial? Eso
pertenece a otro capítulo, y como todo en Vida Coherente, tenemos
una fundamentación para afirmarlo.
El ego colectivo
Para
terminar con el tema del ego, cabe preguntarse si existe también un
ego Colectivo. La respuesta es sí. Y funciona casi de la misma
manera que con la intuición del Inconsciente Colectivo de Karl Jung,
con la diferencia de que el ego se puede adueñar de nuestro
gigantesco inconsciente, así como de la pequeña conciencia activada
de nuestro cerebro.
Mucha
información viene desde el ego colectivo, disfrazada de información
consciencial, en especial en aquellos eventos que producen un miedo
masivo.
El
Dr. Roger Nelson inició el experimento de los transmisores de
números aleatorios en la Universidad de Princeton, cuyos derechos de
autor fueron adquiridos por el Instituto Matemáticas del Corazón de
California.
Lo
único que prueba este experimento es la existencia del Ego
Colectivo, mas no de la Conciencia Colectiva como se cree.
Como
estos científicos oficialistas conocen la verdad, siguen defendiendo
que la conciencia es un epifenómeno de la evolución neuronal. Sin
embargo, ¡nosotros podemos demostrar fácilmente que no es así! Y
lo haremos muy pronto.
Notas:
1.
Jacobo Grinberg-Zylberbaum: Meditación autoalusiva teoría y
práctica; Facultad de Psicología UNAM e Instituto para el Estudio
de la Conciencia; Ciudad de México, 1987.
3.
Tessa Romero: 24 minutos del otro lado; p. 11–13; Edición Triunfa
con tu libro, 2018.
4. Ibidem.
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