LA
"NUEVA EDAD OSCURA"
En
Europa
Occidental y Norteamérica:
Comparaciones con la CAÍDA de ROMA
Comparaciones con la CAÍDA de ROMA
¿Qué
Es una Edad Oscura?
En
historiografía, el término "Edad Media" (Dark
Ages)
puede describir siglos intermedios para los cuales tenemos pocas o
ninguna prueba documental. En consecuencia, el período de tiempo
entre el colapso de la civilización micénica y el nacimiento de
la polis es
conocido como la Edad Media Griega por los historiadores, simplemente
porque no hay fuentes contemporáneas escritas. En este ensayo, el
término Edad Oscura será usado para designar un período de
decadencia civilizacional, con particular referencia a la Edad Media
de Europa Occidental (c. 500-1000 d.C.). Ése fue muy probablemente
el peor período de la decadencia civilizacional en la historia
occidental, pero es importante porque nos muestra que la civilización
está separada de la peor depravación bestial por una delgada línea.
Lo
que George Santayana escribió es instructivo: "Aquellos
que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo".
Aunque este adagio haya llegado a convertirse en un cliché, vale la
pena repetirlo ya que está bien apoyado por la experiencia pasada.
Si nos enfocamos en la Antigua Edad Oscura, es porque arriesgamos
olvidar cuán frágil es realmente la civilización. Si es así,
estamos en peligro de apresurarnos inconscientemente hacia una Nueva
Edad Oscura —si no hemos entrado ya en una— puesto que hemos
dejado de asimilar las lecciones del pasado.
Las
causas de la Edad Oscura en Europa Occidental son consideradas
complejas y multifacéticas por los historiadores modernos. Los
sucesores Estados bárbaros que sustituyeron al Imperium
Romanorum carecieron
de la capacidad y la competencia para el gobierno imperial. Dicho
resultado era inevitable. Bajo el gobierno bárbaro
hubo "simplificaciones
muy sustanciales en la cultura material post-romana entre los siglos
V y VII" [1].
Entre esas "simplificaciones" estuvieron el colapso de la
infraestructura del Imperio, la decadencia en la producción de
productos manufacturados y el uso de monedas, la generalizada
despoblación y des-urbanización y, la más devastadora de todas, la
pérdida de gran parte del patrimonio cultural e intelectual del
mundo antiguo. Aunque algunos historiadores contemporáneos destaquen
la continuidad entre Roma y los reinos bárbaros, eso es contradicho
por el extenso registro arqueológico. Entre 500 y 700 d.C. hubo una
masiva decadencia en el nivel de vida europeo desde tiempos romanos,
cuando la Época Oscura había alcanzado su punto más bajo.
[1]
Wickham, Chris. The
Inheritance of Rome: A History of Europe from 400 to 1000.
Londres, 2010, p. 7.
Tan
terrible como fue aquella Edad Oscura, no es el único período
oscuro en la historia occidental, ni tampoco será el último. Una
Nueva Edad Oscura ha regresado, más terrible que la primera. Somos
sus testigos pasivos, confiados en que nada puede ser hecho para
detenerla. El Occidente se está derrumbando porque la raza Blanca ha
decidido colectivamente —por instigación de una élite globalista
hostil dominada por los judíos— que el suicidio racial Blanco es
un imperativo moral. Los signos visibles de este empeoramiento son
tan obvios que ya no pueden ser ignorados, al menos por aquellos que
pueden ver más allá de las ruinas ardientes de esta decadente
civilización.
¿Una
Nueva Edad Oscura?
Los
signos de una emergente Nueva Edad Oscura son cuádruples, afectando
los ámbitos biológico, intelectual, demográfico y económico de la
existencia del hombre occidental. Esta decadencia es aparentemente
imparable; a medida que pasa el tiempo, la oscuridad sobre Europa
sólo se hará más oscura. En el área biológica e intelectual,
hemos visto los CIs disminuír constantemente desde mediados del
siglo XIX. Eso sin duda ha sido enmascarado hasta un grado
considerable por mejoras en la nutrición y en el cuidado de la
salud, resultando en vidas más largas. Por otra parte, el feminismo
y la liberación sexual de las mujeres han agravado la decadencia:
mujeres de bajo CI se reproducen prolíficamente, mientras las
mujeres de alto CI influídas por el feminismo retrasan el matrimonio
por el bien de sus carreras y educación. No se requiere una
imaginación fértil para comprender la clase de efecto disgenésico
que eso tiene sobre la sociedad.
En
los más grandes centros urbanos norteamericanos y de Europa
Occidental vemos la infraestructura que colapsa y la creciente
decadencia social que viene con el sobrepoblamiento e inmigración
masiva desde el Tercer Mundo. Más hombres de color traídos en
enormes cantidades a las ciudades occidentales por élites
globalistas, muchas con agendas étnicas anti-Blancos, significa un
menor CI de la población promedio, seguido de la correspondiente
decadencia en la calidad de vida, ya que la gente de bajo CI se
convierte en una carga creciente en la sociedad en términos de falta
de hogar, drogadicción, carencia de educación, carencia de la ética
del trabajo, etcétera. En ausencia de una élite tecnológicamente
sofisticada capaz de producir copiosamente bienes de consumo baratos,
eso resultaría en una creciente "simplificación" de la
cultura material post-occidental, análoga a la clase de
"simplificaciones" que los arqueólogos dicen que
ocurrieron durante la Antigua Edad Oscura. Considerando los CIs que
disminuyen a la par con los estándares higiénicos raciales, la vida
inevitablemente se convertirá en una lucha darwiniana, más simple
pero más brutal, por la supervivencia, tal como lo fue hace más de
mil años.
Los
decrecientes CIs de Occidente han conducido a declinantes estándares
educacionales. Las universidades ya no son baluartes de la búsqueda
intelectual, como lo fueron durante su auge, es decir, La
Belle Époque,
sino centros de adoctrinamiento liberal con poco contenido
intelectual. A este respecto, las universidades actuales son
similares a las universidades de la baja Edad Media que una vez
vigilaban la ortodoxia y desalentaban la libertad de pensamiento (es
decir, los aristotélicos cristianos de las facultades medievales de
artes y teología que se opusieron a la nueva astronomía de
Galileo). La gente que las dirige, lejos de estar interesada en el
conocimiento de por sí, está allí para cosechar las recompensas de
un trabajo fácil y bien pagado donde ellos son capaces de vomitar la
propaganda izquierdista, a costa de sus estudiantes, los cuales
todavía creen —aunque ingenuamente— que los grados académicos
son necesarios para conseguir buenos empleos. La educación masiva,
lejos de ser un beneficio para alguien excepto para los arquitectos
del sistema, ha disminuído la calidad curricular y ha aumentado en
general la prevalencia de la inflación de grados académicos.
Como
una nota aparte, la filosofía occidental —el esfuerzo intelectual
más importante junto a la física teórica— ha sido golpeada de
manera particularmente dura por el relativismo post-moderno. Desde
las alturas empíreas de Platón y Aristóteles, ha descendido hasta
el bajo nivel de un pozo séptico lleno de heces. Los escritos de
Martin Heidegger —la mayor superestrella de la academia liberal—
son considerados como escrituras sagradas por sus legiones de
adoradores fanáticos, aunque dichos escritos sean diatribas
pretenciosas, incoherentes y llenas de jerga, famosas sólo porque
ellas pueden ser interpretadas para significar cualquier cosa para
cualquiera. Lejos de ser un medio para definir términos y refinar
métodos para conseguir una mayor claridad y entendimiento —el
camino que Sócrates pretendía—, la filosofía moderna (sobre todo
la continental) procura fingir profundidad mediante una prosa
innecesariamente hinchada y obscura. Mientras tanto, una jerga
impenetrable se ha convertido en la marca registrada del resto de las
Humanidades, personificadas por superestrellas académicas.
Las
poblaciones Blancas de todo el mundo se precipitan hacia una caída
libre demográfica. Los decrecientes índices de natalidad en
prácticamente todas las naciones Blancas del hemisferio occidental
son sintomáticos del colapso de la familia monógama, resultado de
décadas de adoctrinamiento en ideología feminista y liberación
sexual de las mujeres. Puesto que ya no se espera que las mujeres se
establezcan y se casen, los peores aspectos de la naturaleza femenina
están ahora en plena exhibición. La deuda estudiantil adquirida al
comprar grados académicos en gran parte sin valor (para muchos) está
afectando la decisión de casarse. Si no hay valores tradicionales —y
la sociedad occidental ha hecho todo lo posible para deshacerse de
ellos en nombre de unos fatuos "derechos humanos"— la
sociedad no se volverá a recargar adecuadamente, eventualmente
marchitándose y muriendo.
Finalmente,
las economías occidentales están siendo socavadas desde dentro por
sus propias élites. La externalización de la producción por parte
de multinacionales ha diezmado a los sectores industriales en todos
los países occidentales Blancos, empeorando las vidas y las
perspectivas de las poblaciones de mayoría de clase media y obrera.
Se ha permitido que bienes chinos inunden los mercados occidentales,
a menudo con la colusión de fabricantes domésticos que son capaces
de externalizar sus costos de trabajo. Los salarios reales se han
estancado y la vivienda económica se ha hecho cada vez más escasa,
ya que la excesiva demanda de inmigrantes del Tercer Mundo coloca la
propiedad de una casa más allá del alcance del ciudadano corriente,
particularmente en los grandes centros urbanos.
Más
encima, la importación de esa barata mano de obra no-Blanca tiene un
efecto anticonceptivo, ya que presión hacia abajo sobre los salarios
reales, lo cual, a su vez, pone presión hacia abajo sobre las tasas
de fertilidad de los Blancos; los salarios de la clase obrera se han
estancado desde los años '70. En Occidente, el creciente ejército
de la reserva de trabajadores des-incentiva a la industria para
racionalizar la producción y canalizar los beneficios excedentes
hacia la investigación y el desarrollo. Lejos de mejorar, la
economía empeora cuando la riqueza se acumula en el 1% de la
población; mientras tanto, la clase media se reduce y la pobreza se
extiende.
A
causa de todos estos factores, la vida en la mayor parte de los
países occidentales Blancos ha empeorado progresivamente, hecha sólo
tolerable —pero sólo apenas— por la superabundancia de bienes
chinos baratos. El que la mayoría de los Blancos y sus élites
globalistas interpreten esos signos de empeoramiento como "progreso"
y "mejoramiento" es sólo una evidencia más de que estamos
en una Edad Oscura.
Antigua
y Nueva Edad Oscura Comparadas
Las
semejanzas y diferencias entre la Nueva y la Antigua Edad Media
pueden ser agrupadas bajo los títulos siguientes: (a) los motivos de
la declinación demográfica; (b) la decisión consciente del hombre
occidental de abandonar su propia civilización versus decadencia
romana debido a debilidades civilizacionales internas; y (c) el papel
de la ideología cristiana en la decadencia de Roma y el de la
ideología judía en la cultura occidental moderna.
Primero,
comencemos con la decadencia de Roma, que tuvo una dimensión
demográfica. Después de que Adriano había abandonado los
territorios conquistados por Trajano —por motivos administrativos y
fiscales—, la búsqueda de nuevas tierras y nueva gente sobre la
cual gobernar se detuvo. Eso precipitó una crisis. El número de
hombres que quedaban para labrar los campos y encargarse de las
fuerzas auxiliares a lo largo de las fronteras disminuyó a medida
que los vicios de la civilización echaban raíces. A causa de la
insuficiencia de hombres y riqueza gravable, el Imperio careció de
la capacidad para controlar sus enormes territorios. Para remediar
eso, los romanos reclutaron a bárbaros de recientes poblaciones
migratorias a lo largo de las fronteras o de los ejércitos de los
derrotados. El historiador Dión Casio dice que Marco Aurelio,
después de derrotar a los bárbaros en las Guerras Marcomanas [del
siglo II d.C.], los envió a campañas militares o los asentó en
tierras de Dacia, Panonia y otras partes.
Hacia
el siglo IV el reclutamiento de bárbaros en los ejércitos había
aumentado; a mediados del siglo V las filas del ejército estaban en
gran parte ocupadas por mercenarios germánicos y hunos, en cuyo
punto incluso la cadena militar de mando estaba completamente en
manos de bárbaros. El magister
militum,
la posición más importante en el Imperio después del Emperador
mismo, fue ocupado por germanos romanizados durante la mayor parte
del siglo V. Esos hombres eran más poderosos que la sucesión de
Emperadores débiles que ellos podían fabricar o acabar con una sola
declaración. Según la "tesis de la barbarización", "Roma
fue fatalmente debilitada cuando, en los siglos IV y V, su ejército,
en gran parte compuesto por extranjeros, ya no representaba al
pueblo" [2].
[2]
Speidel, Michael P., Riding
for Caesar: The Roman Emperor’s Horseguard,
2011, p. 65.
La
necesidad de bárbaros que tenía la administración imperial era de
algún modo similar a la demanda de la élite occidental de
inmigrantes no-Blancos. Como los inmigrantes, los bárbaros eran
baratos y prescindibles. Los hombres de color son importados por
globalistas para que hagan "el
trabajo que los hombres Blancos no quieren hacer".
Del mismo modo, los bárbaros fueron reclutados en los ejércitos y
se les permitió asentarse en tierras imperiales porque los romanos
de los siglos IV y V se habían convertido en unas tristes criaturas
de la Antigüedad, suaves, afeminados, tímidos, amantes de la paz y
totalmente carentes de todas las virtudes guerreras. Finalmente, al
igual que las élites occidentales, la administración imperial era
una bestia hambrienta de impuestos; pero la justificación romana
para los impuestos era pragmática, no ideológica.
Esa
diferencia es mejor ilustrada por el modelo económico neoliberal
occidental; basado en el crecimiento perpetuo, sirve como el pretexto
para la necesidad suicidamente impulsiva de la mayoría Blanca de
interminables suministros de "carne fresca" no-Blanca. En
el caso romano, una constante corriente de cuerpos fue necesaria para
mantener a un Imperio que se sobreextendió más allá de sus
capacidades logísticas y financieras. Hacia la Antigüedad tardía,
esa situación se había hecho militarmente y económicamente
insostenible. Los invasores bárbaros estaban simplemente dando
patadas en las puertas de una vieja casa que estaba podrida hasta sus
fundamentos.
El
resultado inevitable de la avaricia imperial de impuestos y mano de
obra fue el reemplazo demográfico étnico de la población romana a
través de amplias zonas de la tierra imperial. Aquélla no fue una
decisión consciente de parte de la aristocracia romana. Dado el
carácter multi-étnico del Imperio, la administración imperial no
podía rechazar por razones étnicas la entrada a migrantes bárbaros.
Los problemas que afligieron al Imperium durante
la Antigüedad tardía fueron el resultado de anteriores políticas
expansionistas que sobreextendieron los límites del Imperio,
haciéndolo difícil de mantener y controlar sin un suministro
constante de hombres y un flujo estable de impuestos. El reemplazo
demográfico por grandes cantidades de extranjeros, resultado final
de fracasadas políticas expansionistas imperiales, junto con la
Volkerwanderung [emigración
de pueblos], condujo al distanciamiento de la ciudadanía de las
instituciones de su propio gobierno.
Mientras
más germanizado se hizo el Imperio, menos personas se identificaron
con él. Con el tiempo, demasiada germanización significó muy poco
patriotismo; ninguna lealtad a Roma significó ningún deseo de
impedir que las invasiones bárbaras ocuparan gran parte de los
territorios imperiales. Cuando Roma perdió África a manos de los
Vándalos, había apenas voluntad para recobrar el territorio, a
pesar de su status como
el granero del Imperio. Eso incluso significó el desprecio romano —y
a veces el abierto odio etno-racial— por los invasores germánicos
y hunos. La segunda vez que Roma fue saqueada en un milenio —por
los godos de Alarico en 410 d.C.— la razón subyacente fue el
tratamiento despectivo hacia sus auxiliares bárbaros y los
sacrificios de ellos hechos por los romanos, resultado de basarse en
mano de obra extranjera barata y prescindible.
La Volkerwanderung no
es la causa del colapso del Imperio, ya que sus debilidades internas
datan de las guerras civiles, desastres naturales e invasiones
bárbaras del siglo III; sin embargo, la germanización, combinada
con la carencia de identificación con la Romanitas,
desempeñó un papel en el apresuramiento de su decadencia. Los
Estados bárbaros sucesores que reemplazaron a la administración
imperial carecían del conocimiento para dirigir una civilización
tan sofisticada y avanzada como Roma, ocasionando que la barbarie
sustituyera a la civilización en la mayor parte de Europa
Occidental.
Incluso
aunque las causas de la Edad Oscura en Roma y en el moderno Occidente
sean diferentes, es instructivo notar que el resultado final en ambos
casos fue el reemplazo
étnico por
extranjeros hostiles, ninguno de los cuales poseía la capacidad para
mantener las civilizaciones que ellos adquirieron o por la fuerza o
por invitación. Entre las principales diferencias estaba que los
bárbaros que aterrorizaron a Roma eran en su mayor parte Blancos,
mientras que los que están siendo importados por Blancos ahora en
sus propios países occidentales son abrumadoramente no-Blancos. A
diferencia de Roma, que al menos valoró la Romanitas hasta
el amargo final, el "Occidente" contemporáneo persigue
agresivamente su propia muerte racial a manos de sus colonizadores
no-Blancos. Mientras la decadencia de Roma fue el resultado de
acontecimientos que pudrieron el Imperium desde
dentro, el colapso de las sociedades occidentales modernas y su
descenso hacia la Nueva Época Oscura es completamente culpa de
Blancos dominados por una élite dirigente hostil.
Muchos
Blancos, bajo la influencia de una élite extranjera de los medios de
comunicación, dominada por los judíos, animan a sus propias mujeres
a prostituírse ellas mismas ante extranjeros no-Blancos, haciendo
más difícil para los hombres de su propia raza reproducirse, al
ponerse en práctica políticas agresivamente feministas,
liberacionistas y multiculturales. Ésa es una razón de por qué la
fertilidad ha disminuído hasta niveles inferiores a la tasa de
reemplazo desde el principio de la "revolución sexual" de
los años '60. El homosexualismo, el transgenerismo y
el mestizaje se han convertido en los nuevos valores occidentales de
las emergentes culturas post-occidentales de Europa Occidental y
Norteamérica, gracias a la manipulación por la élite de la
conciencia racial Blanca. Por consiguiente, los valores tradicionales
encarnados por las instituciones del matrimonio monógamo y la unidad
de la familia nuclear ya no son influyentes.
La
imagen de la mujer Blanca en las mentes de los varones de color
animados por los globalistas para invadir los países de mayoría
Blanca, es la de una mujerzuela promiscua y ninfomaníaca que se
acostará con cualquier hombre que la desee. Esa imagen ha sido
exportada al extranjero por Hollywood,
pero está lejos de la verdad, ya que las mujeres en todas partes son
biológicamente hipérgamas [buscan casarse con hombres de situación
igual o superior]. Pero no hay duda de que ése es un poderoso
atractivo para el exceso de varones solteros del Tercer Mundo, que no
pueden permitirse mujeres para ellos mismos en sus propios países
nativos. Esas políticas son remilgadamente justificadas como los muy
necesarios "legislación de derechos civiles" y
"multiculturalismo", pero etiquetas más apropiadas serían
un patológico etno-masoquismo y
un ilusorio auto-odio racial.
Finalmente,
el cristianismo había llegado a ser la religión estatal de Roma en
el siglo IV. Eso privó al Imperium de
sus hombres más capaces y talentosos. Esa "fuga de cerebros"
de la época clásica tardía apresuró más aún un proceso
comenzado durante la crisis del siglo III, cuando el Imperio romano
fue dividido entre facciones en guerra.
El
historiador italiano Arnaldo Momigliano escribe:
"La
Iglesia atrajo a las mentes más creativas: Ambrosio, Jerónimo,
Hilario de Poitiers y Agustín en el Oeste; Atanasio, Juan
Crisóstomo, Gregorio de Nacianzo y Basilio de Cesarea en el Este:
casi todos nacidos como gobernantes, gobernantes de un tipo que, con
la excepción del estudioso Emperador Juliano, era difícil encontrar
en el trono imperial.
"Gibbon
estaba simplificando una cuestión muy complicada cuando él insinuó
que el cristianismo era responsable de la caída del Imperio, pero él
percibió que la Iglesia atrajo a muchos hombres que en el pasado
habrían llegado a ser excelentes generales, gobernadores de
provincias o consejeros de los Emperadores.
"La
gente se escapó desde el Estado hacia la Iglesia y debilitó aquel
Estado dando a su mejor gente a la Iglesia. Ésa es una situación
que por su parte requiere análisis y explicación. Pero su
importancia primaria no puede ser pasada por alto. Los mejores
hombres trabajaban para la Iglesia, no para el Estado" [3].
[3]
Momigliano, Arnaldo, ed., "Judeo-Christianity
and the Decline of the Roman Empire",
en The
Conflict between Paganism and Judeo-Christianity in the Fourth
Century,
Oxford, 1963, pp. 79-99.
El
ascenso del cristianismo no provocó la Edad Oscura —un
acontecimiento sin ninguna causa subyacente única— pero tampoco
ayudó a los asuntos. Cuando la Iglesia cristiana aumentó en riqueza
y poder, más personas tomaron un interés activo en seguir carreras
clericales. Bajo los Emperadores paganos, la familiaridad con los
clásicos era obligatoria para aquellos que querían trabajar para el
Estado, pero no era necesaria para aquellos que trabajaban para la
Iglesia. Hubo una "reducción
del número de cargos administrativos en los reinos occidentales
sucesores del Imperio romano porque los impuestos fueron
simplificados y algunos niveles administrativos... desaparecieron
completamente. Aquello hizo de la cultura clásica algo menos
atractivo, porque el esfuerzo y la inversión necesaria para
dominarla llegaron a ser menos socialmente provechosos" [4].
Por consiguiente, el plan de estudios clásico disminuyó en
importancia, haciéndose ya no necesario para el progreso secular. En
el período medieval temprano, "la
clericalización de la cultura se convirtió en la norma sociológica
después del año 550" (Ibid.,
p. 12).
[4]
Inglebert, Hervé, "Introduction:
Late Antique Conceptions of Late Antiquity",
en The Oxford Handbook of Late Antiquity,
https://www.oxfordhandbooks.com/view/10.1093/oxfordhb/9780195336931.001.0001/oxfordhb-9780195336931
A
finales del siglo VI y principios del VII el sistema de educación
clásica fue o reemplazado por la formación monástica o por el
estudio de la patrística. Ese acontecimiento afectó negativamente
la supervivencia del conocimiento secular del mundo antiguo. Dirk
Rohmann escribe:
"Muchos
tempranos clérigos cristianos y autores eclesiásticos sintieron que
los textos paganos del pasado eran completamente innecesarios para
llevar un estilo de vida cristiano... A medida que la educación
clásica llegó a ser cada vez menos importante para carreras
mundanas, y la carrera clerical se hizo cada vez más atractiva, la
preservación de las obras de antaño fue puesta en peligro" [5].
[5]
Rohmann, Dirk, Christianity,
Book-Burning and Censorship in Late Antiquity: Studies in Text
Transmission,
Waco, Baylor University Press, 2017, p. 198.
De
alguna manera esas escrituras habían llegado a estar tan "en
peligro" que casi ninguna de ellas sobrevivió a los siglos VI y
VII, cuando el hombre occidental se había hundido hasta las
profundidades más bajas. ¿Cómo pudo ocurrir una pérdida tan
enorme en un período tan breve de tiempo (relativamente hablando)?
En la obra estándar acerca de la transmisión textual clásica y
medieval, los investigadores Reynolds y Wilson escriben:
"Puede
haber poca duda de que uno de los motivos principales de la pérdida
de textos clásicos es que la mayor parte de los cristianos no
estaban interesados en la lectura de ellos, y de ahí que no se
hicieran bastantes copias nuevas de los textos para asegurar su
supervivencia en una época de guerra y destrucción" [6].
[6]
Reynolds, L. D. y N. G. Wilson, Scribes
and Scholars. A Guide to the Transmission of Greek and Latin
Literature,
Oxford University Press, 2013, p. 34.
El
crecimiento de la Iglesia cristiana significó la pérdida de interés
en los mayores logros del mundo antiguo. Los trabajos de poesía
secular, filosofía, ciencia y matemáticas fueron dejados pudrirse
en los estantes de libros de Europa Occidental. Reynolds y Marshall
escriben: "La
copia de textos clásicos disminuyó hasta tal punto durante la Edad
Media que la continuidad de la cultura pagana estuvo a punto de ser
cortada" [7].
Los monjes que dominaban el aparato medieval de la transmisión
textual se aseguraron de preservar miles de copias del Nuevo
Testamento en
griego y en la versión latina de la Vulgata,
pero raramente copiaban a los clásicos. Según Rudolf Blum:
"De
la literatura griega creada antes de 250 a.C. tenemos sólo una
pequeña parte, aunque muy valiosa. No tenemos siquiera los trabajos
completos de aquellos autores que fueron incluídos en las listas de
clásicos compiladas por los filólogos alejandrinos. De todas las
obras de la literatura griega pagana quizá sólo un 1% ha llegado
hasta nosotros" [8].
[7]
Reynolds, L. D., et
al. Texts
and Transmission: A Survey of the Latin Classics,
Oxford, 1983, p. XVII.
[8]
Blum, Rudolf, Kallimachos:
The Alexandrian Library and the Origins of Bibliography,
University of Wisconsin Press, 2011, p. 8.
Rohmann
escribe: "Se
estima que para la literatura latina sobrevive en total menos de un
1% de títulos" (op.
cit.,
p. 8). A causa de su indiferencia ante los logros del pasado, la
Iglesia cristiana había prolongado inadvertidamente la Edad Oscura
durante siglos. No fue sino hasta el redescubrimiento de la
literatura clásica —Aristóteles, Platón, Euclides y otros—
comenzando en el siglo XII, que el hombre occidental fue capaz de
liberarse de la brutal indiferencia y de las groseras supersticiones
de la Iglesia cristiana.
Tal
como el cristianismo, el marxismo
cultural ha
desempeñado un papel similar en la Nueva Edad Oscura, pero con una
importante diferencia: el cristianismo no causó la desintegración
del Imperio sino que sólo apresuró su decadencia, mientras que el
marxismo cultural es un factor causal central en
la decadencia occidental. Bajo la influencia marxista cultural, las
élites globalistas han promovido agresivamente el feminismo, el
multiculturalismo y la inmigración de masas. El homosexualismo,
el transgenerismo y
el mestizaje han llegado a ser venerados como los nuevos valores de
una declinante civilización post-moderna.
La
Iglesia no necesitó suprimir la cultura clásica para asegurar la
hegemonía cristiana en Europa Occidental; hubo algunas escaramuzas
aquí y allá, pero la indiferencia era más que suficiente. Los
marxistas culturales, a diferencia de los cristianos, suprimen
activamente el conocimiento de las diferencias raciales y sexuales
usando presiones sociales, es decir, exclusión y lenguaje
avergonzador ("¡Usted,
racista!, ¡Usted, sexista!");
usando presiones económicas, es decir, privando a disidentes
derechistas de su sustento; y usando presiones legales, es decir,
legislaciones de discurso
de odio y
contra la "negación" del "Holocausto". Encima
de eso, las élites globalistas tienen incluso el poder de formar la
conciencia de las masas. Alterando la percepción humana de la
realidad objetiva mediante el control de los medios de comunicación,
como periódicos, televisión, radio y vallas publicitarias, ellos
procuran neutralizar a la oposición, a la vez que proclaman su nueva
religión del igualitarismo
liberal.
Tal
como el cristianismo, el marxismo
cultural tiene
su propio sistema de creencias. "No
hay tal cosa como raza o sexo",
proclama la nueva religión, "todas
las culturas son lo mismo". Esas
creencias son impermeables al razonamiento, tal como las creencias de
un cristiano devoto. Al igual que la epistemología religiosa
cristiana, la epistemología marxista
cultural está
basada en la fe. Eso no augura nada bueno para la supervivencia de
nuestra actual, aunque degenerada, civilización post-occidental.
Como Edmund Burke concisamente observó: "Un
Estado sin los medios para realizar algún cambio, carece de los
medios para su propia conservación".
La
indiferencia cristiana prolongó la Edad Media y el sufrimiento de la
gente de Europa, hasta que lo que quedó del conocimiento secular
antiguo fue recuperado entre los siglos XII y XIII, dando a los
europeos un sólido fundamento sobre el cual construir. Sin el
redescubrimiento de los escritos de Aristóteles y otros, el mundo
moderno habría requerido mucho más tiempo para surgir, suponiendo
que habría surgido en absoluto. Los marxistas culturales, lejos de
ser indiferentes a la tradición intelectual occidental, sacan gran
parte de su inspiración de la Ilustración liberal, sobre todo de
Jean-Jacques Rousseau, y de diversas heterodoxias marxistas,
como la Escuela
de Frankfurt.
A
diferencia de la Iglesia, que nunca ha suprimido activamente ninguna
rama del conocimiento humano, los fanáticos marxistas culturales se
salen de su senda para suprimir el conocimiento acumulado de
Occidente con respecto a la raza y las diferencias sexuales,
incluyendo el papel de la biología evolutiva en su origen y
desarrollo. Aunque el marxismo cultural no sea un ataque contra todo
el conocimiento occidental, su tentativa de eliminar el conocimiento
de las diferencias raciales y sexuales tendrá el mismo efecto que
siglos de indiferencia cristiana ante los logros intelectuales de la
Antigüedad.
A
causa de los diligentes esfuerzos de los marxistas culturales, pocos
occidentales están conscientes del tamaño y alcance de las
diferencias raciales y sexuales entre las poblaciones, o siquiera de
que tales diferencias existen. Esto no es diferente de los teólogos
cristianos de la Antigua Edad Oscura que recolectaron para ellos lo
poco que quedaba de la filosofía antigua, ciencia y matemáticas,
mientras el pueblo permaneció totalmente ignorante de los logros
intelectuales de la Antigüedad clásica. El Marxismo Cultural, a
diferencia de la Iglesia cristiana, no ha provocado todavía la
pérdida de casi todas las ramas del conocimiento humano, pero su
voluntariosa supresión del conocimiento acerca de la raza y las
diferencias sexuales es igual de devastadora, si no más. Al menos
hubo todavía hombres de capacidad después de la larga y oscura
noche de la indiferencia cristiana, capaces de reconstruir sobre la
sabiduría del pasado después de la recuperación de Aristóteles en
el siglo XII. Con el abandono de todo el conocimiento acerca de raza
y diferencias sexuales, el enorme acervo de conocimiento de Occidente
se perderá debido a la degeneración biológica y a la extinción de
las poblaciones originales de Europa Occidental y Norteamérica. Los
Blancos siempre serán capaces de abandonar las supersticiones
groseras —incluso si eso requiere siglos—, pero un fondo
genético, una vez contaminado por los genes de baja calidad de una
población inferior, podría nunca recuperarse.
¿Sobrevivirá
el Hombre Occidental a la Nueva Época Oscura?
Los
romanos de la Antigüedad tardía estaban inconscientes del hecho de
que su entonces moribundo Imperio Occidental se estaba deslizando
hacia la Época Oscura, aunque unos cuantos fueron lo bastante
proféticos para notar el grado de putrefacción antes de que fuera
demasiado tarde. Uno de tales romanos proféticos fue el historiador
pagano del siglo IV Amiano Marcelino, quien escribió:
"En
el tiempo en que Roma primero comenzó a elevarse hasta una posición
de esplendor mundial, a fin de que ella pudiera crecer hasta una
estatura altísima, la Virtud y la Fortuna, generalmente en
desacuerdo, formaron un pacto de paz eterna; ya que si una de ellas
lo hubiera quebrantado, Roma no habría llegado a la supremacía
completa. Su pueblo, desde la cuna misma hasta el final de su
infancia, un período de aproximadamente trescientos años, emprendió
guerras alrededor de sus murallas. Luego, entrando en la vida adulta,
después de muchas guerras laboriosas, ellos cruzaron los Alpes y el
mar. Crecidos hasta la juventud y la adultez, desde cada región que
el vasto globo incluye ellos regresaron con laureles y triunfos. Y
ahora, declinando hasta la vejez, y a menudo debiendo la victoria
sólo a su nombre, ha llegado a un período más tranquilo de
vida" [9].
[9]
Amiano Marcelino, Antigüedades
Romanas,
libro XIV, 6.3-4.
Sólo
la creencia de Amiano en una Roma eterna le impidió tragar la
píldora negra final y llevar sus observaciones hasta su conclusión
lógica: los días de Roma como civilización estaban contados. Los
cristianos y los bárbaros germánicos estarían más interesados en
el manejo de sus espadas y en cantar himnos cristianos que en
rescatar del olvido al declinante Imperium
Romanorum.
Incluso
unos cuantos cristianos de la Antigüedad tardía estaban conscientes
del colapso inminente de Roma. En una carta del año 396 Jerónimo
escribió:
"Mi
corazón se enferma cuando reviso las catástrofes que han ocurrido
en nuestro tiempo. Durante más de veinte años, no ha pasado un solo
día entre Constantinopla y los Alpes Julianos sin el derramamiento
de sangre romana. Cuántas matronas, cuántas vírgenes dedicadas
a Dios,
cuántas mujeres nacidas libres y de sangre noble, han caído en las
manos de aquellas bestias salvajes... obispos encarcelados,
sacerdotes asesinados, iglesias profanadas, caballos atados a los
altares... El mundo de Roma se cae a pedazos" [10].
[10]
Carta 60, en Patrologia
Latina,
vol. 22, p. 600. Citado por Lidia Storoni Mazzolani, The
Idea of the City in Roman Thought,
Londres, 1970, p. 235.
El
patrón es el mismo con la Nueva Edad Oscura que ha cubierto toda
Europa Occidental y Norteamérica. Pocos notan lo que ha sucedido
antes de que las voces de protesta sean silenciadas indefinidamente.
Como siempre, las masas siguen sus vidas como si nada hubiera
cambiado. Nadie nunca sabe que ellos realmente han pasado hacia una
Edad Oscura hasta que eso les haya sido indicado siglos después del
hecho. Fue más de 300 años después del final "oficial"
de la Antigua Edad Oscura cuando el humanista del siglo XIV Petrarca
primero notó que las luces se habían apagado completamente en
Europa Occidental durante más de mil años, comenzando con la crisis
del siglo III y continuando hasta la propia época de Petrarca. Él
tenía un término especial para esos siglos intermedios: Aetas
Tenebrae o "Época
de Tinieblas" [11].
[11]
Lynch, Jack, y John T. Lynch, The
Age of Elizabeth in the Age of Johnson,
Cambridge Univ. Press, 2010, p. 21.
Las
épocas de oscuridad, como la primera reconocida y descrita por
Petrarca, necesariamente se caracterizan por ideologías reinantes
que reflejan la ignorancia general y la estupidez de las masas. El
hombre medieval creía fervorosamente en esa superstición infantil a
pesar del sufrimiento inútil que causó todo alrededor de ella.
Nuestra propia época no es diferente; en nuestra Nueva Edad Oscura
se cree que la raza y el sexo son ilusiones inventadas por racistas y
sexistas para oprimir y marginar a las que los marxistas culturales
creen que son "minorías
en desventaja".
Estas creencias son igual de tontas, pero potencialmente más
destructivas, que las simples creencias cristianas. Como creencias
religiosas o cuasi religiosas, ellas son impermeables a la Razón
porque se derivan de epistemologías basadas en la fe, que no
permiten la revisión del sistema de creencias a la luz de nuevas
evidencias.
No
hay ninguna verdadera solución para los problemas que enfrenta lo
que queda de las sociedades occidentales. Sólo choques sísmicos
como los que condujeron al Renacimiento y la Reforma fueron capaces
de despertar al hombre medieval de sus "sueños
dogmáticos",
para usar la frase de Kant. Con el final de la autoridad eclesiástica
en Europa, el hombre medieval fue capaz de apartarse de sus groseras
supersticiones y de crear sin ayuda el mundo moderno. Por otra parte,
parece improbable que un nuevo Renacimiento sea suficiente para
sacudir al hombre occidental —si en efecto podemos incluso llamarlo
así— de sus propios "sueños dogmáticos", considerando
que su fe recién descubierta [el marxismo cultural] implica la
degeneración mental y biológica de su propia sub-especie.
Nuestra
única esperanza yace no en algún despertar Blanco —una fantasía
totalmente poco realista en este punto— sino en la selección
natural. Si incluso unos pocos Blancos pueden resistir al veneno del
marxismo
cultural,
reproduciéndose selectivamente entre sí y preservando sus propios
linajes de la intermezcla con gente no-Blanca, ellos pueden ser
capaces de dar a los futuros Blancos la oportunidad de reconstruir
una sociedad propia sobre las cenizas de la degeneración
post-occidental.
por
Ferdinand Bardamu
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