ESTAMOS EN MEDIO DE UNA GUERRA ESPIRITUAL
Estamos en medio de una guerra espiritual. Y a quienes le rechinen los conceptos metafísicos admitirán que, como mínimo, nos hallamos inmersos en una operación psicológica entre cuyos múltiples objetivos está el de desgastarnos y hundirnos emocionalmente.
Cuando nuestra psique colapsa, basculamos entre la rabia y
la resignación, conduciéndonos a elaborar planteamientos cortoplacistas,
radicales y, a menudo, inútiles o directamente irrealizables.
Y ese estado de
ánimo calamitoso no tardará en contagiarse en quienes nos
rodean, desactivando sus iniciativas y propuestas constructivas incluso antes
de que empiecen a gestarse en sus mentes.
No existe engranaje humano que pueda operar con eficacia y de manera sostenida con la moral de sus integrantes por los suelos. De ahí que la mafia internacional tenga tanto interés en fomentar el terrorismo informativo.
Para mantenerse en el poder tratan de proyectarse a sí
mismos como omnipotentes, generando en nosotros sentimientos opuestos que
contribuirán a sabotear cualquier respuesta eficaz por nuestra parte.
Todos estamos de acuerdo en nuestro rechazo frontal a la
agenda psicopática de los titiriteros que gobiernan desde las sombras. Y para
aportar alternativas sólidas a este sistema macabro y abusivo tendremos que ser especialmente impecables a
la hora de cooperar entre nosotros si no queremos caer en los
mismos vicios del sistema que aborrecemos y que legítimamente aspiramos a
reemplazar.
De igual modo que hemos podido comprobar qué sencillo
resulta anular a un ser humano mediante la confusión y el trauma, también
podemos generar el efecto inverso en un individuo alentando a que
progresivamente vaya desplegando una mejor versión de sí mismo.
Para organizarnos de manera inteligente entre nosotros
resulta imperativo aprender a lidiar con las inevitables trampas con las que
vamos a toparnos.
La llamada “disidencia
controlada” es una de esas armas arrojadizas que el sistema nos
lanza y que podemos aprovechar a nuestro favor si operamos con suficiente
astucia.
Existen varias categorías
de disidencia controlada:
Por una parte tenemos a los agentes infiltrados desde los servicios de inteligencia que
fingen formar para de la disidencia y cuyo objetivo es sabotearla desde dentro
malmetiendo, desinformando y boicoteando las acciones que puedan ser
efectivas.
También tenemos a otros falsos disidentes entre políticos y celebridades que,
al estar aparentemente de nuestro lado, relajan nuestra implicación, ya que
podemos acabar proyectando en ellos la responsabilidad de liderar un cambio al
considerarlos más capaces y mejor posicionados para influir en el devenir
colectivo.
Y finalmente están aquellos verdaderos disidentes que,
sea por torpeza o ignorancia, ralentizan la hoja de ruta común al enredarse en
discusiones peregrinas o embarcarse en objetivos estériles.
En todos los casos
podemos canalizar esa energía del mismo modo: Extrayendo lo positivo y
empleándolo a nuestro favor.
Los infiltrados nos están señalando
mediante sus críticas e intentos de sabotaje el camino a seguir. Es evidente
que sólo van a intentar torpedear aquellas iniciativas que realmente sean
útiles.
Las celebridades visibilizan nuestra causa
y permiten que más individuos tibios o contrarios a nuestras reivindicaciones
reflexionen sobre la naturaleza de lo que está sucediendo. Además de que
generan una breve ventana de oportunidad pública para poder esgrimir nuestros
argumentos ante un sector mayor de la población.
Y en cuanto a los verdaderos disidentes que
desvirtúan el colectivo por los motivos que fueren, siguen siendo compañeros de
trinchera con los que compartimos objetivos nucleares y con los que estamos
condenados a entendernos si realmente queremos mejorar el mundo en el que
vivimos. Todos estamos o podemos estar eventualmente en esta categoría y la
manera más rápida de salir de ella es fomentando un clima de intercambio de
ideas constructivo y respetuoso.
El origen de casi todas las cuitas entre disidentes son
malentendidos o discrepancias en cuanto al diagnóstico de la situación y la
estrategia a seguir.
Los malentendidos se suelen resolver
fácilmente hablando directamente entre los implicados y sin intermediarios que
distorsionen el mensaje.
Y en cuanto a las discrepancias basta con
decir que son deseables y necesarias cuando se ejercen con respeto hacia los
demás puntos de vista, máxime cuando estamos frente a un enemigo que trata de
aniquilar toda forma de debate y uniformar el relato para que no quede el más
mínimo resquicio de pluralidad intelectual, más allá de las ideologías
envasadas que nos ofrecen para generar una ilusión de libertad.
Por eso quiero expresar mi más sincero agradecimiento hacia todos los miembros de la
resistencia por todo lo que estáis haciendo tanto en lo público
como en lo privado para poner fin a esta distopía. Para mí sois todos mis
amigos y camaradas con absoluta independencia de vuestras opiniones, creencias
o grados de implicación y me siento muy afortunado de poder compartir mi
periplo vital con vosotros. Estoy convencido de que nos esperan muchas alegrías
por celebrar juntos en el futuro.
Y si eres de los pesimistas que creen que exagero te pido
que observes atentamente la parte de ti que aún tiene ánimo para resistir,
porque esa porción de tu alma nunca ha dejado de creer en la victoria.
Robert Martínez - https://t.me/robertmartinezastro
No hay comentarios:
Publicar un comentario