EL INCONSCIENTE… SE HACE CONSCIENTE
COMPRENDER LA NATURALEZA DE LAS FUERZAS NEGATIVAS
«Lo que la gente de la quinta época
post-atlante debe aprender a reconocer es la lucha plenamente
consciente contra el mal que surge en la evolución de la humanidad». Rudolf Steiner (1917)
Según el metafísico austriaco Rudolf Steiner, en
esta época la tarea de la humanidad es comprender la relación entre el bien y
el mal; especialmente, la elección humana entre uno u otro, y desafiar al mal
para hacer que la humanidad adquiera mayor consciencia del espíritu.
En nuestra época actual, para avanzar hacia un mayor desarrollo debemos experimentar las contrafuerzas negativas. Steiner afirmó que las «fuerzas del mal» existen en el mundo para que la humanidad pueda, en el momento oportuno, abrirse paso hacia una «vida del espíritu».
La presencia de las contrafuerzas brinda a la humanidad la oportunidad de comprender la condición humana, así como las condiciones de vida en este ámbito terrenal. Al obtener cierta comprensión de la intención de las fuerzas opuestas, una persona está mejor preparada para continuar su propio viaje.
Es decir, cada uno de nosotros puede aprender de sus
encuentros con las fuerzas contrapuestas; podemos tomar estos enfrentamientos
como una oportunidad para conectar más fuertemente con nuestra
propia fuerza de voluntad…
En palabras del filósofo Sergei O. Prokofieff:
Además de trabajar intensamente en uno mismo,
especialmente en lo que respecta a la erradicación de la falsedad de cualquier
tipo y de todos los aspectos del miedo, junto con todas las inclinaciones
manifiestas y secretas hacia el materialismo, se requiere algo diferente, a
saber, un trabajo conjunto de los seres humanos en el ámbito social basado en
principios espirituales.
Al abogar por la unión de personas con mentalidad
espiritual, preocuparnos por los que Steiner llamaba los
«desalmados» no es responsabilidad nuestra.
En lugar de dejarse arrastrar por la influencia de esa gente
(con sus energías de baja vibración), para una persona es más beneficioso
transformar su entorno inmediato en una energía más armoniosa.
Otra forma de decirlo es que la presencia de la negatividad
debe transmutarse en lo que no es negativo o contraproducente; esto se asemeja
a un procedimiento alquímico.
El siglo XXI es una época de transformación,
en la que tendremos que enfrentarnos a nuestras sombras y lidiar con
ellas.
Sin este reconocimiento y esta purificación, seremos
dominados por las fuerzas del estancamiento.
Más adelante, cuando se haya logrado esta catarsis o
«purificación», podremos pasar colectivamente a una etapa de transmutación en
la que lo negativo se transforme en fuerzas constructivas.
El espíritu de nuestro tiempo, por tanto, es
de, transmutación y transformación…
Y hasta que no se transmuten las contrafuerzas, no habrá una
transformación real o duradera.
Esta «transmutación
de lo negativo/sombra» es el leitmotiv de nuestra época,
y no puede realizarse sin pasar por «el valle de la sombra de la muerte»; experimentando
y, sobre todo, comprendiendo tanto las fuerzas de la negación como las del
desarrollo.
Como escribe el autor Terry Broadman:
Al decir esto, nos
encontramos inmediatamente con una paradoja, porque hemos de reconocer que
sin la resistencia que estas contrafuerzas oponen a nuestro desarrollo, no
sería posible la libertad humana y, por tanto, en última instancia, tampoco el
amor.
Ningún gran drama, especialmente el gran drama de la
historia de la humanidad, es posible sin el desafío de las fuerzas de la
oscuridad en nuestro interior.
Al arrojar luz sobre las fuerzas que se oponen a
la libertad humana, también podemos ver que, paradójicamente, son
esas mismas fuerzas las que la hacen posible.
Y, con todo, es necesario que nos demos cuenta de ello para
saber a qué nos enfrentamos.
Las contrafuerzas entrópicas intentan controlar y gestionar
el pensamiento humano y las narrativas culturales a través del materialismo árido: las fuerzas de la limitación, la
indiferencia, la lógica racional y el consumo, por ejemplo. Estas
fuerzas áridas tratan de restringir y contener el pensamiento humano
limitándolo al ámbito físico.
Es decir, mediante la negación y el rechazo del trasfondo
metafísico de la vida, ofrecen una visión del mundo que no reconoce la consciencia
espiritual ni la inspiración genuina más allá del ámbito material.
Puede decirse que tales fuerzas contra-evolutivas desean
asegurarse de que la humanidad permanezca en el nivel del «ego
inferior»: es decir, nuestro yo «cotidiano» de nivel
básico, gobernado por pasiones, posesiones, promesas y pseudo-verdades.
Ya hemos visto cómo la vida moderna está plagada de
materialistas egocéntricos preocupados solo por sus placeres y ganancias
físicas.
Este es el punto débil, con brillo falso, de una agenda de
globalización alimentada por el capitalismo; la esfera en la que la industria
cultural, estrechamente controlada, proporciona la máxima disonancia a través
del glamur y la distracción.
La música cacofónica, los ritmos estridentes y las letras
discordantes apelan a los impulsos más bajos del oyente moderno en
trance.
No es de extrañar, pues, que haya resistencia a las
personas que desean desarrollar sus sentidos y modos de percepción internos.
El entorno cotidiano no favorece el desarrollo de la consciencia
espiritual; no obstante, el papel de los individuos despiertos es
ayudar al inconsciente a hacerse consciente.
Las fuerzas entrópicas pueden ser consideradas como fuerzas
de obstaculización.
Por diversas razones, no han cumplido con su potencial de desarrollo;
han vacilado en su trayectoria y, por lo tanto, «se han quedado en el camino».
Y como criaturas al borde del camino, obstaculizan y
perturban a todos los demás trotamundos y andariegos que lo recorren.
Se puede decir que pertenecen a nuestro reino, pero ya no
están en nuestro camino de desarrollo.
Estas contrafuerzas no son creativas; es decir, no son un
principio creativo en el universo, por lo que necesitan utilizar – o usurpar –
los impulsos existentes para poder actuar en el mundo físico.
Tales fuerzas, para poder funcionar, operan distorsionando y
demonizando otros procesos y/o vehículos.
Debemos ser conscientes de las creencias, idealismos,
organizaciones, agrupaciones, etcétera, que muestran una antipatía y hostilidad
deliberadas hacia los aspectos de la consciencia espiritual y la
metafísica.
Pueden ser fuerzas colectivas y/o encubiertas que pretenden
desviar el camino de crecimiento de la humanidad.
La ruta materialista es una caricatura de lo que actualmente
debe ser el estado del ser humano.
La materialización total, incluyendo los dominios
digitales-virtuales (como el Metaverso), representa una parálisis del
crecimiento de la consciencia espiritual.
Por todo el mundo se
está produciendo una materialización total de la consciencia humana, que es especialmente dominante en las naciones
tecnológicamente avanzadas.
La vida moderna se ha vuelto contra sí misma para
convertirse en una parodia.
Nada puede tomarse al pie de la letra, pues las expresiones
externas se han corrompido.
Las pseudo-verdades son la caricatura de las verdades
relativas; las falsificaciones profundas son la parodia de los seres genuinos;
y las líneas entre el saber y el no saber han sido deliberadamente
emborronadas.
La vida exterior, por sí sola, existe como un reino
empañado.
Lo único que hay que hacer es salir de esta esfera
contaminante y reconducir los alineamientos, apegos y lealtades.
En épocas pasadas, la autoridad interior del ser humano se
socavaba sometiéndola a organismos externos de autoridad, como las
religiones institucionalizadas.
Cuando las masas salieron del analfabetismo y se educaron lo
suficiente como para leer, investigar y aprender por sí mismas, las formas
exteriores de autoridad pasaron de lo sagrado a lo secular.
Las instituciones seculares pasaron a regular las normas
sociales, los patrones de pensamiento y los modos de comportamiento
aceptados.
En la actualidad, a medida que la consciencia y la
comprensión perceptiva se expanden rápidamente, los organismos externos de
autoridad intentan ganar influencia mediante el acceso al interior de
nuestros cuerpos y mentes, es lo que he denominado como las nuevas
formas de biopoder.
Estas intervenciones sobre la integridad física del ser
humano tienen graves consecuencias para la expresión natural de la consciencia
espiritual.
Si el recipiente humano está desequilibrado, o interferido
bioquímicamente o genéticamente – la consciencia espiritual encarnada tendrá
problemas para manifestarse dentro de lo físico.
Esta intervención puede llevarse al extremo mediante los
avances de las ciencias biológico-genéticas.
El proceso de clonación humana es un paso
más en este ámbito.
Si se clona un cuerpo físico, entonces está básicamente
manufacturado: no ha sido traído a la vida a través de un proceso de
nacimiento orgánico (independientemente de cómo el óvulo fertilizado haya
llegado al cuerpo de la mujer).
En un sentido metafísico, se puede decir que el cuerpo
físico no es capaz de recibir la consciencia espiritual porque no está alineado
vibratoriamente: en un sentido
espiritual es un recipiente vacío… De ello se deduce que otras
entidades o fuerzas podrían habitar dicho recipiente físico.
¿Por qué la ciencia humana se está moviendo cada vez más
hacia la automatización, la tecno hibridación, el corte y el troceado con ADN y
la genética humana?
En esto, hay un cambio hacia la escisión del ser humano de
sus orígenes metafísicos y del dominio del espíritu.
En todo caso, esta es la definición del mal: Aislar lo físico de su fuente metafísica.
Las fuerzas
contrarias al desarrollo actúan contra,
- la
mente humana (psique)
- el
corazón (emociones)
- el
cuerpo (voluntad)…
Estos tres aspectos pueden relacionarse con,
- la
imaginación
- la
inspiración
- la
intuición,
y han sido objeto de
manipulación desde hace mucho tiempo.
En nuestra época actual, la imaginación es
el blanco de los medios de comunicación, los videojuegos, la propaganda, la
vida digital y la realidad aumentada, por ejemplo.
Las facultades de inspiración están siendo
distorsionadas a través de una industria cultural controlada (música,
literatura, arte).
Y la intuición se ve amortiguada a través
de un debilitamiento de la voluntad humana, así como de intervenciones y
violaciones contra el cuerpo físico.
Todas estas fuerzas pretenden presionar al ser humano de
forma que aumente su inmersión en la materialidad, a la vez que hacen aflorar
pulsiones más animales o primitivas.
Cuánto más difícil resulta para la consciencia del espíritu
entrar en una experiencia de vida, solo para descubrir que todo está
subordinado a una perspectiva material: un mundo que es casi ajeno a la
realidad del espíritu.
Cuanto más se somete una persona a los poderes de este
mundo, a las leyes establecidas en esta materialidad, menos puede actuar desde
un lugar interno de voluntad personal y espiritual.
Un ser humano ya no puede llegar a ser verdaderamente su ser
esencial si está totalmente inmerso en una realidad consensuada que es reacia a
las verdades metafísicas.
Como dijo Cristo, «Mi
Reino no es de este mundo» (Juan
18:36).
Aunque no sea de este mundo, debe trabajar en este
mundo.
Nuestro punto de interacción – participación y acción – está
dentro de este mundo, pero nuestro fundamento no se origina en él.
Y esta combinación, esta fusión, es lo que crea una fuerza
para estar en este mundo y no dejarse desgastar por él.
La expresión de la consciencia espiritual es una
fusión: y el ser humano es el recipiente (tanto el receptor como el
portador).
Ser el portador de lo que también está más allá de lo físico
significa además que la persona necesita fortalecer su mundo interior: su
entorno interno.
Una persona totalmente exteriorizada está demasiado apegada
a los acontecimientos e influencias del mundo material, y esto puede
convertirse en un obstáculo.
Es necesario que dentro de cada persona haya suficiente
capacidad para ejercer la imaginación creativa interna, de modo que
las inspiraciones recibidas tengan un recipiente, un espacio protegido, en el
que gestarse antes de la expresión exterior.
Un «mundo nuevo» puede nacer, pero debe pasar por el ser humano
y no ser forzado. Por eso se dice que, un mundo nuevo nace y no se
construye.
Las acciones externas pueden ser de construcción, pero los
impulsos iniciales nacen del interior.
Es así como las influencias metafísicas pueden entrar en el
dominio de lo físico: a través de individuos receptivos.
El acto de transmutar las fuerzas contrapuestas en
constructivas requiere que la humanidad pase de un lugar de dominación
exterior, bajo el influjo de las influencias externas, a espacios de
receptividad interior a los impulsos inspiradores.
En este sentido, puede decirse que el proceso de
transformación es aquel en el cual el inconsciente se hace consciente.
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