19.1.23

La salvación a través del progreso tecnológico es inútil si no permite resocializarnos

LA OBSOLESCENCIA DEL HOMBRE        

“Para sofocar cualquier revuelta por adelantado, no debes hacerlo de manera violenta. Métodos como el de Hitler están obsoletos. Basta con crear un condicionamiento colectivo tan poderoso que la idea misma de rebelión ya ni siquiera venga a la mente de los hombres.

Lo ideal sería formatear a los individuos desde su nacimiento limitando sus capacidades biológicas innatas. Luego, continuaríamos el condicionamiento reduciendo drásticamente la educación, para volver a llevarla a una forma de integración profesional. Un individuo sin educación tiene sólo un horizonte limitado de pensamiento y cuanto más se limita su pensamiento a preocupaciones mediocres, menos puede rebelarse. Debemos lograr que el acceso al conocimiento sea cada vez más difícil y elitista. Que se amplíe la brecha entre el pueblo y la ciencia, que la información destinada al gran público sea anestesiada de cualquier contenido de carácter subversivo.

Sobre todo, nada de filosofía. Aquí nuevamente, debemos usar la persuasión y no la violencia directa: transmitiremos masivamente, a través de la televisión, entretenimiento que siempre halaga lo emocional o lo instintivo. Ocuparemos las mentes con lo que es fútil y lúdico. Es bueno, en la charla y la música incesantes, mantener la mente alejada del pensamiento. La sexualidad se colocará al frente de los intereses humanos. Como tranquilizante social, no hay nada mejor.

En general, nos aseguraremos de desterrar la seriedad de la existencia, de mofarnos de todo lo que tiene un alto valor, de mantener una constante apología de la ligereza; para que la euforia de la publicidad se convierta en el estandarte de la felicidad humana y el modelo de la libertad.  El condicionamiento producirá así por sí solo tal integración que el único temor -que habrá que mantener- será el de ser excluido del sistema y por lo tanto de no poder acceder más a las condiciones necesarias para la felicidad.

El hombre masa, así producido, debe ser tratado como lo que es: un ternero, y debe ser supervisado como debe ser un rebaño. Todo lo que adormece la lucidez es socialmente bueno, todo lo que amenaza con despertarla debe ser ridiculizado, sofocado, combatido. Cualquier doctrina que desafíe el sistema debe primero ser etiquetada como subversiva y terrorista y quienes la apoyan deben ser tratados como tales. » Gunther Anders


Por qué debemos (re)leer “La obsolescencia del hombre” de Günther Anders

Sesenta y tres años después de su publicación, el ensayo del filósofo alemán no ha envejecido ni un ápice. Incluso podemos decir que Anders era bastante clarividente...

El verano es una estación ideal para bajar el ritmo, desconectar de las noticias y, para los más aventureros, (re)leer clásicos. La obsolescencia del hombre  de Günther Anders es una de ellas. En este magistral texto de 1956, el filósofo alemán se alarmaba ante la idolatría del progreso tecnológico al servicio de una civilización del ocio donde las máquinas habrían quitado a los hombres todas las penurias de la existencia.

Este es un libro que no tiene la posteridad que se merece.  Cuando se publicó en 1956, fue sin embargo un gran éxito, como lo demuestran las numerosas reimpresiones y nuevas ediciones del ensayo en ese momento, con adiciones del autor que justifican la reimpresión de sus tesis escritas varios años antes. Anders incluso escribe esto, en el prefacio de la quinta edición de  La obsolescencia del hombre:

Este volumen, que completé hace más de un cuarto de siglo, no solo no parece haber envejecido, sino que hoy me parece aún más actual”. 

Y, sin embargo, ha habido pocas ediciones nuevas para informar desde principios del siglo XXI, especialmente ninguna en rústica para democratizar este texto esencial.

“Aunque surja la oportunidad de conectar con personas reales, preferimos quedarnos con nuestros amigos portátiles”

Piénsese en los economistas, sociólogos y filósofos del progreso y del ocio que cayeron en desuso porque sus análisis de la televisión no resistieron la llegada de Internet, mientras que los de los análisis en Internet quedaron obsoletos por la invasión de las redes sociales. La obsolescencia de sus tesis fue indexada a los objetos que observan. Con el libro de Anders, ese no es el caso en absoluto.

Haga el ejercicio honestamente. Lea estas pocas líneas sin tratar de averiguar quién pudo haberlas escrito y cuándo:

Nada nos aliena más desastrosamente de nosotros mismos y del mundo que pasar nuestra vida, ahora casi constantemente, en compañía de estos seres falsamente íntimos, estos esclavos fantasmas que traemos a nuestra sala de estar con una mano del sueño y la vigilia ha dado paso a la alternancia del sueño y la radio – para escuchar las transmisiones durante las cuales, los primeros fragmentos del mundo que encontramos, nos hablan, nos miran, nos cantan canciones, nos alientan, nos consuelan y, sin relajarnos ni estimularnos, dárnosla de un día que no será el nuestro. Nada hace más definitiva la autoalienación que continuar el día bajo la égida de estos amigos aparentes: pues después, aunque surja la oportunidad de entablar relaciones con personas reales, preferimos permanecer en compañía de nuestros   amigos móviles, ya que no los sentimos como hombres sucedáneos sino como verdaderos amigos”.

Imposible no sorprenderse con la increíble actualidad de estas líneas... escritas en 1956. Sustituir "radio" por "smartphone", "espectáculos" por "podcasts", añadir "Netflix" y "redes sociales" al conjunto, y obsérvese cuán perfectamente corresponde este texto a nuestro tiempo. El poder de este texto visionario no tiene paralelo. Anders ya en su momento vio que la creencia en la salvación a través del progreso tecnológico era inútil si no nos permitía resocializarnos, acercarnos unos a otros. Peor aún, al consumir el ocio de masas, el propio trabajador contribuye a la estandarización de gustos y usos, nos dice el filósofo alemán.

El problema de la “vergüenza prometeica”

Anders es consciente de las críticas que sus declaraciones pueden suscitar y se defiende de antemano de quienes quisieran presentarlo como un reaccionario replicando que el problema es retórico: los defensores del progreso lo consideran bueno en esencia y defienden un bloque, el de la  puesta al día: mientras podamos tener la última versión del hombre, hay que hacerlo, ¡y vergüenza para los que no se adaptan! Esto es lo que Anders llama “vergüenza prometeica”.

Para sustentar su demostración sobre el progreso inútil y hasta "mortífero", añade una segunda parte titulada: "Sobre la bomba y las razones de nuestra ceguera ante el apocalipsis" con análisis que desarrollará en otros libros, entre los que destaca  Amenaza: consideraciones radicales en la era atómicaSon llamativas e implacables sus tesis sobre el insuficiente cuestionamiento de nuestra relación con la tecnología después de Auschwitz e Hiroshima.

Tirando del hilo de la "vergüenza prometeica", Anders saca conclusiones proféticas. Así, al final del libro, predice el surgimiento de la corriente transhumanista en estos términos:

De la creencia en el progreso, por tanto, surge una mentalidad que tiene una idea muy específica de la “eternidad”, que representa como una mejora ininterrumpida del mundo; a menos que tenga un defecto muy específico y simplemente no pueda pensar en un final. En Estados Unidos se puede decir que la muerte ya se ha vuelto inencontrable.  Como allí se considera que sólo existe “realmente” lo que siempre mejora, no se sabe qué hacer con la muerte, sino relegarla a un lugar donde indirectamente pueda satisfacer la ley universal de la perfección”. 

Anders frecuentó las mentes más grandes del siglo y en 1956 firmó un libro de su nivel. Si aún no lo ha hecho, lea  La obsolescencia del hombre  para comprender nuestro tiempo.

https://nouveau-monde.ca/gunther-anders-et-lobsolescence-de-lhomme/

 

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