LA GRAN IRONÍA DE NUESTRO TIEMPO
Una de las ironías de nuestro tiempo es que formamos
parte de un sistema económico que necesita que los ciudadanos nos sintamos
permanentemente vacíos e insatisfechos para desear siempre más de lo que
tenemos.
La economía no es algo ajeno a nosotros. Los seres humanos formamos parte de ella del mismo modo que los peces forman parte del océano. Tanto es así, que podría describirse como el tablero de juego sobre el que hemos edificado nuestra existencia, y en el que a través del dinero se relacionan e interactúan tres jugadores principales: el sistema monetario, las organizaciones y los seres humanos.
Cabe decir que esta partida está regulada por leyes diseñadas por los Estados. Sin embargo, por encima de su influencia, el poder real reside en los ciudadanos: con nuestra manera de ganar dinero (trabajo) y de gastarlo (consumo) moldeamos día a día la forma que toma el sistema.
Más allá de cubrir nuestras necesidades, a lo largo de las
últimas décadas nos hemos convencido de que debemos tener deseos y aspiraciones
materiales de cuya satisfacción dependa nuestra felicidad. Y no es para menos.
En 2022, la inversión publicitaria en España superó los 12.000 millones de
euros. Las empresas se gastaron todo ese dinero con el objetivo de persuadirnos
para comprar sus productos y servicios. Cabe decir que esta inversión
multimillonaria promueve unas determinadas creencias, valores y prioridades en
nuestro paradigma. Es decir, en nuestra manera de comprender y vivir la vida.
Prueba de ello es el triunfo del hiperconsumismo.
Además, mientras seguimos asfaltando y urbanizando la
naturaleza, conviene recordar que la economía creada por la especie humana es
un subsistema que está dentro de un sistema mayor: el planeta Tierra, cuya
superficie física y recursos naturales son limitados y finitos. De hecho, creer
que el crecimiento económico va a resolver nuestros problemas existenciales es
como pensar que podemos atravesar un muro de hormigón al volante de un coche
pisando a fondo el acelerador.
LA DECADENCIA DEL
SISTEMA
“No es signo de
salud estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.” (Krishnamurti)
Sin embargo, hoy en día es común escuchar a políticos,
economistas y empresarios afirmar que “el sistema capitalista es el menos malo”
de todos los que han existido a lo largo de la historia. Y que
“afortunadamente” ya empiezan a verse señales de “recuperación económica”. Es
decir, que la idea general es seguir creciendo y expandiendo la economía tal y
como lo hemos venido haciendo. Es decir, sin tener en cuenta los costes humanos
y medioambientales. De lo que se trata es de “superar cuanto antes” el bache
provocado por la crisis financiera.
Ante este tipo de declaraciones podemos concluir que como
sociedad no estamos aprendiendo nada de lo que esta crisis ha venido a
enseñarnos. De ahí que sigamos mirando hacia otro lado, obviando la auténtica
raíz del problema. No nos referimos a la guerra, a la pobreza o al hambre que
padecen millones de seres humanos en todo el mundo. Ni a la voracidad con la
que estamos consumiendo los recursos naturales del planeta. Tampoco estamos
hablando del abuso y de la dependencia de los combustibles fósiles -petróleo,
carbón y gas natural-, que tanto contaminan la naturaleza. Ni siquiera del
calentamiento global. Estos solo son algunos síntomas que ponen de manifiesto
el verdadero conflicto de fondo: nuestra propia infelicidad.
Cegados por nuestro afán materialista llevamos una
existencia de segunda mano. Parece como si nos hubiéramos olvidado de que
estamos vivos y de que la vida es un regalo. Prueba de ello es que el vacío
existencial se ha convertido en la enfermedad contemporánea
más común. Tanto es así, que lo normal es reconocer que nuestra vida carece de
propósito y sentido. Y también que muchos confundan la verdadera felicidad con
sucedáneos como el placer, la satisfacción y la euforia que proporcionan el
consumo de bienes materiales y el entretenimiento.
EL MALESTAR DE LA SOCIEDAD
“Estamos produciendo seres
humanos enfermos para tener una economía sana.” (Erich Fromm)
La paradoja es que el crecimiento económico que mantiene con
vida al sistema se sustenta sobre la insatisfacción crónica de la sociedad. Y
la ironía es que cuanto más crece el consumo de antidepresivos como el Prozac o
el Tranquimazín, más aumenta la cifra del producto interior bruto. De ahí que
no sea descabellado afirmar que el malestar humano promueve bienestar
económico.
Frente a este panorama, la pregunta aparece por sí sola:
¿hasta cuándo vamos a posponer lo inevitable? Es hora de mirarnos en el espejo
y cuestionar las creencias con las que hemos creado nuestro falso concepto de
identidad y sobre las que estamos creando un estilo de vida puramente
materialista. Si bien el dinero nos permite llevar una existencia más cómoda y
segura, la verdadera felicidad no depende de lo que tenemos y conseguimos, sino
de lo que somos.
Para empezar a construir una economía que sea cómplice de
nuestra felicidad, cada uno de nosotros ha de asumir la responsabilidad de
crear valor a través de nuestros valores. Y
este aprendizaje pasa por encontrar lo que solemos buscar desesperadamente
fuera en el último lugar al que nos han dicho que debemos mirar: dentro de
nosotros mismos.
https://fundacionutopika.org/la-gran-ironia-de-nuestro-tiempo/
Nos quieren como perros; sin familia y sin Historia
ResponderEliminarFEDERICO II DE PRUSIA EL EJERCITO PRUSIANO Y DON ALVARO JOSE DE NAVIA OSORIO (Memoria Histórica) https://anunnakibot.blogspot.com/2023/06/06-59-anunnakibor-federico-ii-de-prusia.html