EL APOCALIPSIS EXISTE, PERO ESTÁ DENTRO DE TI
Fanatismo, psicosis,
profecías, sectas, Movimientos new age, apocalipsis… son algunas de las palabras
que no sin razón enjuician desde un punto de vista racional y bien argumentado,
una versión más de los hechos que anticipan un acontecimiento interpretado por
unos y otros desde muy diversas perspectivas…
Sólo las palabras son
apocalipticas en sí mismas…el lenguaje refleja el estado mismo de las “cosas”.
Todas nuestras creaciones, un escrito, un dibujo, una fotografía…son reflejos
de nuestro propio Ser
Detras
de tantas etiquetas, cuestionamientos, movimientos, dudas, estás Tú, y Tú eres
pura energía en movimiento, Amor…La Evolución significa tomar conciencia de lo que
Somos, y para qué estamos aquí…Si en tu interior hay caos, el apocalipsis se
manifiesta; Si en tu interior hay Amor, el Amor te llevará a descubrir lo que
hay dentro de tí, en tu Universo, allí está el paraíso, y la tierra prometida
se alcanza aquí, sólo debemos elevar nuestra consciencia por encima de todo
aquello que nos habían contado y enseñado…”En eso consiste, espiritualizar la
materia…VIVIR…”.
El Apocalipsis existe, pero está dentro de ti.
No es la primera vez que el
mundo vive una fiebre apocalíptica. La historia como un fractal recurrente se
repite en la psique, con sus relativas variaciones. Tampoco, aunque a veces
pareciera, la anticipación del Apocalipsis es solamente el terreno del
fanatismo religioso y de las “masas ignorantes”. Es posible que el
Apocalipsis sea una parte arquetípica de la conciencia humana.
Vemos cada vez más las
manifestaciones psicosociales del milenarismo que rayan en la paranoia, el
delirio místico y el wishful thinking (aunque siempre existe la posibilidad
de que entre todo esto haya una irradiación de clarividencia, de la evolución
acelerada como fruto de la conciencia de que creamos la realidad a través del
consenso (o conspiración de los sentidos).
Ante la parafernalia —real
o ficticia— escatológica, algunas personas planean irse a vivir a cuevas,
búnkeres, bosques, lejos de la corrupta Babilonia, guareciéndose del gran
cataclismo del clima espacial; establecer nuevos sistemas de intercambio
(esto hay que celebrarlo) y sinergia con la naturaleza.
Otros aguardan la llegada
del Nuevo Orden Mundial, el tatuaje cibersatánico del ganado humano, la
computarización del alma humana: la destrucción del mundo (la alimentación de
la divinidad de Lucifer como su fulminación) a través del simulacro o del hoax
hiperrealizado. No son los menos los que ven ya una intervención de hermanos de
las estrellas —pleyadianos, arturianos, sirianos, etc.—, oscilando entre
dimensiones, aparcados entre los mundos, con sus naves de conciencia,
extendiendo su mano entre la bóveda azul como un guardián del futuro (los otros
nosotros, en la noósfera galáctica) y anticipan su heraldo blanco para
elevarnos a una esfera plusdimensional, la fraternidad galáctica de la luz o su
versión teosofista previa, la gran fraternidad blanca, boddhisatvas en
Shambhala, con sus rayos violetas, humanos iluminados, conectados con el centro
de la galaxia y sus rayos cósmicos.
La historia como teleología
de este momento cúspide: el regreso de Jesucristo, parusia prometida, el
edén del gen activado por la espiral danzante. Otros rebeldes del New Age
ven en el mesianismo la mano del mass media, mano masónica, Maia. ¿Cristo será
un extraterrestre? ¿Un holograma? ¿Una bandera falsa que agrupe al mundo bajo
la tiranía velada de los reptiles, arcones, controladores, seres inorgánicos y
cualquier otro nombre que se les da estos vampiros programadores y
succionadores de la Matrix ?
Según una de las versiones más interesantes de la nueva mitología cósmica, la
cuántica, el mundo se bifurcará (se está ya bifurcando), algunos seguirán
viviendo esta alucinación tridimensional, como si nada hubiera pasado, solo que
condenados a la prisión de su poca percepción; otros se bifurcarán a un jardín
trastemporal que podría ser el paraíso en comunión con la Diosa Gaia Sofia, la
divina madre Tierra. Vivirán en una orgía espiritual, de regreso al origen,
copulando con mujeres, diosas, estrellas, conversando con plantas y animales,
en el siguiente grado del aprendizaje de diseño de universos. Ser es crear.
(Creer es Crear…)
Todo esto parece ser un
cóctel extraordinario de creencias y proyecciones en el espejo neuroplástico de
la realidad. No se puede negar que es extraordinario, particular al
tecnomomento de la humanidad. La (des)información circula como nunca, Internet
es el terreno más fértil para la construcción de sistemas de creencias, para
viralizar memes y crear sectas (algunas de ellas podrían ser puertas ciertas,
pero ¿quién puede estar seguro?). ¿Hasta qué punto los cambios que vemos en el
planeta son únicos en su historia? ¿Hasta qué punto son una burbuja de
propaganda con agenda incluida? Es difícil decirlo.
Lo que sí parece inapelable
es que la tecnología está cerca de llegar a un punto singular, en el que se
pone en juego la continuación de la especie o su mutación. Estamos al borde de
poder manipular nuestro propio código, nuesta álgebra existencial, burlar la
decadencia del cuerpo, aumentar nuestra inteligencia, rediseñar nuestra
genética, al mismo tiempo que apuntamos a un abismo de inconciencia egocéntrica
que coquetea con la aniquilación. ¿Pero tiene esto una contraparte galáctica?
¿Es el resultado de una pauta cósmica que se refleja en el planeta, que nos
coloca entre el cielo y el abismo, en un punto único y sin retorno?
El ex bajista de la banda
Blonde, Gary Lachman, se ha convertido en un escritor relativamente notorio en
el ocultismo y en el new age, defendiendo una postura sobria y escéptica.
Lachman sostiene que en
varias ocasiones la humanidad ha esperado el Apocalipsis: «El deseo de
cruzar el límite de las condiciones de vida de una vez por todas parece estar
embebido en la psique y es una forma de impaciencia histórica o evolutiva».
Lachman, sin embargo,
advierte, sobre los niños de la luz de Acuario y el poder de las flores:
«Expectativas exorbitantes pueden llevar a profundas depresiones y, en un
sentido macrocósmico popular, en algunos años el amor y la paz abrazados sin
reserva por la generación hippie se volvieron ‘el sin futuro’ de los punks».
¿Qué hacer cuando no llegue
el Apocalipsis? Por lo pronto lo más sensato parece tomarlo con calma.
La escatología muestra que
existen numerosos momentos de anticipación apocalíptica. Por ejemplo, en el año
156, el frigio Montanus declaró que era la encarnación del Espíritu Santo,
acorde al cuarto evangelio, y que revelaría la llegada de reino de Cristo,
quien descendería de forma física del cielo (¿en un OVNI?) para transformar
Frigia en una Tierra de santos. Miles de cristianos emigraron a Frigia en
espera de la llegada del Mesías.
Asimismo, como se sabe, en el año 999 se
generó el primer evento de milenarismo masivo, en el que una parte del
cristianismo anticipó el fin del mundo. También cerca del 1200 la hermandad del
Espíritu Libre, una comunidad de cristianos radicales, crearon una de las
primeras comunas hippies rechazando la propiedad privada y se dedicaron al amor
libre y al hedonismo, todo porque esperaban la inminente llegada del fin del
mundo (¿cómo saber que el Apocalipsis no llegó para los que lo buscaban?).
En 1666 el judío turco Sabbatai Zevi abandonó su autoproclamación como mesías
cuando tenía ya un enorme grupo de seguidores ante la amenaza del Sultan Mehmet
IV de hacer anatema de su doctrina.
En el albor del siglo XIX
el mago británico Aleister Crowley, después de utilizar a su esposa como médium
en un acto de magia sexual para canalizar a un espíritu extraterrestre, anunció
la llegada de un nuevo eon, el de Horus. Un par de décadas después Alice Bailey, la continuadora de la
teosofía de Helena Blavatsky, canalizando a un espíritu ascendido de la Gran Frat Blanca, dio
cuerpo a la visión de una nueva era. Por esos tiempos el filósofo Walter
Benjamin, en sus ensayos “Crítica de la Violencia ” y el “Carácter Destructivo”, abogaba
por la necesidad de un vehemente evento conclusivo que restaurara el paraíso en
el mundo caído. Benjamin entiende que la energía creativa es también
destructiva, que la muerte es vida.
En 1974 el Apocalipsis
entró en la imaginería popular con el cometa Kohoutek. Un grupo cristiano
llamado los Children of God, que estaba a favor de “hacer el amor de forma
revolucionaria”, repartió panfletos anunciando el fin del mundo en enero de ese
año.
En 1987 Jose Argüelles, el
autor de un nuevo calendario maya, organizó eventos mundiales en torno a la Convergencia Armónica ,
una alineación astrólogica que encauzaría a la humanidad hacia la ascensión
planetaria en diciembre del 2012.
El etnobótanico y superestrella psicodélica, Terence Mckenna, en
un viaje de hongos en la década de los setentas, habría entrevisto el final, el
escatón, un extraño atractor, punto omega, que magnéticamente llameaba como una
puerta violeta al final de la historia. Mckenna, combinando el I Ching con
matemáticas fractales, marcó el 2012 como la fecha cumbre y luego adaptó su
previsión al 21 de diciembre de 2012, en la que aparentemente acaba el
calendario maya. Día, también, en el que existe, según John Major Jenkins,
una nueva alineación con el centro de la galaxia, Hunab Ku, que simboliza el
renacimiento: como en el juego de pelota, el sol atraviesa el vórtice
uterino de la madre galáctica. Luego vino el 2000, el Y2K y un fuego de petate
en el cielo.
Todo esto nos introduce a
una posibilidad, que a mi juicio es aún más interesante que el cumplimiento de
una profecía o de una manipulación histórica. Que el Apocalipsis existe en la mente. Como un drama cósmico que se
reactúa. Que el 2012 es justo lo que llama Argüelles en su calendario “el
encantamiento del sueño”. Un sueño entrañable en el mandala de la
humanidad: la gran ficción que se amalgama con la realidad.
Consideren esta teoría:
Tal vez la noción o deseo
de revelación de Apocalipsis, que genera tanto fanatismo y psicosis, sea
consustancial a la percepción del universo, justamente la penetración del velo
(la fulminante desnudez de Isis).
No porque el Apocalipsis
esté escrito en una fecha futura, profética, escritura celeste, sino porque es una transmutación de la
eternidad, un asomo de la inexistencia del tiempo o presente perpetuo que
encierra, como un fractal, la historia entera del universo; una irradiación del paradisíaco jardín
hiperespacial entrevelado en cada átomo del universo.
No porque el Apocalipsis
nos aguarde en el futuro, como un extraño atractor, sino porque todos los instantes son el Apocalipsis.
¿Es posible que más allá de los ciclos
naturales de la galaxia, del Sol, de la Tierra y del mismo ser humano, y sus diferencias
cualitativas, el mítico retorno de la
Edad de Oro sea la representación del vislumbre de la
eternidad?
El fin del mundo ya
sucedió, verlo, como ver el espíritu en todo su esplendor en el cuerpo que
muere, es la edad dorada: porque vemos
que morimos y nos damos cuenta de que seguimos vivos: redescubrimos que ya
somos todo (el Uno y el Otro) y nunca podríamos dejar de serlo.
“El chamán es alguien que ha visto el final”, dice Terence Mckenna, y
por eso toma su lugar sin ansiedad, mientras la trama se desenvuelve. No
existe ansiedad en la visión del final, no solo por saber qué va a pasar, sino
por saber que el final es el principio. La serpiente Ouroboros también
tiene en la cola el Logos. El Apocalipsis es el eterno retorno del Big Bang en
el fractal del universo: el hombre, y en ese sentido es deseable, como rueda
cósmica de creación. De conciencia que nosotros creamos el universo. Fuiste tú.
El acto de destruir el mundo sucede en el mismo instante de
crearlo.
Y sin embargo, cuando no
llegue el Apocalipsis, hay que celebrar: que seguimos aquí, que aunque no nos
hemos convertido en el director de la película, al menos los guionistas no nos
han matado en el primer acto dramático presionados por los ejecutivos para
insertar pirotecnia y persecuciones. La trama cada vez se vuelve más compleja e
interesante, los personajes se vuelven multidimensionales. Los guionistas
empiezan a aceptar nuestras recomendaciones, se retroalimenan de nosotros, nos dejan
improvisar los diálogos.
Celebralo porque puedes
tener tu propio Apocalipsis (tu joystick a la velocidad de la luz) y no el que
creías tenían pensado para ti. Es tu derecho divino: decidir, diseñar y
poetizar conforme a los prinicipios estéticos del cosmos la forma en la que
despiertas del sueño.
”Dentro del corazón, se encuentra la verdad. Y la verdad es
Luz”
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