20.6.17

Todo el crecimiento de la sociedad viene de un pequeño número de gente.

LA DICTADURA DE LAS PEQUEÑAS MINORÍAS


El mejor ejemplo que conozco para reflexionar sobre el funcionamiento de un sistema complejo es la siguiente situación. A una minoría intransigente –un cierto tipo de minorías intransigentes– le basta alcanzar un nivel muy pequeño, digamos el tres o cuatro por ciento de la población total, para que toda la población tenga que someterse a sus preferencias. Además, con el dominio de la minoría aparece una ilusión óptica: un observador ingenuo tendría la impresión de que las elecciones y preferencias son de la mayoría. Si parece absurdo, lo es porque nuestras intuiciones científicas no están calibradas para esto (las criterios instantáneos de las instituciones académicas y científicas no funcionan, y tu comprensión intelectual corriente fracasa con los sistemas complejos, pero no la sabiduría de tu abuela). 

La idea principal tras los sistemas complejos es que el conjunto no se comporta del modo predicho por los componentes. Las interacciones cuentan más que la naturaleza de las unidades. Estudiando hormigas individuales nunca (podemos decir con seguridad nunca para la mayoría de tales situaciones) nos dará una idea de cómo funciona la colonia de hormigas. Para esto, necesitamos entender una colonia de hormigas como colonia de hormigas, ni más, ni menos, y no como una colección de hormigas. A esto se llama propiedad “emergente” del todo, por la cual difieren las partes y el todo debido a que lo importante son las interacciones entre las partes. Y las interacciones pueden obedecer reglas muy simples. La regla que discutimos en este capítulo es la regla de la minoría.

La regla de la minoría nos mostrará cómo todo lo que se necesita es un pequeño número de personas virtuosas e intolerantes con skin in the game, en forma de coraje, para que la sociedad funcione adecuadamente. 


Me topé con este ejemplo de complejidad, irónicamente, mientras asistía a una barbacoa en el instituto de verano de Sistemas Complejos en Nueva Inglaterra. A medida que los invitados se sentaban a la mesa y sacaban las bebidas, apareció un amigo observador que sólo comía Kosher. Le ofrecí un vaso con ese tipo de agua azucarada amarilla y ácido cítrico que la gente a veces llama limonada, casi seguro de que lo rechazaría debido a sus leyes dietéticas. Pero no lo hizo. Se bebió el líquido llamado limonada, y otra persona Kosher comentó: “Los líquidos de por aquí son Kosher”. Miramos al envase de cartón. Había una minúscula impresión: un pequeño símbolo, una U dentro de un círculo, indicando que era Kosher. (…)

Criminales con alergia a los cacahuetes 

Me asaltó una extraña idea. La población Kosher representa menos del tres por ciento de los residentes de los Estados Unidos. Y sin embargo parece que casi todas la bebidas son Kosher. ¿Por qué? Simplemente porque pasarse al Kosher permite que el productor, la tienda y el restaurante no tengan que distinguir entre líquidos Kosher y no kosher, con marcas especiales, pasillos separados, inventarios separados, o diferentes almacenes. Y la regla simple que cambia el total es como sigue: 

Un consumidor de Kosher (o halal) nunca come no kosher (o no halal), pero a un consumidor no kosher no se le prohíbe comer kosher.

O, replanteado en otro dominio:

Una persona discapacitada no empleará los servicios normales pero una persona no discapacitada empleará los servicios para personas discapacitadas.

Es cierto que, en ocasiones, y en la práctica, dudamos si usar los servicios con el signo de discapacitados debido a alguna confusión, tomándolo erróneamente por la regla para el aparcamiento de coches, en la creencia de que los servicios son reservados en exclusiva para uso de los discapacitados.

Alguien con alergia a los cacahuetes no comerá productos que contienen cacahuetes pero una persona sin esa alergia puede comer productos comestibles sin trazas de cacahuete en ellos. 

Lo cual explica por qué es tan difícil encontrar cacahuetes en los aviones y por qué las escuelas están libres de cacahuetes (lo que, en cierto modo, incrementa el número de personas con alergia a los cacahuetes en la medida en que una reducción de la exposición es una de las causas tras tales alergias).

Apliquemos la regla a dominios donde puede resultar entretenido:

Una persona honesta nunca cometerá actos criminales pero una criminal tomará parte normalmente en actos legales.

Llamemos a esta minoría un grupo intransigente, y a la mayoría, uno flexible. Y la regla es una asimetría en las elecciones. 

Una vez le gasté una broma pesada a un amigo. Hace años, cuando las grandes compañías de tabaco estaban ocultando y reprimiendo las evidencias del daño de fumar pasivamente, Nueva York tenía secciones para fumadores y no fumadores en los restaurantes (incluso los aviones tenían una sección para fumadores, por absurdo que parezca). Una vez fui a comer con un amigo que me visitaba desde Europa y el restaurante sólo tenía disponibles secciones para fumadores. Convencí al amigo que necesitábamos comprar cigarrillos, dado que teníamos que fumar en la sección para fumadores. Aceptó.

Dos cosas más. Primero, la geografía del terreno, esto es, la estructura espacial, tiene cierta importancia; es muy diferente si los intransigentes se encuentran en su propio barrio o si están mezclados con el resto de la población. Si la gente que sigue la regla de la minoría vive en getos, con sus pequeñas economías separadas, entonces la regla de la minoría no se aplica. Pero, cuando una población está más distribuida en el espacio, digamos que la proporción de tal minoría en un vecindario es la misma que en la ciudad, en la ciudad es la misma que en la provincia, en la provincia es la misma que en el estado, y en el estado es la misma que en la nación al completo, entonces la (flexible) mayoría tendrá que someterse a la regla de la minoría. En segundo lugar, importa algo el costo de la estructura. Si cuesta diez veces más que hacer comida Kosher, entonces la regla de la minoría no será aplicada, excepto quizás en barrios muy ricos. 

Los musulmanes tienen por así decir leyes Kosher, pero estas son mucho más estrechas y se aplican sólo a la carne. Musulmanes y judíos tienen reglas para la matanza prácticamente iguales (todo lo Kosher es Halal para la mayoría de los musulmanes, o así lo fue los siglos pasados, pero al revés no es cierto). Nótese que estas reglas de matanza son skin-in-the-game, heredadas de la antigua práctica mediterránea oriental [discutida en un capítulo], griega y semita, de sólo adorar a los dioses si uno tiene skin in the game (se juega algo), sacrificar carne a la divinidad, y comer el resto. A los dioses no les gustan las ofrendas baratas.

Ahora considérese esta manifestación de la dictadura de la minoría. En el Reino Unido, donde la población (practicante) musulmana es sólo el tres o cuatro por ciento, un alto número de la carne que encontramos es halal. Casi el setenta por ciento del cordero importado de Nueva Zelanda es halal. Casi el diez por ciento de las tiendas de la cadena Subway son sólo Halal (es decir, nada de cerdo), pese al alto costo que supone el negocio de las tiendas sin cerdo. Lo mismo vale para Sudáfrica, donde con la misma proporción de musulmanes, un desproporcionado número de pollos tienen certificado Halal. Pero en el Reino Unido y otros países cristianos, el halal no es lo bastante neutral como para alcanzar un nivel alto, debido a que la gente podría rebelarse contra la observancia de otras normas religiosas. Por ejemplo, el poeta árabe cristiano del siglo séptimo Al-Akhtal defendió que nunca se comiera halal, en el famoso poema en el que se exhibía su cristianismo: “Yo no como carne sacrificial”. (Al-Akhtal reflejaba la reacción cristiana normal de hace tres o cuatro siglos, cuando se torturaba a los cristianos en tiempos paganos para que comieran carne sacrificial, que encontraban sacrílego. Muchos mártires cristianos murieron de hambre.) 

Se puede esperar que tenga lugar el mismo rechazo de normas religiosas en Occidente a medida que crecen las poblaciones musulmanas en Europa.

La regla de la minoría podría hacer que en los restaurantes haya un porcentaje de comida halal mayor que en la proporción de consumidores halal en la población. Pero con algunas reglas no religiosas Kashrut, por así decir, se puede esperar que la proporción se aproxime a un cien por ciento (o un número mayor). En los Estados Unidos y Europa, las compañías de comida “orgánica” están vendiendo más y más productos precisamente debido a la regla de la minoría y a que la comida normal y sin etiquetar podría entenderse que contiene pesticidas, herbicidas y organismos transgénicos genéticamente modificados, OGM’s, con riesgos desconocidos, según ellos. (Lo que llamamos OGM en este contexto significa comida transgénica, implicando la transferencia de genes de otro organismo o especie). O también podrían darse razones existenciales, conducta precavida, o conservadurismo burkeano –algunos tal vez no deseen aventurarse mucho más allá de lo que comían sus abuelos. Etiquetar algo como “orgánico” es un modo de decir que no contiene OGMs transgénicos. 

Promoviendo comida genéticamente modificada a través de todo tipo de lobby, compra de congresistas y propaganda científica encubierta (incluyendo campañas de desprestigio contra personas como yo mismo), las grandes compañías agrícolas creen estúpidamente que todo lo que necesitan es ganarse a la mayoría. No, idiotas, no. Tal como he dicho, vuestro juicio “científico” para la ocasión es demasiado ingenuo en esta clase de decisiones. Hay que tener en cuenta que los consumidores de transgénicos-OGM comerán productos que no sean OGM, pero no al revés. En consecuencia, bastará una pequeñísima población, digamos de no más del cinco por ciento de una población distribuida en el espacio de consumidores de comida no-OGM para que toda la población termine comiendo comida no-OGM. 

¿De qué forma? Pongamos que tenemos un evento corporativo, una boda, o una animada fiesta para celebrar la caída del régimen de Arabia Saudí, la bancarrota de las inversiones buscadoras de rentas de Goldman Sachs, o el vilipendio público de Ray Kotcher, jefe de las relaciones públicas de Ketchum dedicado a difamar científicos e informantes en beneficio de las grandes corporaciones. ¿Acaso necesitas mandar un cuestionario a la gente preguntando si consumen o no OGMs y reservar comida especial en consecuencia? No. Simplemente seleccionas todo lo que no sea OGM, teniendo en cuenta que la diferencia de precio no es importante. Y la diferencia de precio parece ser lo bastante pequeña como para ser despreciable, en la medida en que los costos de comida (perecedera) en Estados Unidos están determinados por la distribución y el almacenamiento, no por el costo a nivel agrícola. Y en la medida en que la comida orgánica (y designaciones como “natural”) poseen una demanda más alta, los costos de distribución disminuyen y la regla de la minoría termina acelerando el efecto. 

Las “Big Ag” (o grandes firmas de la agricultura) no se dan cuenta de que esto es el equivalente a participar en un juego en el que no sólo se necesita ganar más puntos que el adversario, sino ganar el noventa y siete por ciento del total de puntos para estar seguro. Resulta extraño, de nuevo, ver que las Big Ag gastan cientos de millones de dólares en campañas de desprestigio, con cientos de científicos que piensan que son más inteligentes que el resto de la población, pasando por alto un argumento tan elemental sobre las elecciones asimétricas. 

Otro ejemplo: no hay que pensar que el auge de los coches con cambio automático se debe a que la mayoría de los conductores inicialmente prefirieran el automático; puede deberse simplemente a que los que conducen con cambios manuales siempre pueden conducir con automáticos, pero la recíproca no es cierta.

El método de análisis empleado aquí se llama renormalización de grupo, una potente herramienta en la física matemática que nos permite ver cómo escalan las cosas (hacia arriba o abajo). Vamos a examinarlo a continuación –sin matemáticas.

Renormalización de grupo 
 
La que se muestra más abajo, a la derecha, muestra cuatro cajas exhibiendo lo que se llama auto-similitud fractal. Cada caja contiene cuatro cajas más pequeñas. Cada una de las cuatro cajas contendrá cuatro cajas, y así todo el tiempo, hasta que se llega a un cierto nivel. Hay dos colores: amarillo para la elección mayoritaria, y rosa para la minoritaria. 

Supongamos que la unidad más pequeña contiene cuatro personas, una familia de cuatro. Uno de ellos está dentro de la minoría intransigente y sólo consumirá comida que no sea OGM (lo que incluye la orgánica). El color de la caja es rosa y los otros son amarillos. Lo “renormalizamos una vez” a medida que avanzamos: la testaruda hija se las arregla para imponer su regla a los cuatro y la unidad ahora es toda rosa; es decir, optará por comida que no sea OGM. Ahora, paso tres, tenemos a la familia yendo a una barbacoa a la que asisten otras tres familias. Puesto que se sabe que sólo comen cosas que no sean OGM, los invitados sólo cocinarán orgánico. El supermercado local, percatándose de que el vecindario sólo consume comida que no sea OGM, para facilitarse la vida se pasa a la comida que no es OGM, lo que impacta en el mayorista local, y la historia continúa y se “renormaliza”.

Por alguna coincidencia, el día anterior a la barbacoa de Boston, estaba dando un paseo por Nueva York y me pasé por la oficina de un amigo al que queria disuadir de trabajar, esto es, que tomara parte en una actividad que en caso de abuso causa pérdida de claridad mental, además de una mala postura y pérdida de definición en los rasgos faciales. Se dió la circunstancia de que el físico francés Serge Galam estaba de visita y eligió la oficina de mi amigo para matar el tiempo. Galam fue el primero en aplicar estas técnicas de renormalización a asuntos sociales y ciencia política; su nombre me resultaba familiar debido a que es el autor del libro principal sobre el tema, que ha estado descansando durante meses en una caja por abrir de Amazon de mi sótano. Me introdujo a su investigación y me mostró un modelo informático de elecciones según el cual basta con que una minoría exceda de un cierto nivel para que aumenten sus probabilidades de prevalecer. 

La misma ilusión existe en las discusiones políticas, difundidas por los “científicos” políticos: se piensa que como algún partido de la extrema derecha o izquierda cuenta con el apoyo de digamos el diez por ciento de la población que sus candidatos conseguirán el diez por ciento de los votos. No: sus votantes de base deberían clasificarse como “inflexibles” y siempre votaran por su facción. Pero algunos de los votantes flexibles también pueden votar por esa fracción radical, del mismo modo que la gente no Kosher puede comer Kosher, y es esta gente la que uno debe vigilar, debido a que bien podrían hacer que aumenten los votos para el partido extremista. Los modelos de Galam produjeron un buen número de efectos contraintuitivos en la ciencia política, y sus predicciones resultaron ser mucho más cercanas a los resultados reales que el consenso ingenuo. 

El veto 

En la renormalización de grupo apreciamos el hecho de un efecto veto en la medida en que una persona dentro de un grupo puede orientar las elecciones. Rory Sutherland sugirió que esto explica por qué prosperan algunas cadenas de comida rápida, como MacDonalds. No es porque ofrezcan un gran producto, sino porque no están vetados en un cierto grupo socioeconómico ni por pequeñas proporciones de personas en este grupo. Para decirlo en términos técnico, se trata de la mejor divergencia a partir del peor de los casos de una expectativa: una varianza más baja y una media más baja.

Cuando hay pocas opciones, McDonald’s parece ser una apuesta segura. También es una apuesta segura en lugares con pocos clientes habituales, donde la variedad de comida puede ser consecuente (escribo estas líneas en la estación de tren de Milán y puede resultar igual de ofensivo para un visitante lejano). McDonald’s es uno de los pocos restaurantes que hay allí. Sorprendentemente, se ve entrar a italianos que buscan una alternativa a otra comida de más riesgo. 

Pasa lo mismo con la pizza. Es una comida aceptada comúnmente y dejando de lado opciones estrafalarias, nadie te va a culpar por pedirla.

Rory me escribió sobre la asimetría cerveza-vino y las elecciones que se hacen: “Una vez que tienes el diez por ciento o más de mujeres en una fiesta, no puedes servir sólo cerveza. Pero la mayoría de los hombres beberán vino. Y sólo necesitas un juego de vasos si sólo sirves vino –el donante universal, para usar el lenguaje de los grupos sanguíneos.

La estrategia de la mejor apuesta entre las más pequeñas podría haber sido jugada por los jázaros que debían elegir entre islam, judaísmo y cristianismo. Según la leyenda llegaron tres delegaciones de alto rango (obispos, rabinos y sheikhs) para hacer una propuesta de venta. A los cristianos les preguntaron: si estuvieras obligado a elegir entre judaísmo e islam, ¿cuál escogerías? El judaísmo, contestaron. Entonces preguntaron a los musulmanes: cuál de estas dos, cristianismo o judaísmo. Judaísmo, dijeron los musulmanes. Fue el judaísmo, y así se convirtió la tribu. 

Lingua franca 

Si tiene lugar una reunión en Alemania en la sala de conferencias de aspecto teutónico de una corporación lo suficientemente internacional o europea, y una de las personas en la habitación no habla alemán, toda la reunión acabará siendo … en inglés, el tipo de inglés poco elegante que se emplea en las corporaciones alrededor del mundo. De este modo pueden ofender igualmente a sus ancestros teutónicos y a la lengua inglesa. Todo empezó con la regla asimétrica de que quienes no son nativos en inglés saben (mal) inglés, pero lo contrario (angloparlantes que saben otras lenguas) es menos probable. Se suponía que el francés era el lenguaje de la diplomacia debido a que lo usaban los funcionarios de procedencia aristocrática –mientras que sus compatriotas más vulgares implicados en el comercio confiaban en el inglés. En la contienda entre ambos lenguajes, venció el inglés en la medida en que creció el comercio hasta dominar la vida moderna; una victoria que no tiene nada que ver con el prestigio del francés o los esfuerzos de sus funcionarios para promover su bello lenguaje más o menos latinizado y construído con lógica, por encima de la confusa ortografía de los consumidores de pastel de carne del otro lado del canal. 

Podemos ya alcanzar una cierta intuición sobre cómo la aparición de lenguajes de lingua franca procede de reglas de minorías, un argumento que no ven los lingüistas. El arameo es un lenguaje semita que desplazó al cananita (esto es, el fenicio-hebreo) en el Levante, y se asemeja al árabe. Fue el lenguaje hablado por Jesús. La razón por la que llegó a dominar el Levante y Egipto no se debe a ningún poder imperial semítico en particular o el hecho de que tengan interesantes narices. Fueron los persas, que hablaban un lenguaje indoeuropeo, los que expandieron el arameo, el lenguaje de Asiria, Siria y Babilonia. Los persas enseñaron a los egipcios un lenguaje que no era el suyo. Simplemente, cuando los persas invadieron Babilonia se encontraron con una administración que sólo podía emplear el arameo y no sabía persa, por lo que el arameo se convirtió en el lenguaje de estado. 

Si tu secretario sólo puede tomar dictados en arameo, el arameo es lo que usarás. Esto llevó a la rareza de que el arameo llegara a ser usado en Mongolia, como muestran los registros conservados en el alfabeto siriaco (el siríaco es un dialecto oriental del arameo). Y siglos más tarde, la historia se repetiría a la inversa, con los árabes usando el griego al principio de su administración en los siglos séptimo y octavo. Durante la era helenística, los griegos reemplazaron el arameo como lingua franca en el Levante, y los escribas de Damasco conservaron sus registros en griego. Pero no fueron los griegos quienes expandieron el griego alrededor del mediterráneo– Alejandro (él mismo no era griego sino macedonio y hablaba griego como segunda lengua, pero no discutas esto con un griego o se pondrá furioso) no condujo a una profunda e inmediata helenización cultural. Fueron los romanos quienes aceleraron la expansión del griego, debido a que lo usaban en su administración a lo largo del imperio oriental.

Un amigo franco canadiense de Montreal, Jean-Louis Rheault, comentó lo siguiente, lamentándose por la pérdida de la lengua de canadienses francófonos fuera de pequeñas áreas provinciales. Dijo: “En Canadá, cuando decimos bilingüe, se trata de hablar inglés y cuando decimos “Se habla francés” se convierte en bilingüe.” 

La calle de una sola dirección de las religiones 

De la misma manera, la expansión del Islam en el oriente próximo, donde el cristianismo estaba sólidamente establecido (nació allí) puede atribuirse a dos simples asimetrías. Los gobernantes islámicos originales no estaban particularmente interesados en convertir a cristianos, debido a que estos les proporcionaban el pago de impuestos –el proselitismo del islam no se dirigió a aquellos que llamaban “gente del libro”, es decir, individuos de fe abrahámica. De hecho, mis ancestros que sobrevivieron trece siglos bajo dominio islámico vieron ventajas en no ser musulmán: principalmente porque les libraba del servicio militar.

Las dos reglas asimétricas son como sigue. Primero, si un hombre no musulmán bajo dominio del islam se casa con una mujer del islam, él necesita convertirse al islam –y si sucede que los dos progenitores del niño son musulmanes, el niño será musulmán. Segundo, convertirse en musulmán es irreversible, debido a que la apostasía es el crimen religioso más grave, sancionada con la pena de muerte. El famoso actor egipcio Omar Sharif, nacido Mikhael Demetri Shalhoub, tenía orígenes cristiano libaneses. Se convirtió al islam para casarse con una famosa actriz egipcia y tuvo que cambiarse el nombre por uno árabe. Más tarde se divorció, pero nunca volvió a la fe de sus ancestros. 
Bajo estas dos reglas asimétricas, es posible hacer sencillas simulaciones y ver cómo un pequeño grupo islámico ocupando el Egipto cristiano (copto) puede conducir, con los siglos, a que los coptos se conviertan en una pequeña minoría. Todo lo que se precisa es una pequeña proporción de matrimonios interreligiosos. Del mismo modo, se puede ver cómo el judaísmo no se expande y tiende a seguir siendo una minoría, debido a que esta religión tiene reglas opuestas: se requiere que la madre sea judía, haciendo que los matrimonios interreligiosos abandonen la comunidad. Una asimetría aún más fuerte que esta del judaísmo explica el agotamiento en el próximo oriente de tres fes gnósticas: los Druze, los Ezidi y los Mandeanos (religiones gnósticas son aquellas con misterios y conocimiento normalmente accesible sólo a una pequeña minoría de ancianos, permaneciendo en la oscuridad sobre los detalles de la fe el resto de los miembros). A diferencia del islam que requiere que cualquiera de los padres sea musulmán, y el judaísmo que pide que al menos la madre posea la fe, estas tres religiones requieren que ambos padres sean de la misma fe, o de lo contrario la persona dice toodaloo a la comunidad.

Egipto posee un territorio plano. La distribución de la población presenta mezclas homogéneas, lo que permite la renormalización (es decir, permite que prevalezca la regla asimétrica) –anteriormente vimos en el capítulo que para que funcionen las reglas Kosher, se necesitaba que los judíos se encontraran de alguna forma esparcidos a lo largo del país. Pero en lugares como Líbano, Galilea, y el norte de Siria, con terreno montañoso, los cristianos y otros musulmanes no sunníes permanecen concentrados. Al no exponerse cristianos con musulmanes, no se experimentan matrimonios mixtos. 

Los egipcios coptos sufrieron otro problema: la irreversibilidad de las conversiones islámicas. Muchos coptos bajo dominio islámico se convirtieron al islam cuando se trataba sólo de un procedimiento administrativo, algo que ayuda a resolver los problemas que requieren jurisprudencia islámica con tierras o trabajos. No era necesario que alguien creyera realmente, dado que el islam no está en marcado conflicto con el cristianismo ortodoxo. Poco a poco una familia cristiana o judía llevando un estilo “marrano” de conversión se fueron convirtiendo realmente, a medida que dos generaciones más tarde los descendientes se olvidaron de los arreglos de sus ancestros.

Todo lo que hizo el islam fue superar en obstinación al cristianismo, cuya victoria se basaba ella misma en la obstinación. Antes del Islam, la expansión original del cristianismo en el imperio romano puede deberse en buena medida a… la ciega intolerancia de los cristianos, su recalcitrante, agresivo e incondicional proselitismo. Los paganos romanos inicialmente eran tolerantes con los cristianos, debido a que existía una tradición de compartir los dioses con otros miembros del imperio. Pero se preguntaron por qué los nazarenos se negaban a dar y recibir dioses y a ofrecer a Jesús al panteón romano a cambio de otros dioses. ¿Es que nuestros dioses no son lo bastante buenos para ellos? Pero los cristianos eran intolerantes con el paganismo romano. La “persecución” de los cristianos tenía mucho más que ver con la intolerancia de los cristianos por el panteón y los dioses locales, que a la inversa. Lo que leemos es la historia escrita por el lado cristiano, no el greco-romano. 

Poco sabemos sobre el lado romano durante el auge del cristianismo, habida cuenta de que las hagiografías han dominado el discurso: tenemos por ejemplo la historia de Santa Catalina, que continuó convirtiendo a sus captores hasta que fue decapitada … excepto por el hecho de que no existió. Existen incontables historias de mártires y santos cristianos, pero muy poco del otro lado, de héroes paganos. Todo lo que sabemos es lo poco que se cuenta sobre la reversión del cristianismo durante la apostasía de Juliano y los escritos de su séquito de paganos sirio-griegos como Libanius Antiochus. Juliano trató en vano de regresar al paganismo antiguo: era como intentar mantener un balón bajo el agua. Y no se trataba de que la mayoría fuera pagana como pensaban equivocadamente los historiadores, se trataba de que el lado cristiano era demasiado inflexible. El cristianismo contó con grandes mentes como la de Gregorio el Nazareno y Basilio de Cesarea, pero nadie que igualase, o siquiera se acerque al gran orador Libanius. (Según mi heurística, cuánto más pagano, mente más brillante y mayor habilidad para tratar con las complicaciones y la ambigüedad. Las religiones puramente monoteístas como la cristiandad protestante, el islam salafí o el fundamentalismo ateo acomodan a mentes literalistas y mediocres que no pueden tratar con la ambigüedad). 

De hecho en la historia de las “religiones” mediterráneas o, más bien en los rituales y sistemas de comportamiento y creencias, podemos observar una deriva dictada por los intolerantes, haciendo que el sistema se acerque a lo que llamamos una religión. El judaísmo estuvo a punto de perder debido a la regla de la madre y el confinamiento a una base tribal, pero el cristianismo triunfó y por las mismas razones lo hizo el islam. ¿El islam? Se han dado muchos Islams, siendo la última versión muy diferente a las primeras. El mismo islam ha terminado siendo dominado (en la rama sunni) por los puristas simplemente porque eran más intolerantes que el resto: los wahabies, fundadores de Arabia Saudi, fueron los que destruyeron los templos, de un modo imitado más tarde por “ISIS” (el estado islámico de Iraq y Siria/Levante). Cada nueva versión del islam sunita parece acomodarse a sus ramas más intolerantes. 

Imponiendo a otros la virtud 

Esta idea de parcialidad puede ayudarnos a refutar algunos malentendidos. ¿Cómo se llega a prohibir libros? Ciertamente no es porque ofendan a la persona media –la mayoría de las personas son pasivas y no están realmente interesadas, o no les preocupa suficientemente la demanda de prohibición. A partir de episodios pasados, parece que todo lo que se precisa para que se prohiban algunos libros, o para poner en la lista negra a algunas personas, son unos pocos activistas (motivados). El gran filósofo y lógico Bertrand Russell perdió su trabajo en la universidad de Nueva York debido a la carta de una madre indignada -y obstinada– que no quería que su hija estuviera en la misma aula que un estilo de vida disoluto e ideas rebeldes.

Lo mismo parece aplicarse a las prohibiciones, al menos la prohibición del alcohol en los Estados Unidos que ocasionó interesantes historias sobre la Mafia.

Podemos conjeturar que la formación de valores morales en sociedad no procede de la evolución del consenso. No, es la persona más intolerante la que impone la virtud en otros precisamente debido a su intolerancia. Lo mismo se aplica a los derechos civiles. 

Ahora observemos cómo los mecanismos de la religión y la transmisión de la moral obedecen a las mismas dinámicas de renormalización de las leyes dietéticas, y cómo podemos mostrar que es más probable que la moralidad sea impuesta por una minoría. Antes en el capítulo vimos la asimetría entre obedecer y romper reglas: alguien obediente de la ley (o respetuoso) siempre sigue las normas, pero un felón o alguien con principios más laxos no siempre romperá las reglas. Del mismo modo, discutimos los fuertes efectos de asimetría en las leyes dietéticas halal. Combinemos ahora las dos. Parece que en el árabe clásico el término halal posee un opuesto: haram. Violar reglas legales y morales –cualquier regla– se llama haram. Se trata exactamente de la misma prohibición que regula la ingesta de comida y todas las conductas humanas, como dormir con la esposa del vecino, prestar con interés o matar al arrendador por placer. Haram es haram, y es asimétrico.

A partir de aquí vemos que una vez se establece una regla moral, le basta con una pequeña minoría intransigente de seguidores geográficamente distribuidos para dictar la norma a la sociedad. La mala noticia, como veremos en el siguiente capítulo, es que una persona que mire a la humanidad como un agregado puede creer equivocadamente que los humanos se están convirtiéndose espontáneamente en más morales, en mejores y más educados, cuando lo cierto es que esto sólo se aplica a una pequeña proporción de la humanidad. 

La estabilidad de la regla de la minoría. Un argumento probabilista 

Un argumento probabilista en favor de la regla de la minoría dictando valores sociales es como sigue. Donde quiera que uno mire a lo largo de sociedades e historias, se tiende a encontrar que prevalecen las mismas leyes morales, con algunas, pero no significativas, variaciones: no robar (al menos dentro de la tribu); no cazar huérfanos por placer, no golpear gratuitamente a gente que pasea, usar guantes de boxeo en su lugar (a no ser que seas espartano y tengas que matar a unos cuantos ilotas para entrenarte) y similares prohibiciones. Podemos ver estas reglas evolucionando a lo largo del tiempo y volviéndose más universales, expandiéndose hasta límites más amplios, hasta incluir progresivamente esclavos, otras tribus, otras especies (animales, economistas), etc. Y estas leyes poseen una propiedad: son negras-y-blancas, binarias, discretas y no tienen matizaciones. No puedes robar “un poco” o asesinar “moderadamente”. No puedes seguir siendo Kosher y comer “sólo un poco” de cerdo en las barbacoas de domingo.

Ahora resultaría mucho más probable que estos valores emergieran de una minoría que de una mayoría. ¿Por qué? Consideremos las dos siguientes tesis: 

Los resultados son paradójicamente más estables bajo la regla de la minoría –la varianza de resultados es menor y la regla es más probable que emerja independientemente a lo largo de poblaciones.

Lo que emerge de la regla de la minoría es más probable que sea blanco-y-negro.

Un ejemplo. Consideremos que una mala persona quiere envenenar a la colectividad introduciendo algún producto en latas de refrescos. Tiene dos opciones. La primera es el cianuro, que obedece a una regla de la minoría: una gota de veneno (mayor que un pequeño umbral) hace que todo el líquido sea venenoso. La segunda es un veneno “al estilo de la mayoría”; requiere que más de la mitad del líquido sea venenoso para que mate.

El carácter negro-y-blanco de estas leyes sociales puede explicarse como sigue. Supongamos que bajo un cierto régimen, cuando mezclas blanco con azul oscuro en varias combinaciones, no consigues variaciones de azul claro, sino azul oscuro. Es muchísimo más probable que un régimen así produzca azul oscuro que otra regla que permita más tonos de azul. 

La paradoja de Popper 

Me encontraba en una fiesta con muchas mesas, un tipo de situación en la que tienes que elegir entre el risotto vegetariano y la opción no vegetariana, cuando me di cuenta que mi vecino había dispuesto la comida (incluyendo cubiertos) en bandejas similares a billetes de avión. Los platos estaban sellados con láminas de aluminio. Evidentemente era ultra-Kosher. No le molestó sentarse con consumidores de jamón que, además, mezclaban mantequilla y carne en los mismos platos. Lo único que quería es que le dejaran en paz con sus propias preferencias.

En minorías judías y musulmanas como los chiítas, sufíes y religiones asociadas como druze y alawis, la mayoría de las veces, con alguna excepción histórica, la gente prefiere que la dejan en paz para satisfacer sus propias preferencias dietéticas. Pero si hubiera tenido a un vecino que fuera un salafí sunni, podría haber requerido que toda la habitación comiera Halal. Quizás todo el edificio. Quizás toda la ciudad. Con suerte todo el país. Con suerte todo el planeta. De hecho, dada la total falta de separación entre la iglesia y el estado, y entre lo sagrado y lo profano (Capítulo X) para él Haram (lo opuesto de lo Halal) significa literalmente ilegal. Toda la habitación estaba violando la ley.

Mientras escribo estas líneas, la gente discute si la libertad del occidente ilustrado puede ser minada por políticas intrusivas que pudieran precisarse para combatir a los fundamentalistas salafies.

¿Es que la democracia –por definición la mayoría– puede tolerar a los enemigos? La cuestión es como sigue: “¿Estaría usted de acuerdo en negar la libertad de expresión a cualquier partido político en cuyos principios figurase prohibir la libertad de expresión? Demos un paso más allá, “¿Debería una sociedad que ha elegido ser tolerante ser intolerante con respecto a la intolerancia?”. 
Esta es de hecho la incoherencia que Kurt Gödel (el gran maestro del rigor lógico) detectó en la constitución al hacer el examen de naturalización. Según la leyenda Gödel empezó a discutir con el juez y Einstein, que era su testigo durante el proceso, le salvó.

He escrito sobre personas con fallos lógicos que me preguntan si debemos ser “escépticos sobre el escepticismo”; y he empleado una respuesta similar a la de Popper cuando le preguntaban si “es posible falsar la falsación”.

Podemos responder a estos argumentos empleando la regla de la minoría. Sí, una intolerante minoría puede controlar y destruir la democracia. En realidad, como hemos visto, eventualmente destruirá nuestro mundo.

Lo que necesitamos es ser más intolerantes con algunas minorías intolerantes. No es permisible usar “valores americanos” o “principios occidentales” cuando tratamos con el intolerante salafismo (que niega el derecho de los demás a tener su propia religión). Occidente actualmente se encuentra en el proceso de cometer un suicidio. 

La irreverencia de los mercados y la ciencia 

Ahora consideremos los mercados. Podemos decir que los mercados no son la suma de los participantes en los mercados, pero los cambios de precio reflejan las acciones de los compradores y vendedores más motivados. Sí, los más motivados mandan. De hecho esto es algo que sólo los comerciantes parecen entender: por qué un precio puede caer un diez por ciento debido a un único vendedor. Todo lo que se precisa es un vendedor obstinado. Los mercados reaccionan de un modo desproporcionado al ímpetu. En general, los mercados de valor representan actualmente más de treinta mil millones de dólares, y aún así una única venta en 2008, de sólo cinco mil millones, que es menos del dos por ciento del total, hizo que bajaran casi el diez por ciento, ocasionando pérdidas de alrededor de tres mil millones. Se trató de una orden de compra activada por el banco parisino Société Générale, que descubrió una adquisición oculta por parte de un duro operador y trató de dar la vuelta a la compra. ¿Por qué reaccionó el mercado de una forma tan desproporcionada? Dado que la orden era de una sola –y obstinada– dirección, existía el deseo de vender pero ningún modo de hacer cambiar la opinión. Mi adagio personal es: El mercado es un enorme cine con una pequeña puerta. 

El mejor modo de detectar un tonto (digamos el periodista de finanzas habitual) es ver si se centra en el tamaño de la puerta o del cine. En los cines ocurren estampidas, digamos cuando alguien grita “fuego”, debido a que los que quieren estar fuera no quieren estar dentro, exactamente la misma incondicionalidad que vemos en la observancia Kosher.

La ciencia actúa de modo similar. Más tarde volveremos a una discusión sobre cómo la regla de la minoría está detrás de la aproximación de Popper a la ciencia. Pero ahora centrémonos en discutir el más entretenido Feynman. ¿Qué te importa lo que piensan los demás? es el título de un libro de anécdotas del gran Richard Feynman, el científico más irreverente y juguetón de su tiempo. Tal como refleja el título del libro, Feynman expresa en él la idea de la irreverencia fundamental de la ciencia, actuando a través de un mecanismo similar a la asimetría Kosher. ¿Cómo? La ciencia no es la suma de lo que piensan los científicos, sino exactamente como en los mercados, un procedimiento muy restringido. Una vez que desacreditas algo, se convierte en erróneo (así es como actúa la ciencia pero ignoremos disciplinas como la economía y la ciencia política, que son más bien entretenimiento pomposo). Si la ciencia hubiera operado mediante el consenso de la mayoría aún estaríamos estancados en la edad media y Einstein habría terminado del mismo modo en que empezó, en un oficinista de patentes con aficiones inútiles. 

Alejandro dijo que era preferible poseer un ejército de ovejas dirigido por un león que un ejército de leones dirigido por una oveja. Alejandro (o quien quiera que produjo esta cita probablemente apócrifa) entendió el valor de la minoría activa, intolerante y valiente. Aníbal aterrorizó Roma durante una década y media con un pequeño ejército de mercenarios, ganando veintidós batallas contra los romanos, batallas en las que siempre era sobrepasado en número. Estuvo inspirado por una versión de esta máxima. En la batalla de Cannae, señaló esto a Gisco, que se quejaba de que los cartagineses eran sobrepasados por los romanos: “Hay algo más hermoso que sus números … en todos sus vastos números no hay nadie llamado Gisco. ”.

Unus sed leo: sólo uno pero león

Esta gran recompensa por un coraje tan obstinado no ocurre sólo en el ejército. Todo el crecimiento de la sociedad, sea económico o moral, viene de un pequeño número de gente.  Cerramos esta reflexión con una observación sobre el rol de skin in the game en la condición de la sociedad. La sociedad no evoluciona a partir del consenso, del voto, la mayoría, los comités, las reuniones ampulosas, las conferencias académicas y los colegios electorales: bastan unas pocas personas para mover desproporcionadamente la aguja. Todo lo que se precisa es una regla asimétrica en alguna parte. Y la asimetría está presente en casi todo.

Nota de la traducción: Se ha decidido conservar la expresión en el inglés original skin in the game, que suele traducirse como “jugarse algo” o “tener valor”. 


Nasim Taleb
Fuente:
http://www.terceracultura.net/

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