CUESTIÓN DE CONFIANZA
¿Qué hemos hecho para perderla?Dr. Luis Benito: En “La estructura de las revoluciones
científicas” T.S. Kuhn analizaba los cambios que la humanidad soporta cuando
hay crisis. Crisis significa que los paradigmas con los que nos
explicamos el mundo ya no sirven, la realidad ha cambiado y los principios
con los que explicábamos nuestra sociedad han cambiado. La crisis es, por
tanto, una buena oportunidad para el cambio. El cambio siempre supone un acto
activo, salir de la zona de confort para enfrentarse a un problema que ha
surgido y que no puede dejarse de lado porque afecta a nuestra existencia.
Si acaso alguien dudaba de que nuestra civilización está en crisis, los acontecimientos de los últimos meses han terminado de abrir los ojos a quienes todavía albergan capacidad para darse cuenta de lo que está en juego. Porque el resto ya difícilmente serán recuperables, están en una situación agónica que Mollaret y Goulon definieron en 1959 como “coma dépassé”. Queda poco tiempo para poder abrir los ojos y ver la magnitud del engaño al que hemos sido sometidos en este experimento social.
La crisis ha golpeado en diferentes sectores de la sociedad,
no es una mera depresión económica, financiera, energética, política, jurídica,
familiar, sentimental, laboral o de los medios de comunicación. Es mucho más
profundo que eso: es ética. El daño producido en el comportamiento ético de las
personas (y de las instituciones) es lo que ha propiciado la debacle en las
otras esferas de la vida hasta llevarlas a lo más íntimo del ser humano, a su
ámbito existencial. Allí, en su soledad, el ser humano aislado percibe su
insignificancia y se pregunta una y mil veces cómo hemos llegado a este grado
de depravación social.
El mal siempre gusta de la confusión y el miedo. El mal no
quiere orden, ni claridad, no quiere el diálogo ni el debate científico, solo
traduce oscuridad con la que alimentar la confusión, el desorden y la
desesperación. Como podría aplicarse a todas las esferas de la vida social,
para no extenderme y no equivocarme demasiado, voy a explicar la situación
desde el punto de vista médico que es el que mejor conozco porque es a lo que
me dedico.
La relación médico-paciente es el pilar del ejercicio
profesional y se basa en la confianza. Nadie pone algo tan apreciado como
su vida o la de sus seres queridos en unas manos en las que no confía.
Tradicionalmente el paciente acudía con sus cuitas al médico en busca de
remedio para su salud quebrantada. Y por supuesto, lo hacía con confianza, con
la convicción de que el médico iba a anteponer la salud del paciente a
cualquier otro beneficio. Tan sólo con esta consideración, que se tenía
presente no hace muchos años, a la vista de la actualidad podemos entender
dónde está la crisis. Se ha perdido la poca confianza que había. Parece que los
médicos no se interesan por la salud de sus pacientes ¿Dónde está ese sentido
de entrega, de dar primacía a la atención al enfermo?
Recientemente ha entrado en vigor en España la ley de la
eutanasia, poniendo en manos del médico el poder de quitar una vida que
considera que ya no merece la pena ser vivida. Se incrementa el recelo al
pensar cuál será el concepto de calidad de vida que tenga el médico que se pone
delante. Pero con respecto a la atención sanitaria que los pacientes han
percibido con ocasión de esta situación pandémica ¿cómo se ha comportado la
confianza? Los médicos hemos pasado de héroes a villanos. Estaba
anunciado que así iba a ser. Pero ¿hay motivos para este cambio de sentimiento?
Incluso las asociaciones de médicos (Colegios o Sociedades de especialidades)
piden a la población “recuperar la confianza” en los médicos. Ni la exaltada
actividad en los momentos duros de la pandemia ni el “ejemplo” de haberse
vacunado en gran medida sirve para recuperar esa confianza perdida. ¿Por qué?
Quizás porque se ha magnificado el “sacrificio” de los
sanitarios en una situación pandémica que ahora precisamente los promotores de
la misma reconocen que no fue para tanto, en cuanto a las cifras, la
afectación, las saturaciones o los colapsos. Muy pocos ciudadanos conocen
sanitarios (médicos en concreto) que realmente hayan estado atendiendo
pacientes de COVID. La mayoría se ocuparon de tareas burocráticas
contabilizando no sé sabe qué en los parapetos y bunkers en que se convirtieron
muchos Centros de Salud. Resulta complicado dar con médicos que hayan asistido
a pacientes que fallecieron por (o con) COVID. Si exceptuamos el personal de
UCI (estar en la UCI por cualquier causa ya es “medio pasaporte” para la
eternidad), quienes más decesos atendieron fueron los militares de la UME en
las residencias de ancianos, pues más de la mitad de los fallecidos atribuidos
a la pandemia jamás pisaron un hospital.
Por otro lado, lo de vacunarse… en fin ahí están los
prometedores resultados que los pinchazos han
ido mostrando. Desde luego no son los médicos los que comentan con
orgullo la eficacia de ese esfuerzo, que más se entendió como una exigencia
burocrática que como una verdadera necesidad sanitaria. Por tanto, el
pretendido “ejemplo” quizás fue un contraejemplo. Al carecer de aval
científico, a la luz de los efectos secundarios que van saliendo, con la
consideración cada vez más patente de su NO NECESIDAD, la mayor parte de la
gente se pregunta ¿qué vieron (o dejaron de ver) los médicos para poner su
brazo solidariamente a un absurdo? Más razones para la desconfianza.
Al fin las instituciones. Probablemente muchos colegas
anestesiaron su criterio clínico dejando decidir a sus representantes. Sin
tener en consideración que su decisión iba a repercutir en sus pacientes,
acataron lo que “las autoridades” decidían sin aplicar el criterio médico, lo
que nos habían enseñado en la carrera. A menudo es más sencillo ceder a la
presión del colectivo, de los colegas, que esgrimir razones de disidencia por
el bien de los pacientes. Cuando esto sucede, es que nos hemos olvidado del
bien de los pacientes y preferimos no complicarnos la vida. Hemos dejado de ser
éticos. Más motivos para el recelo.
Entonces surge la reacción del pueblo, de la gente que
traslada sus preguntas, para ti y para las instituciones que te representan. Y
se las remites a tus representantes en busca de una respuesta, de un debate
científico que no llega… porque albergan una lógica apabullante:
1.- ¿Cuándo ha sido
aplicado un tratamiento para todo el mundo sin distinción?
2.- ¿Con una letalidad
del 2 por mil, ¿es necesario tomar medidas preventivas masivas?
3.- ¿Cómo se puede
recomendar un tratamiento a un paciente sin informar de sus efectos
secundarios?
4.- ¿Por qué no se
prescribe un medicamento que en su ficha técnica dice que debe ser prescrito
por un médico?
5.- ¿Por qué se
equipara pinchazo a inmunización cuando la ficha del producto no dice que
inmuniza?
6.- ¿Por qué
los Colegios de Médicos no reprenden a los “famosetes”, como la ley obliga, por
hacer publicidad de terapias o medicamentos en los medios de comunicación?
7.- ¿Por qué
los Colegios de Médicos no amonestan a los médicos que se niegan a atender a
las personas que no quieren pincharse? No es ético que un médico rechace tratar
un paciente por ese motivo y las Comisiones deontológicas deberían advertirlo.
8.- ¿Por qué
muchos médicos insisten en la administración de vacunas cuando se ha demostrado
su progresiva ineficacia?
9.- ¿Por qué
se insiste en poner pinchazos que jamás se pusieron a la población pediátrica
siendo claro y evidente que los niños no han tenido ni tienen problema alguno
con la patología COVID ni con la gripe?
10.- ¿Por qué
los Colegios de Médicos no defienden los intereses de sus colegiados reclamando
a las aseguradoras médicas que se ampare a los médicos por la administración de
estas vacunas y sus eventuales complicaciones? ¿Por qué las compañías de
seguros no cubren frente a las demandas relacionadas con COVID y las vacunas a
los médicos que las recomienden (ya no digo prescriban)? ¿Acaso no es una
práctica médica acorde con la lex artis ad hoc? ¿Acaso es porque se
considera este tratamiento “experimental”? Si es ciertamente experimental, como
sostienen las aseguradoras, ¿estamos aconsejando y conminando a los pacientes
que se sometan a un experimento? ¿Y queremos que confíen en nosotros?
En el primer asalto del debate sobre la obligatoriedad de
estos pinchazos parece que los ponentes coincidieron en la no obligatoriedad.
Pero es el primer asalto: no perdáis de vista que a pesar de estas noticias o
el leve titubeo de los representantes de las asociaciones de pediatría, el
objetivo que se persigue es que todo el mundo se pinche, con razón médica o sin
ella. Volverán a la carga. Y todavía habrá algún médico que se ofenda porque no
confían en él. Hipócritas.
https://liberacionahora.wordpress.com/2021/11/07/preguntas-que-hacen-trizas-la-plandemia/
Si alguine quiere tener una idea cabal de lo que esta pasando y de lo que nos va apasar solo tien qu erepasar los metodos con lso que erradicaron el catolicismo en inglaterra
ResponderEliminarAquello les salió bien y es el metodo que repiten una y otra vez
Saludos