EL TRANSHUMANISMO: Un desprecio de los humanos
La voluntad de transformarlo todo alcanza hoy su última frontera: el hombre mismo. Esta es la observación de François Bellamy, filósofo y eurodiputado, en el Osservatore Romano.
Si nada nos conviene en la realidad, el hombre mismo debe
transformarse porque el
sueño del transhumanismo no es más que el proyecto de este cambio aplicado al
propio autor del cambio: se trata de superar las fronteras que limitan su movimiento,
de eliminar las rigideces, las cargas de la vida humana. (El significado de los
límites)
Dos grandes límites: el sexo y la muerte
Los dos grandes límites que estamos tratando de superar son los que los humanos han experimentado y quienes los han experimentado desde la noche de los tiempos: el sexo y la muerte. La primera frontera es el sexo, porque la alteridad sexual significa que no puedo ser el 'todo' de la humanidad, que no puedo dar vida solo. Y la segunda es la muerte: ya no se trata de repelerla con la medicina, sino de abolir definitivamente la muerte orgánica, la muerte del cuerpo.
El transhumanismo es ante todo un desprecio de lo humano
porque querer cambiarlo todo es odiar lo que somos, lo que hemos
recibido. Esta esperanza de progreso es en realidad sólo el síntoma
del desprecio que expresamos hacia el ser humano, si es necesario un
humano 2.0 es porque el humano 1.0 no es suficientemente bueno.
El fracaso previsto del transhumanismo
La guerra del hombre contra lo humano que es el
transhumanismo está condenada al fracaso, porque nunca se
detendrá. Si ya no tenemos un objetivo preciso que alcanzar, solo podemos
estar estructuralmente insatisfechos con el punto al que hemos llegado: después
de Human 2.0, tendremos Human 3.0, tal como tuvimos la primera versión de Human
con el que todos éramos admirados hace quince años y que hoy nos haría quedar
en ridículo.
La tecnología reemplaza constantemente sus propios
productos y crea así una insatisfacción estructural, será lo mismo
para los humanos. Nunca tendremos suficiente, nunca estaremos plenos y ya
no podremos habitar la experiencia que se nos ha dado.
¿Gestionar lo inevitable o defender una reforma porque es
justa?
Lo que me llama la atención en el Parlamento Europeo es
que no hay debate sobre los propósitos. Se trata sólo de gestionar
lo que siempre se califica de 'ineluctable'.
Sin embargo, no debemos defender una reforma porque sea
necesaria, sino que debemos defender una reforma porque es justa, porque
es buena, porque sirve a una idea del hombre, de su felicidad, de su bien.
La pregunta que debemos hacernos no es si debemos avanzar
o no, sino hacia dónde ir, cuál es nuestro objetivo.
La política empieza ahí. Elecciones presidenciales 2022: primeras posiciones tomadas en
materia de bioética ).
Fuente: Osservatore romano, Alessandro Vergni
(20/01/2022)
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