TU MENTE INMORTAL
“Podemos
cambiar la mentalidad al crear nuevos cableados en el cerebro y fortalecerlos
con nuestro pensamiento”
Entrevista a Joe Dispenza (de
los maestros de “Y tú qué sabes”)
¿Cómo
empezó a interesarse por el cerebro?
He entrevistado a cientos de personas que han
sido diagnosticadas con enfermedades -tumores malignos y benignos, enfermedades
cardiacas, diabetes, alteraciones respiratorias, hipertensión arterial,
colesterol alto, dolores músculo esqueléticos, raras alteraciones genéticas
para las que la ciencia médica no tiene solución…-, pero cuyo cuerpo se ha
regenerado por sí solo sin la ayuda de una intervención médica convencional,
como la cirugía o los fármacos.
¿Milagro?
Observé que una de las causas principales de esas
remisiones espontáneas era que habían cambiado su forma de pensar, así que
volví a la universidad e hice la carrera de neurociencias para poder explicar
qué es lo que ocurría. Cuando afirmo que nuestros pensamientos se convierten
literalmente en materia, me baso en la más pura vanguardia científica. Básicamente,
esos individuos cambiaron la arquitectura neurológica de su cerebro.
Estimulante
curiosidad la suya.
Todas esas personas que tenían una remisión
espontánea compartían cuatro cualidades específicas. Lo primero es que todas
aceptaron, creyeron y entendieron que había una inteligencia superior dentro de
ellos, da igual si la calificaban de divina, espiritual o subconsciente. Lo
segundo es que todas aceptaron que fueron sus propios pensamientos y sus
propias reacciones las que crearon su enfermedad, y puedo hablar y citar
estudios sobre cualquiera de estos temas durante media hora. Hay un floreciente
campo científico llamado psico-neuroinmunología que demuestra la conexión
existente entre la mente y el cuerpo.
Le creo,
pero avancemos en sus conclusiones.
La tercera característica común es que cada
persona decidió reinventarse a sí misma para llegar a ser otro, y los estudios
actuales en neurociencias muestran que esto es totalmente posible. Por último,
tenían en común que durante el periodo en que intentaban meditar o imaginar en
qué querían convertirse, hubo tiempos largos en que perdieron la noción del
tiempo y el espacio.
¿Y eso qué
significa?
El lóbulo frontal representa un 40% ciento de la
totalidad del cerebro, y cuando estamos de verdad concentrados o focalizados,
el lóbulo frontal actúa como un control de volumen. Como tiene conexiones con
todas las demás partes del cerebro, puedo rebajar el volumen del tiempo y del
espacio. En otras palabras, los circuitos que tienen que ver con mover tu cuerpo,
sentirlo, percibir lo que hay fuera y percibir el tiempo pasan a un segundo
plano, y el pensamiento se convierte en la experiencia en sí, es más real que
cualquier otra cosa. De este modo el lóbulo frontal elimina todo lo que no es
prioritario para focalizarse en un único pensamiento, y es en ese momento en
que el cerebro rehace su cableado.
¿En qué se
traduce?
Aquello en lo que pensamos y en lo que
concentramos nuestra atención con más frecuencia es lo que nos define a escala
neurológica. Un reciente estudio demuestra que las grandes ideas surgen cuando
uno está relajado, pensando en otras cosas. Entre la intención y el rendirse.
Antes se creía que la parte derecha del cerebro es la parte emocional o
sentimental, el lado creativo, y la izquierda, la racional o lógica. Pero de
hecho, el lado derecho del cerebro es el responsable de procesar la novedad
cognitiva, las nuevas ideas que, cuando ya están memorizadas, cuando se
convierten en familiares, pasan al lado izquierdo del cerebro. Es lo que
conocemos como rutina cognitiva.
¿Cambiar
las marchas del coche?
Todas esas cosas que hacemos sin pensar, sí. Esa
es la razón de que cuando un neófito escucha música la oiga con el lado derecho
del cerebro, pero un músico profesional lo haga con el izquierdo. Esto significa
que tenemos la oportunidad de aprender cosas nuevas y recordarlas, es la manera
que tiene la evolución de hacer conocido lo desconocido. Podemos cambiar
nuestra mentalidad. Al crear nuevos cableados y fortalecerlos con nuestro
pensamiento, dándoles prioridad, los que no utilizamos tienden a desaparecer.
Habla de
inteligencia espiritual, ¿cómo lo explica desde un punto de vista científico?
No hay nada místico en ello. Se trata de la misma
inteligencia que organiza y regula todas las funciones corporales. Esta fuerza
hace que nuestro corazón lata ininterrumpidamente unas cien mil veces cada día
sin que nosotros pensemos siquiera en ello, y se encarga de las sesenta y siete
funciones del hígado, aunque la mayoría de la gente ni siquiera sabe que ese
órgano realiza tantas tareas. Esta inteligencia sabe cómo mantener el orden
entre las células, los tejidos, los órganos y los sistemas corporales, porque
ha sido ella quien ha creado el cuerpo a partir de dos células individuales.
¿El poder
que da origen al cuerpo es el poder que lo mantiene y lo sana?
El cerebro no puede cambiar el cerebro porque es
sólo un órgano, y la mente no puede cambiar el cerebro porque es un producto
del cerebro. Así que tiene que existir algo que está operando en el cerebro
para que cambie la mentalidad.
¿Cómo
define ese algo?
Esa es una pregunta muy filosófica, dos botellas
de vino y quizá cuatro horas, porque se trata de la búsqueda del ser. Pero por
el momento es curiosamente la ciencia la que nos permite explicar que
efectivamente tenemos control sobre nuestra mente y nuestro cerebro, es decir,
que no somos un efecto de nuestros procesos biológicos sino una causa.
Básicamente, más allá de mis estudios sobre las remisiones espontáneas de
enfermedades, lo que intento transmitirle es que nuestros pensamientos provocan
reacciones químicas que nos llevan a la adicción de comportamientos y
sensaciones y que cuando aprendemos cómo se crean esos malos hábitos, no sólo
podemos romperlos, sino también reprogramar y desarrollar nuestro cerebro para
que aparezcan en nuestra vida comportamientos nuevos.
¿Y la
predestinación genética?
La investigación científica de vanguardia está
mostrando que la genética tiene la misma plasticidad que el cerebro. Los genes
son como interruptores, y es el estado químico en que vivimos el que hace que
algunos estén encendidos y otros apagados. Se ha realizado un estudio muy
interesante en Japón con enfermos dependientes de la insulina tipo dos que
mostraba cómo los enfermos sometidos a programas de comedia normalizaban su
nivel de azúcar en sangre sin necesidad de insulina. Veinticuatro genes
activados sólo por el hecho de reírse. Los genes son igual de plásticos que
nuestro tejido neuronal.
¿Cada vez
que pensamos fabricamos sustancias químicas?
Así es, y estas sustancias a su vez son señales
que nos permiten sentir exactamente cómo estábamos pensando. Así que si tienes
un pensamiento de infelicidad, al cabo de unos segundos te sientes infeliz. El
problema es que en el momento en que empezamos a sentir de la manera en que
pensamos, empezamos a pensar de la manera en que nos sentimos, y eso produce
aún más química.
Un círculo
vicioso.
Sí, y así se crea lo que llamamos el estado de
ser. La repetición de estas señales hace que algunos genes estén activados y
otros apagados. Memorizamos este estado como nuestra personalidad, así que la
persona dice: “Soy una persona infeliz, negativa, o llena de culpa”, pero en
realidad lo único que ha hecho es memorizar su continuidad química y definirse
como tal. Nuestro organismo se acostumbra al nivel de sustancias químicas que
circulan por nuestro torrente sanguíneo, rodean nuestras células o inundan
nuestro cerebro. Cualquier perturbación en la composición química constante,
regular y confortable de nuestro cuerpo dará como resultado un malestar.
Estamos
enganchados a nuestra química interna.
Sí, haremos prácticamente todo lo que esté en
nuestra mano, tanto consciente como inconscientemente y a partir de lo que
sentimos, para restaurar nuestro equilibrio químico acostumbrado. Es cuando el
cuerpo ya manda sobre la mente.
¿Propone
cambiar la química cerebral con nuestro pensamiento?
Es una parte de mi trabajo, no se trata sólo de
cambiar la química cerebral, también los circuitos cerebrales, el cableado. Si
podemos forzar al cerebro a pensar con otros patrones o secuencias, estamos
creando una nueva mente. El principio de la neurociencia es que si las células
neuronales se activan conjuntamente, se entrelazan creando una conexión más
permanente. Una persona ante una situación, por nueva que sea, recurre a esa
conexión, es decir, repite el mismo pensamiento una y otra vez y da las mismas
respuestas, su cerebro no cambia, vive con la misma mente cada día.
¿Cómo
interrumpir el ciclo?
A través del proceso de conocimiento y de la
experiencia podemos cambiar el cerebro. Es buena idea examinar constantemente
qué podemos cambiar dentro de nosotros. Si cada mañana nos planteáramos cuál es
la mejor idea que podemos tener de nosotros mismos, tendríamos otro tipo de
mundo.
¿Qué
preguntas debemos hacernos para sentir de otra manera?
La mayoría de las personas cree que las emociones
son reales.. Las emociones y los sentimientos son el producto final, el
resultado de nuestras experiencias. Si no hay experiencias nuevas o vividas de
otra manera, vivimos siempre en la actualización de sentimientos pasados. Se
trata del mismo proceso químico vez tras vez. Una pregunta que ayudaría a
cambiarnos es: ¿qué sentimiento tengo cada día que me sirve de excusa para no
cambiar? Si las personas empiezan a decirse: yo puedo eliminar la culpa, la
vergüenza, las sensaciones de no merecer, de no valer….; si podemos eliminar
esos estados emocionales destructivos, empezamos a liberarnos, porque son estos
estados emocionales los que nos impulsan a comportarnos como animales con
grandes almacenes de recuerdos. ¿Cuál es el mayor ideal de mí mismo? ¿Qué puedo
cambiar de mí mismo para ser mejor persona? ¿A quién en la historia admiro y
qué quiero emular?
Pero saber
quién quieres ser no es suficiente para cambiar tu cableado.
No. El conocimiento es lo que precede a la
experiencia. Aprender una información es personalizarla y aplicarla. Debemos
modificar nuestro comportamiento para poder tener una nueva experiencia que a
su vez crea nuevas emociones. El conocimiento es para la mente; la experiencia,
para el cuerpo. Tenemos que enseñar al cuerpo lo que la mente ha entendido
intelectualmente. Si seguimos repitiendo esa experiencia, se archiva en un
sistema nuevo en el cerebro, y eso permite pasar del pensar al hacer, al ser.
El
siguiente paso es cambiar hábitos de comportamiento, tiene que haber acción.
El hábito más grande que tenemos que romper es el
de ser nosotros mismos, porque la neurociencia y la psicología dicen que la
personalidad ya esta formada antes de los 35 años, eso significa que tenemos
los circuitos hechos para poder enfrentarnos a cualquier situación y, por lo
tanto, vamos a pensar, a sentir y actuar de la misma manera el resto de
nuestros días. Pero los últimos estudios muestran que es posible cambiar la
personalidad en todas las etapas de la vida, para eso hay que convertir el
hábito inconsciente en algo consciente, llegar a tener conciencia de esos
pensamientos y sentimientos inconscientes.
¿Eso son
20 años de psicoanálisis?
Aunque llegues a entender intelectualmente que tu
padre era muy dominante, eso no cambia tu condición. El primer paso siempre es
aprender. Mientras vamos aprendiendo nueva información y empezamos a pensarla,
la contrastamos con nuestras creencias y la analizamos, estamos cambiando
nuestro cableado, construyendo una nueva mente. Una vez esa nueva mente está
establecida, tenemos que empezar a pensar cómo mostrarla, y ahí entra el
cuerpo. Cualquier proceso de cambio requiere el desaprender y el reaprender.
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Joe Dispenza (de
los maestros de “Y tú qué sabes”), hace algo más de veinte de veinte años fue arrollado por un todoterreno cuando
participaba en un triatlón. El diagnóstico de los cuatro cirujanos que consultó
coincidía, tenía que operarse inmediatamente, debían implantarle barras de
Harrington (de 20 a
30 centímetros
desde la base del cuello hasta la base de la columna), ya que la tomografía
demostraba que la médula estaba lesionada y que podría quedarse paralizado en
cualquier momento.
Dispenza, que era quiropráctico, sabía muy bien
lo que eso significaba: una discapacidad permanente y, muy probablemente, con
un dolor constante. Su decisión fue arriesgada: intentaría ayudar a su cuerpo a
que se recuperara de manera natural, conocía bien todo lo concerniente a huesos
y músculos e ideó un plan de acción que incluía autohipnosis, meditación, una
dieta que ayudara a sus huesos a regenerarse y ciertos ejercicios en el agua.
Se recuperó totalmente en un tiempo récord y decidió ahondar en el tema.
Durante ocho años, estudió las remisiones
espontáneas de enfermedades y le sorprendieron tanto los resultados que decidió
volver a la universidad para intentar explicar científicamente lo que había
descubierto: el poder de nuestro cerebro como director ejecutivo del cuerpo.
Joe Dispenza estudió Bioquímica en la Universidad Rutgers
de New Brunswickle, en Nueva Jersey; obtuvo el doctorado en Quiropráctica en la Life University de
Atlanta y recibió el premio Clinical Proficiency Citation por la extraordinaria
calidad de su relación con los pacientes. Miembro de la International
Chiropractic Honor Society, ha cursado estudios de posgrado
en neurología, neurofisiología, función cerebral, biología celular, genética,
memorización, química cerebral, envejecimiento y longevidad.
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