CARTA A LOS
SÚBDITOS DEL REY
¿Como puedes tolerar que alguien tenga derechos de nacimiento superiores a los tuyos?
¿Tu país tiene un Rey?
¿Lo ves como algo natural y lógico?
¿No te incomoda su existencia?
¿Te consideras su súbdito?
Entonces permíteme que te diga una cosa: eres un ser humano INFERIOR.
Debes saberlo; tú eres Inferior.
Y no porque quien escribe estas palabras lo considere así, sino porque
TÚ lo consideras así. Te lo repito de nuevo: eres un ser INFERIOR.
Ahora quizás digas que te falto al respeto.
Pero al fin y al cabo eres tú quien te faltas al respeto a ti mismo,
al considerar que alguien tiene derechos de nacimiento superiores a los tuyos.
Debes preguntarte una cosa: ¿Respetas a tus padres?
Crees que si, ¿verdad? Pues lo cierto es que NO.
No les tienes ni la más mínima consideración.
De hecho los desprecias profundamente.
Porque al aceptar que alguien tiene derechos de nacimiento superiores
a los tuyos, automáticamente te consideras inferior a esa persona.
Y dado que esos derechos superiores a los tuyos se “justifican” vía
sanguínea y genética, extiendes esa patética y lamentable falta de auto respeto
hacia tus progenitores, a los que por lo tanto, también consideras seres
inferiores como tú.
Así es como deshonras a tus padres, deshonras a tus abuelos y
deshonras a todos tus ancestros hasta el principio de los tiempos.
Y deshonras a tus hijos y a toda tu descendencia futura.
Insultas a tu propia sangre y a tus propios genes, porque tú y solo tú
has decidido que son inferiores a los de otras personas.
Por lo tanto, no solo eres un ser inferior, estimado súbdito del rey.
Además eres un ser humano indigno y desagradecido hacia los que te han
dado la vida.
¿Pero, sabes una cosa?
Tu execrable agravio no se limita a ti mismo y a toda tu familia.
Porque al aceptar que otro ser humano, de forma arbitraria tenga más
derechos que tú, al considerarte inferior a él, estás ofendiendo al universo
entero.
Sí, al universo entero.
Porque tú eres un conjunto de moléculas bioquímicas que a través de
complejísimos mecanismos físicos se ha convertido en un ser vivo, pensante y
consciente que habita en un pedazo de roca flotante en medio del vacío del
cosmos.
Un auténtico milagro.
Algo tan prodigioso que las palabras se quedan cortas para describir
tal maravilla.
Y tú has decidido insultar ese milagro que te ha otorgado el universo
considerándote inferior a otros conjuntos de moléculas bioquímicas.
Porqué sí.
Sin ninguna razón lógica; sin ningún sentido; sin nada que justifique
un acto tan vil de traición a los mecanismos naturales que te han creado.
Tal es tu nivel de bajeza.
Debería darte vergüenza.
Este escrito no trata sobre la figura de la Monarquía, ni sobre el
establecimiento de una República.
No hablamos de constituciones, leyes, política, ideologías, ni modelos
de estado, pues todos esos son elementos superfluos, invenciones abstractas,
circunstanciales y a veces incluso absurdas.
Esto va mucho más allá.
Habla de lo que realmente tiene sentido e importancia, de lo esencial:
nuestra naturaleza como seres humanos, nuestra dignidad.
Nuestro sentido intrínseco como seres vivos y el sentido de nuestra
existencia.
Trata sobre ti, sobre cada segundo de tu vida, sobre el valor que le
das a cada latido de tu corazón.
¿Como puedes tolerar que alguien tenga derechos de nacimiento
superiores a los tuyos?
¿Como puedes mirarte al espejo cada mañana mientras eso sucede?
¿Como puedes aguantar el agravio que eso representa para ti, el
agravio que representa para tus padres, para tus abuelos y para todos tus
antepasados que hollaron la tierra antes que tú?
¿Como puedes soportar que tus propios hijos, nietos y descendientes
nazcan con menos derechos que los hijos de otras personas?
¿Como puedes tolerar un ultraje de tal magnitud hacia la naturaleza
del mismísimo universo?
Si tuvieras un mínimo de dignidad como ser humano, más aún, como ser
vivo, cada aliento de aire que respiras debería quemarte como el fuego por
consentir tamaña infamia.
Pero lo peor son las implicaciones de esta actitud tan despreciable y
rastrera.
Porque si tú no te respetas a ti mismo como ser humano, si no respetas
ni a tu propia sangre ni a tus propios genes…¿como puedes esperar respeto de
los demás?
Y más aún, ¿Qué respeto tienes por las personas que te rodean?
En el momento en el que tú mismo te consideras inferior a otros e
incorporas ese concepto a tu mente, aceptas con ello que cualquier persona sea
inferior a cualquier otra.
Sea por el color de su piel, por sus orígenes, por su clase social o
por el dinero que posee.
Todas ellas razones tan arbitrarias como otorgar derechos superiores
al miembro de una familia real, por el simple hecho de nacer saliendo de
determinada vagina, descender de tal o cual antepasado o llevar tal o cual
apellido.
Y con ello sientas las bases lógicas que permiten la existencia de
toda injusticia social, discriminación, racismo y elitismo.
Sientas las bases de todos los males que han azotado a la humanidad a
lo largo de los siglos.
Así pues, súbdito del rey, no solo eres un ser inferior, indigno y
desagradecido.
Además eres tóxico y dañino para ti mismo, para los demás y para el
mundo.
Una auténtica traba para el progreso mental y espiritual de la especie
humana.
Porque como te decía, esto no va de Reyes y Monarquía.
Poco importa el nombre que les demos.
Pueden ser reyes, potentados, clérigos, gobernantes, políticos,
tecnócratas, blancos, negros, altos o bajos…el problema nace cuando simplemente
toleras que alguien nacido en este planeta tenga más derechos y privilegios que
tú.
Así, cuando tus hijos no tengan acceso a una “posición” en la vida,
cuando no tengan la posibilidad ni tan solo de luchar por sus sueños o de
realizar sus proyectos vitales fruto de su talento y su esfuerzo, barrado su
camino por mil obstáculos, mientras otros tienen el camino despejado solo por
ser hijos de quienes son, avergüénzate de ti mismo si lo aceptas sumisamente.
¡Avergüénzate!
Porque entonces eres un mal padre o una mala madre si consientes tal
atropello sin rebelarte.
No importa que les otorgues una buena educación a tus hijos, que les
des un techo, comodidades, una buena alimentación o que les compres mil
caprichos.
No debes quererles ni respetarles en absoluto si consientes que esto
suceda en TU mundo.
No deben importarte lo más mínimo si te parece normal, lógico y
correcto que otros tengan derechos superiores a los suyos desde que nacen y no
te rebelas hasta lo más profundo de tus entrañas, si no remueve hasta la última
célula de tu cuerpo, si no sacude hasta el más recóndito de tus átomos.
Seguro que por navidad o por su cumpleaños, les haces regalos a tus
hijos, en forma de objetos de los que tarde o temprano se olvidarán.
Pero, ¿quieres hacerle un auténtico regalo a tus hijos?
¿Un regalo de verdad, para siempre, del cual jamás se aburrirán ni
guardaran en el fondo de un armario?
Regálales dignidad.
Dignidad como seres humanos.
La dignidad de saber y sentir cuales son sus derechos por el simple
hecho de haber nacido en este planeta.
La dignidad de no sentirse jamás inferiores a nadie, sean cuales sean
las circunstancias de sus vidas.
Aunque ese sentimiento de profunda dignidad les comporte una indeleble
rebeldía hacia todo “orden” establecido.
Ese es el mejor regalo que puedes hacerle a tus hijos.
Un legado de respeto y amor hacia sí mismos, que sabrán extender a sus
padres, a sus abuelos, a sus descendientes y por ende a todas las personas que
les rodean.
Un regalo para que tomen plena conciencia de que solo los seres
inferiores y sin dignidad aceptan tener reyes.
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