SEIS ILUSIONES
QUE GOBIERNAN EL MUNDO (Y tu vida, si lo permites)
Parecería una obviedad afirmar que
el mundo no siempre ha sido lo que es hoy. Las sociedades del pasado se han
transformado, para bien y para mal, en muchos aspectos, y la creación colectiva
de una sociedad global no es la excepción: aunque el mundo de nuestros días sea
inspirador y aterrador, el flujo de información y el intercambio de esta a
velocidades antes inimaginables puede darnos la sensación de que hemos llegado
a un punto de “estasis”, o de balance, donde pocas cosas de nuestro entorno
pueden cambiar. En suma, somos el resultado de un bombardeo constante de medios
publicitarios que nos dicen qué desear y cómo obtenerlo, porque hay poderosos
intereses económicos en que las cosas sean tal cual son.
El problema es que vivimos en un
mundo conformista si permitimos que un puñado de marcas dirija el curso de
nuestras vidas a través de la disposición del ingreso; si permitimos que el
gobierno utilice el terror para afianzar su autoridad; si permitimos que la
alteridad se diluya en favor de una aséptica homologación de todas las formas
de vida a través de la corrección política del discurso.
En suma, todos perdemos si
aceptamos como una segunda naturaleza las ilusiones corporativas del mundo
actual.
A menudo pensamos que las ilusiones
son cosas que no existen o que no pueden existir, pero en este caso se trata de
esos “crímenes perfectos” que Jean Baudrillard nos enseñó a identificar: Ficciones
operativas que rigen el mundo y los destinos políticos a través de la
propagación estratégica de mentiras y verdades veladas. La especulación
bursátil utiliza modelos matemáticos que en realidad no están respaldados
físicamente (p. ej. Carlos Slim y los 10 peces gordos más gordos del mundo no
podrían retirar en efectivo sus fortunas de los bancos simplemente porque no
existe tanto dinero impreso); los gobiernos presumen un arsenal militar cientos
de veces mayor al necesario para barrer con toda la población del mundo,
mientras la industria del entretenimiento toma la forma de un norte moral para
la juventud.
Conformismo del mundo comercial:
compra y sé parte.
Las ilusiones son aspectos de la
realidad que parecen fijados para siempre y como tallados en piedra; su gran
triunfo sobre la mente es dar la sensación de que son “naturales” (como el
matrimonio por conveniencia entre democracia y capitalismo), de manera que
cuestionarlos es difícil. Pero no imposible.
A continuación free-jazzeamos sobre
algunas ilusiones puestas sobre la mesa por el buen Sigmund Fraud de Waking Times, para ponerlas a prueba:
1. La
ilusión de la ley
Seguir la ley se considera una
obligación moral, a pesar de que los gobernantes a menudo den muestras de ser
los mayores corruptores de las leyes que juran defender. Las balanzas de la
justicia se inclinan siempre en favor de quienes tienen suficiente dinero para
quitarle el velo de los ojos a la justicia.
Los niños necesitan leyes y límites
para aprender hasta dónde pueden exponer su deseo, de manera que aprendan a
convivir y crear consenso con los demás para realizarlo. Pero son pocos los
países, si acaso existe alguno, donde la gente puede decir que la ley
representa efectivamente su voluntad, y donde dicha ley se sigue al pie de la
letra. Los gobernantes de la Antigüedad crearon sistemas de gobierno basados en
la ejemplaridad de la conducta individual; la excelencia divina era un modelo a
seguir para los gobernados. Los gobernantes de hoy requieren hacer uso de la
fuerza bruta para hacer valer una autoridad que sus acciones no respaldan.
2. La
ilusión de felicidad y
prosperidad
La cosmética solía ser el arte
iniciático de representar en el cuerpo los atributos divinos, a través de una
búsqueda espiritual. La cosmética, hoy en día, puede resumirse en la
acumulación imparable de objetos accesorios; los centros comerciales son catedrales
donde los fetiches sagrados son venerados y codiciados y el sistema se nutre de
esta hambre de novedad, sin la cual sería imposible mantener funcionando el
sistema de créditos.
El sistema financiero está
construido de manera que la infinita riqueza de algunos se mantenga a través
del endeudamiento de la mayoría: mientras tengamos cosas nuevas y brillantes
seguiremos creyendo en nuestra propia prosperidad. Una dimensión donde la
abundancia real de salud, equidad y relaciones sanas entre las personas sea la
regla nos parece utópica, y en cambio nos parece “natural” que poblaciones
enteras del globo (maquilas en Ciudad Juárez,sweat shops en Bangkok) queden estancadas en
el subdesarrollo para financiar nuestra
prosperidad.
3. La
ilusión de libre elección y libertad
La libertad de nuestros días está
dividida en opciones de consumo: eres “libre” de elegir tu compañía celular, el
restaurante de comida rápida donde comes, el plazo de algunos créditos, tu
destino de vacaciones. Sin embargo, sigues siendo esclavo del sistema en la
medida en que debes seguir pagando un
celular, comida rápida, créditos y diversiones procesadas y empacadas
previamente.
En política sucede lo mismo: la
democracia partidista, secuestrada por intereses económicos, se divide
artificialmente en facciones que en apariencia se oponen, pero que en la
práctica protegen sus privilegios mutuamente. Cada partido, sin importar su
color, representa un pensamiento político arcaico, corrupto en tanto ha
conseguido permanecer en el poder, y cínico, pues es incapaz de establecer
autocrítica respecto al podrido sistema que representa.
4. La
ilusión de la verdad
Los medios de comunicación nos han
acostumbrado a una búsqueda impura de la “verdad”, presentando opiniones de
expertos (nuevos gurús) en toda clase de tópicos. El trasfondo es que si la TV
declara que algo es verdad, entonces la opinión contraria es disidencia. Otra
mentira del sistema: la superabundancia de certezas, cifras, análisis y
presupuestos que nos hacen sentir que comprendemos, pero que evitan que nos
involucremos.
La verdad, o su búsqueda honesta,
debe plantearse correctamente las preguntas antes que ofrecer respuestas
apresuradas y al por mayor.
El orden social depende de un
consenso, no importa que tan artificial sea este. Mantenernos informados sobre
las vidas de celebridades es la manera que encuentra el sistema para que no
prestemos atención a los verdaderos problemas, ni nos involucremos en
soluciones.
5. La
ilusión del tiempo
“El tiempo es dinero”, ¿cierto?
Falso: el tiempo es la experiencia de tu vida, definida por Fraud como “una
manifestación siempre evolucionante del ahora”. Confundimos horarios con el
tiempo, y confundimos nuestra vida con los horarios. Hemos sido entrenados
desde pequeños para basar nuestra experiencia subjetiva del mundo en
calendarios y relojes, siempre pensando en lo que no hicimos en el pasado y lo
que todavía no hacemos en el futuro. No existe una verdadera educación sobre
qué hacer con el momento presente.
El sistema se beneficia de esa
indeterminación, pintándonos panoramas hermosos o terribles del futuro, para
mantenernos perpetuamente desfasados con respecto al devenir. Les interesa que
seamos máquinas productivas y bien aceitadas, que produzcan sin cuestionar, y
está dispuesto a darnos algunos pequeños privilegios para compensar el tiempo
que perdemos trabajando. No pueden vendernos lo que no queremos comprar.
José Múgica, ex presidente de
Uruguay, suele decir que no compramos las cosas que necesitamos (y las que no
necesitamos) con dinero, sino con el tiempo de nuestras vidas que pasamos
ganando ese dinero. Ese tiempo es vida y, por lo tanto, es invaluable.
6. El
apartheid social
El término separateness en
inglés no arroja buenos equivalentes en español; la palabra Afrikaans para separateness, sin embargo, es apartheid, y su significado es
ominosamente universal.
Se trata de la estrategia militar
por excelencia: “divide y vencerás”, pero en un nivel social. La ilusión del
apartheid social es uno de los triunfos más sofisticados del sistema, pues nos
ha hecho creer que estamos en competencia con nuestros semejantes, e incluso
contra la naturaleza, transformando la vida en una continua batalla.
Piensa por un momento en tu peor
enemigo, en tu competidor acérrimo, en la gente que más detestas. Lamento que
tengas que enterarte de esto en una página web, pero necesitas a esa persona no
sólo para conocer tu propia medida como ser humano (la ilusión de apartheid es,
sobre todo, una mentira del ego para inflarse a sí mismo) sino también para
crear una comunidad global donde la alteridad radical no sea una utopía. Un
pensamiento donde quepan todos nos permitirá imaginar un planeta donde la vida
humana no esté en pugna consigo misma ni con la naturaleza. Afrontar ese reto
(básicamente, asegurar las condiciones de sobrevivencia humana) es tarea de
todos, y no va a resolverse por sí misma.
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