Hace
ya algunos años empecé a oír críticas y recelos ante las
políticas de apertura y de normalización hacia la homosexualidad y
otras sexualidades alternativas. Debo confesar que tal reacción
hostil me pareció exagerada o retrógrada hasta cierto punto, porque
realmente no me había hecho una idea de lo que iba a venir después.
El caso es que –más allá de las conocidas opiniones de las altas
esferas religiosas– algunos investigadores y periodistas ya
empezaron a atar cabos y a poner el grito en el cielo, desvelando las
oscuras maniobras que se escondían detrás de la normalización de
la nueva sexualidad. Aun así, me siguió pareciendo que mucha gente
estaba viendo fantasmas donde no los había. Pero finalmente, la
propia realidad imperante en los últimos años –y más claramente
en la actualidad– ha desbordado todo mi escepticismo y buena fe y
ha acabado por confirmar que algo muy gordo se venía tramando desde
hace unas pocas décadas.
Y
justamente eso que se había sembrado y regado con mucha paciencia,
ha acabado emergiendo con fuerza en nuestros días. De hecho, ya se
está instaurando a marchas forzadas en todo el mundo y se denomina
política de género (que incluye la llamada violencia de género).
Así, los poderes políticos de todos los países tienen el encargo
de aplicarla sí o sí sobre la población mediante legislaciones,
acciones propagandísticas y sobre todo mucha ingeniería social.
Para ello, los gobiernos cuentan con la inestimable ayuda del mundo
económico y social, y con una amplia difusión en Internet, los
medios de comunicación públicos y privados y las redes sociales. Y,
para sorpresa de algunos, hasta los partidos más derechistas,
conservadores, católicos, etc. (sólo hay que ver el caso de España)
se han vuelto férreos defensores e impulsores de tal política. ¿Qué
ha pasado aquí? Pues claro, tales partidos no mandan nada. El poder
sobre los seres humanos viene de mucho más arriba.
En el presente artículo –que dividiré en varias partes, pues el tema es muy extenso– trataré de desmenuzar las principales claves de este fenómeno, sus orígenes, sus formas de actuación y sus oscuros propósitos que nada tienen que ver con la “libertad” ni con la “igualdad” sino con otros asuntos mucho más siniestros e inconfesables. Como siempre, nada es lo que parece, y detrás de una pantalla social de buenas intenciones y de justicia, se esconde una intención nada favorable para la especie humana, como podremos comprobar.
De
la clandestinidad a la oficialidad
No es ninguna novedad afirmar que a lo largo de los siglos han existido las prácticas homosexuales relacionadas con una minoría de la población y que según las culturas y las épocas han estado más o menos toleradas, ignoradas o aceptadas abiertamente, como fue el caso de la Grecia clásica o de la Roma pagana, sobre todo entre las clases dominantes. Sin embargo, desde la Edad Media, y sobre todo en el ámbito de las tres grandes religiones monoteístas –judaísmo, cristianismo e Islam– la homosexualidad no sólo fue mal vista sino que fue duramente reprimida (con torturas y penas de muerte incluidas), lo que obligó a una forzada clandestinidad de los homosexuales para evitar el rechazo social, la criminalización y la persecución legal hasta bien entrado el siglo XX. Aún así, insisto, entre los estamentos más favorecidos, las conductas sexuales no habituales fueron moneda corriente y se practicaban con más o menos discreción. Aquí podríamos citar bastantes nombres de mandatarios, aristócratas, políticos, religiosos, potentados, científicos, hombres de letras, artistas, etc.
No es ninguna novedad afirmar que a lo largo de los siglos han existido las prácticas homosexuales relacionadas con una minoría de la población y que según las culturas y las épocas han estado más o menos toleradas, ignoradas o aceptadas abiertamente, como fue el caso de la Grecia clásica o de la Roma pagana, sobre todo entre las clases dominantes. Sin embargo, desde la Edad Media, y sobre todo en el ámbito de las tres grandes religiones monoteístas –judaísmo, cristianismo e Islam– la homosexualidad no sólo fue mal vista sino que fue duramente reprimida (con torturas y penas de muerte incluidas), lo que obligó a una forzada clandestinidad de los homosexuales para evitar el rechazo social, la criminalización y la persecución legal hasta bien entrado el siglo XX. Aún así, insisto, entre los estamentos más favorecidos, las conductas sexuales no habituales fueron moneda corriente y se practicaban con más o menos discreción. Aquí podríamos citar bastantes nombres de mandatarios, aristócratas, políticos, religiosos, potentados, científicos, hombres de letras, artistas, etc.
Pero
para buscar el origen de la política de género hemos de retroceder
más o menos a las mismas fechas en que se estaba construyendo el
discurso ecologista a escala internacional. Nos hemos de situar pues
a finales de los 60 e inicios de los 70, con el auge del movimiento
contracultural "hippie" y una cierta explosión de libertad
y de reclamación de derechos civiles. En efecto, en esos momentos se
generalizó un gran espíritu de libertad sexual, asociado a otros
fenómenos como la difusión de la música pop y el consumo de
drogas, que fue inmortalizado a través del famoso slogan “sex,
drugs and rock & roll”. De hecho, muchas estrellas de ese
mundillo empezaron a mostrar actitudes homosexuales o andróginas
para reivindicar esos aires de libertad.
Fue en este contexto cuando nació el movimiento gay organizado, en particular después de un altercado en un local gay de Nueva York en el que la policía practicó una redada. Más adelante aparecerían las primeras asociaciones y activistas gay (sobre todo en la costa oeste de los EE UU), con una creciente visibilidad en la esfera pública hasta culminar con la llegada de políticos gay a puestos de alta responsabilidad, como el famoso caso del norteamericano Harvey Milk en 1977. Lo que vino después en el mundo occidental es bastante conocido: la despenalización de la homosexualidad, la salida del armario de gran cantidad de personajes públicos, los estudios que justificaban la homosexualidad (y eliminaban el factor de enfermedad o trastorno), la consideración de que los homosexuales eran un colectivo oprimido que debía ser reivindicado y compensado, la institución del matrimonio gay, etc. hasta llegar a la expansión en todo el planeta de la política de género en los últimos 20 años
Fue en este contexto cuando nació el movimiento gay organizado, en particular después de un altercado en un local gay de Nueva York en el que la policía practicó una redada. Más adelante aparecerían las primeras asociaciones y activistas gay (sobre todo en la costa oeste de los EE UU), con una creciente visibilidad en la esfera pública hasta culminar con la llegada de políticos gay a puestos de alta responsabilidad, como el famoso caso del norteamericano Harvey Milk en 1977. Lo que vino después en el mundo occidental es bastante conocido: la despenalización de la homosexualidad, la salida del armario de gran cantidad de personajes públicos, los estudios que justificaban la homosexualidad (y eliminaban el factor de enfermedad o trastorno), la consideración de que los homosexuales eran un colectivo oprimido que debía ser reivindicado y compensado, la institución del matrimonio gay, etc. hasta llegar a la expansión en todo el planeta de la política de género en los últimos 20 años
Paralelamente,
y no por casualidad desde luego, otro movimiento reivindicativo nació
y creció exponencialmente en esa época: el feminismo. No era del
todo un fenómeno nuevo, pues ya existían precedentes en la lucha
social y política de las mujeres por mejorar su posición y para
igualar sus derechos con los varones. Este proceso fue tomando fuerza
justamente a finales del siglo XX, especialmente desde los años 70,
con la expansión de asociaciones y movimientos organizados de gran
impacto en el ámbito social, en los medios de comunicación, en la
cultura e incluso en la política. No obstante, de la vertiente de
reivindicación social, económica o política frente a los abusos,
desigualdades e injusticias, se pasó abiertamente al enfrentamiento
con el sexo masculino. De esta manera, el feminismo (o una gran parte
de él) se asoció incondicionalmente al movimiento homosexual, con
unos fines similares. Y por cierto, detrás de ambos movimientos
estaban los mismos promotores y benefactores, la Fundación
Rockefeller y otras instituciones afines "filantrópicas" y
globalistas.
El caso es que en cuestión de apenas tres décadas, se dio la vuelta a la tortilla, y mediante un proceso acelerado de ingeniería social, los modelos, actitudes, patrones y forma de pensamiento fueron revolucionados de tal manera que lo que antes era perseguido o despreciado ahora iba a ser catapultado más allá de la normalidad, hasta el punto de crear un vuelco en las mentes de las personas para aceptar una nueva visión del individuo y de la sociedad humana. Esto es lo que se ha venido a llamar política de género.
El caso es que en cuestión de apenas tres décadas, se dio la vuelta a la tortilla, y mediante un proceso acelerado de ingeniería social, los modelos, actitudes, patrones y forma de pensamiento fueron revolucionados de tal manera que lo que antes era perseguido o despreciado ahora iba a ser catapultado más allá de la normalidad, hasta el punto de crear un vuelco en las mentes de las personas para aceptar una nueva visión del individuo y de la sociedad humana. Esto es lo que se ha venido a llamar política de género.
La
teoría de la política de género
Lo primero que deberíamos dejar claro en este tema es que para controlar y manipular las mentes de toda la población se debe recurrir al lenguaje y la confusión de conceptos. El lenguaje se retuerce, se tergiversa y se pervierte y se acaba convirtiendo en una carga de profundidad por la cual se vencen las resistencias y se imponen maneras de pensar y de actuar. Así pues, para justificar la teoría de la política de género se ha generalizado un determinado lenguaje con sus conceptos y verdades (presentadas como si fueran “científicas” y totalmente “éticas”) y después se ha procedido a imponer pautas, normas y leyes de obligado cumplimiento.
En este sentido, el primer golpe ha sido identificar malévolamente “género” con “sexo”. La investigadora española Pilar Baselga lo definió muy bien en un artículo de su blog, y que en resumen puede expresarse de este modo: “género” (del latín genus) tiene múltiples acepciones y puede significar origen, linaje, estirpe, familia o, en general, un conjunto de seres con uno o varios rasgos en común.
Pero “sexo” se refiere exclusivamente a la identidad masculina y femenina –macho y hembra– que permite la reproducción, pues no hay más sexos en la naturaleza, si exceptuamos los seres hermafroditas y la reproducción asexual. Y Baselga apunta muy acertadamente que los comportamientos sexuales de los humanos, incluyendo las prácticas homosexuales o bisexuales, han sido diversos a lo largo de la historia, pero que los sexos siempre han sido dos. Esto lo entiende –o lo debería entender– todo el mundo y cae por su propio peso biológico.
Lo primero que deberíamos dejar claro en este tema es que para controlar y manipular las mentes de toda la población se debe recurrir al lenguaje y la confusión de conceptos. El lenguaje se retuerce, se tergiversa y se pervierte y se acaba convirtiendo en una carga de profundidad por la cual se vencen las resistencias y se imponen maneras de pensar y de actuar. Así pues, para justificar la teoría de la política de género se ha generalizado un determinado lenguaje con sus conceptos y verdades (presentadas como si fueran “científicas” y totalmente “éticas”) y después se ha procedido a imponer pautas, normas y leyes de obligado cumplimiento.
En este sentido, el primer golpe ha sido identificar malévolamente “género” con “sexo”. La investigadora española Pilar Baselga lo definió muy bien en un artículo de su blog, y que en resumen puede expresarse de este modo: “género” (del latín genus) tiene múltiples acepciones y puede significar origen, linaje, estirpe, familia o, en general, un conjunto de seres con uno o varios rasgos en común.
Pero “sexo” se refiere exclusivamente a la identidad masculina y femenina –macho y hembra– que permite la reproducción, pues no hay más sexos en la naturaleza, si exceptuamos los seres hermafroditas y la reproducción asexual. Y Baselga apunta muy acertadamente que los comportamientos sexuales de los humanos, incluyendo las prácticas homosexuales o bisexuales, han sido diversos a lo largo de la historia, pero que los sexos siempre han sido dos. Esto lo entiende –o lo debería entender– todo el mundo y cae por su propio peso biológico.
Sin
embargo, cuando estalló la revolución sexual antes citada ya se
empezó a sugerir que la orientación o identidad sexual era una
cuestión “intelectual”, una libre elección de la persona,
frente a la imposición de la educación recibida. Así, el
movimiento gay reivindicaba con orgullo su libre elección de la
sexualidad, indicando subliminalmente que los pobres heterosexuales
no eran libres, sino “esclavos” de las convenciones sociales y
culturales. A partir de este punto, y ya en tiempos más recientes,
la cosa fue a más y se empezó a imponer la teoría del género, por
la cual los seres humanos no han de limitarse a las restricciones de
su cuerpo (con el que nacen) sino que pueden optar por varias
identidades sexuales, lo que incluye cualquier conducta sexual así
como el cambio de sexo mediante intervención quirúrgica.
Para ilustrar esta visión, adjunto seguidamente la definición de identidad de género aportada por las Naciones Unidas a través de su documento oficial de 2007 “Principios de Yogyakarta”: “La identidad de género se refiere a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo (que podría involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma sea libremente escogida) y otras expresiones de género, incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales.”
Para ilustrar esta visión, adjunto seguidamente la definición de identidad de género aportada por las Naciones Unidas a través de su documento oficial de 2007 “Principios de Yogyakarta”: “La identidad de género se refiere a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo (que podría involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma sea libremente escogida) y otras expresiones de género, incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y los modales.”
Un
movimiento defendido por el poder
El siguiente paso fue socializar esta maniobra mediante la consolidación tanto del activismo gay como del feminismo. Así, se procedió a construir el famoso movimiento LGTBI (y más siglas que se van añadiendo), que es en realidad un auténtico lobby que actúa como punta de lanza de una política social en la cual lo que antes era anormal o perseguido ahora no sólo es reivindicado, sino que se considera “normal” y hasta deseable, y por ello se habla abiertamente de “revolución de género”. Por cierto, es pertinente señalar que en esta revolución se ha quedado fuera la “H” (o sea, los heterosexuales) lo cual sería una contradicción con la idea de superar los prejuicios y las marginaciones. Los heteros lógicamente no deben estar ahí, y de hecho no pueden tener su día de orgullo. Son la sexualidad a superar. ¿Cómo se puede abrir sinceramente este movimiento a la sociedad, si está basado en la propia exclusividad, marginalidad y hasta elitismo?
En todo caso, para reforzar la implantación de esta política se ha incidido mucho en el victimismo, o sea, la persecución y represión legal y social de la homosexualidad a lo largo de los tiempos, por lo cual no sólo se debe proteger a este colectivo sino señalar al resto de la sociedad como potencialmente intolerante y agresiva hacia las víctimas. Por supuesto, ahora cabria recordar que a lo largo de la historia –y hasta la actualidad–muchísimos personajes de la más alta alcurnia e influencia fueron homosexuales o bisexuales y no fueron perseguidos por ello, precisamente por su posición de poder y prestigio. Antes bien, muchas de esas personas experimentaron una sexualidad muy abierta e incluso fueron adictos a toda clase de vicios y perversiones (entre las cuales solían figurar la pederastia y el incesto), en tanto que los personajes de segundo rango o de clases inferiores eran enviados a la hoguera o a la cárcel por el pecado nefando.
El siguiente paso fue socializar esta maniobra mediante la consolidación tanto del activismo gay como del feminismo. Así, se procedió a construir el famoso movimiento LGTBI (y más siglas que se van añadiendo), que es en realidad un auténtico lobby que actúa como punta de lanza de una política social en la cual lo que antes era anormal o perseguido ahora no sólo es reivindicado, sino que se considera “normal” y hasta deseable, y por ello se habla abiertamente de “revolución de género”. Por cierto, es pertinente señalar que en esta revolución se ha quedado fuera la “H” (o sea, los heterosexuales) lo cual sería una contradicción con la idea de superar los prejuicios y las marginaciones. Los heteros lógicamente no deben estar ahí, y de hecho no pueden tener su día de orgullo. Son la sexualidad a superar. ¿Cómo se puede abrir sinceramente este movimiento a la sociedad, si está basado en la propia exclusividad, marginalidad y hasta elitismo?
En todo caso, para reforzar la implantación de esta política se ha incidido mucho en el victimismo, o sea, la persecución y represión legal y social de la homosexualidad a lo largo de los tiempos, por lo cual no sólo se debe proteger a este colectivo sino señalar al resto de la sociedad como potencialmente intolerante y agresiva hacia las víctimas. Por supuesto, ahora cabria recordar que a lo largo de la historia –y hasta la actualidad–muchísimos personajes de la más alta alcurnia e influencia fueron homosexuales o bisexuales y no fueron perseguidos por ello, precisamente por su posición de poder y prestigio. Antes bien, muchas de esas personas experimentaron una sexualidad muy abierta e incluso fueron adictos a toda clase de vicios y perversiones (entre las cuales solían figurar la pederastia y el incesto), en tanto que los personajes de segundo rango o de clases inferiores eran enviados a la hoguera o a la cárcel por el pecado nefando.
Hoy
en día prácticamente se han invertido los términos tanto en el
ámbito social como en el legal. En efecto, los pocos que alzan la
voz contra el lobby gay con algún tipo de declaración disidente
suelen recibir las máximas descalificaciones públicas. Además,
cualquier vejación o ataque sufrido por homosexuales o transexuales
es objeto de una fuerte condena mediática, si bien tales agresiones
(verbales o físicas) son hoy en día muy esporádicas y sólo las
llevan a cabo unos escasísimos descerebrados, generalmente
identificados como ultras. Así, se han llegado a inventar términos
aberrantes como LGTBIfobia –y sus derivados particulares– para
condenar tales conductas indeseables. En este contexto, cualquier
opinión crítica o discrepante sobre el tema gay puede ser
considerada incluso como un delito de odio. Otra cosa es que los
liberados puedan promover y organizar libre e impunemente toda clase
de ataques, improperios o burlas hacia la moral tradicional o las
creencias de mucha gente, por considerarlas autoritarias,
retrógradas, patriarcales, fascistas, machistas, etc. Entretanto,
los máximos responsables de los credos religiosos –especialmente
los católicos– se hacen los ofendidos, cuando durante mucho tiempo
han jugado a la doble moral y han ocultado la homosexualidad y los
abusos a menores en casa propia.
Lo cierto es que este montaje ha impuesto un discurso sobre la conducta sexual y la libertad de carácter pseudo-científico intelectualoide que no hay quien lo entienda, pero como nadie quiere oponerse a la “libertad” ni parecer un cavernícola, ha sido aceptado por la mayor parte de la sociedad. No obstante, sólo a modo de muestra, inserto aquí un texto explicativo sobre la moderna identidad queer (algo que podríamos denominar más o menos transgénero) procedente de Wikipedia, o sea, la voz de su amo:
Lo cierto es que este montaje ha impuesto un discurso sobre la conducta sexual y la libertad de carácter pseudo-científico intelectualoide que no hay quien lo entienda, pero como nadie quiere oponerse a la “libertad” ni parecer un cavernícola, ha sido aceptado por la mayor parte de la sociedad. No obstante, sólo a modo de muestra, inserto aquí un texto explicativo sobre la moderna identidad queer (algo que podríamos denominar más o menos transgénero) procedente de Wikipedia, o sea, la voz de su amo:
“La
teoría queer rechaza la clasificación de los individuos en
categorías universales y fijas, como varón, mujer, heterosexual,
homosexual, bisexual o transexual, pues considera que están sujetas
a restricciones impuestas por una cultura en la que la
heterosexualidad es obligatoria, así como la heteronormatividad y el
heteropatriarcado. Esta teoría sostiene que estas categorías son
ficticias y esconden un número enorme de motivaciones políticas
apoyadas por la sexología, una ciencia que no ha sido totalmente
teorizada.”
Sin comentarios.
Xavier Bartlett
(Fuente: https://somniumdei.wordpress.com/)
Sin comentarios.
Xavier Bartlett
(Fuente: https://somniumdei.wordpress.com/)
VISTO EN: http://astillasderealidad.blogspot.com.es/2018/05/lo-que-la-politica-de-genero-esconde-1.html
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