PARTICULA
DE DIOS Y PERCEPCION
La partícula de Dios o bosón
de Higgs es la materia prima que forma las partículas elementales,
es decir, partículas que no están a su vez formadas por otras
partículas. Al bosón de Higgs se le llamó “la partícula de
Dios” porque su existencia venía a explicar cómo se había
formado la masa después del Big Bang. Era, por así decirlo, el
“pegamento primigenio universal”.
Como es obvio, estas
partículas están fuera del espectro de nuestra percepción y sólo
hemos arribado al conocimiento de ellas a través de las matemáticas
y más tarde, con el acelerador de partículas.
Es decir
que, a pesar de que todo el universo material está compuesto por
estas boson de Higgs partículas, incluyéndonos a nosotros, nuestros
sentidos no son capaces de percibirlas.
Todo el cosmos se manifiesta a
partir de la relación de las unidades electromagnéticas con el
bosón de Higgs, lo que les otorga masa.
Y podemos deducir que,
tratándose de elementos en movimiento, elementos que vibran, es esta
cualidad lo que las convierte en sustancias visibles.
Tal vez por esa razón en el
Génesis leemos que lo primero fue el verbo, la palabra, el sonido.
Si todas las partículas
viajaran a la velocidad de la luz, la composición de la materia no
sería posible. Es gracias al boson de Higgs, que actúa como un
“pegamento”, reduciendo la velocidad de los protones, los cuales
comienzan, así, a asociarse entre ellos y formar átomos.
Simplificando, hay en el
universo elementos dinámicos (protones) y otros que actúan como
reguladores de esa dinámica (boson de Higgs), según se da esa
interacción, veremos la formación de átomos y de ellos, moléculas
y de allí sustancias.
Pero qué
regula esa interacción, qué decide cuándo, dónde y cómo esta
interacción se produce. Y allí es donde entra en acción, según
creo, el entrelazamiento cuántico.
El
entrelazamiento es un fenómeno cuántico, sin equivalente clásico,
en el cual los estados cuánticos de dos o más objetos se deben
describir mediante un estado único que involucra a todos los objetos
del sistema, aun cuando los objetos estén separados espacialmente.
Esto lleva a correlaciones entre las propiedades físicas
observables. Por ejemplo, es posible preparar (enlazar) dos
partículas en un solo estado cuántico de espín nulo, de forma que
cuando se observe que una gira hacia arriba, la otra automáticamente
recibirá una «señal» y se mostrará como girando hacia abajo,
pese a la imposibilidad de predecir, según los postulados de la
mecánica cuántica, qué estado cuántico se observará. (Ver
Wikipedia Entrelazamiento Cuántico haciendo click aqui)
Sigamos un razonamiento basado
en que esta mecánica se repita en todo (no necesariamente es asi).
El centro universal de
emanación de partículas dispara las mismas hacia el exterior (big
bang) a la velocidad de la luz. Pero el universo es, en realidad, una
“jalea” energética, con la capacidad de disminuir la velocidad
de esas partículas para formar sustancias especializadas, allí
donde el centro universal las quiera.
Esto sería un hecho un tanto
inútil si estas partículas no devolvieran al centro universal
“algo” como resultado de su experiencia. Ese algo puede ser
INFORMACION. Por lo que las partículas deben, necesariamente,
“percibir”, tener consciencia.
Sin embargo, la percepción
varía según los niveles de materialización y mientras a nivel
atómico la misma se reduce al sentido de la vibración y
posiblemente del color (recordad que el átomo tiene fotones como
componentes), en otros niveles puede incluir mayor revelación.
Retornando a nuestra
experiencia humana, los cinco sentidos proveen de una información
limitada del mundo material que es más o menos útil a la
sobrevivencia de nuestra unidad de carbono, pero carecemos de mayor
información cósmica y de allí nuestra sensación de sentirnos
abandonados y solos en el espacio.
Para colmo de males, nuestra
unidad de pensamiento, la mente, parece carecer de las luces
necesarias para comprender mensajes que no estén en lenguaje
binario, tal como deduce Emanuel Kant en su obra Crítica de la Razón
Pura.
Pero, la comunicación existe,
sólo que el receptor está en otra longitud de onda.
En el acto creativo, el
escritor, músico o pintor “toma” de esa “jalea” energética
información (ideas), las cuales traslada al mundo material. Esas
ideas no podrían probar ser útiles para algo si no pudieran
manifestarse en el mundo físico. Y en eso los expertos somos
nosotros. No los dioses. Nosotros.
Por lo cual, podemos afirmar
que la espiritualidad de un hombre/mujer estará siempre relacionada
a su capacidad de “bajar” ideas desde esa jalea.
No necesariamente tiene que
ser información práctica para la mecánica, puede tratarse de
elementos que a la larga conducen a un mejoramiento de la vida o
ampliación de la consciencia.
Antes de la creación de la
imprenta, los libros eran elementos accesibles sólo a unos pocos
monjes, eruditos y nobles. De pronto, todo ese conocimiento se hizo
papel y llegó a las manos de todos… o por lo menos, se les dio
acceso a ello… luego está que la humanidad lo aproveche o no. ¿No
produjo, acaso, un gran avance en la consciencia general?
¿Será esta experiencia
vital, realmente, una vida-prisión o seremos los únicos astronautas
capaces de sumergirnos en el mundo material para extraer información
vital para el cosmos?
Lo cierto es que
necesitaremos, en algún momento, reactivar nuestro contacto con la
computadora central, acceder a la data que nosotros mismos obtenemos
y ser capaces de descifrar la que proviene del mundo de las ideas.
Es en ese mundo donde está la
verdadera aventura espiritual, un mundo donde el amor y el odio son
sólo palabras, pues el espíritu no tiene sentimientos… SIENTE.
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