Sin
duda El
Show de Truman (Peter
Weir, 1998) es una de las mejores películas que se han hecho para
motivar la reflexión y el análisis sociológico. Es una perfecta
metáfora del mundo en el que vivimos, y retrata a la sociedad
moderna de una forma magistral.
Aunque
también es magnífica en los aspectos puramente cinematográficos y
técnicos, en esta serie de artículos vamos a centrarnos
únicamente en reflexionar y profundizar sobre la carga filosófica y
antropológica que esconde el guión de la película. Debido
a que El
Show de Truman se
puede analizar desde distintas posturas críticas, vamos a
considerar dos
grandes temas sobre
los cuales se reflexiona en la película:
En
el siguiente
artículo hablaremos
sobre el individuo como espectador, pero ahora nos vamos a centrar en
las complejas teorías que apuntan a que el
mundo real es falso.
En la película El
Show de Truman este
es el tema central, pero la idea de que existen dos mundos y de que
vivimos en el mundo artificial, sin conocer el verdadero mundo real,
se ha desarrollado en muchas otras ocasiones por pensadores y
filósofos, y la encontramos también en
otras películas.
Platón, Orwell, Matrix y Truman
Considerar
que existe un mundo real y otro falso implica aceptar que hay también
dos tipos de personas: las que saben la verdad y las que viven en la
ignorancia. Las personas que conocen la verdad son las que tienen el
poder. Suelen ser éstas las clases sociales dominantes,
que controlan
al resto de
la sociedad. Así, junto a la idea de un mundo real y un mundo falso
está el concepto de la lucha de clases, puesto que necesariamente
tiene que haber una
clase dominante y una clase dominada para
que se mantenga el engaño del mundo falso.
Todos
los autores que han reflexionado sobre la existencia de dos mundos
han señalado hacia las clases dominantes como los principales
responsables del mantenimiento de este status
quo que
tiene a gran parte de la sociedad en la ignorancia y en el engaño.
Aun así, las clases dominadas también tienen gran parte de culpa,
al no
ser capaces de cuestionarse el sistema establecido
y alcanzar la verdad.
El Mito de la Caverna
Posiblemente
la primera vez que alguien reflexionó sobre la falsedad del mundo
fue en el S.IV a.C, cuando el
gran filósofo griego Platón enunció
una de las alegorías más famosas: el
Mito de la Caverna.
Con este sencillo ejemplo, Platón retrató al mundo y a la sociedad.
Una metáfora aplicable a cualquier momento de la Historia.
La
Caverna de la que habla Platón es una representación de la
sociedad. Aparecen unas personas, atadas de pies y manos, sentadas en
la oscuridad de la cueva, observando unas sombras que se proyectan
desde un lugar inalcanzable para la vista de estos individuos. Las
sombras son lo único que ven, son lo único que conocen. Llevan toda
su vida viviendo en esa situación, y para ellos el mundo real es el
que ven en las sombras.
Estas
personas maniatadas no saben que las sombras son simples
representaciones distorsionadas de la realidad, y que son generadas
por unos misteriosos personajes que se ocultan tras ellos. Desconocen
que el mundo real no es el que están observando. Platón consideraba
que la sociedad vivía en la ignorancia, engañada por una serie de
poderes (políticos, religiosos, económicos, mediáticos…) que
manipulaban la realidad. En el Mito de la Caverna, el poder, las
clases dominantes, están representadas por los personajes
que proyectan las sombras y que se ocultan tras las personas atadas,
que son las clases dominadas.
Platón
sabía que el camino hacia la verdad era complicado y estaba lleno de
obstáculos, por eso la salida de la Caverna se presenta como una
gruta escarpada y tortuosa. Escapar
de la ignorancia no es fácil,
pero, en el Mito de la Caverna, Platón guarda algo de optimismo y
cuenta que algunas personas consiguen desatarse de las cuerdas y del
engaño y escapan de la cueva, llegando al verdadero mundo real.
Para
salir de la Caverna no se precisa fuerza física, sino fuerza mental.
Tras pasar varios años observando una realidad en forma de sombras,
llega un momento en el que el individuo tiene que hacer
un ejercicio de reflexión para
conseguir su libertad. Pensar críticamente, cuestionándose el
sistema establecido y sospechando de la información que recibimos.
El
moderno concepto de la desinformación ya
puede verse en este ejemplo de la Caverna de Platón. Han pasado más
de 2.300 años, pero los misteriosos personajes que proyectan sombras
siguen existiendo. Hoy en día los conocemos como mass
media,
son los medios
de comunicación de
masas. Seguimos viviendo en un mundo de sombras y engaños.
La
manipulación de la información ha sido constante en todas las
épocas de la Historia. Es una de las principales estrategias que
ponen en marcha las clases dominantes para preservar su posición de
poder. Junto a la desinformación, el sistema mediático moderno ha
desarrollado otro tipo de formas de mantener en la ignorancia a la
población, como por ejemplo la difusión de anti-información,
un concepto que desarrollamos en el siguiente
artículo.
Para
mantener el sistema establecido y ocultar el mundo real a la
sociedad, a las clases dominantes no sólo les interesa que la
población viva en la ignorancia, sino también que vivan en un
permanente estado de inseguridad y temor. Por ello, junto a la
manipulación de la información, la difusión del miedo es otra de
las formas de control social que tiene el sistema.
El uso
del miedo es
descrito muy bien en el libro 1984,
de George Orwell. En esta obra se presenta a una población que vive
bajo el dominio absoluto de una superestructura de poder
denominada Gran
Hermano.
Esta entidad, que funciona como un dios omnipresente, somete a la
sociedad atemorizándola con la guerra y la esclavitud. El famoso
lema de esta obra resume la ideología que les conviene difundir a
las clases dominantes: “Guerra es Paz, Libertad es Esclavitud,
Ignorancia es Fuerza”. Si se consigue que la población interiorice
esas ideas, será sencillo controlarla y someterla.
En 1984 observamos
también la estrategia de la manipulación de la información, puesto
que se mantiene a la población en la ignorancia y en el engaño, si
bien el factor principal de control es el miedo. La sociedad que
se describe en esta obra es una
sociedad que vive totalmente atemorizada.
En este caso, siguiendo con la teoría del falso mundo real y el
verdadero mundo real, en 1984 la
Caverna de la que hablaba Platón es el país de Oceanía (en el que
se desarrolla la acción), y las ataduras que mantienen a las
personas en la cueva, mirando las sombras, son la acción del INGSOC,
el partido político que tiene el poder y controla toda la
superestructura del país (medios de comunicación, economía,
política, sociedad civil…). En la obra de Orwell la
cuerda que ata las manos de la gente es el miedo,
a través del Ministerio de la Paz y el Ministerio del Amor.
El
uso del miedo es una de las formas de ocultar el verdadero mundo
real, puesto que una sociedad con miedo es una sociedad que no se
atreve a cuestionarse el sistema establecido ni a reflexionar. Cuando
reina el miedo, el pensamiento crítico desaparece. Porque el
pensamiento crítico es un pensamiento libre, y la libertad no puede
existir si existe el miedo.
De
manera mucho más explícita que en el Mito de la Caverna, con la
obra de Orwell se pone de manifiesto la necesaria lucha de clases que
surge de una situación en la que conviven en el mismo espacio una
clase dominante y una clase dominada. En la cueva de Platón la clase
dominada (las personas maniatadas que observan las sombras) no se
sentía en lucha con la clase dominante (los que proyectan las
sombras), puesto que viven en una ignorancia total. En la obra de
Orwell la población dominada es consciente de la situación que
ocupan en la pirámide social, y si no actúan contra el sistema
establecido, contra el poder, no es tanto por la ignorancia, sino por
el profundo miedo que sienten. Un miedo que es un respeto hacia quien
les domina. Un respeto que otorga legitimidad al gobernante.
George
Orwell trató la temática de la lucha de clases en otro libro, su
famoso Rebelión
en la granja. En
el discurso que abre la acción de la obra,
se describe perfectamente la situación de enfrentamiento constante
entre las clases dominantes y las clases dominadas. Viejo Mayor, el
cerdo más respetado de toda la granja, recuerda a los demás
compañeros: “Nunca
hagáis caso cuando os digan que los hombres y los animales tienen
intereses comunes, que la prosperidad de unos es también la de los
otros. Son mentiras. Los hombres no sirven los intereses de ningún
ser exceptuando los suyos propios”.
Es un mensaje muy claro: la clase dominante es necesariamente enemiga
del resto de la sociedad.
En
la saga de películas Matrix la
idea de que el mundo en el que vivimos es engañoso y falso se lleva
al extremo. La primera película, The
Matrix
(Wachowski, 1999), introduce el planteamiento de la trama: la
sociedad está viviendo en un mundo irreal, que es en realidad un
programa informático llamado “Matrix”. Este programa informático
reproduce el mundo tal y como era antes de la guerra que hubo entre
humanos y máquinas.
La
acción de Matrix transcurre
en el año 2199. Se explica que a comienzos del S.XXI el avanzado
desarrollo tecnológico de las sociedades derivó en la creación de
una potente inteligencia artificial (I.A) que controlaba el
funcionamiento de la vida. Se puede decir que todo comenzó el
momento en el que los seres humanos delegaron todas las tareas y
funciones a las máquinas. Con el máximo desarrollo de la robótica
y la informática, los seres humanos no sólo habían creado un gran
aliado para hacer sus vidas más cómodas, sino también un
potencial enemigo. Morfeo explica que “no
sabemos quién atacó primero, si nosotros o ellos”,
pero el resultado final es que la guerra hizo inhabitable la
superficie terrestre y contaminó la atmósfera. En el tiempo en el
que transcurre la trama de Matrix,
la verdadera población humana vive en un mundo subterráneo, y las
máquinas controlan el resto del planeta.
Hablamos
de “la verdadera población humana” porque en las películas de
Matrix conocemos
también a otro tipo de población: la que vive en el falso mundo
real. Esta es la población sometida por las máquinas y que, aunque
está físicamente en la Tierra, en el mundo real, vive conectada al
programa informático Matrix.
Existen
campos kilométricos donde los seres humanos son almacenados, en una
especie de burbujas, conectados con cables a Matrix. Su
cuerpo está en el mundo real, pero
su mente vive en un mundo falso.
En palabras de Morfeo, Matrix es una “simulación interactiva
neural”, una falsa realidad en la que las personas “viven”
(interactúan). Quizás es la parte más difícil de creer de la
película (eso de que las máquinas cultivan a
los seres humanos en grandes campos), pero aunque sea muy retorcido
pensar si ese futuro es o no posible, lo importante es quedarse con
la idea principal: la población vive en un mundo físico falso que
es una
prisión para la mente.
Podemos
entender Matrix como
una versión moderna de la Caverna de Platón. La gente no está
atada con cuerdas, sino manipulada por complejas señales eléctricas
y programas informáticos. En un
gran discurso de Morfeo,
se cuestiona la veracidad de la realidad de la siguiente manera:
“¿Qué es “real”? ¿Cómo definirías “lo real”? Si te refieres a lo que puedes sentir, a lo que puedes oler, a lo que puedes saborear y ver, “lo real” podrían ser señales eléctricas interpretadas por tu cerebro.”
La
población que vive mentalmente en Matrix no tiene por qué dudar de
que el mundo es falso, pues viven de manera normal: caminan, comen,
tienen un trabajo, pagan impuestos, van de compras… En principio
son personas libres, aunque en realidad no lo son. Y este es el gran
mensaje de la película, que la
libertad en la que creemos vivir no existe.
Somos prisioneros de un sistema socioeconómico y político. Morfeo
le explica a Neo, el protagonista de la saga, que en realidad vive
en “un mundo que ha sido puesto ante tus ojos para
ocultarte la verdad: eres un esclavo.”
En
esta frase, Morfeo apunta deliberadamente a que alguien ha
creado este engaño, alguien está
manipulando la realidad. Siguiendo con la argumentación que hemos
mantenido cuando hablábamos de Platón o de Orwell, en este caso
Morfeo se está refiriendo a que existe una clase dominante que tiene
el poder sobre la clase dominada. Los que proyectan las sombras en la
Caverna, los miembros del partido INGSOC en Oceanía, en Matrix son
las máquinas, los robots que han creado un mundo artificial para
engañar a los humanos. En todos los ejemplos que hablan de dos
mundos encontramos también dos clases sociales: los poderosos y los
sometidos.
“Matrix
es un sistema. Ese sistema es nuestro enemigo. Pero cuando entras,
¿qué ves a tu alrededor? Hombres de negocios, profesores, abogados,
carpinteros… Son las mentes de los mismos que intentamos salvar.
Pero hasta que no lo hagamos, siguen formando parte de ese sistema, y
eso hace que sean nuestros enemigos. La mayoría de ellos no están
preparados para ser desactivados, y muchos están tan habituados,
dependen tanto del sistema, que lucharían para protegerlo.”
En
este discurso de Morfeo hay algunas ideas muy interesantes, y que
apuntan hacia lo más profundo del carácter sociológico del ser
humano: personas dependientes del sistema, individuos incapacitados
para saber la verdad… Se hace una dura crítica social a la mayoría
silenciosa,
a esa gran parte de la sociedad que no quiere o
no sabe abrir
los ojos. A esa población que prefiere seguir maniatada en la
caverna, mirando sombras. Es una población demasiado atemorizada
como para rebelarse contra el sistema establecido y demasiado
desinformada como para comprender que el sistema les está engañando.
“Dependen
tanto del sistema que lucharían para protegerlo”.
Es una de las principales estrategias del poder: hacer creer a la
población que los intereses de la clase dominante son los mismos que
los del resto de la sociedad. Ya lo advertía el Viejo Mayor
en Rebelión
en la Granja.
El sistema establecido se consolida finalmente cuando la población
asume que el sistema es correcto y que ha de ser defendido por todos.
Un ejemplo moderno lo encontramos en el
bipartidismo.
Un sistema que no favorece a la sociedad pero que es protegido y
mantenido por la propia población, temerosa de que desaparezca el
modelo y se pierda la tranquilidad y la estabilidad socioeconómica
ante la posible llegada de otros partidos.
Volviendo
a Matrix,
a lo largo de la película se arrojan muchas frases interesantes,
pero sin duda la que mejor resume la idea principal es aquella que
dice “la ignorancia es la felicidad”. Esta frase la dice
Cifra, un interesante personaje que representa a esa población que
prefiere vivir sin saber la verdad, en
la comodidad del sofá,
viendo la televisión y comiendo tranquilamente. Cifra fue liberado
de la prisión mental del programa Matrix, y en la película aparece
como un hombre libre, que conoce el verdadero mundo real y sabe del
engaño que supone el mundo de Matrix. Aun así, teniendo toda la
información y siendo consciente de cómo funciona el sistema, Cifra
toma la decisión de volver a ser conectado en Matrix. Prefiere vivir
en la Caverna.
En
la película Matrix
Reloaded (Wachowski,
2003), en un
interesante diálogo entre Neo y “el Arquitecto”,
éste último, creador del mundo artificial Matrix, dice que casi el
99% de los individuos acepta el programa (es decir, la falsa realidad
de Matrix) siempre que se les de la capacidad de elegir en cierta
medida sus destinos como personas. Aun así, aunque la gran mayoría
de la población acepta vivir sin saber la verdad, el Arquitecto
reconoce que se han tenido que realizar hasta seis versiones de
Matrix, debido a que siempre aparecía una anomalía, una minoría
consciente que rechazaba el programa Matrix (el sistema establecido).
Si no se controla a estos movimientos anti-sistema, según el
Arquitecto, se corre el riesgo de sufrir una revolución social a
nivel general contra Matrix.
En
la saga Matrix esta
minoría anti-sistema viene representada por los habitantes de Sión,
la última ciudad humana del mundo real. Prestando atención a la
compleja y profunda trama de estas películas, se entiende que la
minoría consciente triunfó en hasta cinco Matrix anteriores. Es
decir, que el Matrix actual que se conoce en las películas es un
sistema Matrix instaurado dentro de otro Matrix. Debemos suponer que
en los anteriores Matrix el sistema no pudo contener la revolución
social de personas conscientes que se cuestionaron la realidad
presentada y que lucharon contra el sistema establecido. De ser
así, se
puede hacer una lectura optimista del mundo
que se presenta en Matrix,
puesto que ese 1% de los individuos que no aceptan el
programa consiguen despertar al resto de la población, si bien
es cierto que el sistema sabe reinventarse, exterminar a la masa
crítica, y volver a dominar a la sociedad.
Es
una reflexión muy profunda por parte de las hermanas Wachowski, que
intenta decir que, en cualquier sistema opresor (sea la Caverna de
Platón, la Oceanía de 1984 o
el mundo de Matrix), siempre acaba apareciendo, pasado un tiempo, una
minoría que se cuestiona el sistema establecido.
Continuando
con la reflexión derivada de la trama de la saga Matrix,
e intentando profundizar en la idea de que toda revolución mental y
social necesita un tiempo de gestación, debemos apuntar que Truman
no se cuestiona el mundo en el que vive hasta bien sobrepasados los
30 años de edad. Tal y como dice el Arquitecto de Matrix, en todo
sistema existe “una anomalía” que se reproduce tras un espacio
de tiempo. Es decir, desde el momento en el que se establece un
sistema, pasa un tiempo hasta que aparece la “anomalía”, esto
es, el cuestionamiento del sistema por parte de una minoría de la
población. Para el Arquitecto, la anomalía es la rebelión ante el
programa Matrix. En la Caverna de Platón, la anomalía es el
personaje que se desata y lucha por salir de la cueva y llegar al
verdadero mundo real.
¿Pero
por qué tarda un tiempo en darse esta anomalía en cualquier
sistema? ¿Por qué no es inmediato el rechazo a un sistema opresor y
manipulador? La explicación está en la mejor frase de la
película El
Show de Truman. Christof,
el creador y director del show, al ser preguntado por qué Truman
nunca se ha planteado la naturaleza del mundo en el que vive,
responde: “Aceptamos
la realidad tal y como nos la presentan”.
Una sencilla frase que recoge una gran carga filosófica y
sociológica.
En El
Show de Truman se
nos presentan de forma muy clara los dos mundos de los que hablaba
Platón. Existe un falso mundo real, la
ciudad de Seahaven
(donde vive Truman), y el verdadero mundo real, donde vive la
población que ve el show. La película no tarda mucho en desvelar el
punto central de la trama: Truman no sabe que vive en un set de
televisión, que las casas, las calles, los coches y los árboles son
falsos (no es el mundo real), y que las personas que le rodean son
actores. El estado de manipulación en el que vive Truman es bastante
evidente, puesto que vive preso en un escenario, aunque también es
interesante considerar a los espectadores que viven en el mundo real
como individuos esclavizados y en cierta manera manipulados. Esta
reflexión se aborda de manera más profunda en
el siguiente artículo.
En
el mundo ficticio de El
Show de Truman lo
único real es el personaje principal, Truman (tal y como apunta su
propio nombre: True
man,
hombre verdadero), aunque en la película aparece otra persona real
(que no es actor), Sylvia. Esta joven estudiante, por la que Truman
se siente atraído, le cuenta a éste toda la verdad. Sylvia intenta
hacer con Truman lo mismo que Morfeo hace con Neo, pero el sistema
rápidamente la elimina. Podemos identificar en el personaje de
Sylvia la anomalía de la que habla el Arquitecto de Matrix. “Si no
se controla a estos movimientos anti-sistema, se corre el riesgo de
sufrir una revolución social a nivel general contra el sistema”.
En El
Show de Truman,
el sistema, la clase dominante, viene representada por Christof, el
creador y director del programa de televisión. No es casualidad que
se llame Christof y
que sea “el Creador” del show, ni que el centro de operaciones
esté en el cielo de Seahaven. Todo son guiños para presentarlo como
un dios, omnipresente, que controla todo lo que ocurre en el mundo
bajo sus pies.
Como
los hombres de la Caverna de Platón, Truman está atado a la
realidad en la que vive. Entre las cuerdas que le atan podemos
identificar las
dos estrategias que usa el poder para controlar a la población:
infundir miedo y manipular la información. En
la película, a Truman le es imposible escapar de Seahaven por
el miedo que le tiene al agua. De la misma manera, la
desinformación y la manipulación también tratan de mantenerlo
atado, con estrategias grotescas que en la película pretenden
representar las técnicas de la
manipulación informativa que padecemos en
el mundo real.
Durante
toda la película Truman sospecha de la realidad en la que vive.
Siente que algo extraño sucede. Tiene “una astilla clavada en la
cabeza”, como le ocurre a Neo en Matrix.
Además de esta sospecha, en El
Show de Truman se
añade el deseo que tiene el individuo de conocer lugares nuevos y de
abandonar el hogar, las inquietudes propias de cualquier mente libre.
El sistema detecta que el individuo comienza a cuestionarse la
naturaleza del mundo, y se pone en marcha una campaña para que
Truman comprenda que no ocurre nada y que no hay nada mejor que vivir
en la ciudad de Seahaven, en la zona de confort.
Truman va
recibiendo mensajes continuamente. Mensajes que le intentan
justificar porqué ocurren las cosas extrañas que él ve (por
ejemplo cuando se cae un foco del techo del escenario, la emisora de
radio explica que un avión ha tenido problemas y han caído objetos
del cielo), y también mensajes que intentan quitarle de la cabeza la
idea que tiene que viajar por el mundo y salir de la ciudad (el
anuncio de “Podría pasarle a usted”, en referencia a los
accidentes que pueden tener los aviones, o los programas de
televisión que hacen hincapié en los sentimientos producidos por el
hogar y la familia). El sistema tiene la capacidad de crear opinión,
y de manipular la realidad para conseguir una respuesta social
determinada.
Incluso
cuando es un niño, Truman recibe mensajes del sistema. Su padre le
dice: “Tienes
que aprender a conocer tus propias limitaciones”.
Un claro mensaje a la inacción, a la pasividad. Un mensaje que
intenta anular cualquier intención de lucha o de cuestionamiento del
sistema. En la película, esta frase es una buena crítica al sistema
educativo y a la formación que reciben los niños en la actualidad.
Educados para no pensar, para no luchar. Educados para conocer los
límites y aceptar el sistema.
Aun
así, la fuerza mental del individuo puede conseguir romper las
cuerdas que le atan al sistema. En la película, Truman consigue
vencer a sus miedos y navega hacia el verdadero mundo real. La escena
final, con el protagonista superando la adversidad del mar (una
metáfora del miedo),
intenta transmitir un mensaje optimista parecido al que encontramos
en Matrix:
con el tiempo la minoría que se cuestiona el sistema consigue vencer
y liberarse del engaño.
Alejándonos
del optimismo con el que hemos concluido la reflexión sobre El
Show de Truman,
es interesante profundizar en un aspecto ineludible: “Casi un 99%
de los individuos aceptan el programa”. En la obra de Platón, la
mayoría de las personas atrapadas en la Caverna rechazaron salir al
exterior cuando los hombres libres volvieron a rescatarlas. En el
mundo de Matrix, algunos prefieren seguir conectados al programa
informático y vivir en el mundo falso, degustando sabores
artificiales.
Llegados
a este momento, habría que preguntarse: ¿la
gente quiere saber la verdad? ¿Hasta
qué punto estamos dispuestos a romper con el sistema social,
económico y político en el que vivimos? Sin duda, como se dice en
Matrix, “la ignorancia es la felicidad”, y ¿qué
es más importante, ser libre o ser feliz?
En
la sociedad occidental actual la mayoría de la población vive
feliz. A partir la segunda mitad del S.XX proliferaron los barrios
residenciales,
de casas con jardín, donde las clases medias podían vivir
tranquilamente y tener uno o dos coches. El estado de bienestar, la
libertad económica, el auge del consumo…
poco a poco la población se ha asentado en un mundo artificial
realmente cómodo. Hoy en día encontramos muchos Seahaven,
muchos Matrix y muchas Cavernas. Una parte importante de la población
actual vive en burbujas, alejados del verdadero mundo real.
Una
familia de clase media que viva en una ciudad occidental en el año
2014, y cuya principal preocupación sea el pago de sus deudas y el
consumo constante, estará viviendo una vida muy parecida a la de Neo
en Matrix o
a la de Truman en Seahaven. Hoy
en día el sistema favorece la vida en una burbuja.
Una burbuja que no sólo es mental (la percepción de que lo real es
únicamente lo que se observa), sino que es también física (tiene
su plasmación en el espacio). Una de las mejores imágenes para
visualizar las burbujas, o las Cavernas de Platón, que existen en la
actualidad son las urbanizaciones
privadas o
los condominios cerrados.
Es
en este
tipo de espacios urbanos es
donde mejor se evidencia la existencia de dos mundos. El verdadero
mundo real suele coincidir con el exterior de la urbanización
privada, y es en el interior de estos espacios donde observamos los
elementos que hemos analizado y que caracterizan el falso mundo real:
el engaño, el miedo o la pasividad. La población que vive en
condominios cerrados está protegida por muros, cámaras y seguridad
privada, un claro ejemplo del miedo que existe hacia el
exterior.
Además
de eso, es una población que no conoce la realidad, puesto que vive
en un espacio cerrado, y sólo sale de esa burbuja para ir al
trabajo. Cuando tienen que abandonar su hogar, su mundo, no lo hacen
“bajando al mundo real” (no cogen el transporte público, no
caminan por la calle), sino que utilizan su transporte privado y
llegan directamente a su lugar de trabajo. Es decir, realmente es una
población que no tiene contacto con el mundo real. Una pregunta
interesante sería: ¿tienen algún interés en conocer el verdadero
mundo real?
En
la película Matrix encontramos
un buen ejemplo de que el mundo real no siempre es mejor que el mundo
falso. Cuando las personas son desconectadas del programa informático
Matrix, pasan a vivir en el verdadero planeta Tierra, pero en unas
condiciones de vida mucho peores. En este caso son libres, pero menos
felices.
Muchas
veces el precio que hay que pagar por conocer la verdad es descubrir
que realmente el mundo no es un lugar tan feliz como creíamos. Si de
pronto un joven que ha nacido y se ha criado en una urbanización
privada, que tiene piscina y pistas de tenis, apareciera en medio de
una calle cualquiera en
una ciudad como Kinshasa,
sufriría un shock emocional.
Sentiría que no está en el mundo.
Y
en cierta manera tendría razón: no está en su mundo.
Descubriría que no hay piscinas, no hay pistas de tenis, no hay
seguridad y no hay tantas posibilidades de consumo. Se vería rodeado
de una situación desconocida para él: la pobreza.
Además
de estar relacionado con la dicotomía “clases dominantes-clases
dominadas”, la teoría de que existen dos mundos está
estrechamente ligada a los conceptos de desigualdad e
injusticia. Si existe un mundo real y otro falso, no pueden ser
iguales. Están en una situación de desigualdad. Uno de los dos es
mejor que otro. Y
por ello la mayoría de la población prefiere vivir en el falso
mundo real: porque se vive mejor.
La
felicidad no sólo está en la ignorancia, sino también en la
esclavitud. “Esclavitud es Libertad”, reza el lema del INGSOC
en 1984.
El que vive encadenado a un mundo artificial no tiene mucho de qué
preocuparse. Los
hombres maniatados de la Caverna de Platón no tenían
preocupaciones, y la vida de Truman en su mundo es muy tranquila.
Siempre y cuando el sistema sepa cómo seducir a la población, ésta
responderá como un rebaño de ovejas y se dejará llevar por su
pastor.
El superhombre del
que hablaba Nietzsche, y que estaba llamado a superar el engaño al
que nos tiene sometidos Dios, queda anulado en la sociedad actual por
un sinfín de elementos
atractores que
nos atan al falso mundo real. Hoy en día no son cuerdas las que nos
tienen presos, como en el Mito de la Caverna, sino otro tipo de
cadenas mucho más efectivas y discretas.
El
sistema ha desarrollado estrategias mucho más inteligentes que el
uso de la fuerza o la opresión. La sociedad planteada en 1984 por
George Orwell dista mucho de la realidad, ya que las clases
dominantes han entendido que se consigue más con el placer que con
el miedo. En este aspecto podemos decir que Aldous Huxley acertó en
su premonición con Un
mundo feliz,
cuando apuntó a que el
poder controlaría a la población a
través de las cosas que más gustan a la gente. Actualmente nos
atrae el consumo, nos gusta ir de compras, nos atrae la publicidad,
nos gustan las distracciones. Son nuevos placeres que nos ofrece la
vida y que no dudamos en abrazar. Por ello muchas veces no somos
personas, sino consumidores. Y muchas veces no
somos personas, sino espectadores.
¿Libertad
para qué? ¿Qué ganamos siendo libres? ¿Acaso no es mejor vivir en
una burbuja, presos de una realidad artificial que nos distrae y nos
da placer? ¿Acaso es mejor conocer la verdad, luchar por la
libertad, y cargar
con el peso de una mente consciente?
¿No es más sencillo sentarse en el sofá y ver la televisión?
El
sistema ha triunfado. Porque ha llegado el momento en el que incluso
esa minoría crítica ha entendido que la recompensa de la libertad
de pensamiento no vale la pena frente la
dulce cadena perpetua de la ignorancia.
Así, todos vivimos en el mismo sistema. Sabemos que existe otro
mundo, que el nuestro es injusto, pero estamos demasiado distraídos
y sedados como para hacer nada.
Terminamos
la reflexión como termina la película El
Show de Truman,
con una frase que retrata a la sociedad actual. Después de que el
show finalice, con Truman triunfando y abandonando sus cadenas, como
un símbolo de lo que debiera hacer toda persona, los espectadores se
quedan mirando el televisor. El programa que tantos años llevan
viendo embobados ha terminado. Su protagonista es un hombre libre. Y
no hacen ninguna reflexión. Sólo alcanzan a decir: “¿Qué
ponen ahora?”.
Escrito
por JUAN
PÉREZ VENTURA
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