© LAS PÉRDIDAS EN LA VIDA
Éste es un tema recurrente pero que no está por demás de
echarle un vistazo.
La vida en sí misma es el paradigma de la pérdida desde que
nos es otorgada pues desde que nacemos nos encaminamos hacia la muerte (la
pérdida de la vida)
No es de extrañar que todo el proceso vital esté lleno de
pérdidas de diversa entidad a las que nos debemos ir enfrentando tal y como se
presentan.
Cuando una pérdida nos afecta, la vida nos interpela para recordarnos la caducidad de todas las cosas: todo lo que empieza, termina
Más allá de esta enseñanza básica, sin embargo, nos toca
gestionar las emociones y los retos que una pérdida nos plantea en nuestro
ámbito concreto
Es evidente que siempre hay que superar el trance y salir
adelante. Por mucho que nos afecte o nos duela, es ley de vida y debe servirnos
de aprendizaje.
Son diversas las reflexiones que debemos hacer: recordar
nuestra finitud, nuestra imperfección, la necesidad de ser agradecidos. Ver qué
necesitamos hacer diferente o qué debemos aceptar.
Disolver nuestra vanidad y admitir que todo no lo hacemos
bien, tratando de enderezar lo que sea necesario, o sacando del disgusto la
lección que quizás nos falta para mejorar y avanzar.
Según sea el nivel de la pérdida, también supondrá más
energía a emplear y más voluntad de aceptación. Otra cosa serían las
recriminaciones que nos podamos hacer sobre el hecho
Una de las sensaciones más habituales frente a una pérdida
es que sentimos una gran frustración y por qué no decirlo, una gran irritación
por lo que nos parece una estafa, una maldad inmerecida.
He aquí pues el panorama no deseado que se nos abre. Primero
debemos averiguar si nos sentimos responsables, después ver que debemos
aprender y finalmente cómo actuar a continuación
Las pérdidas pueden ser de diferentes tipos: la muerte de un
ser querido, quedarse sin trabajo, enfrentar un desahucio, pero creo que la más
frecuente es la ruptura de pareja.
En este último caso intervienen -como en todos los demás-
muchos factores pero la situación se reduce al ámbito de dos personas que de
entrada tendemos a definir como víctima y verdugo.
Pero la cosa no es ni mucho menos tan sencilla. Una ruptura
siempre es responsabilidad de los dos miembros de la pareja, aunque sea sólo
uno de ellos quien haya tomado la iniciativa.
Las relaciones son activas o pasivas, por acción u omisión:
uno hace y otro dejar hacer... hasta que el vaso se llena y empieza a
derramar...
Tomar la decisión de separarse (más si se lleva tiempo
juntos) es algo difícil y doloroso aunque se vea clara su conveniencia, porque
nunca es todo blanco o todo negro en cuanto a sentimientos
La cuestión es que el más fuerte, el más decidido o el más
cabreado da el paso y derriba toda una estructura a veces débil pero a menudo
levantada y mantenida con notables esfuerzos
Llegados aquí, vienen el reparto de culpas
(responsabilidades) y la aparición de la rabia, la tristeza, el abatimiento, el
desencanto, etc. que no ayudan en nada pero son el primer paliativo para la
situación
La tentación de “hacer daño” al otro es muy grande y
comprensible pero no admisible porque sólo hace que las cosas se compliquen y
se alargue el proceso de superación de la debacle
Tal y como se ha oído decir: Cuando se cierra una puerta se abre una ventana. O sea que lo más
adecuado es apresurarse a pasar página y estar dispuesto para las nuevas
posibilidades que la vida nos prepare
O así me lo parece
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Joan Martí - elcamidelavida@gmail.com - 4 julio
2024
OTROS ESCRITOS DEL MISMO AUTOR: https://masacriticaconsciente.blogspot.com/p/escritos-propios.html
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