29.11.24

El futuro pertenece a quienes aman, a quienes se atreven a soñar con un mundo mejor

LA FELICIDAD COMO ACTO REVOLUCIONARIO   

Después de unos días de vagar por los bosques y escalar montañas, dejando que el viento puro se llevara mis pensamientos y la tierra cruda absorbiera la escoria de este mundo, algo se iluminó dentro de mí. Lejos de las pantallas hipnóticas, de los mandatos tóxicos y del bullicio incesante, encontré lo que casi había olvidado. 

El sabor simple y poderoso de la vida real. Una vida conectada con la naturaleza, viva, vibrante, anclada en la realidad, lejos de las ilusiones que este sistema busca imponernos. Este regreso a lo básico me abrió los ojos sobre el alcance de la mentira del aislamiento y sobre nuestro inmenso poder para rechazarlo, para reconstruir un mundo sano y humano donde la vida, el amor y la alegría triunfarán sobre su oscuro juego.

Imaginemos por un momento que lo que estamos viviendo ahora no es sólo un momento difícil, sino un verdadero apocalipsis. Vivimos en el corazón de este apocalipsis. No el de las películas de gran presupuesto donde los meteoritos pulverizan el planeta, ni el de los textos sagrados donde las trompetas anuncian el fin del mundo, sino un apocalipsis en el primer sentido del término de revelación, de levantamiento del velo de ilusión que  nos hipnotizó a todos con su comodidad pasada de moda. El apocalipsis del que hablo es el de una mirada brutal y despiadada al funcionamiento oculto de este mundo, escondido durante mucho tiempo detrás de la cortina de comodidad e ilusiones en una tragedia orquestada por estos demiurgos modernos. 

Es de esta cruda y dura revelación de las travesuras ocultas de un sistema podrido por la corrupción, la codicia y la indiferencia de lo que quiero hablar. Un sistema donde los poderosos, estos banqueros desarraigados y estas élites desconectadas, juegan a acumular riqueza y robar recursos vitales que no se llevarán a la tumba, mientras nosotros, las masas, andamos con la ilusión de que ellos nos construyeron.  Francamente, no resulta en la destrucción total y visible de nuestras vidas, sino en una descomposición silenciosa y perniciosa de todo lo que nos hace seres humanos.

Pero si este apocalipsis revela el horror de un mundo manipulado, plagado de corrupción y violencia, también ilumina esta verdad que buscan ocultarnos a toda costa: somos mucho más numerosos que ellos. Y ellos, estos oligarcas desarraigados, locos por su arrogancia, incapaces de construir nada más que cárceles, son sólo un puñado, en este mundo podrido por la corrupción sistémica, las desigualdades abismales y la codicia insaciable de quienes detentan el poder. Un puñado de hombres y mujeres, banqueros apátridas y élites globalizadas, lideran una danza macabra. 

Entonces, ¿por qué darles las riendas? ¿Por qué concederles el lujo de continuar con su teatro de marionetas donde nosotros sólo estamos reducidos a papeles de extras? La solución puede ser, en última instancia, más sencilla de lo que parece. Seguramente no pasará por un levantamiento espectacular, vimos lo que sucedió con los chalecos amarillos tan violentamente reprimidos por esta odiosa milicia estúpida, ni por victorias abrumadoras en el campo de batalla ya que no tenemos otras armas que nuestro coraje y nuestra voluntad. Pero bien podríamos ganar, en última instancia, a través de una verdadera revolución interior, una reapropiación de lo que nos hace seres humanos, que vivimos en la alegría, en la conexión con los demás, en el intercambio y el compartir, en una palabra: la vida.

Mira a tu alrededor. Y verás que todo su mundo basado en mentiras e ilusiones desde las guerras de los últimos siglos, en la adquisición de bienes materiales y la pérdida de nuestra esencia espiritual está explotando, derrumbándose como un castillo de naipes. Sus primeras fichas de dominó ya han caído con la puesta en escena de las sociedades y proyectos eugenésicos y malthusianos del FEM, con su intento de asesinato en masa basado en inyecciones químicas; con la locura sanguinaria de los últimos colonos activos en Oriente Medio; con la duplicidad de los científicos comprados para producir sólo muerte; con los políticos títeres a las órdenes de los oligarcas y sus elecciones amañadas por computadora; y finalmente con el mal tiempo fabricado para hacernos creer en su engaño climático y crear escasez de alimentos. 

Empobreciendo cada vez más a sus pueblos para controlarlos mejor, vemos claramente que los gobiernos, volviéndose perversos, apoyan los genocidios televisados. La de los sionistas, que se esconden bajo sus kipás ceremoniales para justificar su sed de sangre y su locura supremacista, mientras sacrifican a su propio pueblo. Pero también el de los banqueros de BlackRock, Vanguard y State Street que, habiéndolo comprado todo con dinero mono, ahora desencadenan guerras climáticas tan viles como absurdas, hundiendo así a regiones enteras del mundo en pesadillas sin fin, con el objetivo de vender su trigo envenenado procedente de Ucrania y su ganado envenenado por decenas de “vacunas” que se han vuelto obligatorias. 

En cuanto a los medios de comunicación que se han convertido en prostitutos, no son más que instrumentos de esta sucia propaganda, portavoces de una oligarquía degradada y decadente que sostiene firmemente las riendas. Cada día nos alcanzan, nos atacan nuevas locuras provenientes directamente de sus mentes trastornadas; y seguimos ahí, hipnotizados y paralizados, como espectadores incapaces de apartar la vista de lo sórdido.

En este mundo moribundo donde se hace todo lo posible para aislarnos, dividirnos, mantenernos en un estado de miedo y sumisión, seguimos jugando a su juego y ayudamos a financiar su locura con nuestros impuestos de todo tipo. Pero ¿por qué somos tan impotentes para defendernos de este estallido de odio contra nosotros? Quizás simplemente porque hemos olvidado cómo vivir libre, sanamente y ofrecer a nuestros hijos la alegría del momento. Hemos cambiado nuestros propios sueños por pantallas, nuestras conversaciones por “me gusta”, nuestra humanidad por un consumismo desalmado, nuestras relaciones amistosas por posiciones políticas prefabricadas… ¡Y ésta es su arma definitiva! Todas estas máquinas digitales les dieron la clave que utiliza nuestra incapacidad para reconectarnos con nosotros mismos y con los demás.

Los déspotas que gobiernan nuestro mundo han comprendido una cosa esencial y ahora la aplican con constancia y celo: ¡divide y vencerás! Han hecho del individualismo una virtud y de la solidaridad una debilidad. Sin embargo, es este individualismo el veneno que nos aísla, nos debilita cada día un poco más y nos desarma frente a su bien engrasada máquina. ¡La verdad es que solo somos poderosos juntos!

Creímos su mentira de la competencia en lugar de practicar la colaboración. Hemos mordido la manzana de su tecnología que nos está envenenando de narcisismo. Si bien somos la única fuerza vital capaz de derribar montañas, levantar continentes y expulsar a los tiranos, con la única  condición de que recordemos lo que significa ser humano.

Para ello, debemos dar marcha atrás y querer volver a lo básico. Apaguemos nuestros televisores destilando el descaro y tiremos definitivamente estos smartphones que, lejos de ser progresos, llevan consigo el nombre carcelario de "celulares". Volvamos a conectarnos con nuestros seres queridos, con la naturaleza que nos rodea, con la sencillez de los intercambios cálidos, con la colaboración y la ayuda mutua que forman la base de las civilizaciones, devolviéndonos a las alegrías de los niños. Porque aquí es donde reside nuestro verdadero poder como seres humanos con capacidad de amar, de reír, de crear, de vivir plenamente y disfrutar de los beneficios que esta Tierra nos ofreció gratuita y abundantemente. Y ante esto, toda su riqueza, todo su poder, toda su locura oligárquica se derrumbará como un castillo de naipes arrastrado por una ráfaga de viento.

Sin embargo, estos “poderosos” (porque somos débiles) quieren que seamos infelices, abatidos, desesperados y aislados. Para qué? ¡Porque las masas felices, vibrantes de vida, son incontrolables! No se doblegan y no aceptan las cadenas que les imponen. No dependen de ellos, no siguen sus reglas sino las de la vida. Así que no nos equivoquemos sobre el camino a seguir, porque ser feliz, en este mundo disfuncional, ¡es un poderoso acto de rebelión! Así, negándose a hundirse en la depresión, negándose a dejarse aplastar por la pesadez del sistema vigente, negándose a dejarse hipnotizar por las sirenas del confort material y negándose a participar en el surgimiento de su tecnología artificial de inteligencia restringida, ya es una victoria. ¡Antes de cambiar el mundo, tienes que cambiarte a ti mismo! 

Seamos claros: luchar por un mundo mejor no significa esperar resultados inmediatos. Como dijo Hedges: "No lucho contra los fascistas porque voy a ganar. Lucho contra los fascistas porque son fascistas". Podemos adaptar esta simple frase a todo lo que constituye nuestro tiempo hablando de estos banqueros depredadores, de estos sionistas carroñeros, de estas hienas del capitalismo, y de todos aquellos que sólo viven en la putrefacción de este mundo, que se ensucian de entusiasmo y placer. Porque la lucha es un fin en sí misma, un acto de resistencia contra la injusticia, una rebelión contra la codicia, un levantamiento contra la decadencia y la inmoralidad. Pero esta lucha de toda la vida no debe ser una carga que nos robe la alegría y las ganas de vivir. Al contrario, debe ser alimentada por esta dicha de estar aquí y ahora, por este amor incondicional a la verdad, por esta necesidad de vivir en paz, alegría y justicia.

Entonces, ¿dónde podemos encontrar esa felicidad que tanto nos prometen y a la que nos niegan el acceso? Ciertamente no en estas victorias caóticas que justifican quemarlo todo para poder empezar de nuevo, ni en estos enfrentamientos con milicias excesivamente armadas y entrenadas, y menos aún en las urnas ya manipuladas. Porque todo esto hará que suframos muchas más pérdidas que victorias. Tampoco encontraremos felicidad esperando un cambio radical, ni un salvador globalizado, porque este sistema está diseñado precisamente para resistirlo.

No, la felicidad y la victoria se encuentran en nuestro corazón y en nuestra mente liberada de sus cadenas de ilusiones, en estas pequeñas cosas que componen nuestra vida diaria, en este soplo de aire en nuestro rostro, en una sonrisa intercambiada, en una belleza sencilla y milagrosa de la vida que sigue floreciendo en este planeta, o en un arte de vivir que podemos y debemos cultivar. Esto es lo que nos falta, y no un ejército de mártires deprimidos, sino una comunidad vibrante y llena de vida, dispuesta a defender lo que es justo, no por obligación, ¡sino por amor a la vida!

Elegir la felicidad es ahora una habilidad poco común pero que debe compartirse, especialmente en medio del caos. Y es precisamente esta aptitud para la felicidad la que nos convierte en luchadores eficaces. Puesto que una mente abrumada por la desesperación, engañada por el consuelo solitario, hipnotizada por el poder sobre sus semejantes, es una mente desarmada.

Un espíritu vibrante de vida, un alma llena de alegría, el deseo de ayudar al prójimo son, por otra parte, armas formidables contra su tiranía.

Así que nunca más subestimes el impacto de tu felicidad en el mundo. Cada momento de alegría que dejas entrar en tu vida irradia a tu alrededor. Cada sonrisa iluminará a quienes te rodean, cada apoyo que brindes a quienes están en dificultades será semilla de esperanza plantada para el futuro.

Estos actos sencillos y humildes inspiran, motivan, transforman. Son pruebas que consuelan, ejemplos que enseñan, semillas que siguen el viento y se plantan en buena tierra. Al elegir ser feliz, no sólo te estás haciendo bien a ti mismo. Estás cambiando la dinámica misma de este mundo en decadencia por falta de colaboración. Te conviertes en un faro, una chispa de luz, un faro en un mar de desesperación. ¡Esto es precisamente lo que más necesitamos!

Ahora imagina cómo podría ser un mundo donde todos estuviéramos unidos por este amor al prójimo, por esta alegría de vivir. Un mundo donde dejaríamos de jugar su juego, donde nos negaríamos a participar en su farsa simplemente tirando nuestros teléfonos inteligentes, apagando de verdad los televisores, comprando sólo lo que es saludable y naturalmente bueno. Eliminando esta competencia material y volviendo a la colaboración espiritual.

Las élites no pueden existir sin nuestro consentimiento, sin nuestra participación pasiva en su sistema, sin nuestro dinero duramente ganado y que cada día nos roban un poco más. Y tenemos el poder dentro de nosotros de retirar este consentimiento en cualquier momento. Basta un poco de coraje para decir no, un poco de moderación en nuestro consumo, un poco de deseo de experimentar la felicidad, de compartir en lugar de la soledad, de la adquisición.

Porque tengan la seguridad que el futuro no pertenece a estos dominadores desarraigados. Pertenece a quienes viven plenamente, a quienes aman, a quienes se atreven a soñar con un mundo mejor y a construirlo con paciencia. No necesitamos su riqueza, sus tecnologías de control ni su poder. Lo que tenemos es la vida misma y es infinitamente más preciosa.

Así que sigamos siendo esos granos de arena en los engranajes de su máquina. Y como bien dijo alguien, sigamos criando a nuestros hijos en la sencillez de los intercambios y el respeto a los mayores. Sigamos defendiendo la verdad, la paz y la justicia, no porque esperemos una victoria inmediata, ni siquiera queramos aplastarlas con el talón como parásitos, sino porque es lo correcto si queremos cambiar este mundo que se vuelve infernal.

Y hagámoslo con alegría, pasión y con esta certeza de que, aunque no veamos el fruto de nuestros esfuerzos, habremos plantado las semillas de un mundo nuevo y vivido una vida sin arrepentimientos, ya que habremos hecho lo que se necesitaba para animarlo. Porque su sistema es tan frágil, tan falso, tan condenado al fracaso por esta obsolescencia material, que en última instancia sólo se basa en nuestra ignorancia, nuestra división, nuestra desesperación, que mantienen a través de sus pantallas interpuestas entre nosotros y la vida real. 

Entonces, si simplemente elegimos vivir, unirnos en ayuda mutua y compartir, pero no en el otro lado del mundo, solo con nuestros vecinos, nuestras familias y nuestros amigos; si optamos por recuperar nuestra humanidad quitando de nuestro camino a todas estas "manitas" que hacen el mal, como eslabones débiles de una cadena que los rompe y los somete a salarios de miseria, ¡entonces su locura dejará de existir! Y ese es su mayor temor.

Somos muchos, infinitamente más numerosos que ellos. ¡Así que respira, sonríe, ayuda y siente la vida dentro de ti! Así debemos continuar la lucha. No destruyendo, sino construyendo. No hundiéndose, sino levantándose. No inclinándonos sino sacándolos de nuestras vidas. No con odio o desesperación, sino con amor y alegría, porque así es como ganamos.

Entonces, ¡continuemos! Sigamos luchando, no por resultados inmediatos, sino porque es lo correcto. Sigamos sembrando semillas de felicidad, esperanza y verdad, incluso si no veremos su cosecha durante nuestra vida. Su mundo es muy frágil, basado en mentiras e ilusiones. ¡La nuestra, si está construida sobre la verdad, la ayuda mutua y el amor, es indestructible! Y dejar que el resto se derrumbe bajo el peso de su propia locura.

Imagínese por un segundo si su mundo se desmoronara, simplemente porque elegimos amar.  Así que levantémonos, no con la furia de la guerra, sino con la luz de la vida. Rechacemos sus cadenas tecnológicas, dejemos de lado sus discursos belicosos, boicoteemos sus productos vanos y retomemos nuestra humanidad.

¡Seamos faros de amor, constructores del mañana, portadores de alegría! Porque no es su dominio lo que sellará nuestro destino, sino nuestra elección de vivir plenamente, juntos, libres y unidos en espíritu. ¡Entonces su sistema colapsará, porque simplemente habremos elegido la vida!

Como no quieren que seamos felices, seamos felices juntos.

¡Pasemos de la revuelta interior a la revolución humana y de la tiranía de las élites al poder de la alegría!

Phil BROQ.

https://jevousauraisprevenu.blogspot.com/2024/11/le-bonheur-comme-acte-revolutionnaire.html 

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