Y EN ESTÁNDAR TE CONVERTIRÁS
Te propongo una cosa. Esta
noche, en la penumbra e intimidad de tu habitación, acomódate, relájate al
máximo y toma conciencia de ti mismo/a. De quién eres, de tu energía, de tu
cuerpo, con todas tus maravillas e imperfecciones. Y después piensa en otras
personas que conozcas, a las que amas, y toma conciencia de quiénes son, de su
energía, de sus cuerpos… Y en ese proceso te encontrarás con un increíble mural
de colores, de almas cada una con su tonalidad, su autenticidad, sus deseos y
terrores más profundos…
Cada persona es un mundo, dice la gente, un
verdadero Universo diría yo. Es algo natural y lógico. Bien, pues si así es, ¿por qué de un tiempo a
esta parte nos empeñamos en demostrar al mundo que somos diferentes?
La
trampa de la diferencia
Hay una auténtica obsesión por ser diferente,
intentando a toda costa destacar y llamar la atención para gritar
desesperadamente que no somos como el resto.
Nos creemos diferentes por llevar el pelo de
un color chillón, por practicar determinado deporte, por escuchar a cierto
grupo de música, por hacernos todo tipo de modificaciones corporales o por
pertenecer a alguna tribu urbana. Nadie juzga esto, cada cuál es libre de
elegir su imagen y gustos, faltaría más.
¿Pero es esto lo que verdaderamente nos hace
únicos? Al hacer estas cosas, ¿verdaderamente tenemos una conducta distinta de
la que los demás esperan de nosotros? ¿Hay algo en ello que nos haga
impredecibles o verdaderamente originales?
En algunos casos, como en el de los hipsters,
esta situación roza los límites del absurdo: dentro de un grupo de hipsters,
pese a su obstinación en “ser diferentes”, ¡cuesta incluso diferenciar unos a
otros! Parece que vamos hacia un mundo en el que ser normal es lo diferente, y
que incluso se considera transgresor… ¿Por qué ocurre esto?
Comprendiendo
cómo nos controlan
Hasta los años 60, el marketing se orientaba
hacia un público que se intentaba que fuera lo más homogéneo posible: familia
nuclear de clase media, compuesta por un hombre empleado y una mujer ama de
casa, con varios hijos, vivienda, coche, vacaciones y unos hábitos de consumo
más o menos preestablecidos.
Este sistema funcionaba bien, mientras fueran
pocas personas las que se salieran del rebaño y optaran por tomar un camino
distinto al del resto de la sociedad.
Pero a partir de los años 70 los movimientos
contraculturales se comienzan a hacer realmente populares entre la población, y
entonces surge el problema: ¿cómo vender lo mismo a personas que ya no quieren
ser iguales ni encajar en el canon convencional?
Y la respuesta fue sencilla: digámosles cómo
ser diferentes. Diseñemos varias formas de ser diferente y dejémosles elegir
una de ellas.
Las empresas salen ganando, ya que obtienen
beneficios derivados de la diversificación. Desde que se descubrió este
mecanismo, se ha explotado y aprovechado al máximo a lo largo de las últimas
décadas; pero ahora con las nuevas tecnologías el Sistema tiene muchas
herramientas para refinarlo y proceder hacia la auténtica estandarización de
los seres humanos.
Hacia
la dictadura de los estándares
El
marketing actual, a diferencia del de los años 60, ya no se dirige hacia una
masa que en la actualidad es demasiado difusa. En lugar de ello, coloca
etiquetas o tags a las personas: geek, runner, gamer,
deportista, o amante de los festivales, por poner varios ejemplos.
Es
importante que este conjunto de tags sea coherente, es decir, que permita crear
un perfil que puedan compartir muchas personas
al mismo tiempo.
El
conjunto de tags “varón, mediana edad, runner, deportista, ambicioso” es
coherente, pero no ocurre así con el conjunto de tags “mujer, anciana,
deportista, geek, amante de los festivales”.
Etiquetar
a las personas bajo un conjunto de tags es sencillísimo: actualmente, las
empresas tienen sistemas para monitorear qué búsquedas haces en Internet, qué
páginas visitas y durante cuánto tiempo, qué compartes en las redes sociales o
con quién te relacionas vía e-mail o mensajería instantánea. Y una vez que tus
tags cuenten una historia coherente dibujarán un determinado perfil, y ese
perfil es el que configura tu estilo de vida.
Tu estilo de vida determina dónde vas, qué
consumes, con quién te mueves… Es lo que más influye en nuestros hábitos y
comportamientos, más incluso que la clase social a la que pertenecemos; esto es
algo de lo que ya se dieron cuenta a mediados del siglo pasado en un oscuro
laboratorio de manipulación social conocido como el Instituto Tavistock.
Y lo que el Sistema hace es ni más ni menos
que aplicar la lógica de la estandarización industrial a los estilos de vida:
se elaboran varias “normas”, y tu libertad consiste en elegir uno de esos
estándares.
Esto puede parecer beneficioso para todo el
mundo, ¿verdad? De esta forma, al estandarizar los estilos de vida, las
empresas pueden ofrecernos un trato más personalizado como clientes y
proporcionarnos bienes y servicios adaptados a nuestras necesidades.
Pero
lo cierto es que este proceso, en apariencia inofensivo, oculta algo realmente
escalofriante. La estandarización de la población permite un amplio monitoreo a
través de técnicas de Big Data, y en el momento que una persona se sale del
estándar, es terriblemente fácil de detectar. La dictadura de los estándares
permite una vigilancia inmediata,
automática y terroríficamente eficaz.
En
este artículo se
detalla cómo en un futuro próximo las aplicaciones móviles, con el supuesto fin
de velar por nuestra salud, permitirán diagnosticar una enfermedad
mental a aquellos
individuos cuya conducta no entre dentro de los modelos preestablecidos. Se
podría llegar incluso a identificar como antisocial a una persona por el mero
hecho de no tener cuentas en las redes sociales.
Y es que ya vivimos en un mundo en el que
hasta tu propia identidad ha de pertenecer a unos estándares. Por ejemplo,
Facebook desactiva las cuentas de personas que considera que no tienen un
nombre y unos apellidos convencionales, como María García o José González.
Es
decir, si tus padres te han puesto un nombre realmente original y único, si
tienes un apellido raro o extranjero que compartes con poca gente, si eres una
persona transexual y el nombre que te dieron al nacer no concuerda con el
género con el que te identificas, o si tienes la suerte de llamarte igual que
una persona muy famosa… Por todos estos motivos Facebook puede eliminar tu
cuenta (de hecho, ha ocurrido) aduciendo que no eres una persona
real. Vamos, que Facebook es quien decide qué es real y qué no…
Todo
este sin sentido borra de un plumazo toda la complejidad del ser humano, con
todas sus maravillosas rarezas y contradicciones. Porque ese es el fin último
de establecer un mundo estándar: abolir tu identidad, convertirte en
un ser homogéneo dentro de unas pocas opciones prediseñadas que supuestamente
te hacen diferente…
Porque
les conviene que nuestra rica personalidad encaje dentro de una limitada nube
de tags, y si todos decidiéramos explorar más allá dentro de nuestro ser, si
nos negásemos a ser unos simples autómatas programados bajo sus parámetros…
hablando en plata, se les jodería el invento.
¿Y no es nuestro mundo interior demasiado
fascinante como para resumirlo en 140 caracteres?
Escrito por LIBRE PENSADORA
Podéis leer más artículos de Libre Pensadora en su blog “DESPIERTA
MUÑECA”
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