© LOS CARGOS DE CONCIENCIA
Un chantaje emocional que nos atrapa por activa y por
pasiva. Tanto si haces como si no haces lo que te parece mal, la represión
interna está asegurada y no tiene freno.
Todo lo hace uno mismo sin trampa posible -sólo exageración o
minimización- pero el hecho o el pensamiento está ahí. Las circunstancias son
diversas y con implicaciones distintas.
Podríamos definir varios escenarios en los que se presentan los cargos de conciencia:
- Hacer algo
que no nos ha gustado y que nos sabe mal haber hecho
- Hacer algo
que sí nos ha gustado pero reconocemos que no es correcto
- Hacer algo
para nuestro propio bienestar pero que ha perjudicado a otros
- Alargar
una situación tóxica que nos perjudica para no perjudicar a otros
- Perder los estribos cuando nos sentimos ofendidos o
menospreciados
Podríamos seguir exponiendo más casos pero podemos centrarnos
en su aspecto básico que es causar un perjuicio a otros o a nosotros mismos por
las acciones que hacemos o dejamos de hacer.
En este punto hay que dejar constancia de que nadie es
responsable de la vida de los demás y que cada uno mismo es quien se provoca
sus propios sidrales, cargando a veces las culpas a los demás.
La vida es un todo entrelazado y muchas veces somos actores
accidentales de eventos que afectan a los demás. Nuestra reacción frente a esta
realidad debe empaparse de humildad y aceptación.
No debemos creer que todo lo que pasa en nuestro entorno es
nuestra responsabilidad. Todos somos jugadores en esta obra y cada uno debe
asumir su propia responsabilidad.
En nuestras interrelaciones es necesario ser observadores
imparciales y rigurosos para poder sacar las conclusiones correctas. Así
debemos dejar de lado la parte emotiva que es la que genera los “cargos de
conciencia”
Si reconocemos que somos los responsables de un hecho que ha
perjudicado a alguien, tratemos de remediarlo, sin resultar al mismo tiempo
perjudicados nosotros.
Necesitamos salir de esta rueda infernal que no beneficia a
nadie. Vivir en sociedad comporta a menudo roces y malentendidos que ponen en
marcha trifulcas innecesarias que es mejor controlar debidamente.
Otra cosa son las acciones -hechas o dejadas de hacer- con
malicia que ocasionan daños físicos, mentales o económicos que hay que reparar
de todas, todas.
Aquí se trata, sin embargo, de aquellas acciones –hechas o
dejadas de hacer- que nos saben mal por sus consecuencias negativas en otros o
en nosotros mismos y que debemos distinguir bien para poder enmendarlas en lo
posible sin caer en aflicciones o frustraciones.
Hay un dicho al que podríamos acudir en muchos de estos
casos: Vale más una vez amarillo que
ciento colorados. Y es que hablando se entiende la gente (al menos, la
mayoría de veces) y así se pueden deshacer enredos y reanudar las buenas
relaciones.
Por tanto, menos “cargos de conciencia” y más coraje para
enfrentar y enmendar los errores que hayan ocasionado malestares o perjuicios a
otros.
Y lo que no tenga solución, pues… a otra cosa mariposa,
porque de nada nos servirá vivir amargados por algo que ya ha pasado y sobre lo
que ya no podemos hacer nada.
O así me lo parece
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Joan Martí – elcamidelavida@gmail.com – 28
noviembre 2023
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