7.11.23

Unas facultades que nos empujan a saber más pero que nos dejan a medio camino.

© Y LOS DIAS VAN PASANDO…        

La vida se escurre tanto si haces como si no haces. El tiempo es impasible, imparcial, imparable. El gran reloj de arena que es nuestra vida va goteando continuamente.

Si lo tuviéramos físicamente delante de nosotros nos estremeceríamos. Por suerte no es así y nos olvidamos del paso del tiempo que, en silencio, va haciendo su curso al margen de nuestras alegrías o quebraderos de cabeza.

Lo que ya proclamó Heráclito hace más de dos mil años es algo ineludible que no acabamos de aprehender: Todo se mueve, todo fluye, todo cambia, no hay nada que permanezca.

El tiempo no es ninguna excepción, al menos la percepción que tenemos de él.

Nosotros mismos cambiamos sin que nos demos cuenta salvo después de un lapso grande de tiempo cuando detectamos menos cabello, chirridos en las articulaciones, vista reducida, etc.

La cuestión es que nuestro indicador vital va señalando el nivel de “existencia” que disponemos, dato pero que no tenemos a nuestro alcance, a pesar de tener claro su agotamiento previsible e inapelable.

Este ejercicio de valoración vital puede aplicarse a todas las cosas encuadradas en un universo que, no por inmenso y desconocido, deja de estar sometido –aunque en una escala mayor- al ritmo del tiempo.

Todo ello supone un escenario absurdo -además de incomprensible- para nuestro entendimiento. Así que iría bien si alguien pudiera darnos alguna pista, al menos para saciar la curiosidad que nos despierta.

También saber qué papel es el que realmente hacemos aquí no iría mal tenerlo un poco más claro. Otra cosa es que pudiéramos estar de acuerdo o no.

Pero la realidad es que ahora vamos del todo a ciegas, y, a la ignorancia, hay que añadir el desconcierto: ¿Tanto tinglado para que acabe en nada?

¡A menos que haya una realidad muy diferente detrás y no sea todo tan inexplicable!

Versiones alternativas se han planteado varias pero todas ellas chocan con el “motor inmóvil” de Aristóteles: ¿Cuál es la causa inicial de todo?

Nuestro bagaje intelectual nos empuja a la búsqueda de razones inteligibles que expliquen un panorama que nos inquieta y sobrepasa a nuestra comprensión.

El hecho de disponer de este componente de inteligencia hace más complicada la situación pues no podemos desentendernos del tema así como así, cosa que a otros seres vivientes no les ocurre.

O sea que a la absurdidad aparente de esta historia (nuestra historia) se le suma un plus de pitorreo al darnos unas facultades que nos empujan a saber más pero que nos dejan a medio camino.

Una burla gigantesca en la que estamos inmersos y que no podemos desentrañar. Mientras hemos de ir entreteniéndonos con tonterías. ¡Una verdadera y escandalosa broma de mal gusto!

O así me lo parece.

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Joan Martí – elcamidelavida@gmail.com – 7 noviembre 2023

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