Chaos, Theos y
Cosmos. Chaos es el espíritu puro e indiferenciado. Theos es Aquello
que ordena el chaos para conformar el universo material. Cosmos es el
resultado del ordenamiento del chaos, conformando un universo puro.
La “creación jehovática” es un remedo de la creación original,
dando como resultado un cosmos impuro y deformado, al que llamaremos
matrix.
En Chaos no
hay diferenciación, ni individualidad, ni tiempo, ni espacio, ni
movimiento. Es el antecedente, el Ser, lo increado. Nada podemos
decir acerca de lo que es.
Theos es
la figura del orden, la causa, el Chaos mirándose
a sí mismo. Puedes llamarlo dios, el creador, el padre bondadoso,
Ahura Mazda o como desees, sin que eso lo defina.
Después de Él,
surgen lo que las creencias han llamado “jerarquías”
y que yo prefiero definir como “funciones“.
Estas funciones tienen como objetivo la formación, alimentación y
expansión del Cosmos.
El Cosmos es
el efecto de la causa Theos.
La primera de estas
funciones puede ser llamada la Madre
Cósmica, la fuente,
de la que surge la vida, su objetivo es que la vida medre. Después
de Ella surgen como hijos las diferentes funciones del universo.
Los humanos,
surgidos del Chaos,
en naturaleza similares al Padre e
Hijos de la Gran Madre
Cósmica, encontramos
nuestra diferenciación como individuos en este Cosmos, en el cual
podemos tomar nuestras propias decisiones, al igual que las funciones
universales que tienen ser (porque las hay también sin espíritu).
Jehova/Yaldabaoth surge
como un error o un experimento. Desconoce la naturaleza de su origen,
la existencia del Padre y se ve a sí mismo, reflejado en las aguas,
como un dios primigenio y omnipotente. Él genera las condiciones de
vida de la Tierra, él es el autor de la matrix, él atrapa a los
espíritus humanos en una rueda interminable de nacimiento,
crecimiento, madurez, enfermedad, vejez, muerte y nuevo nacimiento.
Como Dios Señor de
la Tierra, ejerce la doble función de Abraxas, bien y mal, bondad y
maldad. Pero estas características, aún en su faceta positiva, no
son mas que reflejos deformes del universo real. Es decir, el bien de
Jehová es una versión deformada del Bien Universal.
Asimismo, sus
arquetipos son copia deforme de los universales y se manifiestan como
los doce signos del zodíaco, determinantes de nuestra personalidad
terrestre y destino.
Repito todo esto,
expresado en anteriores artículos, para generar la base sobre la que
voy a explicar el problema de las conductas y caminos de liberación.
Todo lo existente
en el dominio del Señor Jehová, está regido por estos arquetipos.
Todos nosotros sujetos a un destino y a una mecánica kármica. Lo
cual incluye los caminos de “falsa liberación” que propone el
mismo Señor de la Matrix.
El camino del monje
(aspecto positivo), la bondad, paz interior (muchas veces relacionado
con ciertas prácticas de kundalini, meditación, yoga. etc), es la
fase ascendente de la rueda del Samsara y lleva a la mejora del karma
individual y como promesa, a “morar al lado del Señor”.
El camino de la
lujuria (aspecto negativo) conduce a la disolución de la
consciencia, exacerbación de animal reptil interno y finalmente, a
la ruptura con el nexo espiritual. Es la parte descendente de la
rueda del samsara.
Observe las
imágenes de la rueda y sobre todo, la de la figura que sostiene
dicha rueda.
Ninguno de los dos
senderos conduce fuera de los dominios de Jehova/Yaldabaoth y
son tan ilusorios como el destino y el karma.
La enseñanza del
budismo, por otra parte, busca “el camino del medio”, similar a
la de los maestros de la Kabbalah. No obstante, ambos han sido
contaminados por los caminos del Señor del Mundo, como lo fue, en su
momento, el cristianismo y toda creencia y práctica espiritual que
hay en la tierra.
Y es por esto que
voy a referirme al camino del guerrero, uno tan difícil de mantener
fuera del engaño como todos los demás, pero con algunas
herramientas verdaderas, según parece.
El primer engaño a
que fue sometido este camino es a hacernos creer que es uno violento,
lleno de combates con espada y artes marciales y que al fallar
debemos hacernos sepuku (suicidio ceremonial).
Pero es algo bien
diferente, porque la búsqueda del verdadero guerrero celeste es
la pureza
interior, no la
castidad monacal, sino la virginidad espiritual.
Los grandes
caballeros blancos, templarios, cátaros, caballeros del Rey Arturo,
verdaderos samurai, iban en pos de esa pureza, para convertirse
en caballeros perfectos (o impecables)
Y curiosamente, lo
que nos ha llegado de ellos, sin explicación aparente, es su
devoción a la Diosa Madre en forma de la Virgen Maria, Ginebra y
Amaterasu para los sintoístas.
La Madre Universal
como madre de todos nosotros y fuente de la vida ejerce como
intermediaria y protectora de sus guerreros.
Pero, ¿cómo
podemos traducir esta especulación en acciones prácticas para
nuestra liberación espiritual?
El primer paso será
el autocontrol. Es decir, dominar los impulsos del animal/reptil que
se apoderó de nuestra consciencia, recuperarla y tornar a este
animal en un sirviente. Esta recuperación incluye salirse de los
determinantes personales del zodíaco.
Notaremos,
frecuentemente, que el sistema utiliza todas sus herramientas para
alimentar a ese animal y que no podamos controlarlo. De esto hemos
hablado mucho en artículos
anteriores.
En cuanto al
desarrollo de una verdadera devoción a la fuente de la vida,
dependerá de que podamos revivir en nosotros esa virtud de la
caballería tan olvidada. Posiblemente, familiarizándonos con sus
relatos y aprendiendo sobre las diferentes hipóstasis (apariciones
verdaderas) de la Madre Cósmica
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