Definitivamente, estamos todos locos.
Las señales de la locura colectiva en la que estamos
inmersos las podemos ver por todas partes, a nuestra alrededor.
No se trata de señales puntuales de enajenación que se
manifiestan de repente, como una anomalía en medio de la cordura generalizada:
lo cierto es que la demencia forma parte integral de nuestra existencia
cotidiana.
Es nuestro modus vivendi.
En realidad no hay ninguna diferencia entre las ficciones
que pueblan la mente de “un loco” y que configuran su “demencial” concepción de
la realidad y las ficciones que hay en la mente de “un cuerdo” y que configuran
su “sensata” visión de las cosas.
La sensatez y la demencia se diferencian por una mera
definición; porque en realidad, ambos, tanto los cuerdos como los locos,
vivimos en una ficción que solo existe dentro de nuestras cabezas.
Hace unos días pudimos ver un ejemplo de ello; una pequeña
noticia del mundo del deporte que es un auténtico compendio de la locura
colectiva en la que estamos ahogándonos todos como individuos.
Se trata de una carta que un joven aficionado argentino ha
enviado a un periódico y en la que expresa cuál es su “gran sueño”: conocer a
la estrella del fútbol mundial, Lionel Messi.
Primero vamos a leer la carta, publicada en el diario
argentino Clarín y después vamos a tratar de analizar, no solo lo que dice
superficialmente, sino cuál es su significado secundario y las implicaciones
que tiene.
Esto es lo que dice el aficionado…
“Ojalá que Messi lea mi carta”
Tengo el sueño de conocer personalmente a Lionel Messi y
nadie me ayuda a cumplirlo. Algo es seguro: nadie es capaz de ponerse en mi
lugar. ¿Qué saben de las veces que me encerré en mi habitación y lloré al
enterarme que alguna vez se puso en duda la continuidad de Lio en la Selección,
por ejemplo? ¿O cuando lo culparon por no coronarse en el Mundial ni en la Copa
América? ¿O acaso la guerra la gana un sólo soldado? En este momento, no me
importa tener lo que un joven de mi edad generalmente anhela. Un auto, dinero
para salir el sábado con amigos, el amor de una chica. La verdad es que a mí me
alcanza con esperar los fines de semana para verlo jugar a Lio: eso me hace la
persona más feliz de este planeta.
Por eso sufrí como propia aquella lesión que lo alejó un
tiempo de las canchas y me alegró tanto su quinto Balón de Oro. Y este presente
por el que atraviesa. He escuchado que a los sueños se los debe perseguir, pero
a veces dudo. De tanto pensar en que pueda conocerlo, no logro aportar un
granito de arena para llevar a cabo esa ilusión tan grande de estar cara a cara
con él. Por todo eso, por lo que él me inspira es que me decidí a escribir
estas palabras. Podría hablar de muchas cosas más, pero hay algo que me
preocupa como ser humano y son las personas.
A veces me siento rodeado de gente conformista. Parece ser
que las personas se olvidaron de soñar, les alcanza con llegar a fin de mes y
tener su montoncito de dinero para comprar sus “cositas” … ¿Por qué será que
tenemos esa mala costumbre de ponernos límites y conformarnos con poco? ¿Qué
sería de este mundo si las personas se atrevieran a soñar en gigante? Imagínese
si los demás tuvieran el poder de superación que tuvo Lio de niño, que su falta
de crecimiento no le impidió convertirse en el mejor … Muchas veces nos ponemos
excusas, pero él no las tuvo ni las buscó jamás. ¡Simplemente, decidió ser
quien es!
Llevo en mi piel lo que me hace ser la persona más feliz y
soñadora del mundo. Es un tatuaje con la imagen del más grande futbolista de la
historia. Para que me lo graben en mi piel insumí cinco horas corridas, el
dolor fue lo de menos: me ponía contento el hecho de que llevaría marcado en mi
cuerpo a quien quiero tanto en mi vida.
También quiero decirles que estoy embarcado en un proyecto
solidario dedicado a Lio, ya que fue la persona que me inspiró a realizarlo. Mi
proyecto lleva como nombre “Arte solidaria” y tiene como objetivo no sólo el
hecho de llevar un dibujo a las personas, sino también compartir momentos,
escuchar sus historias y, por sobre todo, motivarlas a que luchen por sus
sueños. Nada de esto hubiera sido posible si no fuera por Lio, ya que él fue
quien me motivó a llevar a cabo la idea de procurar cambiar el mundo con
pequeñas y a la vez grandes acciones.
Necesito que alguien me diga cuál es el precio para que este
sueño se vuelva realidad. Estoy dispuesto a lo que sea, a ir donde sea, todo
por cumplir esto que tanto anhelo en mi vida. Quiero formar parte de aquellas
personas que tuvieron la oportunidad y privilegio de tenerlo cara a cara y
agradecerle todo lo que hizo por mí, sin ni siquiera saberlo.
Desde ya, muchísimas gracias a Clarín y a todos por tomarse
el tiempo de leer mis palabras. Ojalá le lleguen a Lío. ¡Lo agradezco de todo
corazón!
Bruno Paisio
Y este es el comentario que añade el periodista Osvaldo Pepe
ante la misiva recibida:
Sueño de potrero siglo XXI
El encantamiento adolescente de Bruno nos traslada en el
tiempo y nos instala en otra dimensión. A su modo quiere cumplir con “El sueño
del pibe”, pero del otro lado del mostrador. Aquel sueño mostraba, en tono de
aspiración tanguera, el país de los años 40. Las ilusiones futboleras se
acunaban con una “pelota de trapo”, esa hija de la pobreza hecha con medias
viejas. Y que se pateaba como se podía en los potreros de las barriadas
humildes, con pibes que aspiraban a crack. Setenta años después, Bruno no quiere
ser un astro mundial, sólo conocer al más grande de todos.
La verdad es que podríamos estar horas destripando esta
carta, párrafo por párrafo.
Habla de gran cantidad de cosas que están mal, no en la
mente de este chico en concreto, sino en la sociedad en general. Lo primero que
nos llama poderosamente la atención en este asunto, es lo que este joven
argentino concibe como “sueño de su vida”…
NUEVOS Y VIEJOS SUEÑOS
Hasta ahora, cuando alguien tenía “un sueño vital”,
fantaseaba con hacer “grandes cosas”: ser astronauta y viajar a la luna, ser
explorador y dar la vuelta al mundo, ser un gran científico, un gran escritor,
una estrella del futbol, un actor o un cantante famoso, o ser rico y acumular
un gran poder.
Sí, es cierto: todos esos “sueños vitales” que hemos
mencionado son sueños inculcados por el propio Sistema; metas esencialmente
vacías, creadas por la sociedad y a las que mucha gente se ha entregado
ciegamente, sin pararse a mirar lo que realmente llevan en su interior y sin
llegar a comprender lo que tiene auténtico valor en la vida.
Pero la gran diferencia entre esos viejos sueños inculcados
por la sociedad y el “nuevo” sueño que nos presenta este joven argentino de la
actualidad, es que en los viejos sueños, el protagonista activo era siempre el
propio soñador; en todos ellos, implícitamente, hay un desempeño, un esfuerzo o
un talento que el soñador debe desarrollar para alcanzar el éxito que tanto
cree anhelar.
En esos viejos sueños, el soñador no solo es el
protagonista, sino que además es el que atesora las capacidades que le
convierten en alguien “superior” a los que le rodean, lo que le permite
“triunfar” según los cánones inculcados por el Sistema.
Sin embargo, en este caso, el joven no sueña con ser él un
gran jugador de futbol, utilizando a Messi como referente o como meta a
superar.
Este joven no anhela “SER” nada por sí mismo, sino que tan
solo anhela acercarse a alguien que ya “ES”, para tratar de darle sentido a su
propia existencia.
Y esta vuelta de tuerca nos dice muchas cosas del mundo
actual y sobretodo del mundo futuro.
La primera cosa que nos dice es que el joven se concibe a sí
mismo, a nivel individual, como un ser insignificante que “debe adquirir valor”
acercándose a aquél a quien él ve brillar con luz propia.
Prácticamente podríamos decir que se ve a sí mismo como una
polilla que sueña con acercarse revoloteando a la luz cegadora de una farola.
¿Cuánta gente en nuestra sociedad hace lo mismo?
¿Cuánta gente es capaz de hacer horas y horas de cola, solo
por estar cerca de algún personaje célebre y conseguir, en el mejor de los
casos, el “trofeo” de un autógrafo o de una foto con él, como si fuera un gran
logro?
Lo que este tipo de actitudes nos muestran es la sublimación
de la miseria individual y de la asunción de la propia insignificancia; algo
parecido a creerse inferior a nivel existencial respecto a otros individuos.
Es por culpa de mecanismos psíquicos demenciales como éste,
que los seres humanos hemos aceptado durante siglos la existencia de reyes,
nobles y “estirpes superiores”, y los hemos tratado como si estuvieran por
encima del resto de los mortales por el simple hecho de que han llegado al
mundo saliendo de una determinada vagina.
En el caso concreto del adolescente argentino que sueña con
conocer a Messi, lo que tenemos es que el viejo sueño vital de “llegar a ser
tal cosa”, se ha convertido en el sueño de “acercarse a tal persona”.
Lo que antes era una meta construida alrededor del propio
ego, ahora pasa a ser una meta construida alrededor de un elemento externo, que
en este caso concreto incluso puede posicionarse en el espacio y en el tiempo y
determinarse con unas coordenadas concretas (el lugar y la hora de reunión con
Lionel Messi) y en la que el propio ego es insignificante y prácticamente despreciable.
Es como si la polilla que aletea cerca de la farola, un buen
día decidiera que el valor de su existencia ya no depende de las heroicas
acrobacias aéreas que ejerce como insecto volador y a las que tanta importancia
había otorgado hasta ese momento, sino que a partir de un determinado momento,
su valor como polilla dependerá de si está más o menos cerca de la bombilla.
Puede parecer una tontería, pero lo que esto nos muestra es
la culminación de un largo proceso ejercido por el Sistema y centrado en la
destrucción, dentro de la propia mente, del concepto de individualidad y de su
incalculable valor intrínseco.
Hasta ahora, cuando el Sistema nos inculcaba sueños vitales
ficticios (ser rico, ser famoso, etc…), lo que en realidad hacía era desviar el
foco de atención fuera de nosotros mismos y de nuestro valor intrínseco e
incalculable como individuos, creando la ficción en nuestra mente, de que el
valor que tenemos como individuos está en función de los logros obtenidos a
nivel social.
Ahora, lo que nos muestra este nuevo mecanismo evolucionado,
es que empieza a haber cada vez más individuos que han dado un paso más allá y
que ya no se ven a sí mismos como posibles generadores de valor individual a
través de sus propios logros sociales, sino como elementos inertes cuyo valor
está íntegramente en función de la posición que ocupen respecto a puntos de
referencia externos, con independencia de lo que ellos generen a lo largo de su
vida.
Sólo así se explica que alguien pueda concebir la idea de
que su “sueño vital” sea coincidir con una persona determinada en una
habitación.
A uno le puede “hacer mucha ilusión” conocer a tal o cual
persona, pero concebirlo como “el sueño de mi vida”, tiene implicaciones nuevas
y bastante profundas.
Al principio, el Sistema manipulaba con programación social
nuestro propio ego para alejarnos de nosotros mismos.
Ahora, ya ha dado un paso más y ya trabaja directamente en
la demolición de nuestro ego, como paso previo a que dejemos de ser individuos
diferenciados y pasemos a ser componentes integrales de una futura mente de
colmena, en la que, como componentes suyos, tendremos más o menos valor en
función de si estamos más o menos próximos a determinados puntos de referencia
en un momento determinado, sean personas, lugares o eventos concretos
determinados por el propio Sistema.
Otro aspecto que nos ha llamado la atención de esta carta,
es la naturalidad con la que el periodista, Osvaldo Pepe, acepta y asume de
forma inadvertida todo lo que hemos expresado hasta ahora, situándolo en el
contexto de la sociedad argentina.
“…El adolescente (…) quiere cumplir con “El sueño del pibe”,
pero del otro lado del mostrador. Aquel sueño mostraba, (…) pibes que aspiraban
a crack. Setenta años después, Bruno no quiere ser un astro mundial, sólo
conocer al más grande de todos”
Resulta impresionante y altamente inquietante ver como el
periodista asume, de forma inconsciente y con plena naturalidad, que en 70
años, los jóvenes argentinos hayan pasado de soñar con convertirse ellos mismos
en estrellas del futbol, a solo aspirar a conocer a su ídolo futbolístico.
Viendo que se produce un proceso de este tipo en una
sociedad, quizás deberíamos preguntarnos: ¿qué triste futuro le espera a una
nación en la que los jóvenes ya no sueñan con SER, sino que se conforman con
ESTAR CERCA DE…?
¿Cómo puede ser que un periodista, que se supone que tiene
una cierta capacidad de análisis de la realidad, no se percate del sentido
profundo que tienen sus propios razonamientos y los pase completamente por
alto, obviando además las consecuencias que implican a nivel social?
Lo cierto es que no es un problema específico de este
periodista en particular, sino de toda la sociedad, cegada por la
superficialidad más absoluta e incapaz de decodificar el auténtico sentido de
sus propios razonamientos y su significado profundo.
Y que quede claro que no estamos hablando específicamente de
la sociedad argentina.
Tan solo utilizamos el ejemplo de la carta del joven
admirador enviada a Clarín, para poner sobre la mesa un problema que, poco a
poco, empieza a manifestarse en todo el mundo a nivel psíquico y que forma
parte de un largo proceso colectivo a nivel inconsciente.
LA LOCURA COLECTIVA
Al principio del artículo hablábamos de la locura colectiva
y de los mecanismos demenciales que forman parte de nuestra vida cotidiana.
Para profundizar en ello, nos gustaría analizar por un
momento los mecanismos mentales que han llevado a este joven adolescente a
crear en su mente toda esa ficción vacía de contenido, que le lleva a convertir
en sueño vital el simple hecho de conocer personalmente a un tipo que chuta un
balón.
Esta persona, como a todos nosotros nos sucede bajo la
programación mental del Sistema, ni tan solo es consciente de los procesos que
su psique ha seguido para generar todo ese entramado ficticio.
Lo primero que le ha sucedido a este joven y que podríamos
calificar como PRIMER nivel de ficción, es que ha dejado de observar la
realidad tangible de los hechos y ha empezado a creer en una realidad paralela
que solo existe dentro de su mente; la realidad tangible es que Lionel Messi es
un tipo que juega maravillosamente bien al futbol, es decir, chutando un balón
con los pies sobre el césped…y nada más que eso.
Sin embargo, la sociedad ha inducido al adolescente a re-programar
su psique para que interprete ese divertido juego consistente en golpear un
balón con los pies, como una actividad épica que merece ser admirada y
aplaudida casi como una heroicidad; es decir, ha construido una realidad
aumentada que solo existe dentro de su cabeza, que le lleva a distorsionar la
valoración que debería tener sobre el propio juego del fútbol; y no le pasa
solo a él, evidentemente: es algo que nos sucede a los millones de aficionados
al fútbol o al deporte en todo el mundo.
Una vez creada esa épica ficticia alrededor de unos tipos
que golpean balones con los pies y que se alimenta de otros mecanismos de
programación basados en la identificación de grupo con un equipo (sea un club
de fútbol o una nación), dentro de la mente se genera un SEGUNDO nivel de
ficción sustentado en dicha base.
En este Segundo nivel de ficción mental, el joven
adolescente ha creado una aureola mítica alrededor de una figura concreta, en
este caso Lionel Messi, basada en la supuesta épica especial de sus acciones.
Inadvertidamente, el adolescente le ha otorgado una especie
de poder abstracto a Messi que le convierte en algo parecido a una entidad
superior que merece ser adorada por encima del resto de seres humanos,
siguiendo un proceso parecido al de la mitificación de un gran líder o de un
ser semidivino.
Y una vez fabricado en su mente ese segundo nivel de
ficción, genera aún un TERCER nivel de ficción sentado sobre esa base, mediante
el cual genera la fantasía inconsciente de que coincidir físicamente con Lionel
Messi en un lugar concreto del espacio y el tiempo, intercambiar palabras con
él o incluso tocarlo, representará un acontecimiento cuasi mágico.
De hecho, sin darse cuenta, el joven ejerce de parásito que
trata de absorber parte de esa aureola mágica que él mismo ha creado alrededor
de la figura de Messi en su propia mente.
Sin saberlo, el adolescente actúa como si acercándose a la
figura que tanto idolatra, pudiera absorber parte de esa aureola ficticia para
llenarse con ella como si fuera un jarrón vacío. ( ya hablamos de estos
mecanismos en el artículo UN MUNDO DEMENCIAL)
Por último y ya como CUARTO nivel, el joven sublima esa
coincidencia con el ídolo y genera una última ficción, esta vez basada en la
nula percepción de su valor como individuo, mediante la cual, convierte el
hecho de conocer a Lionel Messi en un sueño vital que dará sentido a su
existencia.
Este conjunto de mecanismos ficticios que el joven argentino
ha generado en su cabeza y que programan sus anhelos y sus sueños como individuo,
son solo un ejemplo más del nivel de locura al que todos estamos sometidos.
El joven ha creado un mundo paralelo dentro de su psique que
orienta todos sus deseos y anhelos en una determinada dirección y que por
tanto, domina su propia existencia.
Sumergido en esa realidad ficticia paralela, el adolescente
olvida cuál es la auténtica realidad tangible sobre Messi: y es que Messi es un
joven que simplemente sabe golpear el balón con los pies con una gran
habilidad…y nada más.
Toda esa adoración cuasi religiosa hacia Messi se sustenta
en la nada; es pura ficción sin base alguna.
Si no hubiera programado su mente con todas esas capas de
mecanismos ilusorios de los que ni tan solo es consciente, para este chico la
posibilidad de coincidir con Messi en una habitación tendría el mismo
significado y valor que reunirse con el barrendero de la esquina o con el “gato
que se rinde” y cuyas fotos han inundado las redes últimamente.
De hecho, no hay ni un solo aspecto lógico y razonable que
justifique el anhelo de estar cerca de un personaje famoso, sea el que sea.
La única forma de “justificar” esa ansia de estar cerca de
alguien célebre, es creando un nuevo nivel de ficción en nuestra mente (que en
este caso sería el QUINTO nivel) y auto programarnos para creer que esa
“ficción de justificación”, tiene una base real.
Por ejemplo, si yo ahora les dijera que cada vez que Messi
lanza un caño, se salva un gatito de ser atropellado, cada vez que hace un
regate, crece un árbol en el Amazonas y cada vez que mete un gol, se cura un
enfermo, y que por todo ello debe ser venerado como un ser superior, todos
ustedes me tildarían de loco.
Me dirían: “has generado una fantasía absurda en tu mente:
ninguna de esas tonterías en las que crees sucede en realidad”
Incluso algunos me pedirían pruebas, burlándose de mi y
considerándome un lunático.
Sin embargo, millones de personas en todo el mundo creen que
orar ante la escultura de un hombre torturado y crucificado en una Iglesia,
rezar ante el muro de un antiguo edificio en Jerusalén o dar vueltas alrededor
de una piedra negra en La Meca, tiene un significado mágico ineludible que
marca el sentido de toda una existencia.
Y hasta ahora, nadie les ha pedido pruebas…de hecho, se ha
demostrado históricamente que hacerlo puede poner en peligro la integridad
física del solicitante.
Así pues, ¿quiénes son los locos y quiénes son los cuerdos?
¿De verdad hay alguien que pueda demostrar que los
mecanismos mentales de unos son ciertos y los de los otros ficticios?
Lo cierto es que lo único que diferenciaría realmente la
presunta adoración sagrada a Messi y la adoración religiosa que encontramos en
cualquiera de las religiones actuales, son las circunstancias sociales que
acompañan a cada una de dichas creencias, traducidas en número de seguidores,
localización, relación con el poder establecido y número de generaciones cuya
mente ha sido infectada con dichos mecanismos psicológicos.
Si alguien consiguiera convencer (programar) al suficiente
número de personas para que creyeran que Messi salva vidas con sus acciones
futbolísticas y consiguiéramos extender el mito durante varias generaciones,
habríamos sentado las bases para establecer una nueva religión.
Pero si abandonamos la idea humorística de la religión
basada en Messi y volvemos a los argumentos que exponíamos antes, veremos que
en realidad la adoración vacía hacia un famoso y la adoración religiosa hacia
un ser divino imaginario, solo se diferencian por la existencia de un nivel más
de programación, que de forma manipuladora es calificado como “tener fe en…” y
que nos es inculcado por la fuerza a través de las diferentes doctrinas
religiosas.
Todo son ficciones que solo existen dentro de nuestras
cabezas y que programan nuestras existencias y nuestros sueños; ideas y
fabulaciones mentales que se han apoderado de nosotros y que hablan a través de
nuestras bocas, utilizan nuestras manos para que las plasmemos en papel, usan
la fuerza de nuestros brazos para que les construyamos símbolos visuales en
forma de templos, palacios, banderas o uniformes y hacen uso de nuestros puños
para golpear a los que no han sido debidamente infectados con ellas.
¿De verdad somos esos seres racionales y superiores que
creemos ser?
Por favor, que venga alguien y nos confirme que
definitivamente no estamos todos locos…
Y sobretodo, que lo demuestre…
GAZZETTA DE APOCALIPSIS
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