EL MIEDO A LA LIBERTAD
Durante
nuestra vida, hacemos infinidad de pactos. Si hemos de dar crédito a
algunas ideas esotéricas, los hacemos desde antes de nacer. El
primero en vida, lo hacen nuestros padres por nosotros y es
inscribirnos como corporación, con un nombre ficticio y un número
de referencia que servirá, hasta el día de nuestra muerte, para
identificar nuestras acciones. De allí en más toda nuestra vida se
realiza en base a contratos: con nuestra iglesia, matrimonio,
laboral, seguro de vida, seguro de salud, compra de automóviles,
compra de propiedades, crédito, cuenta bancaria, etc.
Luego
hay pactos sociales, como la constitución y las leyes, atribuidas a
nuestros representantes y pactos morales, no obligatorios, que
dependen de las costumbres de los pueblos.
Algunas
escuelas gnósticas nos enseñan que la fuente (Ain) de donde surge
la vida, establece obligatoriamente el respeto del libre albedrío en
toda creación.
El
libre albedrío es consecuencia lógica del Ser y la Eternidad de la
Vida. Al no existir la muerte, no es posible causar daño alguno a
ningún Ser y, por lo tanto, una libertad absoluta es posible.
Sin
embargo, en esta Creación ha sucedido algo imprevisto: el
engaño.
Miríadas de seres que son engañados con la idea de la existencia de
la muerte, la reencarnación cíclica, los pralayas y manvántaras,
el nacimiento, crecimiento, decadencia y muerte, el pecado, el karma,
el destino y el juicio final.
Como
consecuencia de este engaño, surge la única atrocidad posible en el
universo espiritual: la prisión de Seres Increados en mundos
materiales creados y gobernados por arcontes.
En
este cosmos material existe la libertad limitada o esclavitud y las
criaturas sometidas al gobierno de estos arcontes sufren el peor de
los destinos posibles en los universos creados.
Lo
peor del caso es que el engaño ha sido procesado de tal manera que
la mayoría de las criaturas desconocen su condición y dan
consentimiento al mismo.
Todo
el contexto está organizado de manera tal de mantener a estas
criaturas en estado de confusión y terror, debido a constantes
amenazas, amenazas que no serían posibles si tuvieran consciencia de
su inmortalidad y de la imposibilidad del pecado.
Las
mismas criaturas han creado una frase definitoria: Libertad
sí, libertinaje no.
Entendiéndose como libertad a su ejercicio limitado y libertinaje a
su ejercicio absoluto.
A
partir de su creador, todo el sistema funciona en base a parámetros
y arquetipos similares. La elección entre pares supuestamente
opuestos. La imposición de leyes aparentemente consensuadas y el
establecimiento de castigos y fuerzas “del orden” capaces de
reprimir cualquier nivel de oposición seria.
Los
rebeldes de cualquier orden son perseguidos, castigados, torturados,
aprisionados y asesinados, con el beneplácito de la mayoría que no
llega a percibir la realidad detrás de los sucesos.
Se
establecen parámetros de moralidad, heroísmo, utilidad y modelos
que todos deben seguir obedientemente, aunque estos sean mentiras
perpetradas por los medios de difusión y los intereses económicos
de un pequeño grupo de elite.
Desde
pequeños somos educados para ser obedientes, buenos, útiles,
competitivos y egoístas. Se resaltan las cualidades de los héroes
solidarios, incluso de un Mesías que permitió su martirio para
salvar a los demás, pero se deja claro que todos ellos, o casi
todos, han tenido muertes trágicas.
De
pronto, en determinado momento histórico, se deja de hablar del
espíritu y es, soslayadamente, reemplazado por el alma, considerada
desde entonces un sinónimo.
Todas
las religiones son infiltradas y las enseñanzas de liberación real,
se convierten en caminos hacia la disolución del ego y la fusión
con el Creador. La santidad se disfraza de sabiduría y el
conocimiento verdadero es suplantado por la ciencia empírica.
El
hombre espiritual, el Adam previo a Yahve, se pierde entre las miles
de palabras muertas de los libros sagrados, copiados mil veces de
libros anteriores.
Ya
nadie recuerda que Yahve es hijo de una diosa y se lo impone como
dios primigenio y único, ignorando al verdadero, ese que subyace en
la alegoría del espíritu.
Los
que hablamos del verdadero espíritu somos insultados y tratados de
blasfemos por los ignorantes seguidores de religiones oficiales, de
la misma forma que fueron tratados los cristianos originales y los
que siguieron las verdaderas enseñanzas de Jesús…
El
Gólgota se repite día a día en la crucifixión de la verdad y la
decencia.
Los
judíos apenas pueden justificar los pecados de su propio dios, pero
continúan en el sendero obedientes, de camino al próximo
holocausto.
Pobre
Humanidad, con tanto temor a la libertad, creyente perpetua en los
poderes del emperador y sus falanges asesinas, solicitante de pan de
ayer, mendiga de monedas sin valor.
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