Después de varias crisis económicas, parece que
finalmente hemos interiorizado y aceptado que existe la lucha de clases.
No hace falta mantener un discurso radical para defender la idea de que en la
sociedad actual existen distintas clases, y que éstas se encuentran en
constante lucha por la defensa de sus intereses respectivos, que pocas veces
coinciden entre clase y clase. Hoy en día cualquier persona con algo de
conciencia y buena
información sabe que pertenece a una clase social.
Siguiendo la lógica de la jerarquía, la clase de
arriba controla a la de abajo. El poder siempre está arriba en la pirámide de
las clases sociales. En cuanto a las formas que tiene el poder de controlar a
las clases dominadas, es muy interesante la visión que aportan dos
autores: George Orwell, famoso por sus obras ‘Rebelión en la
granja’ y ‘1984’, y Aldous Huxley,
muy conocido también por su libro ‘Un mundo feliz’.
Las ideas de Orwell y de Huxley, aunque
diferentes, apuntan en una misma dirección: Existe una clase dominante que
controla a una clase dominada sin que ésta sea consciente. Para cada autor los
modos de control son diferentes, pero vienen a demostrar que la lucha de clases
la están ganando las clases altas, tal y como ellas mismas reconocen. Warren
Buffett, uno de los hombres más ricos del mundo, dijo en el año 2006
que: «Claro que hay una guerra de clases, y es mi clase, la de los ricos,
quienes la estamos ganando.».
Orwell: nos controlan a través de lo que no nos gusta
¿Qué es lo que menos nos gusta? El miedo. A nadie
le gusta pasar miedo. La persona que vive con miedo no es dueña de su vida,
pues está a merced del miedo y de quien se lo transmite. Eso lo han entendido
muy bien las clases dominantes, que saben que es más fácil controlar a una
población atemorizada que a una libre de miedos. Por ello hoy en día el uso del
miedo en la política es muy frecuente.
Se han desarrollado teorías que hablan del miedo
como el principal factor de control, como la «Doctrina del Shock», propuesta
por Naomi Klein, que señala al sistema capitalista como principal culpable en
la dispersión del miedo. Según Klein el sistema aprovecha momentos de terror y
confusión como desastres naturales, atentados terroristas o crisis económicas
para llevar a cabo políticas neoliberales, intentando que la población no se dé
cuenta, y excusándose en que «no queda otro remedio».
El miedo no sólo se utiliza a nivel nacional para
que los gobernantes de un país consigan llevar a cabo políticas económicas o
sociales, sino que también se aplica a escala global para consolidar un sistema
de bloques que hemos analizado en muchas ocasiones en esta web. La división del
mundo en Centro-Periferia o
entre Occidente
y el resto motiva ciertas tensiones que, ante los ojos de
la ciudadanía, han de quedar muy bien explicadas: «ellos son los malos y
nosotros los buenos».
Así, tal y como está configurado el mundo
actualmente, tenemos una serie de países que han sido utilizados por Occidente
para generar miedo entre su población. Países acusados de patrocinar el
terrorismo (Irán, Libia, Siria…) o países relacionados con la falta de libertad
(Cuba, Venezuela…) son objeto de ataques mediáticos en Europa y Estados Unidos,
y sirven como elemento de «unificación social», de forma que la población
occidental apoya a sus líderes cuando se enfrentan a este tipo de países tan
indeseables.
Huxley: nos controlan a través de lo que nos gusta
Nos gusta estar distraídos. Como seres humanos
tenemos esa necesidad de escapar por un momento del mundo real y relajarnos en
un mar de programas de televisión, lecturas de revistas, redes
sociales… No hay nada malo en abstraerse de la realidad de vez en cuando y
distraernos con las cosas que nos gustan. El problema es que hoy en día no
nos distraemos un rato, sino que vivimos distraídos. Y lo peor es que lo
sabemos. Y nos gusta.
Es mucho más cómodo estar sentado en el sofá
viendo la televisión que mirar por la ventana e intentar comprender cómo
funciona el mundo y pensar en cómo se pueden cambiar las cosas. El poder de
atracción de elementos como los videojuegos, la televisión, el deporte o la
vida íntima de los famosos es mucho mayor que el interés por saber la verdad
sobre el mundo en el que vivimos. Pero esta dura realidad no es fruto de un
intrínseco gusto por la ignorancia por parte del ser humano, sino que es
fomentada por parte de las clases dominantes.
El ser humano es curioso por naturaleza. Le gusta
hacerse preguntas y conocer cosas. El estado de ignorancia y de pasividad
actual ha sido artificialmente creado por el poder, a través de complejos
mecanismos de desinformación y con una variada oferta de productos
distractores. De forma que, aunque hay buena parte de culpa en la propia
ciudadanía, que se deja seducir y distraer, lo cierto es que es el poder el
responsable principal de que la sociedad actual sea una sociedad inculta,
desinformada y fácilmente manipulable.
Por ello una de las formas que tenemos para
escapar del control de las clases dominantes es no dejarnos informar por ellas.
La información es el arma más valiosa en la sociedad actual, y hoy en día está
en manos del poder. Por eso no hay que
dejarse informar, hay que informarse. A un ciudadano bien informado es
mucho más complicado engañarle, y ese ciudadano bien informado será más libre que
el que disfruta sentado en el sofá viendo la televisión.
PROFUNDIZAR EN EL ANÁLISIS: Además de
distraernos con los medios de comunicación, las tesis de Huxley también
consideran como elemento atractivo que permite el control de la población a
través del gusto: el consumo. Una sociedad consumista es más fácilmente
controlable, pues la producción de bienes de consumo también está controlada
por las clases dominantes.
La realidad: nos controlan
Sea a través del miedo, como defiende Orwell, o a
través de distracciones que nos gustan, como mantiene Huxley, lo cierto es que,
de una forma u otra, estamos siendo controlados. Esa es la realidad.
El sistema de clases sociales se mantiene
precisamente porque existe ese control por parte de las clases dominantes, que
disponen de muchas más herramientas para conservar su privilegiado estatus
social. A través de los medios de comunicación, de la religión, de las empresas
multinacionales, de las guerras… incluso a través
de la democracia.
Una vez identificados los modos de control, lo
que debe hacer la ciudadanía es luchar por su libertad. ¿Cómo? Contra la
desinformación, información. Contra el miedo, valor.
Aunque es complicado llegar a un estado de
libertad total, el simple hecho de saber cómo funciona el mundo y ser conscientes
de que existe este sistema de control de clases ya es un pequeño logro. Y si es
imposible ganar la lucha de clases, tampoco pasa nada. Siempre nos quedará el
sofá.
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