3.2.21

Es gracias a la mujer que la idealidad nace en el mundo. Qué sería el hombre sin ella!

LA CRUCIFIXIÓN DE LA DIOSA                                     

El Ascenso y Caída del Romanticismo Occidental

"El amor es el milagro de la civilización", escribió Stendhal en su profundo ensayo acerca del Amor (De l'Amour, 1822). Él hablaba del alto ideal del amor elaborado en Europa Occidental, desde el amor cortesano del siglo XII al Romanticismo del siglo XIX. Aquel ideal está más o menos muerto, sepultado bajo los montones de obscenidades producidas industrialmente cada día por nuestra degenerada subcultura. Tal como el pescado comienza a pudrirse por la cabeza, del mismo modo el escándalo de Jeffrey Epstein es un buen indicador del actual estado de putrefacción del Eros occidental.

Aquello es también emblemático del papel de Israel (quiero decir la Judería Internacional) en la corrupción moral de nuestra civilización una vez cristiana. Los judíos siempre han sobresalido como traficantes de sexo. Como lo ha documentado Hervé Ryssen en "Israel and the White Slave Trade", no fue una "mafia rusa" la que atrajo a aproximadamente 500.000 mujeres jóvenes de Europa del Este hacia redes mundiales de prostitución durante los años '90, sino judíos étnicos con ciudadanía israelí.

Un informe de Amnesty International del año 2000 identificó a Israel como el principal centro de ese tráfico, en el cual confiadas muchachas jóvenes eran secuestradas, golpeadas, violadas, esclavizadas y mentalmente destruidas.

     La pornografía, una especialización de la prostitución, es casi un monopolio judío. El profesor Nathan Abrams de la Universidad de Aberdeen rompió el tabú en 2004 con un artículo en el  Jewish Quarterly (reimpreso en una colección de ensayos titulada Jews and Sex):

     "no se puede rehuir el hecho de que judíos seculares han jugado (y todavía siguen jugando) un papel desproporcionado en toda la industria cinematográfica adulta en Estados Unidos. La participación judía en la pornografía tiene una larga historia en Estados Unidos, en la que los judíos han ayudado a transformar una subcultura marginal en lo que se ha convertido en un componente primario de lo estadounidense".

     La expresión "judíos seculares" es un conveniente eufemismo. El periodista de temas pornográficos Luke Ford, autor de "A History of X: 100 Years of Sex in Film", igualmente insiste en que dicho negocio es dirigido por "judíos no judíos", con lo cual él quiere decir "judíos distanciados del judaísmo". Él escribe en su ensayo "Jews in Porn":

     "Los judíos que participan en el comercio sexual no se comportan de una manera judía. Ellos actúan de una manera contraria a todo lo judío: la Torá, Israel, Dios, la sinagoga y todo que la tradición judía considera santo".

     Hemos oído esos versos antes: los bolcheviques judíos no eran judíos tampoco, porque ellos no se comportaron de manera judía. En este artículo trataré de mostrar que, tal como los bolcheviques judíos, los judíos que secuestran, esclavizan, venden, torturan, o incluso sacrifican ritualmente a muchachas Gentiles se comportan muy de acuerdo con la Torá [el Pentateuco]. Insisto: con la Torá, no sólo con el Talmud.

32.000 Shiksas y Otras Historias Bíblicas

[*] Shiksa, palabra del yíddish que significa una mujer no-judía, con sentido peyorativo.

     La Torá prohíbe a los israelitas, bajo pena de muerte, "tener relaciones sexuales con un animal" (Éxodo 22:18) —aunque he oído que el Talmud es más permisivo—, pero no existe la más mínima prohibición de explotar sexualmente a jóvenes muchachas Gentiles. Al contrario, existe una bendición de Moisés en cuanto a eso.

     En Números cap. 31, Moisés ordena a sus hombres que maten a todos los madianitas, porque ellos habían persuadido a los israelitas para que se casaran con los moabitas. Los soldados de Moisés mataron a todos los hombres, pero tomaron "cautivas a las mujeres madianitas y a sus pequeños". Moisés "se enfureció con los oficiales del ejército" y les reprochó: "¿Por qué han salvado la vida de todas las mujeres? Ellas fueron las mismas que hicieron que los israelitas fueran infieles a Yahvé". Él acordó: "ahora maten a todos los niños varones y a todas las mujeres que hayan dormido alguna vez con un hombre; pero conserven las vidas de las muchachas jóvenes que nunca han dormido con un hombre, y consérvenlas para ustedes". Al final del día, el botín ascendió a miles de ovejas, cabras, ganado, burros, "y en personas, mujeres que nunca habían dormido con un hombre, treinta y dos mil en total". Ya que ninguna edad es especificada, y ya que las muchachas eran casadas muy jóvenes en las sociedades nómadas, podemos suponer que las 32.000 muchachas tomadas como botín humano eran mayormente niñas. Nada se dice del destino de ellas, pero el mismo criterio de su selección (no haber dormido nunca con un hombre) no nos deja dudas sobre su utilidad. Ellas ciertamente no fueron tomadas como esposas, ya que la historia entera es acerca de la prohibición de casarse con no-judíos. Entonces aquí tenemos, me parece, un precedente bíblico inequívoco para la esclavitud sexual de muchachas Gentiles a una escala masiva.

     A propósito, tal narrativa nos informa de la lógica que hay detrás de la regla de transmisión de la judeidad a través de la madre. Esa regla, nunca explícita en la Torá, no tiene nada que ver con algún respeto particular hacia las mujeres. Se deriva directamente del hecho de que el sexo con muchachas extranjeras es legal, mientras que cualquier bastardo concebido por ese medio es mantenido fuera de la comunidad (Deuteronomio 23:3). La situación opuesta no tenía que ser considerada: según los estándares bíblicos, una judía que tenía sexo con un Gentil sería muerta a pedradas, antes de dar a luz.

     A menos que, por supuesto, ella actuara con un propósito superior. Judíos adinerados como los Rothschild, aunque muy endógamos, a menudo casaban a sus hijas dentro de familias aristocráticas. El prototipo bíblico, en este caso, es Ester, la sobrina de Mardoqueo, la cual, al casarse con el rey persa, salvó a los judíos del malvado plan de Hamán. La historia —favorita de Netanyahu— finaliza felizmente con los judíos asesinando a 75.000 persas, hombres, mujeres y niños, después de lo cual "los diversos pueblos estaban ahora todos con miedo a los judíos"  y "Mardoqueo el judío era el siguiente en rango detrás del rey Ahasuero". Ester es la heroína judía arquetípica que se casa con un goy por el bien de los judíos.

     Alguna tradición rabínica afirma que Ester no era sólo la sobrina de Mardoqueo, sino también su esposa, a quien él había enviado a la cama del rey de reyes. En ese caso, Mardoqueo estaba siguiendo el ejemplo de Abraham. Casado con su hermanastra Sara (la hija de su padre), Abraham la presentó como su hermana al faraón, el cual la tomó como una concubina, y luego compensó a Abraham con "rebaños, bueyes, burros, hombres y mujeres esclavos, mulas y camellos" (Génesis 12:16). Abraham repitió el truco con el rey filisteo Abimelec y consiguió de nuevo "ovejas, ganado, esclavos hombres y mujeres" (Génesis 20:14).

     Tales historias no comunican mucha reverencia por las mujeres sino que más bien revelan una visión utilitaria y mercantil de ellas. La historia de cómo Jacob se casó con las dos hijas de su tío Labán (Génesis 29) es también representativa. Jacob pide a Raquel como "salario" por siete años de trabajar para Labán. Pero es engañado por Labán que mete a Lea en su cama por la noche en vez de Raquel. Jacob tiene que trabajar siete años más para conseguir a Raquel también.

     Una historia que muestra una visión aún más siniestra de las mujeres es encontrada en  Jueces cap. 19. Un levita de las tierras altas de Efraím viaja a Belén en Judá con su concubina, y se detiene en la ciudad benjaminita de Gabaa, donde recibe la hospitalidad de un viejo nativo de Efraim.

     «Mientras ellos se divertían, algunos hombres pervertidos vinieron y rodearon la casa; ellos golpearon la puerta y dijeron al anciano, señor de la casa: "Envía fuera al hombre que entró en tu casa, nos gustaría tener cópula con él". El señor de la casa salió a y dijo: "No, hermanos, por favor, no sean tan malos. Ya que este hombre está ahora bajo mi techo, no cometan tal infamia. Aquí está mi hija; ella es virgen; la sacaré para ustedes. Maltrátenla, hagan con ella lo que les plazca, pero no cometan tal infamia contra este hombre". Pero los hombres no quisieron escuchar. Entonces el levita cogió a su concubina y la sacó para ellos. Ellos tuvieron cópula con ella y la maltrataron toda la noche hasta la mañana; cuando el alba rompía la dejaron ir. Al amanecer la muchacha vino y cayó en el umbral del anfitrión de su marido, y se quedó allí hasta que se hizo de día. Por la mañana su señor despertó y, abriendo la puerta de la casa, salía para seguir su viaje cuando vio a la mujer, su concubina, que estaba en la puerta de la casa con sus manos en el umbral. "Despierta", dijo él, "debemos marcharnos". No hubo ninguna respuesta. Él entonces la cargó en su burro y comenzó el viaje a casa. Habiendo llegado a su casa, él tomó su cuchillo, cogió a su concubina y la cortó, miembro por miembro, en doce pedazos» (19:22-29).

     El levita envió los pedazos a diferentes ciudades israelitas con un llamado a la venganza contra Gabaa. Los israelitas mataron a cada uno en Gabaa y prendieron fuego a la ciudad, mientras seiscientos guerreros benjaminitas se habían escapado al desierto. Entonces, como una señal de reconciliación, decidieron proveer a esos benjaminitas con nuevas mujeres. Para eso, atacaron la ciudad de Jabés en Galaad, donde mataron a "todos los varones y todas aquellas mujeres que han dormido alguna vez con un hombre", pero reunieron a cuatrocientas vírgenes para ofrecer a los benjaminitas (21:10-24).

     La manera en que el levita y su anfitrión ofrecen a su concubina y a la hija para la violación recuerda la historia de las dos hijas de Lot (el sobrino de Abraham), las cuales también son ofrecidas por su padre (Génesis 19) a los sodomitas que querían tener "ayuntamiento" con los dos "mensajeros de Yahvé" hospedados por Lot. "Miren", dijo Lot, "tengo dos hijas que son vírgenes. Por favor, miren que tengo dos hijas que nunca han tenido coito con hombre. Por favor, déjenme sacarlas a ustedes. Entonces háganles lo que parezca bien a sus ojos. Sólo no hagan nada a estos hombres, porque por eso han venido al amparo de mi techo" (Génesis 19:8). La palabra hebrea para "mensajeros" es malaquim, traducido como angeloi en griego, y aunque esos "mensajeros de Yahvé" sean entendidos como "ángeles", ellos podrían haber sido levitas en la historia original. En ese caso, las hijas de Lot fueron salvadas por los "ángeles" que milagrosamente ciegan a los sodomitas de modo que "no pudieron encontrar la entrada" (¿doble sentido?).

     Más tarde, las hijas de Lot consiguieron emborrachar a su padre para concebir con él a Moab y a Ben-Ammi, los antepasados de los moabitas y los amonitas (Génesis 19:31-38). Esto nos lleva al objetivo principal de las mujeres israelitas: proporcionar herederos varones para sus maridos. Hay numerosos ejemplos en la Biblia que destacan ese imperativo absoluto. Por ejemplo, cuando Raquel se encontró estéril mientras su hermana mayor Lea había dado ya a Jacob cuatro hijos, Raquel le pidió a Jacob que se uniera con su criada Bilha, la que le dio dos hijos como sustituta de Raquel. Entonces "Lea, viendo que ella había dejado de concebir hijos, tomó a su muchacha esclava Zilpa y se la dio a Jacob como concubina" (Génesis 30:9).

     En la antropología bíblica, no hay ninguna otra inmortalidad para un hombre que mediante su descendiente varón. De ahí se deriva el deber de un hombre de substituír a un hermano que murió sin un hijo varón. En Génesis 38, después de la muerte de su hijo Er, Judá le pidió a su otro hijo Onán que durmiera con su cuñada Tamar "para mantener la línea de su hermano"  (Génesis 38:8). Onán estaba poco dispuesto a hacer eso (de su nombre viene la palabra "onanismo"). Finalmente, Tamar se vistió como una prostituta y durmió con su suegro. Sin ella, no habría habido ninguna tribu de Judá. Tamar y Ruth ejemplifican el segundo tipo de heroína judía, la que comete incesto o adulterio para salvar al clan o a la tribu de la extinción.

     Todas esas historias son bastante consecuentes en su representación de las mujeres y la sexualidad. Las mujeres tienen dos funciones: ser esclavas sexuales si ellas son no-judías, y compañeras reproductivas si ellas son judías. Sería difícil encontrar alguna excepción. El único libro bíblico que da una nota diferente es el Cantar de los Cantares; pero probablemente no es de origen israelita, y sólo fue adoptado en la recopilación hebrea en el siglo I de nuestra Era, debido a una interpretación alegórica del rabino Akiva, que ve en ello una declaración simbólica del amor entre Yahvé y su pueblo, aunque Yahvé nunca sea mencionado. En cualquier caso, su erotismo poético no se eleva por encima de la comparación del amor con la embriaguez alcohólica. 

La Reina del Cielo

     Habiendo bosquejado la "antropología del Eros" implícita en el Tanaj (el Antiguo Testamento) podemos ahora referirnos a su teología, con el entendimiento de que la teología y la antropología se reflejan mutuamente. La mentalidad y la actitud general ante el amor, el sexo y las mujeres en cualquier civilización dada son reflejadas en —e influídas por— su mitología. India, por ejemplo, tiene una rica mitología erótica: el Kalika Purana cuenta cómo Brahma creó el Alba, radiante de juventud y vitalidad, y él mismo sucumbió a los encantos de ella.

     Nada de ese tipo puede ser encontrado en la Biblia. Yahvé es un dios masculino que detesta no sólo a cada otro dios, sino a las diosas también. Su oponente femenina es Asera. Su nombre aparece cuarenta veces en el Tanaj, para designar y maldecir a la diosa, o para designar su símbolo en la forma de "postes sagrados". Los Libros de los Reyes relatan que Asera era a veces adorada junto a Yahvé en Judea, y existen evidencias arqueológicas que lo corroboran: inscripciones que piden la bendición de "Yahvé y su Asera", que datan del siglo VIII a.C., fueron encontradas en las ruinas de Kuntillet Ajrud (Península del Sinaí). Pero desde el punto de vista adoptado por los escribas, la adoración de Asera es una abominación insoportable. El rey judeano Manasés es aborrecido porque "estableció altares a Baal y levantó una Asera [poste sagrado]... en los dos atrios del templo de Yahvé" (2 Reyes 21:2-5), mientras que su nieto Josías es elogiado por haber removido el símbolo de Asera del templo "y lo quemó, reduciéndolo a cenizas y lanzando sus cenizas en el cementerio común" (23:6).

     A través de toda la Antigüedad la mayoría de los pueblos civilizados adoraron a una gran diosa, y generalmente estaban de acuerdo en identificarla con las grandes diosas adoradas bajo otros nombres por otros pueblos. Desde el tercer milenio a.C. los sumerios habían adorado a la diosa Inanna, cuyo nombre puede significar "Señora del Cielo". Ella estaba asociada con el planeta Venus, la estrella de la mañana, al cual los griegos llamarían Portador de la Luz, nombre que, muy significaticamente, fue latinizado como Lucifer. Ella fue conocida por los asirios como Ishtar, la que era conocida como Astarté en las ciudades-estados fenicias de Sidón, Tiro y Biblos, e identificada con la otra diosa siria Asera. Ningún culto era más sincrético, y todas esas diosas se mezclaban bajo el título de "Reina del Cielo". Puede ser argumentado que la adoración de la gran Diosa maternal fomentó el sentido de la hermandad universal de los hombres, en una forma que ninguna divinidad masculina podría hacerlo. Quizás por eso Yahvé odiaba tanto a Asera.

     Bajo el rey Josías, Yahvé se queja ante su profeta Jeremías de que los israelitas siguen adorando a la "Reina del Cielo": "Los niños recolectan la madera, los padres encienden el fuego, las mujeres amasan la harina, para hacer tortas para la Reina del Cielo; y, para ofenderme, ellos vierten libaciones a dioses extranjeros" (Jeremías 7:18). Leemos en Jeremías cap. 44 que, después de que los babilónicos tomaron Jerusalén, los judeanos que habían huído a Egipto persistían en su abominable adoración de la Reina del Cielo. Yahvé les dice que la destrucción de Jerusalén era su castigo por esos "malvados hechos... ofreciendo incienso y sirviendo a otros dioses" (44:2-3). Él los amenaza con el exterminio completo si ellos persisten: "¿Por qué atraen el desastre completo sobre ustedes... provocando mi ira con sus acciones... para su propia destrucción y para convertirse en una maldición y un oprobio para todas las naciones de la tierra?" (44:7-8). No impresionados, los judíos rebeldes responden a Jeremías:

     "No tenemos ninguna intención de escuchar la palabra que acabas de decirnos en nombre de Yahvé, sino que pretendemos continuar haciendo todo lo que hemos jurado hacer: ofrecer incienso a la Reina del Cielo y derramar libaciones en su honor, como solíamos hacer, nosotros y nuestros antepasados, nuestros reyes y nuestros hombres principales, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén: teníamos comida en abundancia entonces, vivíamos bien, no sufrimos ningún desastre. Pero desde que dejamos de ofrecer incienso a la Reina del Cielo y verter libaciones en su honor, carecemos de todo y hemos perecido por la espada o el hambre" (44:16-18).

     Fiel al dios celoso al que sirve, Jeremías afirma que es precisamente por haber sacrificado a la Reina del Cielo que los judeanos fueron castigados con el ejército babilónico. Pero la Historia prueba que él estaba equivocado: el reinado de 55 años de Manasés, cuando Asera era adorada dentro del templo de Jerusalén, fue un período excepcionalmente largo de paz y prosperidad, mientras que Josías llevó el desastre a Judea por su política de exclusivismo y provocación hacia Babilonia.

     En el período helenístico, la mayoría de las grandes diosas eran identificadas con la egipcia Isis, cuyo culto irradió desde Alejandría a través de la cuenca del Mediterráneo. Isis se hizo conocida como la diosa "miriónima" ("de diez mil nombres"). En la novela de Apuleyo "El Asno de Oro" ella se llama a sí misma "Reina del Cielo" y "la madre natural de todas las cosas", y declara: "Mi divinidad es adorada en todo el mundo, en diversas maneras, en distintas costumbres, y por muchos nombres".

     Isis es una madre nutricia, ya que ella enseñó el cultivo del trigo y la fabricación del pan a los egipcios, quienes lo enseñaron a los griegos. Joseph Campbell nota que la Diosa es especialmente querida por sociedades agrarias sedentarias, pero no por nómadas pastorales, probablemente porque "la vida en el desierto no lo hace a usted enormemente agradecido hacia la Diosa Madre". De hecho, a Yahvé no le gustan las ofrendas vegetales, y rechazó el ofrecimiento de Caín por aquella misma razón. Él también encuentra repelente el incienso ofrecido a la Reina del Cielo (Jeremías 44:21). Lo que a él le gustaba era el "olor agradable" de los holocaustos de animales y humanos.

     Isis es también la diosa del amor. Después de que su marido Osiris fue asesinado y desmembrado por su celoso hermano más joven Seth, ella recolectó los pedazos y, por sus lamentaciones y rezos, devolvió a Osiris a la vida. Ella entonces concibió con el revivido Osiris un hijo, Horus, que volvería como un adulto para completar la liberación de Osiris tomando venganza en Seth y reinando sobre Egipto. Ésta es la historia eterna del triunfo del amor sobre la muerte, la única historia de amor digna de ser contada. Es parecida al tipo de cuento conocido por los folkloristas como "la Bella y la Bestia", en la cual el amor sacrificial de una mujer cura el corazón de un hombre muerto, o rompe el hechizo puesto sobre él. Pero también incorpora la virtud redentora de la venganza, encontrada por ejemplo en Hamlet de Shakespeare, donde el rey es asesinado por su hermano y vengado por su hijo.

La Madre Virgen María

     En los primeros siglos de la Era cristiana, Artemisa era el nombre de la diosa universal en Efeso (ahora en Turquía), donde su gigantesco templo era considerado como una de las Siete Maravillas del Mundo. Ella era mencionada como "la Madre de los dioses", aunque los cristianos la llamaban "madre de los demonios". Leemos en los Hechos de los Apóstoles (19:23-28) acerca de una "seria perturbación" en Efeso, cuando "un platero llamado Demetrio, que proporcionaba trabajo para un gran número de artesanos que hacían con plata templetes de Artemisa", se quejó de la predicación de Pablo:

     «Esto amenaza no sólo con desacreditar nuestro comercio, sino también con reducir el santuario de la gran diosa Artemisa a la no importancia. Esto podría terminar acabando con el prestigio de una diosa venerada por toda Asia, y en efecto por todo el mundo. Este discurso los despertó a la furia, y ellos comenzaron a gritar ¡Grande es Artemisa de los efesios!»  (Hechos 19:23-28).

     Aunque el autor de Hechos desacredite la preocupación de los efesios como puramente económica, aquél era un conflicto religioso. Duró varios siglos, y en 401 el templo de Artemisa fue quemado por cristianos. Treinta años más tarde, el Emperador romano del Este Teodosio II convocó en Efeso un concilio, en el cual el título Theotokos [Madre de Dios] fue oficialmente heredado a la Virgen María. Y entonces Artemisa fue devuelta a los efesios, sólo que bajo una identidad diferente. Los peregrinos que habían convergido en Efeso durante siglos para rendir homenaje a Artemisa podían rezar ahora delante de las mismas estatuas y realizar las mismas procesiones con antorchas. María naturalmente se hizo conocida como la Reina del Cielo, un atributo simbolizado por su corona de doce estrellas, recordando el zodiaco que Artemisa llevaba puesto como un collar.

     En Egipto, Libia, Italia y Galia, María se fusionó perfectamente con Isis, y la figura de María derramando lágrimas al pie de la cruz repetía las lamentaciones de Isis. El Jesús crucificado y resucitado era un excelente avatar de Osiris, que fue usado para absorber a otros héroes y dioses, p. ej. a Antínoo el siglo II d.C. En cuanto a Horus, conocido por los griegos como Harpócrates (del egipcio Har pa khrad"Horus el niño"), fue transformado en la figura del Niño Jesús. En el mito egipcio, Horus es concebido en el equinoccio de primavera, el tiempo de la cosecha, y su nacimiento es celebrado cada año en el solsticio de invierno. Isis escondió a Horus para protegerlo del malvado tío al cual él estaba destinado a derrocar como rey de Egipto, tal como María escondió a Jesús —en Egipto precisamente— para salvarlo del rey Herodes que temía por su trono (Mateo cap. 2). Se cree que las representaciones de Isis con el pequeño Horus en sus rodillas influyeron en el arte cristiano.

     En una sociedad en gran parte analfabeta, puede parecer bastante simple convencer a una mayoría de gente que la Madre de Dios y la Reina del Cielo que sus antepasados habían adorado era de hecho la madre de un mesías judío. El sincretismo estaba, después de todo, en la naturaleza misma de la Diosa. Pero la cristianización encontró fuerte resistencia, especialmente entre la élite aristocrática. La versión cristiana de la Diosa era frustrantemente reductiva: su exclusiva encarnación humana restringió su significación universal, y carecía de algunos aspectos de la feminidad. Aunque María sea "llena de gracia", hay un límite en el misticismo mariano: el Eros es totalmente inadmisible. Finalmente, la Virgen María es difícilmente una madre que nutre en el sentido agrario.

     En cualquier caso, no fue antes del siglo XII que el culto de María fue firmemente establecido en Europa Occidental. Bernardo de Clairvaux (1090-1153) fue el principal promotor de ese culto en Francia, y el primero en llamarla "Nuestra Señora" (Notre Dame). Todas las catedrales góticas a partir de entonces le fueron consagradas a ella. No obstante, en el Sur de Francia muchas "Vírgenes Negras” producidas tan tardíamente como en el siglo XIII se piensa que fueron hechas para Isis, más bien que para María. E incluso después del triunfo de la Reforma Gregoriana en 1215 (Cuarto Concilio Lateranense), el antiguo culto de Isis parece haber seguido irrigando en secreto a la civilización occidental, como una corriente subterránea. Vamos ahora a seguir esa corriente hasta su resurgimiento en el movimiento Romántico del siglo XIX. 

La Tradición Cortesana del Fin'Amor

     No deberíamos imaginar la sociedad medieval occidental como sumergida en una fe católica homogénea, con sólo unos pocos grupos heréticos en su margen. Como he argumentado en un libro basado en mi tesis doctoral, nos formamos una idea más exacta de la civilización medieval si consideramos que tiene dos culturas distintas y antagonistas: está en un lado la cultura latina de los clérigos, con un casi monopolio de la palabra escrita, y en el otro, una cultura rica en lenguas vernáculas, principalmente orales pero que nos dejó bastante material escrito a partir del siglo XII. A diferencia de la cultura clerical, que es escrita en prosa y preocupada por la ortodoxia doctrinal, la cultura laica es principalmente narrativa y poética, es de origen aristocrático, pero permea a las capas populares. En sus expresiones más altas, como en las obras maestras de Chrétien de Troyes, sobresale en polisemia y simbolismo. Aunque podamos llamarla "secular", posee su propia religiosidad, que incluye ideas sobre el mundo de los muertos completamente en desacuerdo con la doctrina cristiana.

     La aristocrática cultura no-clerical valora al amor como la fuente de la mayor alegría espiritual, y por lo tanto no puede concebir el Paraíso sin ello. Algunos poemas rechazan sarcásticamente el Paraíso cristiano sin amor: el protagonista masculino del poema del siglo XII "Aucassin et Nicolette", amenazado con el Infierno por un clérigo si él persiste en amar a Nicolette, contesta que él prefiere el Infierno si es allí donde aquellos que valoran el amor, la caballerosidad y la poesía están destinados a ir. En el "Roman de la Rose" (1225-1230) de Guillaume de Lorris, el narrador sueña consigo mismo en un maravilloso jardín con una Fuente del Amor y la mujer más hermosa que él haya visto alguna vez. Según el especialista Jean Dufournet, encontramos en esa obra "los elementos de una corriente espiritual muy fuerte que hace del protagonista un emulador de los místicos". El dios Amor que golpea el corazón del narrador puede ser una hipóstasis poética, pero él se presenta como un competidor del Dios  católico de ascetismo y virginidad. A propósito, Amor es Roma al revés.

     Esas nociones desempeñaron un papel crucial en la tradición conocida hoy como "amor cortesano", primero formalizado en la poesía de los trovadores en Aquitania, donde la duquesa Alienor (1122-1204), nieta del primer trovador, la introdujo en la corte de su primer marido, el rey de Francia, y luego en la de su segundo marido, el rey de Inglaterra, donde se combinó armoniosamente con las tradiciones celtas del País de Gales y Gran Bretaña, para producir por ejemplo los lays de hadas de Marie de Francia o los romances arturianos de Chrétien de Troyes.

     Como su nombre lo indica, el fin'amor [en lengua occitana] requería el refinamiento del impulso sexual ordinario. En el episodio central de "Erec y Enide" de Chrétien de Troyes, Erec encuentra a una encantadora doncella en un jardín paradisíaco mágicamente protegido, pero debe luchar contra el terrible caballero rojo que guarda a su prisionera. Erec gana la lucha, y aprende que de hecho es el caballero rojo el que era el prisionero de su dama, y es libre ahora. Erec también aprende que la dama era prima de Enide, y él puede celebrar ahora con Enide "la Alegría de la Corte" (La Joie del Cort). Cuando conocemos los crípticos códigos de Chrétien de Troyes, y particularmente su gusto por los juegos de palabras y su hábito de duplicar personajes como hermanos o primos, entendemos que no sólo las dos mujeres son una sino que el caballero rojo es también el doble del propio Erec, su lado oscuro e impulsivo. Es por lo tanto contra sí mismo contra el cual Erec debe luchar a fin de experimentar "la Alegría del Corazón"  (La Joie del Cor, en antiguo francés) con su dama.

     En su memorable ensayo "Amor en el Mundo Occidental" (originalmente publicado en francés en 1938, revisado en 1952, y seguido en 1961 de "Ensayos sobre los Mitos de Amor"), el autor francés Denis de Rougemont procuró entender la intrincada relación entre lo erótico y lo religioso en la tradición de los trovadores y sus herederos Románticos. Él reconoce que esa poesía es fundamentalmente religiosa, pero ajena y opuesta al cristianismo. Dado que se desarrolló al mismo tiempo (siglo XII) y en la misma región (Occitania) que el Catarismo —a veces incluso en los mismos castillos— Rougemont trató de unir a ambos, pero la mayor parte de los historiadores ha rechazado su hipótesis del Catarismo secreto de los trovadores. Una explicación más simple de la proximidad de las dos tradiciones es el clima de tolerancia religiosa que existió en el Sur de Francia antes de las Cruzadas Albigenses (1209-1229).

     Cualquiera sea el caso, Rougemont ha destacado el hecho de que la Dama de los trovadores a menudo aparece como una figura ideal, distante y casi intangible. Su nombre es generalmente mantenido en secreto, y cuando no lo es, aquello sugiere una ficción alegórica más bien que una persona histórica. Un buen ejemplo es Geoffrey Rudel (siglo XII), quien, "después de mucho tiempo de estar enamorado de la imagen de una mujer a la cual nunca ha visto, la contempla por fin después de un viaje por mar y muere en los brazos de la condesa de Trípoli tan pronto como ella le ha dado un único beso de paz y un saludo". Rougemont también nota que el carácter estereotípico de la poesía de los trovadores da la impresión de que todos ellos aman a la misma Dama.

     Rougemont encuentra ahí un argumento en apoyo de su tesis de que la experiencia occidental del amor apasionado, "inventado" por los trovadores, es una ilusión, una mentira: cuando el amante piensa que él ama a una mujer, él, de hecho, ama a una mujer ideal que no existe. Pero quizás la mujer ideal existió realmente, en la mente de los trovadores. Quizás ellos creyeron que amar a una mujer perfectamente es percibir y adorar por medio de ella a la Diosa inmaterial. Desde una perspectiva platónica, la Idea es más real que sus manifestaciones en la Tierra, y para el poeta medieval, como para el filósofo medieval, la realidad visible es siempre el símbolo y el signo de verdades más esenciales e invisibles (Étienne Gilson, El Espíritu de la Filosofía Medieval, 1922). Desde aquella perspectiva, el fenómeno psicológico que Stendhal llamó "cristalización", que hace que el ser amado aparezca resplandeciente con todas las perfecciones, toma un sentido muy diferente. El amor no miente; simplemente, su verdad no es de este mundo. 

Dante y los Fedeli d’Amore

     Nuestro conocimiento fragmentario de la tradición de los trovadores no nos permite ninguna certeza sobre su filosofía subyacente. No hay ninguna prueba concluyente de una religión de la Diosa codificada en el arte de ellos. Pero la poesía de amor de sus sucesores inmediatos, a saber, Dante Alighieri (1265-1321), Petrarca (1304-1374) y Boccaccio (1313-1375), es mucho más iluminadora. Todos ellos son de Florencia, una ciudad donde muchos occitanos se refugiaron después de huir de los cruzados Francos y de la Inquisición romana. Los críticos literarios a menudo se han preguntado si las damas a quienes ellos dirigieron sus versos más hermosos (respectivamente Beatriz, Laura y Fiametta) eran mujeres reales o arquetípicas. Cada una de ellas fue supuestamente encontrada durante la Semana Santa, y murieron poco después, de modo que el poeta se dirige a ella como a una criatura incorpórea, que vive en el Paraíso donde ella se transforma en Luz Divina. Su amante entonces toma el título de peregrino, y emprende un viaje espiritual para alcanzarla.

     Lo que pensamos que sabemos sobre la Beatrice de Dante viene exclusivamente de Boccaccio, que escribió cincuenta años más tarde un comentario sobre la Divina Comedia. Pero Boccaccio tenía su propia razón para afirmar que Beatriz era una mujer real. Los poemas de Dante son enigmáticos, y el poeta insta a sus lectores a encontrar el sentido oculto en sus versos: "Hombres de sano intelecto y probidad, descubran con buen entendimiento lo que yace escondido detrás del velo de mis enigmáticos versos" (Infierno, IX, 61-63). Luigi Valli publicó en 1928 un libro que hizo una gran impresión en pensadores como René Guénon, Julius Évola o Henri Corbin: "Il Linguaggio Segreto di Dante e dei Fedeli d’Amore". Los "fieles del amor" mencionados por Dante puede haber sido un círculo de poetas, artistas y filósofos, principalmente florentinos, que compartían concepciones religiosas altamente heterodoxas y una hostilidad hacia el nuevo orden mundial impuesto por la Iglesia romana. Esos poetas, escribe Valli, hicieron de sus sentimientos de amor "un material para expresar pensamientos místicos e iniciáticos en un simbólico lenguaje de amor".

     La clave para la críptica identidad de Beatriz en la Divina Comedia es proporcionada por Dante en un libro anterior titulado "Vita Nuova". Ahí Dante primero presenta a "la gloriosa dama de mis pensamientos que fue llamada por muchos Beatrice, por aquellos que no sabían lo que significaba llamarla así" (el nombre Beatriz quiere decir "la que confiere bendición"). Nueve veces en su vida Beatriz se le apareció, dice Dante. La primera vez, Beatriz "me saludó tan virtuosamente, tanto que me vi en el extremo mismo de la gracia". Para el "saludo" de Beatriz, Dante usa la palabra italiana saluto, que es cercana a salute, "salvación". El saluto de Beatrice, dice Dante, llena a los hombres de arrepentimiento, humildad, perdón y caridad, difícilmente las cualidades del amante ordinario.

"Mora Amor en los ojos de mi amada

por lo cual cuanto mira se ennoblece.

Aquel a quien saluda se estremece:

todo mortal le lanza su mirada.

Si ella baja la faz, el todo es nada,

el ánimo en quejumbre desmerece,

muere soberbia, cólera perece.

¡Oh mujeres, le cumple ser loada!

Toda humildad y toda dulcedumbre

nace oyendo su voz pura y afable.

Dichoso el hombre que la vio primero.

Cuando sonríe —que su boca es lumbre—

se magnifica y hácese inefable

porque es algo divino y hechicero".

Beatriz es la esencia de la gracia y las virtudes femeninas, manifestadas en todas las mujeres: "mi señora entró en tal gracia que no sólo ella fue honrada y elogiada, sino que por ella muchas también fueron honradas y elogiadas". En varios pasajes Dante indica que cuando él es sensible al encanto de mujeres reales (las amigas de Beatriz, por ejemplo), es a Beatriz a quien él ve a través de ellas: "Ha visto la perfección de toda belleza y toda virtud quien ve a mi dama entre las otras mujeres".

     No tenemos que tomar la naturaleza críptica del mensaje de Dante como una forma de "esoterismo", como lo hizo René Guénon (El Esoterismo de Dante, 1925). En aquellos tiempos, la cripsis era necesaria para cualquier pensador heterodoxo no suicida. Un cercano amigo de Dante, Cecco d’Ascoli (1269-1327), fue acusado por la Inquisición de "hablar mal" de la fe católica y fue quemado en la hoguera, y el propio Dante estuvo bajo sospecha.

     Con alguna exageración quizás, Robert Graves escribió que "El objetivo de la poesía es la invocación religiosa de la Musa", a quien él también llamó la Diosa Blanca y la Madre de Toda Vida. Pintores y escultores también han dedicado mucho esfuerzo a capturar y comunicar la esencia de la gracia femenina. La experiencia estética, según Schopenhauer, significa perderse en la contemplación de la Idea platónica que está detrás del fenómeno, escapando así del ciclo de los deseos incumplidos. Seguramente el segundo mandamiento de Yahvé de no hacer  "ninguna imagen de ninguna cosa" (Éxodo 20:4) tiene mucho que ver con la ausencia en la cultura hebrea de alguna reverencia por la mujer.

     Dos siglos después de Dante, otro genio florentino, Leonardo da Vinci (1452-1519), nos daría un retrato de la Diosa bajo el nombre de Mona Lisa. Tal como para Beatrice de Dante, los eruditos dicen que ellos conocen la identidad de ella. Se dice que la dama Lisa (Mona es un diminutivo de Madonna, o Ma Donna) era la esposa de un rico comerciante que encargó su retrato al pintor, quien estaba entonces en el pináculo de su gloria. Pero la pintura no respeta ninguno de los códigos del retrato de esa época (la carencia de joyas, por ejemplo). Y Leonardo trabajó en ello ininterrumpidamente durante diez años, con extraordinaria devoción, sobreimponiendo religiosamente miles de capas de pintura y barniz de delgadez extrema. Él nunca se separó de dicho retrato hasta su muerte en la corte de Francisco I rey de Francia. Muchos han sospechado, correctamente creo, que esa pintura no es el retrato de una señora sino el icono de la Dama, Donna l'Isa (siendo Isa una variante de Isis). El velo negro que puede ser visto caído sobre su hombro izquierdo es una referencia al famoso velo de Isis que "ningún mortal alguna vez levantó", mencionado por Plutarco. 

El Romanticismo y la Divina Sofía

     Según Julius Évola (La Metafísica del Sexo, 1934), Beatriz de Dante, Laura de Petrarca y Fiametta de Boccaccio todas simbolizan la Sabiduría o Gnosis, la divina fuente de iluminación. Eso es consistente con la admiración de Dante por Boecio, a quien él coloca en el Paraíso. En su obra "Consolación de la Filosofía" (524) Boecio contó cómo, mientras esperaba la muerte en las cárceles del rey Teodorico, había sido visitado por Filosofía en la forma de una mujer majestuosa, y le confió su alma a ella, sin la menor alusión a la fe cristiana.

     Técnicamente, filo-sofía es el amor a Sofía, la Sabiduría. La divinización de Sofía es una tradición muy antigua. Sobrevivió en la Bizancio cristiana, como lo atestigua el nombre mismo de la basílica Hagia Sophia (Santa Sabiduría). La tradición ha persistido incluso en los márgenes de la Ortodoxia rusa. El filósofo y poeta Vladimir Solovyov (1853-1900) experimentó místicamente a la divina Sofía en la forma de una mujer celestial que es quien le hizo sentir que "Todo era uno, una sola imagen de la belleza femenina" (Solovyov, Tres Encuentros). Lamentablemente, la tentativa de Solovyov de reconciliar la doctrina Trinitaria con la noción platónica de la Sabiduría Divina se encontró con la oposición de la jerarquía Ortodoxa.

     ¿Por qué sería la Sabiduría una mujer? Desde un punto de vista teológico, si Dios es visto como masculino, tiene sentido que la Sabiduría, el principio intermediario que lleva al mundo al ser, sea vista como femenina. Pero desde un punto de vista psicológico, la pregunta es: ¿por qué la Diosa, como la idealización de la feminidad, sería asociada con la Sabiduría? El filósofo danés Soren Kierkegaard tiene una respuesta: él vio una conexión entre el surgimiento del amor naciente en el corazón del adolescente y el florecimiento de lo que él llama "Idealidad". Ésta es una de las nociones centrales de Kierkegaard, y podría ser formulada del modo siguiente: Sofía  toca el alma de un hombre al mismo tiempo que Eros toca su corazón. Ambos son aspectos complementarios de la misma gracia divina. Si uno no es sembrado, el otro no puede florecer hasta su pleno potencial. De allí se sigue que profanar la imagen de la mujer en la mente de los adolescentes por medio de la pornografía de masas, es criar generaciones de hombres carentes de idealidad.

     Kierkegaard, quien renunció a casarse con la mujer que amaba a fin de cultivar su genio, escribió en "In Vino Veritas" (1845):

     «Es gracias a la mujer que la idealidad nace en el mundo, y ¡qué sería el hombre sin ella! Hay muchos hombres que se han hecho un genio por una mujer, muchos un héroe, muchos un poeta, muchos incluso un santo; pero él no llegó a ser un genio por la mujer con la que se casó, ya que por ella él sólo se convirtió en un consejero privado; él no se hizo un héroe por la mujer con la que se casó, ya que por ella él sólo llegó a ser un general; él no se hizo un poeta por la mujer con la que se casó, ya que por ella él sólo se hizo un padre; él no llegó a ser un santo por la mujer con la que se casó, ya que él no se casó, y se habría casado sólo con una, aquella con la cual él no se casó; tal como los demás se hicieron un genio, un héroe o un poeta por medio de la ayuda de la mujer con la que ellos no se casaron».

     Este dilema está en el núcleo de la concepción romántica o heroica del amor. El amor aspira a la fusión y la permanencia, pero sólo sobrevive mediante la separación y la inestabilidad, y a veces alcanza la perfección y la inmortalidad por medio de la muerte. Esto es mejor ilustrado por el poeta alemán Novalis (1772-1801), quien primero acuñó el término "romanticismo". En sus  Himnos a la Noche, Novalis evoca a su joven novia Sophie von Kühn, cuya muerte provocó su don poético, exactamente como Beatriz hizo para Dante. Cuando él derramaba lágrimas en la tumba de Sophie, ella se le apareció:

     «A través de la nube vi la cara glorificada de mi amada. En sus ojos reposaba la eternidad. Tomé sus manos, y las lágrimas se convirtieron en un destellante lazo que no podía ser roto. En la distancia pasaron, como una tempestad, miles de años. En su cuello di la bienvenida a la nueva vida con lágrimas extasiadas. Fue el primero, el único sueño, y sólo desde entonces me he apegado a una fe eterna e inconmovible en el cielo de la Noche, y en su Luz, la Amada».

     "Tengo por Sophie religión, no amor", comentó Novalis. Sophie se convirtió para él en la Diosa. Gérard de Nerval (1808-1855), el emblemático poeta romántico francés, dio otra hermosa expresión de este tema en su última novela Aurélia (él fue encontrado muerto poco después de terminarla). A medida que el narrador es convencido por algún signo de que su muerte está cerca, él cae enfermo y, en su delirio, ve a una mujer de belleza sobrenatural, cuyo cuerpo crece hasta abrazar el cosmos entero. Ella tiene los rasgos de Aurelia, el amor de su juventud, a quien él había perdido por algún trágico malentendido y quien —se enteraría más tarde— acababa de morir. En otro sueño, ella le dice que ha estado con él todo el tiempo: "Soy la misma que María, la misma que tu madre, la misma que todas las formas que siempre has amado". Y entonces el narrador concluye:

     «Puse mis pensamientos en la eterna Isis, la madre y la esposa sagrada; todas mis aspiraciones, todos mis rezos fueron confundidos en este nombre mágico. Sentí revivir en ella, y a veces ella se me apareció bajo la figura de la antigua Venus, a veces también con los rasgos de la Virgen de los cristianos»

Conclusión

     El ideal romántico del amor como un encuentro místico con el eterno femenino, o la Diosa, ha tenido una influencia muy profunda en la cultura europea. Naturalmente, un ideal nunca es totalmente alcanzado. Quizás a él sólo se le acercan unos pocos afortunados, una aristocracia del amor. Sin embargo, brilla en el cielo para que todos lo vean, y atrae como un imán el alma colectiva. Ciertamente, el ideal es la fuente de mucha desilusión y sufrimiento, como Rougemont insistió y como los poetas románticos sabían, pero, como dijo Byron,  "dolor es conocimiento".

     A la inversa, la ausencia de idealidad en la relación de amor en la tradición hebrea ha tenido una influencia profunda sobre la mente judía. La razón principal de por qué el romanticismo es extraño a la cultura judía es que no puede haber ninguna concepción verdaderamente romántica del amor sin la fe en la inmortalidad del alma, y la antropología judía es fundamentalmente materialista (lea mi artículo "Israel as One Man"). No es, por lo tanto, ninguna sorpresa que el romanticismo haya sido considerado con desprecio por la mayoría de los intelectuales judíos. Moses Hess lo consideraba "decadente", prefiriendo novelas judías, ya que "sólo los judíos tenían el sentido común para subordinar el amor sexual al amor maternal". Él admite, sin embargo, que los escritores judíos son perfectamente capaces de imitar el romanticismo, tal como cualquier otra cosa.

     El entusiasmo de las élites culturales judías por la teoría de Freud puede ser visto a la luz de este "choque de culturas". Kevin MacDonald explica esto por una heredada cultura judía donde el amor era visto "como una invención de la cultura  Gentil ajena y por lo tanto como moralmente sospechoso". La idea de Otto Rank de que los judíos tenían una sexualidad más primitiva, y por lo tanto más sana (La Esencia del Judaísmo, 1905) fue extensamente compartida entre los discípulos de Freud, lo que hace que John Murray Cuddihy argumente, en su muy profundo ensayo "The Ordeal of Civility", que la teoría de Freud de la sublimación que resulta de la represión provino directamente de la lucha interior de los judíos de pueblo por la integración: «En el psicoanálisis, el "id" [los instintos primitivos] es el equivalente funcional del "yid" [el judío] en las relaciones sociales». La liberación sexual llegó a ser una nueva versión del ideal mesiánico de redención universal por los judíos, la "luz de las naciones". Y, como sabemos, en la práctica el modo judío de salvar a las naciones es profanar sus valores más sagrados: sus dioses, y, sobre todo, a la Diosa.

     Desde los años '30 los autores judíos estadounidenses encontraron en las teorías de Freud y sus discípulos judíos la justificación para asaltar el ideal romántico y desafiar las leyes de la obscenidad, como lo muestra Josh Lambert en "Unclean Lips: Obscenity, Jews, and American Culture" (citado de su tesis doctoral en pdf, de la cual el libro es una reescritura).

     Ludwig Lewisohn, "el escritor judío más prominente en el Estados Unidos de entreguerras", es un ejemplo. Él había sido analizado brevemente por Freud, y era un amigo cercano de Otto Rank. Al igual que a éste, a Lewisohn le gustaba  "retratar la sexualidad judía tradicional y no asimilada como singularmente sana". Él también compartía las ideas de Wilhelm Reich (La Psicología de Masas del Fascismo, 1934), de que el anti-judaísmo es un síntoma de frustración sexual y puede ser curado liberando la libido de los Gentiles (un mensaje repetido en "Eros y Civilización", 1955, del judío Herbert Marcuse, así como en "La Personalidad Autoritaria", 1950, del judío Theodor Adorno). Lo mismo hizo Isaac Rosenfeld, que dijo: "Considero el anti-judaísmo como un síntoma de una seria y subyacente enfermedad psico-sexual, de proporción epidémica en nuestra sociedad". Según Josh Lambert,

     "Gran parte del utopismo sexual y la sexología aficionada que apareció en la ficción y los ensayos de Norman Mailer, Saul Bellow, Allen Ginsberg e Isaac Rosenfeld en los años '40 y '50 se desarrolló en base a la tentativa de Reich de curar los males sexuales de toda la civilización occidental, y, haciendo aquello, aliviar a los judíos de su papel como chivos expiatorios".

     En su esfuerzo para elevar la obscenidad al status de arte, los autores judíos recibieron el apoyo activo de abogados y jueces judíos. "Los judíos participaron en esos procesos judiciales contra la obscenidad no sólo como demandados, sino también en roles jurídicos claves", escribe Lambert, citando a los jueces judíos de la Corte Suprema Benjamin Cardozo, Louis Brandeis, Felix Frankfurter, Arthur Goldberg y Abe Fortas.

     En 1969 Philip Roth soltó su novela "Portnoy's Complaint", la confesión de un judío estadounidense obsesionado por el sexo, que sentía deseos por las shiksas  cuando adolescente ("Mi circuncidado pequeño xxxx está simplemente encogido de veneración... ¿Cómo pueden ser ellas tan estupendas, tan sanas, tan rubias?"), antes de asegurarse una rubia shiksa para él. Para Roth-Portnoy, "Estados Unidos es una shiksa que se recuesta bajo tu brazo susurrando: ¡amor, amor, amor, amor!  Y Roth no es el único novelista judeo-estadounidense que comparte esta visión de la sociedad norteamericana como una shiksa, en otras palabras, como un objeto sexual para ser penetrado.

     Y esto no debería ser confundido como el tradicional resentimiento judío contra el cristianismo. No son los "valores cristianos" los que son atacados con violencia extrema por el hollywoodismo, la pornografía, el psicoanálisis, el feminismo, el homosexualismo y los LGBTQ, sin olvidar el arte moderno, sino la tradición occidental del amor, el milagro de nuestra civilización. Este asalto cultural es la manifestación duradera de la antigua rabia de Yahvé contra la Reina del Cielo.–

por Laurent Guyénot

2 Septiembre 2019

http://editorial-streicher.blogspot.com/2021/01/laurent-guyenot-la-crucifixion-de-la.html  

1 comentario:

  1. Impresionante, hacia mucho que había leído sobre esta temática, del todo cierta, me ha gustado revivir... saludos y buen aporte.

    ResponderEliminar