© LA DESDICHA DE NO PODER CREER EN NADA
Qué añoranza de aquellos tiempos en los que todo parecía tan claro, que tenías buenos agarres para sostenerte, un relato asentado, unos parámetros vitales definidos con los que ibas andando y sabías a lo que te enfrentabas y cómo irlo trampeando. ..Si haces esto irás al
cielo, si haces lo otro, al infierno... Podías confesarte y todo volvía a
estar en orden.
La historia era algo diáfano, casi sólido y te servía de
base para desarrollarte sin angustias.
Tanto el bien como el mal, la bondad o la maldad, tenían contornos precisos entre los que moverte... Es evidente que entonces todo ya era mentira pero aún no nos habíamos dado cuenta.