EL
MISTERIO DE LA DAMA BLANCA: La Liberación
Cuenta la mitología gnóstica que Sophia, la
Madre Engendradora de todos los dioses, acudió en ayuda de un mundo
de maldad que clamaba por su socorro. Luego de limpiarlo del mal,
sintiose descompuesta, pues parte de esa maldad se le había
adherido. Entonces se detuvo en la Tierra y vomitó aquella malicia,
para, luego, partir a su hogar. Fue después de su partida que Satán
regó su semen sobre la basca y de allí nació Yaldabaoth (Yahvé)
quien se autoproclamó dios único y exigió la adoración y
obediencia de los seres humanos.
Al ver el daño que Yaldabaoth hacía a los
humanos y al planeta, Sophía se apiadó de ellos y envió a su hija
Zoe para que, con la personificación de Gea, nos protegiera.
Desde entonces, la Tierra es nuestra madre
protectora y es por esta razón que los cipayos de la oscuridad hacen
tantos esfuerzos por destruir la naturaleza, edificando ciudades de
concreto sobre las praderas y lanzando gases y líquidos venenosos
que matan a las criaturas vivas.
Para los gnósticos cristianos, Sophia forma parte
de la trinidad, correspondiéndole la personificación del Espíritu
Santo, nada menos que la emanación de la vida universal.
En el mundo pagano fue Eire, Dannan, Amaterasu,
Quanjing, Avalokitesvara, Freya y muchas otras.
Y fue tan fuerte su
presencia entre los hombres, que aún la religión cristiana,
sincretismo de las abrahámicas que desprecian la energía femenina,
tuvo que incluirla en la figura de María.