
Desde
el Tratado de Roma en 1957, las armas, los tanques y los uniformes
de cuero han sido reemplazados por armas silenciosas: normativas,
tratados, papeleos, comités, comisiones, parlamentos, organismos
que, sin que nos demos cuenta y mientras nos ilusionamos con una
Europa en paz, unida y democrática, han creado un gran espacio, el
“Grossraum” soñado por el Tercer Reich, con 500 millones de
personas sometidas a las órdenes dictadas en Bruselas por un grupo
selecto de tecnócratas, que no han sido elegidos democráticamente
sino que han sido nombrados desde la sombra.
Gracias
al Tratado de Lisboa, firmado por todos los presidentes electos de
La Unión, el Parlamento
Europeo no tiene ningún poder legislativo ni ejecutivo.
Todo se decide en la Comisión
Europea que
es el organismo que crea y legisla todas las normativas. Sus
comisarios no son elegidos sino nombrados. A su cabeza están dos
personas que han sido nombradas
a puerta cerrada por el Consejo Europeo: