Este es un virus que paraliza países y ciudades con
confinamientos, cierres patronales involuntarios y bajas laborales de personas
sanas “contagiadas” a las que en lenguaje covidiano se denomina “asintomáticos”.
Ya nadie recuerda aquellas épocas en las que una mísera huelga de un día
provocaba pérdidas millonarias en cualquier sector y así se nos decía en la
televisión. ¿Cuál será el efecto, entonces, de una especie de huelga de más de
dos meses para todas esas empresas que han tenido que cerrar por orden del
gobierno?
No se ha dejado espacio a la libertad personal ni a la
responsabilidad individual para asumir riesgos. Es más, se dice que los sujetos
libres son “irresponsables”, malos ciudadanos, porque ponen en peligro a los
demás y les fuerzan a permanecer encerrados presos del miedo o porque no se
pasará a la siguiente “fase” en el camino a la “nueva normalidad”.
Debido al pánico desatado y la ausencia de un estudio
previo y sosegado de beneficios y riesgos en relación a las medidas tomadas,
muchos trabajadores o sindicatos en nombre de la seguridad y la prevención de
riesgos laborales han promovido la huelga del miedo: ¡No trabajaremos si no nos
dan mascarillas! ¡No es seguro! ¡Queremos más protecciones! ¡Más test! Sin
darse cuenta de que han caído en la trampa, se han puesto del lado de la
patronal de los grandes monopolios mundiales, ya sea por miedo o por pura
ingeniería social.