La identificación de la vida con la sobrevivencia es una
de las mentiras fundadoras de la civilización mercantil
La sobrevivencia es la forma economizada de la vida. En
cualquier tiempo, la existencia de individuos y colectividades no ha sido más
que un infierno con aire acondicionado. Los únicos cambios apreciables se
limitaron a traducir, de acuerdo con las tormentas y apaciguamientos de la
historia, las variaciones de lo intolerable.
Porque la vida economizada, la vida sin vida, ha sido
siempre un lugar de decepción y de desolación, a tal punto que la imaginación
angustiada ha abogado por otro lugar tan admirable pero que es preciso morir
para poder alcanzarlo.
Ciertamente, los ricos vegetan más cómodamente que los
pobres, pero en términos de ser feliz, ¡nada de nada! La culpabilidad, el
miedo, la frustración, la amenaza de la morbosidad omnipresente los persigue
del mismo modo, como si su absurda carencia de vida, multiplicara los espectros
de esta locura evocada por Erasmo, Brandt y Quevedo.