¿QUÉ CREENCIAS NOS IMPIDEN VIVIR EN PAZ?
Nos encontramos mirando la vida, a nosotros, al mundo y a los demás con unas gafas que al nacer no llevábamos puestas. Y que, con el paso del tiempo, con los condicionamientos que hemos ido recibiendo, con las creencias que nos han sido instauradas de manera automática e inevitable, nos han ido «creciendo» en los ojos. En la mente. En el corazón.Estas creencias, que están muy arraigadas en nuestra piel,
son las que provocan el sufrimiento (infelicidad), la ausencia de paz, y las
que hacen que reaccionemos de cierta manera y con cierta actitud: culpa,
reproche, preocupación, ansiedad, expectativas, apego a los resultados y al
placer, rechazo al dolor…
¿Y cuáles son?
- Yo
soy el hacedor de la vida. El autor y creador de los pensamientos,
emociones y acciones que suceden.
- Mi
felicidad la encontraré cuando logre unos resultados determinados.
- Mi
felicidad está en la obtención de placer.
Estas tres creencias, que son erróneas, son la raíz. Y hasta
que no se disuelvan, hasta que no se desarraiguen, hasta que no se corten,
seguiremos sufriendo y sintiéndonos infelices. Así que vamos a cuestionarlas
una por una.
Te invito a que investigues en tu experiencia de vida.
Porque no se trata de que me creas, de que las repitas, de que las memorices,
de que las entiendas intelectualmente, de que las practiques, sino de que las
explores en ti para que pueda producirse ese «clic» interno que las evapore.
Para que se dé el darse cuenta de que llevas puestas unas gafas/creencias que
te impiden ver la realidad tal y como es.
1. Yo soy el hacedor de mi vida
Vamos a mirarnos de cerca para no quedarnos en la superficie
ni irnos por las ramas. Porque las ramas no tienen la capacidad de cortar la
raíz… ¿Elegimos lo que somos y cómo somos?
Nuestra genética no la elegimos. Nos viene dada. Y los
condicionamientos que recibimos a lo largo de la vida tampoco los elegimos ni
los podemos evitar. Son como programas informáticos que nos instalan en la
mente y que nos hacen sentir, pensar y ser como pensamos, sentimos y somos.
Así que las elecciones que se dan vienen motivadas por
nuestra genética, nuestros gustos, nuestras preferencias, nuestros
condicionamientos. Ninguno de ellos elegido por nosotros.
Se producen elecciones, decisiones, acciones, pero surgen de
impulsos, pensamientos, emociones, creencias, sensaciones que NO creamos
nosotros por voluntad propia. De las que nosotros no somos sus autores. Tan
solo son «efecto de» lo heredado. De lo condicionado.
Esos impulsos, pensamientos, que nos llevan a elegir NO LOS
ELEGIMOS. Simplemente, aparecen. Y lo que sucede es una reacción automática e
inevitable ante ellos.
Esta sensación de autoría, de ser el hacedor, nos lleva a
experimentar, a sentir, que somos los responsables de nuestra vida porque creemos
que todo lo que sucede en ella, es responsabilidad nuestra ya que lo hemos
elegido libremente nosotros. Y cuando creemos que nos equivocamos (o que otra
persona lo hace) lo que surge es la culpa. Hacia nosotros o hacia los demás.
Pero si llegamos a la conclusión de que ninguna elección que
ha sucedido y ninguna acción que hemos realizado ha sido hecha desde nuestro
libre albedrío sino desde una genética, creencias y condicionamientos recibidos
(lo que significa que no somos los hacedores), ¿cómo vamos a ser responsables
y/o culpables de ello? ¿Cómo nadie va a serlo?
Las elecciones suceden, pero son simples reacciones de «los
programas que la vida nos ha instalado» por medio de la genética y experiencias
vividas. Por la cultura, la religión, la educación e información recibida.
E incluso el pararse a reflexionar, a responder, también es
una reacción a un pensamiento que aparece de «párate antes de decidir» que no
hemos elegido.
Investígalo. Mira en el día de ayer lo que crees que has
elegido libremente. Míralo de cerca. Tira del hilo. ¿Qué es lo que te ha hecho
decidir lo que has decidido? Entre dos platos de comida, la ropa que llevas
puesta, si vas o no vas a una quedada, que una persona te atraiga y otra no,
tus aficiones, todo lo que dices, las emociones que sientes, los pensamientos e
historias mentales que tienes, la sensación de hambre, de sed, de deseo sexual…
¿Lo has elegido tú o simplemente aparece y reaccionas a
ello, a los pensamientos y a las emociones que tienes?
2. La felicidad la encontraré en los resultados
Esta creencia lo que provoca es un apego a los resultados.
Si salen como yo espero, seré feliz. Si no son acordes a mis expectativas, seré
infeliz.
¿Cuántas veces has conseguido lo que querías y aun así tu
«felicidad» se ha perdido al cabo de poco tiempo?
Nunca encontraremos la felicidad en la obtención de
resultados porque eso que se siente no es paz permanente, sino placer pasajero.
Y la paz está siempre presente independientemente de los
resultados que obtengamos. La Paz no se halla en nada externo, sino que ES LO
QUE SOMOS. No te la da los resultados positivos ni te la puede quitar los
resultados negativos. Es la actitud con la que afrontas esos resultados. Y esa
actitud, esa mirada, es una consecuencia de no llevar las gafas
oscuras/creencias erróneas. Es lo que aparece cuando se caen. Es lo que somos.
Es la Verdad.
La dopamina que segrega nuestro cuerpo cuando «conseguimos»
no es felicidad ni paz. Es otra cosa. Y siempre, impermanente y temporal.
3. Mi felicidad está en la obtención de placer
La creencia que hay en el fondo es que lo que necesito para
ser feliz es que la vida sea de una determinada manera: siempre placentera. Por
eso, voy en busca y captura de cualquier experiencia (proporcionada o no por
una sustancia o droga) que me proporcione placer, dicha, gozo. Y por eso,
cuando aparece una experiencia dolorosa, paso a rechazarla e intentar
eliminarla. Con el sufrimiento que ello conlleva.
La consecuencia es intentar controlar la vida, al otro, a
uno mismo, para que nos aporte lo que creemos que necesitamos para ser felices.
Y cuando no lo hacen, cuando no lo hacemos, porque no es lo que son o somos,
los forzamos y nos forzamos a ser como creemos que debemos ser para obtenerlo;
utilizando para ello el chantaje y la manipulación (entre otros métodos), de
manera consciente o inconsciente. Con el sufrimiento e infelicidad que ello
conlleva.
La pregunta que surge a continuación cuando eres consciente
de que tienes una serie de creencias que te hacen sufrir y no te permiten ser
feliz es: ¿Qué hago para erradicarlas?
Y la respuesta es: no puedes hacer nada. ¿Por qué? Porque el
«hacedor», como hemos visto, no existe. No hay un «yo» que pueda elegir qué
hacer o qué no hacer.
Cuando nos damos cuenta de esto, surge otra pregunta que es
la más trascendental de todas:
Entonces, ¿quién soy? Y es cuando puede
empezar una nueva investigación para descubrir lo que soy en realidad.
¿Qué es lo que no cambia? ¿Qué es lo que siempre está presente?
¿Qué es lo que permanece más allá del fluir de la vida, de los pensamientos, de
las emociones, de las creencias, de las ideologías, de los objetos, de los
cuerpos, de las sensaciones y de los acontecimientos que se dan? La sensación
de existencia y la «consciencia de».
La sensación de «yo» que tenemos es la sensación de existencia.
De que existo. Pero no es un «alguien» que exista. Es la Vida misma o Dios o la
Fuente o el Absoluto o el Uno o la Totalidad o como lo quieras llamar. Y junto
a esta sensación está la capacidad de consciencia. Que tampoco es «alguien o
algo que es consciente de», sino que es simplemente una cualidad. Y ambas son una.
No están separadas. No puede haber sensación de existencia sin la consciencia
de esa sensación.
«Tu» sensación de existencia y consciencia es la misma que
la mía. No hay 8.000 millones diferentes de consciencias, de Vidas, que están
separadas entre sí. Ni en el tiempo ni en el espacio. Sólo hay UNA y es la
misma para todo y todos porque todo y todos ES la misma «cosa» (que no es una
cosa sino un SIENDO).
Dicho esto, no hay un «alguien» que pueda hacer o dejar de
hacer nada, aunque la sensación en el momento sea de que sí lo hay.
La Vida es un suceder de experiencias, sensaciones,
pensamientos, emociones, que sentimos, percibimos a través del cuerpo. Pero
nadie elige ese suceder en ninguna de sus diferentes formas. Sencillamente
sucede. Y al unísono sucede la consciencia de que está sucediendo eso (da igual
el qué).
Es decir, hay una Vida que se está desplegando por sí misma
en millones de formas (entre ellas, la de Ser Humano) aparentemente separadas
entre ellas, que lo hace de manera automática, espontánea y en un único
movimiento. No son millones de movimientos independientes entre sí, sino UNO
solo.
Es como el Océano que se mueve y cuando lo
hace crea cientos de olas (que son el mismo océano adquiriendo la forma de
ola). No es que cada ola esté separada del Océano, moviéndose
independientemente del resto del océano y tenga libre albedrío y voluntad
propia para hacerlo y elegir hacia dónde ir o no ir.
Pues somos esa Vida Total siendo vivida en un cuerpo/mente
particular con una genética y condicionamientos particulares (es decir, con una
forma diferente y única) que no han sido elegidos por nadie.
No hay ningún hacedor que pueda hacer o dejar de hacer nada.
Las acciones, las elecciones, los pensamientos, las emociones, las sensaciones,
los condicionamientos, las experiencias, las reacciones, las preferencias, los
gustos, las rarezas, las manías, los dones, las creencias aparecen, suceden sin
la intervención de un «yo independiente» y separado del resto de la Vida.
Igual que una creencia es instalada, igual que un
condicionamiento es adquirido sin poder evitarlo, otro nuevo puede ser puesto a
la vista, escuchado. Como, por ejemplo, este libro. Y como con cualquier otro
hábito adquirido, la toma de consciencia del nuevo condicionamiento puede
iniciar un proceso de disolución de las creencias anteriormente instaladas en
nuestra mente.
Del mismo modo que si el cuerpo lleva repitiendo toda su
vida un cierto tipo de movimiento, hasta que no deje de hacerlo e inicie uno
nuevo, el primero seguirá produciéndose de manera automática. Porque ha sido
memorizado por el cuerpo y es lo que le nace hacer. Es el
patrón y recorrido que ha seguido siempre y seguirá haciéndolo hasta que se
empiece a crear la ruta para otro nuevo.
Esta caída de las creencias, de las gafas, se la llama
Despertar o Iluminación. Y puede ser algo que se caiga en un instante y no
vuelva a aparecer o que sea necesario un proceso para que vaya perdiendo fuerza
poco a poco. Para que la creencia errónea sea desarraigada con un DARSE CUENTA
constante y continuo.
No hay garantías de nada. Y tampoco hay una única forma.
Para cada «persona» (si es que tiene que suceder) será diferente, con un propio
camino, aunque puede haber similitudes.
No es que se sustituya una creencia por otra, sino que al
«iluminarse» la incorrecta, LO QUE ES, la realidad, la verdad, sale a la Luz.
Se caen unas gafas, pero no son cambiadas por otras. Se caen
los velos, pero no son colocados otros más bonitos, más positivos o
espirituales que los anteriores.
Fuente: Emma Vázquez. De su
libro El
sonido de nadie hablando
https://www.nodualidad.info/textos/que-creencias-nos-impiden-vivir-en-paz.html
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