LA RELACIÓN ENTRE BIEN Y MAL MENOR
"La
 razón última por la cual el bien menor tiene carácter de mal
 (habet
 rationem mali)
 es que el mal se puede hacer de muchas maneras, mientras que el bien
 sólo se puede hacer de una manera: bien."
Alberto
 Buela - Filósofo argentino.
En
 ética, esto es, en la disciplina filosófica que estudia el obrar
 humano, desde siempre se recomienda: bonum
 faciendum, malum vitandum,  hacer
 el bien y evitar el mal, como regla primera del obrar. Pero la
 generalidad de este principio hace que en la mayoría de nuestras
 acciones diarias no está claramente determinado el bien o el mal.
 La vida cotidiana no es en blanco y negro sino que está coloreada
 por muchos grises. El obrar humano es casi siempre sobre lo
 verosímil, lo plausible, lo contingente, sobre aquello que puede
 ser o no ser.
De
 modo tal que aunque tengamos la pretensión de buscar el bien y
 evitar el mal, muchas veces no estamos en condiciones de decidir qué
 y cuál es uno u el otro. Y acá entonces hace su entrada el viejo
 adagio: el
 mal menor tiene razón de bien y el bien menor tiene razón de mal.
Es
 decir, que cuando uno en su acción evita un mal mayor realiza una
 acción buena, pero cuando su actuar realiza un bien menor del
 esperado su acción es mala.
Esto
 se ve de forma clara en una virtud; la de la tolerancia, que
 consiste en practicarla para evitar un mal mayor y no en practicarla
 por el hecho de ser tolerantes, como pretendió Voltaire y, después
 de él todo el universo liberal. Y en un vicio; el de la
 indiferencia, según el cual actuamos sin intentar un bien mayor.
 Por ejemplo cuando se trabaja a destajo o de brazos caídos
Todos
 los dilemas éticos: desde el antiquísimo de Escilia y Caribdis que
 se le plantea a Ulises; pasando por la tabla de Carneades, hasta el
 contemporáneo, del tranvía de Philippa Foot, son en realidad
 falsos dilemas pues nunca los males (ni los bienes) son equiparables
 y menos aún iguales. Existe en ellos una jerarquía que
 el spoudaios, el
 hombre íntegro y sapiente percibe.
Un
 ejemplo de mal menor es el juicio de Salomón donde la madre
 auténtica renuncia a su maternidad para evitar que su hijo sea
 partido en dos. Un ejemplo de bien menor, es el del mal
 administrador del Evangelio, que pudiendo multiplicar los dos
 denarios los entierra.
En
 este sentido es interesante recordar al filósofo español Leonardo
 Polo, quien al final de sus Lecciones
 de ética afirma:
 “el
 hombre no solo puede querer algo sino que puede quererlo mejor. No
 solo puede ser libre sino que puede ser más libre…la virtud es la
 capacidad de aumentar la capacidad de gozar…el hombre tiene que
 mejorar más y más su relación con el fin último… tengo que ser
 más en mi constitución para dar más gloria al último fin”.
La
 razón última por la cual el bien menor tiene carácter de mal
 (habet
 rationem mali)
 es que el mal se puede hacer de muchas maneras, mientras que el bien
 solo se puede hacer de una manera: bien. Por ejemplo cuando uno hace
 un asado puede sacarlo crudo, quemado, sancochado, demasiado cocido,
 arrebatado, pero bien solo lo saca cuando lo asa bien. Cuando todas
 sus partes están perfectas y armónicas.
Esto
 viene a explicar la relación entre el mal y el bien en el mundo,
 desde el punto de vista filosófico, stricto
 sensu, pues
 son muchos y de muchas maneras los que obran el mal y lo defienden
 con mil y un argumentos, mientras que el bien y sus defensores
 cuentan siempre con el mismo y único argumento: el de la verdad.
 Esto es, el de la realidad de la cosa o asunto.
Hoy
 lo normal es hacer las cosas más o menos, lo chapucero en orden a
 los oficios es lo más común, y sino que lo digan las amas de casa
 cuando llaman a un plomero, un electricista, un pintor o un albañil.
 Esto no es de ahora sino que viene de lejos, ya Sarmiento, nuestro
 prócer, afirmaba que las cosas hay que hacerlas, mal o bien pero
 hacerlas. No, las cosas hay que hacerlas bien, pues de lo contrario
 estamos actuando mal.
Es
 que el obrar bien no solo perfecciona al agente sino que también
 perfecciona el fin buscado. Y es así como se construye la belleza
 del mundo, por eso los griegos lo llamaban cosmos=bello, ello
 todavía resuena en nosotros a través el término cosmética, el
 arte del embellecimiento.
Cuando
 hacemos u obramos lo menos bueno, no sólo vamos en contra de
 nosotros, sino también en contra de la belleza del mundo. Esto es,
 en contra de una vida mejor en donde la complejidad se va reduciendo
 y no aumentando. La reducción de la complejidad es una de las
 consecuencias, en la vida práctica cotidiana, del actuar y del
 obrar bien, en tanto que el mal menor no produce ningún
 acrecentamiento de bien, sino que sólo impide el crecimiento del
 mal.
De
 esta reducción de la complejidad, tan necesaria para la vida buena,
 hace nacer Nicklas Luhmann, la confianza social. Virtud por la cual
 la vida comunitaria se hace más placentera, se simplifica. La
 confianza social, la fe en el otro como vecino, no como ciudadano,
 nos integra lentamente a la comunidad de pertenencia y a sus
 intereses propios.
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