11.10.20

Exigen que pruebes la verdad de lo que expones, aunque tampoco te van a escuchar

¿ EN QUÉ CREES ?                                                                

Hace tiempo que dejé de buscar la perfección. Me conformo con la sabiduría. Aun así, cuando de amigos se trata, prefiero al que se arremanga a pelear a mi lado que al que declama sobre poner la otra mejilla o que me baste con reconocerme a mí mismo.

No busco el conflicto, pero no me importa estar en medio de él, no soy de los pacifistas a ultranza, prefiero no desenvainar la espada, pero si tengo que hacerlo, lo hago.

En política, la izquierda y la derecha proclaman… pero ambas son una farsa. Los ideales políticos son una farsa. Los seguidores son fanáticos matrizados en serie.

Creo en la política de la no-política. En un mundo sin líderes, ni seguidores.

Antes de la 2ª guerra mundial, la corona auspició a Hitler para acotar a la Unión Soviética. Antes de eso, apadrinó a Lenin en la revolución comunista. Después tuvo que aliarse a los soviéticos para acotar a Hitler.

Ningún ideal, traición sobre traición.

Lo real son las ciudades y las vidas destruidas.

Pasan los años y cuando todo parece olvidado, aparecen los alegres comedores de tiempo. Ellos resucitan los cadáveres y comen de su carne. No les piden pruebas ni fuentes a sus líderes, los dejan tranquilos en sus palacios.

Pero, de allí en más, van a apabullar a todo pensador exigiendo que pruebe la verdad de lo que expone, misma que, de todas maneras, no van a escuchar.

Hace muchos años, un grupo de discípulos de la Sociedad Teosófica nos sentábamos a escuchar a Don Labrador, un sabio sin escuela que vivía en un tapera en Francisco Álvarez, Provincia de Buenos Aires.

No le pedíamos pruebas ni fuentes, por simple discernimiento sabíamos que decía la verdad.

Pero nosotros somos hijos memoriosos de los gigantes que habitaban la Tierra antes de la llegada del Dios de los muchos nombres, o llegamos de muy lejos, de las estrellas.

Hubo que imponer a un dios tan cruel para aplacar a hombres altos como montañas que jugaban a los dados con los otros dioses.

Yo no he olvidado.

Las doctrinas de la no violencia vinieron después de ese dios, porque nosotros no las necesitábamos, éramos dulces como panales, gozábamos bailando y creando música. Todo eso enfureció al Dios y nos envió maldiciones sin fin: plagas, insectos, muerte de primogénitos, ríos tintos en sangre… y finalmente, la inundación.

Nunca fuimos su pueblo elegido, ¿por qué acatar sus leyes?

Dios nos odia, el rey nos teme, los vasallos nos insultan y apedrean. ¿Debemos dar la otra mejilla? ¿Hasta cuándo?

El que camina con la muerte.

https://centinelanocturno.wordpress.com/2020/10/09/en-que-crees/

1 comentario:

  1. Nunca he dado mejilla alguna, de hecho aprendí artes marciales solo para no tener que ponerme de rodilla ante nadie, menos a dioses inventados por simples mortales, soy fiel creyente de la fuerza en su justa medida, la medida la decido yo, sin fuerza no hay libertad, sin lucha todos nos quieren poner de rodillas y si no hacemos por unirnos para ganar una guerra ya perdida, ¿para que queremos vivir? no es cuestión de ganar o perder, pero si vivir con dignidad y no sentir verguenza por no haber hecho nada para evitar vernos como nos vemos... y nos dejamos ver.

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