8.2.24

Aliviar insatisfacciones con rituales que hacen olvidar otros quebraderos de cabeza

© DESENFRENO vs INSATISFACCIÓN

El tiempo de carnaval suponía darle la vuelta a todo durante los días que precedían a la cuaresma, un tiempo de recogimiento y austeridad que actualmente se puede decir que ha desaparecido. En cambio el carnaval se ha expandido de forma masiva reuniendo una muchedumbre de aficionados al disfraz y el desenfreno que llenan las calles de muchos lugares.

Cuando vivíamos bajo la dictadura, el carnaval estaba prohibido y los actos religiosos de la cuaresma lo presidían todo con exclusividad. La música clásica invadía las ondas de radio y los colores oscuros eran la tónica general.

De toda aquella época han quedado las “promocionadas” procesiones de semana santa con todo su ritual arcaico mantenido a mayor gloria del turismo y de los personajes a los que les gusta que les vean participando de unos ritos que no ayudan a promover precisamente la espiritualidad.

Cuando no había otra alternativa de recreo, muchos se apuntaban a participar o, al menos, a contemplarlo con más o menos “devoción”. Se trataba de aliviar la dureza de la vida diaria con invocaciones religiosas.

Hoy en día han cambiado los medios pero continúa la misma razón de fondo: Aliviar insatisfacciones a base de rituales, en este caso los del desenfreno que hacen olvidar temporalmente otros quebraderos de cabeza.

Tener a la gente entretenida es la táctica de siempre. En tiempos de los romanos a la gente la enviaban a los coliseos donde gladiadores y fieras les ofrecían distracción. Ahora nos echan a las calles donde rúas, cabalgatas, pasacalles, ferias, o cualquier actividad festiva nos hace pasar el rato.

El ruido es la herramienta más utilizada para enturbiar las mentes -ya muy desorientadas- de la gran mayoría que, entre una cosa y otra, no tiene tiempo -ni costumbre- de pensar críticamente y darse cuenta de cómo la entretienen quienes “cortan el bacalao”.

No es un alegato en contra de la alegría y el jolgorio que siempre tenemos a mano de disfrutar entre amigos o familiares. Lo que huele a chamusquina es tanta concentración de actividad festiva en unos tiempos en que, bien en la cara, nos están quitando nuestros derechos vitales.

Una vida equilibrada, sana, plena y satisfactoria, sin estar reñida con las celebraciones, no se consigue con espectáculos masivos llenos de ruido y batiburrillo.

A pesar del riesgo de pasar por aguafiestas no quiero desperdiciar esta ocasión sin expresar mi desencanto al constatar lo fáciles que somos de manipular y de contentarnos con sucedáneos.

Por ello si decidimos esparcirnos lo más posible por aquello de que quien canta su mal espanta poco dice a nuestro favor en unas circunstancias tan aterradoras para nuestro futuro humano.

Esta visión crítica no debe menospreciar una tarea que aporta valores de socialización (creación y actuación de carrozas y disfraces) con la que se consigue una buena interrelación humana.

En cualquier caso, que cada uno haga lo que le apetezca y lo que tenga que ser, será, pues es evidente que no lograremos ninguna mejora humana sólo dejando de lado la juerga.

Son necesarios otros requisitos para evitar deslizarse por la pendiente de la deshumanización en la que nos encontramos.

O así me lo parece

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Joan Martí - elcamidelavida@gmail.com - 8 febrero 2024

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1 comentario:

  1. A ti te lo parece y a mi también!! Ja som dos! Gràcies i bon cap de setmana (carnavalesc...).

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