© TODOS SOMOS UNA PARTE DE DIOS!
¿Una responsabilidad?
¿Un privilegio?
Un razonamiento muy consistente plantea que todos somos una parte de la Fuente Primordial -a la que podemos llamar Dios- encarnada, materializada, experimentando la vida sensible, emocional.
Dios, si lo es todo, para experimentarse a sí mismo debía
“fraccionarse” en partes aisladas e individualizadas para poder “reconocerse”
Podríamos entenderlo partiendo de la realidad de los
fractales -presentes en muchos aspectos de la naturaleza- porque tanto si
tiramos para arriba, hacia el macrocosmos, como si tiramos para abajo, hacia el
microcosmos, se van repitiendo los patrones.
Siempre es aquello de: Tal como es abajo es arriba y viceversa.
Esta interrelación lo conecta todo formando una sola cosa.
Todo independiente y al mismo tiempo todo interdependiente en un extraordinario
formato perfectamente ensamblado y sincronizado que da equilibrio y razón a la
totalidad de causas y efectos.
Un entrelazamiento que mantiene todo en marcha y bien
encajado. El misterio de esta energía
-porque todo es energía- parece una buena explicación al fenómeno de la
vida y el universo.
Una evidencia bien posible, que da sentido a un conjunto de
cosas y vendría a ser la respuesta a muchos interrogantes.
Somos una chispa de Dios que es la que nos hace vivos y conscientes
a la vez que nos sitúa en el mundo para una aventura vital llena de
experiencias.
Y no se trata de espiritualidad -o no sólo- sino que, cada
vez más amparados por la ciencia, debemos convenir en la existencia de algo
trascendente que lo abarca todo.
Un planteamiento incluso racional, a pesar de las
dificultades para asumir su comprensión y las consecuencias de nuestra
presencia y nuestra inquietud existencial.
Porque, por un lado, buscamos explicaciones a todo lo que
nos rodea, pero por otro, nos resistimos a admitir la implicación de un ser
absoluto que lo engloba todo.
¿Será cosa de un falso orgullo? ¿O quizás incluso el miedo a
una cuestión que nos sobrepasa porque no la podemos controlar?
Pero a alguna conclusión hemos de llegar, algo debemos asumir
aunque no sea tan sólido como lo de dos y dos son cuatro.
Aceptar la pertenencia a una entidad mucho mayor, y por
tanto inaprensible, da un poco de vértigo pero es una opción que no podemos
descartar si queremos dejar atrás la incertidumbre.
Pensemos en las células del cuerpo respecto al organismo en
el que están inmersas y en el que todo está inextricablemente relacionado para
dar vida al ser global que somos nosotros.
¿Pregúntale a una célula si es consciente de pertenecer a un
ser superior enormemente mayor que ella misma? Pensarnos a nosotros como una
célula podría ser un camino...
Aquella opinión muy generalizada que "reprocha" a
Dios que permita las desgracias del mundo, se disuelve si atendemos al
razonamiento de que "todo es Dios" y a la existencia de la regla
básica del libre albedrío.
Por tanto, cualquier conducta individual debe contemplarse
como una elección de cada uno en la experimentación de la vida.
O así me lo parece
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Joan Martí - elcamidelavida@gmail.com - 3 mayo 2024
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